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La salud emocional en la Infancia

La salud emocional en la Infancia

Componentes y estrategias de actuación en la escuela

Sonsoles Perpiñán Guerras

NARCEA, S. A. DE EDICIONES MADRID

Atención temprana y familia. Cómo intervenir creando entornos competentes

 

 

 

 

 

 

 

© NARCEA, S. A. DE EDICIONES, 2017

www.narceaediciones.es

Cubierta: Armando Bayer

ISBN papel:  978-84-277-1911-8
ISBN ePdf: 978-84-277-1949-1 
ISBN ePub: 978-84-277-2369-6

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sgts. Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

A todas aquellas personas que han acompasado
sus pasos a los míos
en el delicioso camino
de soñar una escuela más humana
.

Índice

INTRODUCCIÓN

I. LA SALUD EMOCIONAL Y SUS COMPONENTES

1. La salud emocional

Qué es la salud emocional. Diferencias entre salud emocional e inteligencia emocional. Componentes de la salud emocional. Por qué abordar la salud emocional en la escuela infantil: perspectivas

2. Componentes personales de la salud emocional

El autoconcepto: qué es, para qué sirve, cómo se forma. Sugerencias para trabajar el autoconcepto en la escuela infantil

La autoestima: qué es, para qué sirve, cómo se forma. Sugerencias para trabajar la autoestima en la escuela infantil

El autocontrol: qué es, para qué sirve, cómo se forma. Sugerencias para trabajar el autocontrol en la escuela infantil

La localización de control: qué es, para qué sirve, cómo se forma. Sugerencias para trabajar la localización de control interno en la escuela infantil

La automotivación: qué es, para qué sirve, cómo se forma. Sugerencias para trabajar la automotivación en la escuela infantil

El sistema de atribuciones: qué es, para qué sirve, cómo se forma. Sugerencias para trabajar el sistema de atribuciones en la escuela infantil

La tolerancia a la frustración: qué es, para qué sirve, cómo se forma. Sugerencias para trabajar la tolerancia a la frustración en la escuela infantil

3. Componentes relacionales de la salud emocional

El vínculo afectivo: definición y componentes, para qué sirve, cómo se forma y cómo evoluciona. Sugerencias para trabajar el vínculo afectivo en la escuela infantil

La empatía: qué es, para qué sirve, cómo se forma. Sugerencias para trabajar la empatía en la escuela infantil

La asertividad: qué es para qué sirve, cómo se forma. Sugerencias para trabajar la asertividad en la escuela infantil

Las habilidades sociales: qué son, cómo se forman, para qué sirven. Sugerencias para trabajar las habilidades sociales en la escuela infantil

II. ESTRATEGIAS DE ACTUACIÓN EN LA ESCUELA

4. Estrategias incidentales

Cinco estrategias incidentales clave: el estilo educativo, la comunicación, el clima de aula, las normas de convivencia, los valores vigentes

El estilo educativo: la personalidad y las actitudes del educador

La comunicación. El contenido de la comunicación: tipos de mensajes y manejo de instrucciones. La forma: la comunicación no verbal. La escucha activa

El clima del aula: el ambiente físico, la metodología, las redes sociales … Las normas de convivencia

Los valores vigentes

5. Estrategias intencionales

Las rutinas

Las unidades didácticas

Los planes de convivencia

El programa de salud emocional. Propuesta de un Programa de Salud Emocional para niños de 0-3 años

Registros de Observación: Registro de Atribuciones, Registros sobre el periodo de Adaptación a la vida escolar

A MODO DE CONCLUSIÓN: La salud emocional del educador

BIBLIOGRAFÍA

Introducción

CON MUCHA FRECUENCIA OBSERVAMOS a nuestro alrededor adultos que se sienten insatisfechos con su realidad, pero apenas hacen nada por cambiarla, personas sumidas en estados depresivos que les impiden disfrutar de los detalles cotidianos de la vida; hombres y mujeres que tienen grandes dificultades para relacionarse con otros seres humanos y se sienten atormentados por los comentarios o las conductas de los demás. Ha aumentado considerablemente el uso de antidepresivos, las tasas de enfermedad mental, e incluso de suicidio, y los jóvenes de nuestra sociedad recurren al uso de alcohol o de drogas como mecanismo para buscar la satisfacción en su tiempo de ocio.

Cuando me encuentro con este tipo de personas me pregunto: ¿cuál es la razón?, ¿por qué es tan difícil huir de algunas situaciones emocionales cuando te sientes atrapado?, ¿no sería más sencillo interpretar la realidad de un modo más saludable?

En la base de muchos trastornos de tipo emocional está la valoración cognitiva que las personas hacemos de la realidad. Ésta no es un conjunto de hechos objetivos y observables, sino la interpretación subjetiva y personal que cada uno hace de los mismos. Así, una misma circunstancia, puede ser percibida de forma radicalmente distinta por dos personas que la están experimentando, en función de sus sistemas de ideas o atribuciones, construidos a partir de sus experiencias, sus valores, etc.

Desde esta perspectiva me planteo también si no sería posible dotar a las personas, desde su más temprana infancia, que es cuando se construye su personalidad, de unos recursos eficaces desde el punto de vista emocional, para hacer frente a las situaciones diversas, y en ocasiones adversas, que van a ir apareciendo a lo largo de su vida. Ofrecerles recursos que les permitan interpretar los acontecimientos de un modo saludable y les brinden la oportunidad de adaptarse al mundo social sin sufrir crisis de angustia o situaciones depresivas.

No sólo observamos adultos con trastornos o dificultades de tipo emocional. Cada vez es más frecuente encontrar en la escuela niños con alteraciones del comportamiento. Desde las primeras edades podemos comprobar lo difícil que les resulta a muchos alumnos tolerar la frustración o relacionarse con sus iguales. En la base de estas conductas hay muchos factores culturales. La sociedad del bienestar, como la venimos llamando, está marcada por la necesidad de satisfacer nuestros deseos de forma inmediata, por una tendencia a “usar y tirar”, como si todo fueran productos de consumo, incluso los seres humanos con los que nos relacionamos.

Los modelos adultos que sirven de referencia a nuestros niños, tanto los reales: sus padres, sus tíos o sus vecinos, como los virtuales: los que salen en la televisión o en los videojuegos, están caracterizados por un marcado egocentrismo. Se convierte en una necesidad tener la mejor imagen, el mejor aparato; impulsados a cambiar y mejorar continuamente, de móvil, de coche, etc.

Además vivimos la cultura del aislamiento, de la soledad. Los niños de nuestra sociedad, con mucha frecuencia, son hijos únicos o tienen un solo hermano con mucha diferencia de edad con el que no pueden compartir los juegos o establecer rivalidades que ayuden al crecimiento personal. La familia extensa está lejos y apenas se convive con primos, con tíos o con abuelos que puedan aportar distintas perspectivas educativas. Los padres trabajan fuera de casa largas jornadas laborales lo que implica que los niños pasan mucho tiempo sin sus figuras de referencia y su lugar lo ocupa la televisión que les entretiene o cuidadores que varían con frecuencia, bien en el ámbito del hogar o en la escuela infantil. Viven rodeados de gente pero con pocos vínculos estables sobre los que asentarse.

En este caldo de cultivo están creciendo nuestros niños. Y los adultos, tan ocupados, tan eficaces, nos estamos olvidando de cuidar lo más importante: sus afectos.

Hablar de salud emocional en la infancia, es hablar de prevención. Del mismo modo que tratamos de que nuestros hijos y alumnos se laven los dientes todos los días para prevenir la aparición de caries, o que tratamos de vigilar su alimentación para que sea equilibrada y así evitar enfermedades, deberíamos instaurar hábitos emocionales sanos que prevengan la aparición de trastornos mentales en el futuro y que amortigüen las crisis por las que inevitablemente tendrán que atravesar a lo largo de su vida.

En este libro pretendo hacer un análisis de la trascendencia que tiene la etapa de Educación Infantil en la construcción de la personalidad del niño, para que, siendo conscientes de ello, los padres y los profesionales responsables de la educación de los más pequeños, pongamos en marcha estrategias válidas en la interacción con ellos, de tal forma que les ayudemos en la construcción de su estabilidad emocional; algo que les va a resultar imprescindible para su futuro.

Desde esta perspectiva, el educador se convierte en un eje fundamental en el desarrollo de la salud emocional del niño a través de la relación cotidiana. Sus palabras, sus comportamientos o sus gestos le ofrecen un punto de referencia, un modelo donde mirarse, un marco con el que interpretar la realidad. El adulto proporciona un lugar cálido y seguro donde protegerse de los peligros reales e imaginarios, el adulto acoge al niño cuando sus pasos inexpertos se confunden de camino y le insta a probar sus capacidades y a explorar la realidad sin temor a lo desconocido; por esa razón es necesario reflexionar sobre la actuación del educador y analizar cómo influye en el desarrollo del niño.

Parto de la convicción de que las actitudes, los valores y la salud emocional se trabajan transversalmente en las aulas, en todas y cada una de las acciones educativas; y están basadas sobre todo en el estilo educativo, aunque sean complementadas con la programación de actividades dirigidas a estos fines dentro de programas educativos concretos.

Uno de los propósitos de este libro es demostrar el incuestionable valor de las estrategias incidentales que surgen a lo largo de la jornada escolar como elementos clave en el desarrollo de la salud emocional de los alumnos. Las estrategias incidentales son las actuaciones concretas que el educador pone en marcha en situaciones cotidianas, acciones que no están planificadas pero que configuran el día a día de la relación entre el maestro o la maestra y sus alumnos.

He dividido el libro en dos partes. En la primera defino el concepto de salud emocional y describo los diferentes componentes de la misma, sugiriendo estrategias concretas que se pueden emplear en la escuela infantil para favorecer cada uno de esos componentes.

La segunda parte es un análisis pormenorizado de la metodología que debe seguir el educador en la escuela infantil para estimular la salud emocional de sus alumnos haciendo especial hincapié en las estrategias incidentales.

Para completar una visión global de acción en la escuela planteo algunas estrategias intencionales o actividades planificadas para el desarrollo de la salud emocional, soy consciente de que se trata de escasas sugerencias porque las estrategias intencionales pueden encontrarse fácilmente en otras publicaciones. En definitiva, el objetivo prioritario de este libro es ayudar a los docentes a reflexionar sobre su trascendental papel y proporcionarles una guía de auto-observación para mejorar su estilo educativo.

I

LA SALUD EMOCIONAL Y SUS COMPONENTES

Los pequeños de hoy serán los adultos de mañana, su personalidad, sus actitudes frente a la vida se van instaurando desde las primeras etapas del desarrollo. Crecer en condiciones saludables desde el punto de vista emocional, es asegurar la estabilidad de la persona a lo largo de su trayectoria vital, por eso resulta especialmente relevante educar la salud emocional.

La salud emocional es un estado de bienestar físico y psicológico que permite una adecuada adaptación a las circunstancias en las que una persona se desenvuelve.

En esta primera parte del libro se define el concepto de salud emocional y se justifica la necesidad de contemplarla en la acción educativa a edades tempranas. A continuación se describen todos y cada uno de los componentes que configuran la salud emocional divididos en dos tipos: componentes personales y componentes relacionales; se define qué son, para qué sirven, cómo se forman, y se proponen estrategias concretas para desarrollarlos en la escuela infantil.

Los componentes personales tienen que ver con la comprensión y el control de uno mismo y son: el autoconcepto, la autoestima, el autocontrol, la automotivación, la localización de control, la tolerancia a la frustración y el sistema de atribuciones.

Los componentes relacionales implican la relación con otras personas y suponen un recurso para establecer interacciones eficaces, son: el vínculo afectivo, la asertividad, la empatía y las habilidades sociales.

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La salud emocional

Es más fácil construir niños fuertes, que reparar hombres rotos.
FREDERICK DOUGLAS

¿QUÉ ES LA SALUD EMOCIONAL?

Según la Organización Mundial de la Salud, la salud es el estado de adaptación de un individuo al medio en el que se encuentra. En términos coloquiales, estar sano significa estar fuerte, preparado para que las enfermedades o los impactos de la vida cotidiana no provoquen alteraciones significativas o irreparables.

Desde el punto de vista físico un niño1 sano es el que puede superar un proceso de enfermedad como una gripe o una gastroenteritis y el que sigue un crecimiento equilibrado. Desde el punto de vista emocional, es el que puede superar los conflictos inherentes a las relaciones con otros seres humanos, el que disfruta descubriendo el entorno que le rodea sin miedo a explorar o a expresarse; el que está satisfecho con el lugar que ocupa en su pequeño mundo.

La salud emocional es un estado de bienestar físico y psicológico que permite una adecuada adaptación a las circunstancias en las que un individuo se desenvuelve. Puede considerarse también como la ausencia de enfermedad mental o de trastorno de origen psicológico.

Para que este bienestar sea posible es necesario que la estructura de personalidad del individuo reúna una serie de componentes que le permitan un grado óptimo de equilibrio emocional, de tal modo que pueda hacer una interpretación cognitiva de los acontecimientos que le evite vivir en estados desajustados de ansiedad de forma permanente.

La ansiedad es una emoción negativa, algunos autores consideran que es la anticipación de un peligro futuro, indefinible e imprevisible cuyos desencadenantes son imprecisos (Bisquerra, 2000). Sirve para aportar soluciones anticipando las dificultades. Si se produce con la frecuencia e intensidad apropiadas, supone un acicate que impulsa a la persona a la acción. Pero si supera ciertos límites de intensidad, frecuencia o duración genera un estado de indefensión que consume mucha energía y produce un efecto negativo crónico.

El estrés es un estado de inquietud y malestar, que en muchos casos produce graves dolencias físicas que se desencadena cuando la demanda del ambiente es excesiva en relación con los recursos de afrontamiento que posee el individuo. El niño se enfrenta continuamente a cambios en el ambiente y tiene que poner en marcha conductas para adaptarse a dichos cambios. Hay ocasiones en las que la exigencia supera su capacidad y aparece el estrés. La ansiedad es una respuesta emocional al estrés, pero también es una reacción de alerta ante una amenaza que puede originarse sin agentes estresantes.

La salud emocional posibilita al individuo regular la cantidad de ansiedad que maneja y afrontar situaciones de estrés permitiendo un ajuste adecuado a los requerimientos de las distintas situaciones.

Desde la última década del siglo XX se ha producido un interés creciente por el estudio de las emociones. En el campo de la medicina, la neurología ha profundizado en las estructuras nerviosas implicadas en las emociones haciendo importantes descubrimientos como el papel del sistema límbico en el que se encuentran el tálamo, el hipotálamo y la amígdala. Hoy sabemos que el comportamiento humano se rige por mecanismos neurofisiológicos que explican las distintas reacciones, pero estos mecanismos no funcionan igual en unos individuos que en otros porque están mediatizados por su dotación genética y por procesos cognitivos y culturales.

En el campo de la psicología se han producido corrientes que han puesto en valor el mundo de las emociones que durante mucho tiempo estuvo olvidado. Diversas teorías cognitivas han tratado de explicar el funcionamiento de las emociones analizando los procesos mentales que se sitúan entre el estímulo y la respuesta emocional, poniendo de manifiesto la importancia de los procesos de valoración y análisis cognitivo de los acontecimientos: la Teoría bifactorial de Schachter y Singer (1962); el Modelo procesual de Scherer (1993); o la Teoría de la valoración cognitiva de Lazarus (1991), entre otras. Diversas posiciones teóricas han aproximado los conceptos de inteligencia y emoción: Inteligencia exitosa de Stenberg (1997); Inteligencias múltiples de Gardner (1995); o Inteligencia emocional de Goleman (1997).

Por otro lado, la psicología positiva, representada por Seligman (1983), trata de superar la tendencia tradicional de centrarse en la patología, para pasar a centrarse en las fortalezas o potencialidades del ser humano. Se estudian las características que hacen al individuo más eficaz, más competente y más feliz.

DIFERENCIAS ENTRE SALUD EMOCIONAL E INTELIGENCIA EMOCIONAL

El concepto de salud emocional hay que diferenciarlo del de inteligencia emocional. Aunque están estrechamente relacionados y puedan utilizarse como sinónimos, conviene precisar sus significados.

La inteligencia emocional según Salovey y Mayer (1990) es la habilidad para manejar los sentimientos y las emociones, discriminar entre ellos y utilizar esos conocimientos para dirigir los pensamientos y las acciones.

Goleman (1997), autor de la obra Inteligencia emocional, define ésta como la habilidad para motivarse, la persistencia ante la frustración, el control de los impulsos, la capacidad para demorar la gratificación, la regulación de los estados de humor y el desarrollo de la empatía. Asímismo, este autor demuestra el valor del cociente emocional como predictor de éxito en la vida por encima del cociente intelectual.

Componentes de la inteligencia emocional

Según Goleman, los componentes de la inteligencia emocional son los siguientes:

El conocimiento de las propias emociones. La persona con inteligencia emocional reconoce sus sentimientos cuando se están produciendo y es capaz de etiquetarlos adecuadamente.

El manejo de las emociones. El hecho de ser consciente de las propias emociones permite al individuo canalizarlas y expresarlas de una forma socialmente aceptable. Manejar las emociones permite controlar los impulsos y regular el propio comportamiento aunque sea en situaciones de estrés.

La automotivación. La capacidad de controlar los impulsos y los comportamientos, unido a la capacidad de demorar la gratificación, determinan una percepción de autoeficacia y un optimismo realista en la que se atribuyen las causas de los acontecimientos a elementos que pueden ser modificables. La capacidad de una persona para motivarse a si mismo le otorga mayores posibilidades de éxito.

El reconocimiento de las emociones de los demás. En función del conocimiento de las propias emociones es posible sintonizar con los canales de comunicación no verbal de otras personas y, de este modo, compartir con ellas sus estados de ánimo y comprender sus puntos de vista.

El establecimientos de relaciones. La capacidad de expresar las propias emociones y la de comprender las de los demás, hacen posible que la persona establezca relaciones con los otros y así tener un funcionamiento social más adaptado.

Por otro lado, la salud emocional es un estado de bienestar que el individuo alcanza cuando su personalidad dispone de unos recursos que le permiten manejar sus sentimientos y relacionarse positivamente con otros seres humanos. La inteligencia emocional, tal y como la definen los anteriores autores, es un elemento indispensable para el logro de la salud emocional, aunque hay otros componentes personales o relacionales de la personalidad que también están implicados.

Otro concepto estrechamente relacionado con la salud emocional es la educación emocional. La define Bisquerra (2000) como el proceso educativo continuo y permanente que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo, siendo ambos elementos esenciales en el desarrollo de la personalidad integral.

COMPONENTES DE LA SALUD EMOCIONAL

Cada persona tiende a comportarse en base a unos patrones homogéneos ante las distintas situaciones de la vida cotidiana, esos comportamientos están relacionados con un estilo de comprender o interpretar la realidad. Tanto los comportamientos como la interpretación cognitiva de los mismos constituyen la personalidad. Para conocerla, los psicólogos recurren a constructos teóricos que aportan orden a esas formas concretas de reaccionar y que permiten anticiparlas y justificarlas.

Para que la salud emocional sea posible es necesario que la estructura de personalidad del individuo reúna una serie de componentes que le permitan un grado óptimo de equilibrio emocional. Estos componentes están presentes en la personalidad del niño en un sentido más o menos saludable. Constituyen un esquema básico desde el que opera, una estructura que le permite percibir e interpretar los acontecimientos de su vida y que determina una forma concreta de respuesta ante ellos.

Se distinguen dos tipos: componentes personales y componentes relacionales.

Componentes personales. Son inherentes al propio sujeto. Tienen que ver con la comprensión y el control de sí mismo así como con la construcción de su esquema personal a través del cual interpreta el mundo que le rodea. Incluyen:

El autoconcepto.

La autoestima.

El autocontrol.

La automotivación.

La localización de control.

El sistema de atribuciones.

La tolerancia a la frustración.

Componentes relacionales. Implican la relación con otras personas. Suponen un recurso para interactuar de forma exitosa. Se destacan:

El vínculo afectivo.

La asertividad.

La empatía.

Las habilidades sociales

Resulta difícil otorgarles una jerarquía de importancia ya que todos son significativos. Algunos están muy relacionados entre sí pero los he abordado aisladamente para comprenderlos mejor. Los componentes personales se estudiarán en el capítulo 2 y los componentes relacionales en el capítulo 3. No obstante, se trata de un listado abierto, posiblemente haya otros componentes que podrían ser incluidos en él.

Cada uno de estos componentes, por sí mismo, aporta salud emocional al individuo pero, además, la combinación de ellos supone un incremento de la misma haciéndo al individuo más adaptable y con mayores posibilidades de éxito personal y social.

Todas las personas, en la estructura de su personalidad, tienen una forma concreta de autoconcepto, autoestima, empatía, tolerancia a la frustración, etc. Es esta forma, más o menos saludable de cada uno de estos componentes, lo que va a determinar su salud emocional.

Probablemente el código genético tenga una influencia sobre todos estos componentes, pero sin ninguna duda, las experiencias por las que el niño pasa, las características del entorno donde vive, la relación que establezca con los adultos con los que convive, hacen educables cada uno de estos componentes. Descomponer la salud emocional en distintos elementos nos permite reflexionar sobre cada uno de ellos y definir estrategias concretas para educarlos.

La escuela infantil, a través de las interacciones educador-alumno o de las relaciones entre los iguales, incide sobre todas estas variables haciendo que se consoliden en un sentido u otro, reforzando o desestabilizando la seguridad emocional del niño. Un objetivo educativo importante consiste en potenciar cada uno de estos componentes para lograr una personalidad segura que permita al niño percibir e interpretar los acontecimientos de su vida desde una perspectiva sana y determinar formas de respuesta que eviten la ansiedad y la indefensión.

POR QUÉ ABORDAR LA SALUD EMOCIONAL EN LA ESCUELA INFANTIL

Hay varias razones por las cuales se debe trabajar la salud emocional en los centros educativos de los más pequeños. A continuación, se justifica esta cuestión desde diferentes perspectivas.

Desde una perspectiva evolutiva

La plasticidad del sistema nervioso durante los primeros años de vida explica la multiplicación de conexiones nerviosas y la especialización del tejido neuronal. Las estructuras cerebrales regulan, no solo el crecimiento físico sino también la adquisición progresiva de las habilidades que permiten al niño adaptarse. En los primeros años aumenta significativamente el tamaño de su cuerpo y adquiere patrones posturales y de desplazamiento cada vez más evolucionados, desde la dependencia total del adulto a una coordinación y equilibrio muy precisos para controlar su cuerpo.

También se desarrolla su inteligencia descubriendo una realidad sorprendente que va organizando a través de procesos cognitivos de alta complejidad hasta lograr comprenderla; el niño va dominando instrumentos de aprendizaje como la observación, la imitación, la simbolización o la lectoescritura. El lenguaje sufre una transformación significativa desde una comunicación preverbal basada en miradas o movimientos hasta la capacidad de comprender y transmitir mensajes verbales e, incluso, manejar la ironía o la contradicción.

Todos estos desarrollos acompañan y fortalecen su desarrollo afectivo y social, que sin duda, en estos primeros años, sufre también una importante evolución. La personalidad del niño se construye en estos momentos igual que su desarrollo físico, motor, cognitivo o comunicativo.

Del mismo modo que el niño adquiere habilidades básicas como la marcha o el habla, también sienta las bases de su identidad, su seguridad emocional o la forma peculiar de interpretar la realidad que le rodea, y ésta es la razón primordial por la que tenemos que abordar la salud emocional en la escuela infantil.

Las condiciones ambientales aportan el soporte sobre el cual el niño crece y avanza. Mediante un proceso de andamiaje (Vigotsky, 1979) en las primeras edades, el adulto proporciona al niño las ayudas necesarias para que su identidad y su seguridad emocional se consoliden de una forma saludable, proponiéndole acciones, reflexiones o respuestas que le permitan probar, comprender e interpretar la realidad y, de ese modo, consolidar su salud emocional.

Desde una perspectiva histórica

La escuela infantil es un recurso que responde no solo a las necesidades del niño sino también a la estructura social. Nació para garantizar el cuidado de los pequeños ante el cambio de paradigma económico de la sociedad. Félix López (1995) describe cuál ha sido la evolución de la escuela infantil desde un modelo asistencial hasta el modelo del bienestar. La guardería surgió para dar respuesta a las necesidades económicas y familiares al incorporarse la mujer al mundo laboral. En este primer momento, los objetivos eran guardar, cuidar y entretener al niño.

La psicología insistió en el valor educativo de esta etapa y la potencialidad de aprendizaje del niño y entonces sus objetivos fueron variando. Ya no se trataba únicamente de cuidar o entretener, sino que había que potenciar el desarrollo y el aprendizaje preparando al niño para el futuro escolar compensando, de algún modo, las desigualdades. Este cambio hizo posible la transición del modelo asistencial hacia el modelo del rendimiento. Fue el paso de “la guardería” a “la escuela infantil”.

Pero aún queda un largo camino por recorrer. El auge de las teorías sobre las emociones y la importancia de la salud emocional debe dirigir la acción educativa hacia una “escuela de las necesidades” donde el objetivo sea responder a las todas las necesidades del niño, no solo las cognitivas, sino sobre todo las socioafectivas y, por lo tanto, seamos capaces de pasar del modelo del rendimiento al modelo del bienestar, donde el eje organizador de esta nueva escuela debería ser la seguridad emocional.

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El proceso que ha seguido la escuela infantil subraya la conveniencia de considerar la salud emocional como uno de los elementos cruciales de la misma. Los profesionales de esta escuela debemos saber leer en esta trayectoria, cuáles son los elementos más significativos que marcan una dirección de futuro superando concepciones erróneas e incorporando nuevas necesidades de una sociedad en continuo cambio. Considerar la salud emocional en la escuela infantil como uno de sus principales objetivos implica cualificar a los docentes y transformar la concepción que la sociedad tiene respecto al papel de la misma.

Desde una perspectiva pedagógica

Los objetivos de la escuela infantil se centran en dar respuesta a las necesidades básicas del niño:

Necesidades primarias de sueño, higiene, alimentación, vestido, etc.

Necesidades cognitivas de exploración y aprendizaje ofreciendo al niño la oportunidad de experimentar en un contexto rico y seguro.

Necesidades sociales de juego, comunicación, afiliación, etc., potenciando relaciones saludables tanto con los adultos como con sus iguales y favoreciendo su autonomía.

Necesidades afectivas de apego, seguridad, autoestima, etc., estableciendo vínculos afectivos sanos que les permitan crecer seguros.

Las necesidades afectivas constituyen una realidad muy significativa. El niño necesita sentirse valorado, querido y aceptado para construir su autoconcepto y su autoestima. Por eso es básico que nos planteemos el desarrollo de la salud emocional en la educación de los más pequeños.

Desde una perspectiva interactiva

El proceso educativo está basado en la interacción entre personas. Esta interacción está marcada por las emociones que inundan el día a día en la escuela. Están presentes tanto en el niño como en el adulto, y emergen en la relación. La escuela infantil es un contexto de desarrollo en el que los niños experimentan sus emociones y la relación con los demás. Por tanto, constituye un escenario privilegiado para modelar los componentes de la salud emocional.

El papel del educador es muy importante porque pasa muchas horas con el niño, establece vínculos afectivos estables con él, sirviendo así el apego como motor para el desarrollo. Hace posible la generalización de los aprendizajes de unos contextos a otros y favorece el aprendizaje significativo ayudando al niño a relacionar sus conocimientos.

El educador construye el ámbito estimulador donde el niño se desenvuelve: elige los objetos con los que juega, decora el ambiente físico y configura el clima emocional proponiéndole unos juegos u otros, respondiendo a sus iniciativas de comunicación, regulando sus comportamientos y estableciendo un estilo peculiar de relación. En este papel, el educador debe ser capaz de disfrutar con la interacción y de implicarse emocionalmente.

Cuando hablamos de la salud emocional del niño, siempre va a estar en juego la salud emocional del adulto, no sólo porque supone un modelo para el pequeño, sino porque las reacciones del educador van a determinar la interacción marcando significativamente el bienestar afectivo del niño.

Desde una perspectiva normativa

Las diferentes legislaciones en materia de educación incluyen contenidos que pretenden desarrollar las competencias relacionadas con los conocimientos y con los procedimientos, pero también competencias relacionadas con las actitudes y los valores. De forma más o menos explícita, los currículos académicos deben contemplar elementos que favorezcan el desarrollo socioemocional del niño.

En los niveles de educación infantil, las competencias actitudinales adquieren un importante papel ya que es, a estas edades, cuando se están sentando las bases del desarrollo social, cuando los niños están descubriendo cómo son y cómo se pueden relacionar con las demás personas.

El contexto escolar, como segundo agente socializador, ofrece al niño un escenario privilegiado para descubrirse a sí mismo, compararse con sus iguales y aprender las normas básicas para la interacción. Es en esta situación donde se deben cimentar valores como la solidaridad, el respeto, la justicia social, etc. Elementos claves para el desarrollo democrático de los futuros ciudadanos.

Desde una perspectiva preventiva

Por último, la escuela infantil tiene un importante papel preventivo en una triple dirección: primaria, secundaria y terciaria.

La prevención primaria está dirigida a toda la población infantil escolarizada. Consiste en la creación de contextos escolares de calidad que potencien un desarrollo emocional sano de los alumnos de modo que pueda evitarse la aparición de trastornos.

En esta etapa se pueden prevenir alteraciones psíquicas como la depresión, la ansiedad o el estrés, que a veces tienen su origen e incluso sus primeras manifestaciones ya en estas edades.

Además, tener en cuenta lo emocional mejora el proceso de enseñanzaaprendizaje aumentando así la motivación por aprender y disminuyendo el fracaso escolar.

El desarrollo de la capacidad crítica del niño frente a los medios de comunicación o frente a la presión social es otro objetivo de la educación desde las primeras etapas, puede resultar un factor de protección importante de cara al mañana que prepare al niño para enfrentarse al consumo, las adicciones o las exigencias del mundo laboral en el futuro.

Por otro lado, la preparación del niño para participar en un grupo, para comunicarse con los demás, va a ser un recurso importante en la prevención del aislamiento, siendo éste una de las causas más importantes de los trastornos de tipo emocional.

La coordinación familia-escuela supone otro factor de protección para la infancia. En la medida en que ambos contextos compartan valores, actitudes y normas, van a proporcionar al niño mayor estabilidad y, por lo tanto, un desarrollo más equilibrado.

Conviene no olvidar que la escuela infantil puede suponer un importante factor de protección para aquellos niños cuyo contexto familiar esté deteriorado o sufran situaciones de apego inseguro, pero también puede suponer un factor de riesgo añadido cuando en el aula no se garanticen condiciones óptimas de seguridad afectiva.

Respecto a la prevención secundaria, en la escuela infantil se detectan muchas alteraciones que pasan desapercibidas hasta ese momento. No solo discapacidades motoras, sensoriales o cognitivas sino también otros trastornos del desarrollo, permanentes o transitorios, de origen biológico o interactivo.

Con frecuencia podemos observar niños que, desde edades muy tempranas, muestran problemas de ansiedad, inhibiciones, conductas disruptivas, etc., que no están asociadas a una discapacidad concreta. Estas dificultades, con una adecuada intervención pueden superarse o, al menos, disminuir sus efectos.

Para dar una respuesta apropiada a la población de riesgo hay que detectar lo antes posible este tipo de alteraciones, siendo imprescindible observar el desarrollo de todos los alumnos y, cuando se detectan signos de alarma, conductas que se desvían respecto a lo esperado para la edad cronológica, hay que hacer una valoración más precisa, al tiempo que se pondrán en marcha mecanismos de intervención en un contexto normalizado. Se puede hacer una derivación a un servicio especializado de Atención Temprana que intervenga lo antes posible y coordine acciones con la escuela y la familia.