Manual_practico_de_plantas_medicinales_150.jpg

© 2016, Janice Armitt © 2016, Jaume Rosselló© 2016, Redbook Ediciones, SL., Barcelona Diseño de cubierta: Regina Richling Diseño interior y maquetación: Marta Ruescas Imágenes: IStock, Shutterstock, archivo

ISBN: 978-84-9917-414-3


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Contenido

El poder de las plantas medicinales

Principios activos de las plantas medicinales

Fitoterapia

Qué son…

Conocer las plantas medicinales

1 Toronjil (Melissa officinalis)

2 Salvia (Salvia officinalis)

3 Milenrama (Achillea millefolium L.)

4 Genciana (Gentiana lutea L.)

5 Ajenjo (Artemisia absinthium L.)

6 Laurel (Laurus nobilis L.)

7 Poleo (Mentha pulegium L)

8 Achicoria (Cichorium intybus L.)

9 Muérdago (Viscum álbum L.)

10 Grama (Cynodon dactylon)

11 Romero (Rosmarinus officinalis)

12 Malva (Malva silvestris)

13 Tilo (Tilia platyphyllos Scopoli)

14 Espliego o Lavanda (Lavandula spica, lavándula angustifolia)

15 Hinojo (Foeniculum vulgare)

16 Menta (Menta piperita)

17 Eucalipto (Eucaliptus globulus)

18 Gordolobo (Verbascum thapsus)

19 Diente de león (Taraxacum officinale)

20 Saúco (Sambucus nigra)

21 Manzanilla (Matricaria chamomilla)

22 Hipérico (Hypericum perforatum)

23 María Luisa (Lippia citriodora, Lippia triphylla)

24 Llantén (Plantago lanceolata)

25 Ortiga (Urtica dioica)

26 Capuchina (Tropaeolum majus)

27 Tomillo (Thymus vulgaris)

28 Borraja (Borrago officinalis)

29 Pulsatila (Anemone pulsatilla)

30 Olivo (Olea europea L.)

31 Lino (Linum usitatissimum)

32 Drosera (Drosera rotundifolia)

33 Gayuba (Arctostaphylos uva-ursi)

34 Acebo (Ilex aquifolium)

35 Boj (Buxus sempervirens)

36 Beleño negro (Hyosciamus niger)

37 Ruda (Ruta graveolens)

38 Bardana (Arctium lappa)

39 Ciprés (Cupressus sempervirens L.)

40 Sauce blanco (Salix alba)

41 Amor de hortelano (Galium aparine)

42 Abrótano (Santolina chamaecyparissus)

43 Endrino (Prunus spinosa)

44 Ricino (Ricinus communis)

45 Aliso (Agnus glutinosa)

46 Consuelda (Symphytum officinale)

47 Maíz (Zea mays)

48 Lúpulo (Humulus lupulus)

49 Bistorta (Polygonum bistorta)

50 Rusco (Ruscus aculeatus)

51 Marrubio (Marrubium vulgare)

52 Zaragatona (Plantago psyllium)

53 Castaño de Indias (Aesculus hippocastanum)

54 Biznaga (Ammi visnaga)

55 Regaliz (Glycyrrhiza glabra)

56 Estramonio (Datura stramonium)

57 Abeto (Abies alba)

58 Roble (Quercus robur)

59 Arnica (Arnica montana)

60 Mejorana (Origanum majorana)

61 Agrimonia (Agrimonia eupatoria)

62 Meliloto (Melilotas officinalis)

63 Malvavisco (Althaea officinalis)

64 Fenogreco (Trigonella foenum-graecum)

65 Zarza (Rubus fruticosus)

66 Fresno (Fraxinus oxycarpa)

67 Amapola (Papaver rhoeas L.)

68 Salicaria (Lythrum salicaria)

69 Hierba de los cantores (Sisymbrium officinale Scopoli)

70 Centaura menor (Erythraea centaurium)

71 Enebro (Juniperus communis)

72 Espino albar (Crataegus oxyacantha, Crategus monogyna)

73 Culantrillo del pozo (Adiantum capillus-veneris)

74 Rosal silvestre (Rosa canina)

75 Fumaria (Fumaria officinalis)

76 Celidonia mayor (Chelidonium majus)

77 Flor de azahar (Citrus aurantium y C. sinensis)

78 Correhuela (Convolvulus arvensis)

79 Granado (Púnica granatum)

80 Zarzaparrilla (Smilax officinalis, smilax aspera)

81 Cola de caballo (Equisetum arvense, Equisetum telmateia)

82 Pino albar (Pinus silvestris)

83 Tusílago (Tussilago farfara)

84 Caléndula (Caléndula officinalis)

85 Parietaria (Parietaria officinalis)

86 Orégano (Origanum vulgare L.)

87 Primavera (Primula veris, P. officinalis)

88 Violeta (Viola odorata)

«Superplantas» y plantas medicinales del mundo

89 Abrojo asiático (Tribulus terrestris)

90 Ajenuz (Nigella sativa)

91 Aloe vera (Aloe vera, Aloe vera barbadensis)

92 Angélica (Angelica archangelica)

93 Árbol del té (Melaleuca alternifolia)

94 Cardosanto (Cnicus benedictus)

95 Cardo mariano (Silybum marianum)

96 Garcinia (Garcinia cambogia)

97 Grifonia (Griffonia simplicifolia)

98 Kava kava (Piper methysticum)

99 Mostaza negra (Brassica nigra)

100 Uña de gato (Uncaria tormentosa)

101 Valeriana (Valeriana officinalis)

102 Pasionaria (Passiflora incarnata)

103 Sauzgatillo (Vitex agnus-castus)

104 Hidrastis (Hydrastis canadensis)

105 Harpagofito (Harpagophytum procumbens)

Las plantas adaptógenas

Los adaptógenos, planta por planta

106 Amalaki (Phyllantus emblica officinalis)

107 Anón (Annona squamosa)

108 Arándano negro (Vaccinium myrtillus)

109 Ashwagandha (Withania somnifera)

110 Astrágalo (Astragalus membranaceus)

111 Eleuterococo (Eleutherococcus senticosus)

112 Equinácea (Echinacea purpurea)

113 Esquizandra o Wuweizi (Schizandra chinensis )

114 Ginkgo (Ginkgo biloba)

115 Ginseng (Panax ginseng)

116 Gotu kola (Centella asiatica o Hydrocotyle asiática)

117 Maca (Lepidium peruvianum)

118 Nim (Azadirachta indica)

119 Regaliz (Glycyrrhiza glabra)

120 Rhodiola (Rhodiola rosea)

121 Suma (Pfaffia paniculata)

Otras plantas adaptógenas

Hierbas y especias aromáticas

137 Verónica (Veronica officinalis L.)

138 Albahaca (Ocimum basilicum)

139 Anís verde (Pimpinella anisum)

140 Cilantro (Coriandrum sativum)

141 Eneldo (Anethum graveolens)

142 Estragón (Artemisia dracunculus)

143 Perejil (Petroselinum hortense, Petroselinum crispum)

144 Achiote (Bixa orellana)

145 Alcaravea (Carum carvi )

146 Azafrán (Crocus sativus)

147 Canela (Cinnamomum zeylanicum)

148 Cardamomo (Elettaria cardamomum)

149 Clavo de olor (Eugenia caryophyllata, Caryophyllus aromaticus L.)

150 Comino (Cuminum cyminum)

151 Cúrcuma (Curcuma longa)

152 Jengibre (Zingiber officinale)

153 Hierba limón (Cymbopogon citratus )

154 Nuez moscada (Myristica fragans)

155 Pimienta blanca, negra y verde (Piper nigrum)

156 Pimienta de Jamaica (Pimenta dioica)

157 Guindilla (Capsicum annuum, Capsicum baccatum)

Vegetales como alimento y medicina

158 Ajo (Allium sativum)

159 Aguacate (Persea americana)

160 Alcachofa (Cynara scolymus)

161 Alfalfa (Medicago sativa)

162 Algarroba (Ceratonia siliqua)

163 Berro (Nasturtium officinale)

164 Cebolla (Allium cepa)

165 Chía (Salvia hispanica)

166 Col (Brassica oleracea)

167 Goji (Lycium barbarum)

168 Grosellero negro (Ribes nigrum)

169 Lechuga (Lactuca sativa)

170 Limón (Citrus limon)

171 Moringa (Moringa oleífera)

172 Zanahoria (Daucus carota)

173 Tamarindo (Tamarindus indica)

174 Piña (Ananas comosus)

175 Papaya (Carica papaya)

176 Quinoa (Chenopodium quinoa)

177 Soja (Glycine max)

178 Estevia (Stevia rebaudiana)

179 Yacón (Smallanthus sonchifolius)

180 Té verde (Camelia sinensis)

181 Ulmaria (Filipendula ulmaria)

182 Sésamo (Sesamum indicum)

Capítulo 1

El poder de las plantas medicinales

La Naturaleza nos ofrece algunos de sus mejores dones a través de las plantas medicinales que, como veremos, son un auténtico tesoro para la salud. Energía solar, agua, sales minerales del suelo y anhídrido carbónico del aire son los pilares fundamentales que las plantas precisan para formar su estructura orgánica; un proceso que se da en las hojas de las plantas gracias a la clorofila. En este pigmento, una materia orgánica viva, encontramos una amplia gama de sustancias que va desde los más simples principios inmediatos (carbohidratos, grasas y proteínas) hasta importantes vitaminas y minerales, pasando por una variada serie de productos fitonutrientes (taninos, aceites aromáticos, alcaloides, etc.) que determinan las diferentes propiedades medicinales de las plantas.

Hoy, tras varios milenios de tradición, el conocimiento de las propiedades medicinales de numerosas plantas se ha ampliado de forma notoria gracias a los modernos métodos de investigación (cromatografía, fotometría, empleo de isótopos, etc.) Sin embargo, a pesar de tan aparente desarrollo, todavía estamos en los inicios del conocimiento de las plantas medicinales. Y esto es así porque sólo se ha investigado, más o menos detenidamente, un 10% de los alrededor de 40.000 tipos diferentes de plantas que en este momento viven en nuestro planeta.

Incluso bastantes de los últimos avances en este terreno se refieren más al descubrimiento de nuevas propiedades medicinales en plantas conocidas como medicinales ya desde antiguo, que no propiamente al descubrimiento de propiedades medicinales en plantas hasta ahora no consideradas como curativas.

Recuerdo histórico

Desde hace varios miles de años, en la Medicina Tradicional China y en el Antiguo Egipto de los faraones se conocían algunas virtudes medicinales de un número relativamente elevado de plantas, unas 7.000 especies diferentes en los registros chinos, y unas 700 en el famoso papiro egipcio de Ebers. Herodoto, el historiador griego, llegó a escribir de los egipcios: «En Egipto cada médico se ocupa de una única enfermedad; por eso el número de médicos es muy elevado». Esta afirmación, que en nuestros días puede parecer un tanto irónica, teniendo en cuenta la progresiva especialización de la medicina occidental, es un buen indicador del alto nivel de desarrollo que llegó a alcanzar la medicina egipcia. Plantas medicinales como el hinojo, el lino, el ajo, el ricino o el arce, entre otras muchas, eran conocidas y empleadas ya en aquel tiempo.

Muchos de los conocimientos de los egipcios se interrelacionaron con los de Mesopotamia. Hoy sabemos que, por ejemplo, los asirios empleaban la poderosa belladona para combatir espasmos viscerales y el asma bronquial. Todavía hoy se utilizan sus derivados o extractos. O el cannabis, que se utilizaba para tratar el insomnio, estados reumáticos e incluso bronquitis.

Los griegos (y más tarde los romanos) recogieron también gran parte de la herencia dejada por la medicina egipcia. En Grecia se hicieron las primeras recopilaciones botánicas de plantas medicinales. Hipócrates de Cos, Teofrasto o Galeno fueron algunos de los personajes impregnados de aquella lejana historia y conocimientos sobre el empleo de plantas medicinales.

El griego Dioscórides (Dioscórides de Tarso, el anazarbeo) llevó a cabo la primera gran descripción de unas 600 plantas en cinco libros (De materia medica).

La Edad Media fue una época de estancamiento, en la que ciencia, magia y brujería se consideraban lo mismo muy a menudo. Sin embargo, gracias a la labor de algunos monjes conocedores del latín y el griego, en los monasterios se mantuvo parte de dicha cultura; incluso en algunos se cultivaban plantas medicinales para el tratamiento de los enfermos. Es el tiempo en que Juana de Arco es llevada a la hoguera acusada de que su poder se debía a haber escondido en el peto de su armadura una raíz de «diabólica» mandrágora.

Un papel muy destacado lo ejerció, durante esta época, la llamada «Escuela de Salerno», gracias a su contacto con escritos e importantes médicos del mundo árabe, como Avicena, o Avenzoar, por lo que tuvo acceso y difundió numerosas obras traducidas sobre medicina griega.

En el Renacimiento, una nueva concepción de la vida aflora en el mundo occidental. Es la época de los grandes viajes y exploraciones. La experiencia y la observación directa de los hechos adquiere un valor primordial. A su vez, Paracelso, el gran médico suizo, trata de estudiar y conocer «el alma» de las plantas de la que supone procede su fuerza curativa. El afán de conocimiento es muy intenso; se generan incluso especulativas relaciones entre la forma de las plantas y sus propiedades medicinales. Es la época de grandes botánicos como H. Bock, P. A. Mattioli y L. Fuchs y de importantes centros botánicos, como el de Montpellier. De lejanos países llegan nuevas plantas que poco a poco van alcanzando gran popularidad en la medicina europea. Entre ellas hay que considerar la corteza de la quina, las hojas de la coca y el curare, junto a bastantes otras.

Dioscórides en español. En pleno siglo XVI, el médico segoviano Andrés de Laguna aborda la ingente tarea de publicar una traducción de los escritos de Dioscórides. En medio de una vida densa y muy activa, el brillante botánico y profesor universitario dejó abundantes escritos de su conocimiento de las plantas, que todavía hoy en día resulta de actualidad y de lectura muy interesante. Casi un siglo después, Nicholas Culpeper publicaba en inglés The Complete Herbal and English Phsysician («Herbario completo del médico inglés»), un tratado botánico más cercano a la alquimia cuyos ecos llegan también hasta nuestros días.

Es en el siglo XVIII el momento en que el botánico sueco Carl von Linneo establece en sus Systema naturae una exhaustiva clasificación de todas las plantas conocidas hasta entonces. Se descubren también nuevas plantas medicinales, aunque se desconozca el porqué de su acción medicinal.

Es a partir de los dos últimos siglos de nuestra historia cuando la botánica y el conocimiento de las plantas medicinales adquieren un mayor desarrollo. Gracias a los nuevos conocimientos en paleobotánica se establecen teorías sobre la evolución de las plantas, se estudian los fenómenos y su reproducción. En 1866 Gregorio Mendel, analizando el cruce de diferentes tipos de guisantes, establece los fundamentos de la genética clásica.

Con la ayuda de la química. Otras ramas de la ciencia, como la química, están también en pleno auge. Es posible conocer y aislar una gran cantidad de sustancias activas que conceden a determinadas plantas su valor medicinal, como por ejemplo la morfina de la adormidera, en 1804; la emetima de la ipecacuana, en 1817; la estrictina de la nuez de vómica, en 1918; la quinina de la quina, en 1820...

Fitoterapia. En pleno siglo XX el prestigioso médico francés H. Leclerc (1870-1955) introduce el concepto de fitoterapia como «la ciencia que se ocupa del empleo de las plantas medicinales (o de sus extractos) en el tratamiento de los enfermos».

Una vieja polémica

¿Existen ventajas en el empleo de plantas medicinales frente al uso de fármacos, es decir, de medicamentos sintéticos? Esta pregunta, que se hacen médicos y profanos al adentrarse por primera vez en el mundo de las plantas medicinales, no tiene una única respuesta. Hay casos en que los preparados sintéticos son indispensables, mientras que en otros son los preparados a base de plantas medicinales los medicamentos de elección. Hay que recordar aquí la clásica sentencia: Primum nil nocere («ante todo no causar daño») al paciente, o lo que es lo mismo: «que no sea peor el remedio que la enfermedad».

La tolerancia a la mayoría de plantas medicinales por parte del organismo animal en general y del ser humano en particular es, en muchos casos, mejor al tomar la planta entera o sus extractos que no si se toman sus principios activos aislados o manipulados químicamente. En el curso de los millones de años que lleva la vida desarrollándose en nuestro planeta se han ido generando toda una serie de sustancias y grupos de las mismas que han llegado a integrar un conjunto armónico con la vida y posibilitando su existencia. El organismo vivo, por regla general, acepta y asimila mejor aquellos productos naturales que forman su medio ambiente frente a aquellos que le son extraños (muchos productos químicos no existen como tales en la naturaleza). Recordemos que el suero de la sangre del ser humano y de una mayoría de animales presenta una gran similitud, en cuanto a la concentración de sus principales iones (calcio, sodio, potasio, cloro, magnesio, etc.), con el agua de mar y también con el zumo que resulta del prensado de una gran parte de plantas.

Experiencia clínica. A diferencia de las plantas medicinales, cuyo empleo a lo largo de los siglos ha hecho que conozcamos sus efectos medicinales y sus acciones indeseables –que en su mayor parte son inexistentes–, el empleo de los productos sintéticos (no naturales) data de muy poco tiempo, 150 años como máximo. No se tiene pues una suficiente experiencia clínica con ellos como para asegurar que aparte de sus acciones indeseables comparables a corto plazo no desarrollen otras a largo plazo. Aparte de esto existe un número suficiente de casos conocidos de sustancias extrañas (sintéticas) que permanecen en el organismo sin eliminar, parcialmente neutralizadas, pero no desprovistas de un futuro peligro. En pocas palabras, los preparados químicos habrá que emplearlos cuando no dispongamos de nada mejor. Se pueden recordar aquí unas palabras pronunciadas hace más de 3.000 años por uno de los grandes sabios de la antigüedad, Asclepios de Tessalia, sobre el orden de importancia de las distintas medicinas, que a pesar del paso del tiempo no han perdido actualidad:

«Primero la palabra. Después la planta. Y sólo en último término, el cuchillo». En los términos médicos actuales habría que incluir también en el último apartado, un buen grupo de los fármacos de la química de sintésis.

¿Planta completa o principios aislados? También aparece a menudo la cuestión de si es preferible emplear las partes medicinales de la planta como tal (flores, hojas, raíces, etc.) o sus principios activos aislados. Y tampoco se puede generalizar la respuesta en este caso; la mayor parte de sustancias activas principales desarrollan mejor su acción si se administran junto con las sustancias acompañantes de la planta de origen, ya sea porque así son mejor tolerados o porque se produce un fenómeno de potenciación (sinergismo), es decir, que la acción medicinal de la parte de la planta empleada es mayor que la resultante de la administración aislada de su o sus principios activos. Tal es el caso por ejemplo de la administración de la corteza de arraclán (Rhamnus frangula), cuyo moderado efecto laxante es preferible al empleo de su principio activo (glucofrangulina) en estado puro, o como el caso del espino albar (Crategus monogyna), el ajo y tantas otras plantas medicinales. No obstante, hay veces que sí es preferible emplear el principio activo aislado, ya sea porque es necesario poder dosificarlo con mucha exactitud o porque las otras sustancias acompañantes que posee la planta son tóxicas o el organismo humano no las tolera bien. Este último caso suele referirse a un número relativamente reducido de plantas medicinales cuyo empleo corre más a cargo de un médico que de un profano o un herbolario y en este libro se indica claramente.

Principios activos de las plantas medicinales

Pueden considerarse principios activos todos aquellos productos que el metabolismo de la planta produce, acumula o deposita y ejercen determinadas acciones medicinales. Junto a ellos existe una serie de productos indiferentes acompañantes que unas veces intervienen acelerando la absorción de los principios activos por el organismo y otras retardándola.

Normalmente una misma planta posee más de un principio activo, por lo que es esencial determinar cual es el responsable principal de su acción medicinal. A veces es preciso aislar el principio activo principal del resto de los acompañantes, en el caso de que estos influyan desfavorablemente sobre la acción del primero.

Carbohidratos

Forman una parte muy importante en la constitución de las plantas, llegando a alcanzar en algunos casos el 75% del contenido total (en seco) de las mismas. Su valor alimenticio en el ser humano y en los animales es de todos conocido.

Entre los carbohidratos hay que distinguir entre los de cadena corta (solubles y de sabor dulce) y los de cadena larga (insolubles y de sabor no dulce). Entre los primeros son de destacar la glucosa y la fructosa presentes sobre todo en las frutas maduras, así como la sacarosa presente de modo especial en la remolacha azucarera, los dátiles y en la caña de azúcar. Los tres carbohidratos mencionados forman asimismo una parte muy importante de la miel.

Entre los dos de cadena larga debemos resaltar por su importancia la celulosa, que constituye el armazón de numerosos organismos vegetales, formando sus paredes celulares y la mayor parte de la madera en las plantas superiores. Por ejemplo, el algodón, que por sus especiales características constituye la mayor parte de apósitos, vendajes y otros artículos de aplicación sanitaria, está formado casi exclusivamente de celulosa.

Si la celulosa se descompone (hidrólisis) es posible obtener glucosa (sustancia energética básica). Este proceso lo llevan a cabo determinados microorganismos (por ejemplo los presentes en el tubo digestivo de los rumiantes, lo cual explica que numerosos animales puedan alimentarse comiendo vegetales que para nosotros son indigeribles).

El almidón es el segundo grupo en importancia. Se forma en las partes verdes de las plantas y su principal interés está en su elevado contenido calórico, que lo convierte en uno de los elementos fundamentales de la alimentación humana. Especialmente ricos en almidón son, por ejemplo, las patatas, las legumbres y los cereales. Nuestro organismo descompone el almidón presente en los alimentos que consumimos transformándolo en numerosas moléculas de glucosa.

La inulina actúa como material de reserva de forma parecida a como lo hace el almidón, pero a diferencia de éste se compone de moléculas de fructosa, las cuales son liberadas al ser digerida por el organismo. Esto hace que resulte de especial utilidad para los pacientes diabéticos, puesto que toleran mucho mejor la fructosa que la glucosa. La inulina se halla presente en grandes cantidades en las raíces de determinadas plantas medicinales, como la achicoria, el helenio y otras crucíferas.

Otro grupo importante de carbohidratos insolubles lo forman las pectinas, las cuales suelen estar presentes en la membrana celular de diferentes frutos, entre ellos las manzanas. A partir de las pectinas, la industria alimentaria elabora gelatinas (jaleas).

Dentro de este grupo de carbohidratos insolubles hay que considerar también a los mucílagos. Éstos se hallan contenidos, por ejemplo, en las semillas de lino, las hojas de malva, en el malvavisco, el liquen de Islandia, el fenogreco, etc. Los mucílagos ejercen una acción beneficiosa en inflamaciones de las mucosas (tubo digestivo, vías respiratorias superiores, etc.) debido a su acción «cubridora» sobre las zonas inflamadas a las que protegen de estímulos mecánicos y sustancias irritantes externas. Como no son reabsorbidos su acción es puramente local. Ejercen una ligera acción laxante y atenúan los estímulos gustativos, especialmente frente al sabor ácido.

Taninos

Se trata de un grupo de sustancias de origen vegetal que están presentes en diferentes tipos de plantas (roble, encona, arándano, agrimonia, marrubio, sanguinaria, nogal, etc.), generalmente acumuladas en la raíz y en la corteza.

Químicamente son compuestos ácido-fenólicos de variada y compleja estructura, sólo bien conocida en un pequeño número de ellos. Los taninos son solubles en agua, formando con ella compuestos coloidales. Gracias a esta característica pueden extraerse de las plantas. Tienen gusto amargo y son astringentes. Se descomponen con rapidez en contacto con el aire, por lo que deben conservarse protegidos de él.

Se combinan fácilmente con sales de hierro formando precipitados de color verde hasta negro. Esto se tendrá muy en cuenta a la hora de recolectar las plantas que los contienen (especialmente cortezas), evitando el empleo de herramientas oxidadas. Se combinan con proteínas presentes en la piel y mucosas, formando precipitados insolubles y resistentes a la putrefacción. Su acción medicinal se basa precisamente en la formación de dichos precipitados, que privan a las bacterias contaminantes de su sustrato nutritivo.

Ya hemos destacado que los taninos están presentes en numerosas plantas. En algunos casos, sin embargo, deben considerarse como indeseables sustancias acompañantes de otras cuya acción medicinal se pretende obtener. Decimos indeseables porque pueden llegar a ocasionar irritación del estómago. En tales casos, si a pesar de todo no queremos renunciar a la planta medicinal en cuestión, será conveniente preparar la tisana bajo el procedimiento de maceración, es decir, dejando las partes medicinales de la planta durante unas horas en agua fría. Con ello se consigue extraer los principios activos principales y sólo una cantidad mínima de tanino.

Las plantas que contienen tanino se emplean, por ejemplo, en el tratamiento local de anginas (gargarismos), lavados de la boca en caso de inflamación de las encías, en apósitos en el tratamiento de las heridas, así como de diarreas. También se emplean con éxito, en forma de baños, en el tratamiento de hemorroides, sabañones y ciertas inflamaciones cutáneas.

Glucósidos

Los glucósidos (o glicósidos) están presentes en cantidades considerables en el jugo de ciertas plantas, y desempeñan en ellas importantes funciones de reserva y protección.

Constituyen un número muy amplio de sustancias con diferentes acciones fisiológicas, según las cuales, atendiendo también a su estructura química, podemos diferenciar los siguientes grupos:

• Glucósidos cianógenos: en su descomposición se produce el altamente tóxico ácido cianhídrico. Tales glucósidos son los que se encuentran por ejemplo en las almendras amargas.

• Glucósidos antraquinónicos: ejercen una probada acción laxante. Son los que se hallan presentes por ejemplo en la corteza del arraclán, en la raíz del ruibarbo o en las hojas del sen.

• Glucósidos fenólicos: entre otras plantas se hallan en las hojas de gayuba, en el brezo común, etc.

• Glucósidos amargos (acíbar): constituyen los principios activos esenciales de, por ejemplo, la raíz de la genciana, de la centaurea menor, del trébol de agua y de otras plantas medicinales, entre ellas el aloe vera.

• Glucósidos sudoríficos: como por ejemplo los presentes en las flores del tilo y en el saúco.

• Glucósidos saponínicos: las saponinas tienen la propiedad de formar (así como el jabón) abundante espuma cuando se agitan sus soluciones acuosas y de producir hemolisis (destrucción de los glóbulos rojos de la sangre), aún en pequeñas concentraciones, cuando entran en contacto con éstos. La mayor parte de las plantas que los contienen, como por ejemplo, las raíces de la saponaria, el regaliz, la hemaria, las flores del gordolobo, las hojas del abedul, la trinitaria, la violeta, etc., se emplean en el tratamiento de los estados catarrales de las vías respiratorias superiores, por la propiedad de los glucósidos saponínicos de favorecer la expectoración (expulsión de mucosidades).

• Glucósidos cumarínicos: el olor característico que se desprende durante el secado de plantas, como por ejemplo la aspérula olorosa o el meliloto, es debido precisamente a la descomposición que se produce de tales glucósidos, formándose cumarina, que es la responsable de dicho olor. Derivados como el dicumarol se emplean en medicina por sus propiedades anticoagulantes (antivitamina K). Otros derivados son, por ejemplo, la aesculina del castaño de indias, que se emplea en el tratamiento de hemorroides, varices y hemorragias subcutáneas; o la quelina de la biznaga, como vasodilatador coronario (vasos sanguíneos que irrigan el corazón).

• Glucósidos flavónicos: llamados también bioflavonoides o flavonoides, son, en estos últimos años, objeto de detenido estudio e investigación científica. Su acción sobre el organismo humano es realmente amplia y forma parte de las propiedades generales antioxidantes para hacer frente a los radicales libres, protagonistas de la enfermedad y el envejecimiento.

Por lo general, actúan reforzando la pared de los capilares –que son, como se sabe, vasos sanguíneos finísimos, a través de los cuales se producen los intercambios nutritivos y respiratorios en los tejidos del organismo–, desarrollan una cierta acción inhibidora frente a enfermedades infecciosas y favorecen la diuresis (eliminación de orina). Numerosas plantas que contienen flavonas o flavonoides, como por ejemplo el espino albar, dilatan los vasos coronarios, refuerzan la actividad cardíaca y regulan, en cierta manera, la presión arterial. Otros, como los existentes en la cáscara de los cacahuetes, aumentan la coagubilidad de la sangre.

En resumen, los flavonoides son un grupo de sustancias que, además de aportar color a la planta, se utilizan en medicina para regular los procesos enzimáticos de las células, tratar enfermedades crónicas y prevenir todo tipo de dolencias. Los flavonoides se eliminan muy rápidamente del organismo, lo que obliga a seguir tratamientos largos para notar algún resultado.

Sus efectos son muy variados; por ejemplo, el trigo sarraceno y la ruda son antiinflamatorios, coagulantes e impermeabilizantes de los capilares, la manzanilla y el regaliz son digestivos y antiespasmódicos, el cardo mariano protege el hígado, las hojas de abedul son diuréticas y las flores de tilo y saúco son sudoríficas.

Aceites aromáticos o esenciales

Se trata de una serie de sustancias volátiles que poseen determinadas plantas y que en la mayor parte de los casos despiden un agradable aroma. Se localizan en células especiales, glándulas o canalículos, donde son depositados como productos finales de procesos metabólicos de dichas plantas. El contenido de aceites esenciales de cada planta varía según el clima, la estación del año, la edad de la misma y el lugar de su recolección.

Debido a su carácter volátil, para su secado es preciso colocar las plantas que los contienen a bajas temperaturas después de su recolección (¡jamás al sol!) y conservarlas en recipientes herméticamente cerrados. Hay que tener en cuenta también que con el tiempo pierden ostensiblemente su actividad.

Los aceites esenciales se presentan en un número muy elevado de plantas. Sin embargo, en fitoterapia sólo se consideran como plantas aromáticas aquellas cuyo contenido en tales productos es relativamente elevado (entre 0,1 y un 100%) y que se reconocen por su penetrante aroma. Entre ellas tenemos el hinojo, la manzanilla, el tomillo, la menta, la melisa, el espliego, etc., la mayor parte de las cuales pertenecen a las familias botánicas de las labiadas y las umbelíferas.

Los efectos medicinales de dichas plantas son fundamentalmente:

• Acción antiinflamatoria frente a una más o menos intensa irritación cutánea.

• Acción expectorante (alivian la tos).

• Acción diurética.

• Acción antiespasmódica y tonificante a la vez del estómago, intestino, vesícula biliar o hígado.

• Acción antibacteriana y posiblemente antivírica.

Ácidos orgánicos

Desempeñan un importante papel en la fisiología de las plantas, ya que regulan la permeabilidad de sus membranas celulares. La acción de los ácidos orgánicos sobre el organismo es múltiple y variada. Entre los más conocidos tenemos a los ácidos cítrico, oxálico, málico y tartárico. Donde con mayor frecuencia se presentan es en los frutos de las plantas.

Fitoncidas

Se trata de una serie de sustancias de diferente composición química que ejercen una probada acción inhibidora del crecimiento de microorganismos patógenos. Parece ser que su función, en las plantas que los contienen, es protegerlas (defensas naturales) frente a microorganismos productores de enfermedades. Su acción es parecida a las sustancias antibióticas producidas por plantas inferiores, como determinados hongos, bacterias, etc.

Plantas que contienen fitoncidas son, entre otras, el ajo, la cebolla, el limón, el rábano picante y el tomate.

Alcaloides

Son en su mayoría complicadas sustancias de naturaleza básica (alcalina) y que contienen átomos de nitrógeno. La mayor parte de ellos son productos de eliminación del metabolismo de las plantas que los contienen. En general son sustancias muy activas cuyo empleo, si no se conocen bien, debería reservarse para el facultativo, ya que incluso pequeñas sobredosis pueden resultar muy tóxicas. Es lógico, pues, que todas aquellas plantas medicinales cuyo principio activo más importante sean uno o varios alcaloides no resulten apropiadas para preparar infusiones y, si no se dice lo contrario, estén reservadas más bien a los médicos y empresas farmacéuticas.

Entre las plantas que contienen alcaloides de este tipo, tenemos por ejemplo la belladona (atropina), la adormidera (morfina), el cólquico (colchicina), la celidonia, el beleño negro, el estramonio, etc. También la cafeína y la teobromina del café, el té y el cacao son alcaloides.

En los últimas décadas se ha avanzado en el estudio analítico de las plantas medicinales, que en este caso permite conocer muchos más alcaloides, normalmente en muy pequeñas cantidades. Suelen actuar como sustancias acompañantes que refuerzan la acción de los principios activos principales.

Amara (sustancias amargas)

Si bien el número de plantas medicinales con sabor amargo es relativamente grande, aquí nos referimos tan sólo a aquellas cuyo principio activo principal es una sustancia amarga. En fitoterapia tales plantas reciben el nombre de amara.

Entre ellas hay que distinguir:

• Los amara tónica o amargos puros.

• Los amara aromática, que junto a la sustancia amarga principal poseen aceites esenciales, por lo que su sabor es amargo-aromático.

• Los amara acria, que poseen a la vez un sabor amargo y agrio.

Jugos digestivos. Las sustancias amargas estimulan de forma intensa la secreción de jugo gástrico (estómago), desarrollando, a la vez, una notable acción tónica general. Su empleo más generalizado es como favorecedores de la digestión de los alimentos, como estimulantes («despertadores») del apetito, y en estados de agotamiento nervioso y convalecencia.

Como en la mayor parte de tratamientos con plantas medicinales, se requiere una constante administración de las mismas para que afloren sus efectos curativos, aunque el tiempo de prescripción no debe superar los 2 ó 3 meses.

Dentro del primer grupo, es decir, la amara tónica, cabe destacar el ajenjo y la centaurea menor.

Respecto a las amara aromática (angélica, artemisa, acoro, etc.) la típica acción de los amargos sobre el estómago se ve reforzada gracias al aroma de los aceites esenciales presentes que, por vía refleja, aumentan la secreción de jugo gástrico. Su acción no sólo se limita al estómago, sino que se extiende además al intestino, vesícula biliar y función hepática. Gracias también a los aceites esenciales, los amara aromática ejercen una probada acción antibacteriana y antiparasitaria, lo que desde el punto de vista de combatir procesos de fermentación intestinal es importante tener en cuenta.

Los amara acria (pimienta, jengibre, etc.) presentan la propiedad característica de mejorar la función circulatoria, lo que además se refuerza con la acción de los amargos, ya que la digestión de los alimentos repercute sobre la actividad del aparato circulatorio de forma realmente importante.

Pesos y medidas

Junto a las innumerables combinaciones de plantas que existen, las indicaciones sobre la cantidad a utilizar de cada planta no siempre coinciden. Hemos procurado incluir indicaciones fáciles y precisas en todas las recetas. Estas equivalencias de pesos y medidas de utilidad general pueden ser también una buena ayuda.

• Una cucharadita de café (5 ml) equivale a:

- 1 g de flor seca

- 2 g de hojas secas

- 2-3 g de planta

- 3-4 g de raíces.

• Una cucharada de postre (10 ml) equivale a:

- 2 g de flores secas

- 3 g de hojas secas

- 4-5 g de planta troceada

- 5-6 g de raíces

• Una cucharada sopera (15 ml) equivale a:

- 4 g de flores secas

- 4 g de hojas secas

- 8 g de planta

- 10 g de raíces

• Un pellizco equivale a:

- 2 g de flor y de semilla

- 3-4 g de hojas secas o planta

- 10 g de raíces.

• Un puñado equivale a:

- 35-40 g de hojas secas

- 45-50 g de planta seca

- 50 g de semillas

- 100-120 g de raíces

Silicatos

Existe una serie de plantas que toman una cantidad considerable de ácido silícico del suelo y lo depositan en el protoplasma o bien en las membranas de sus células. Los silicatos no son otra cosa que sales del ácido silícico, algunas de las cuales son solubles y pueden extraerse de las plantas que los contienen (infusión).

El ácido silícico tiene un papel muy importante en el organismo, ya que forma parte de estructuras como la piel, el tejido conjuntivo, el cabello y las uñas. Si a través de la alimentación hay un aporte deficiente, dichas partes del organismo presentarán carencias.

Para evitarlo o remediarlo podemos utilizar plantas medicinales que los contengan. Una de las más importantes es la cola de caballo (Equisetum arvense) que se puede aplicar, tanto por vía externa (baños, lavados, gargarismos) como por vía interna (decocción, tintura, etc).

Vitaminas, minerales y oligoelementos

Sin su presencia en los alimentos no es posible la vida. Tales elementos son imprescindibles, entre otras cosas, para la formación tanto de nuestra propia estructura celular como de enzimas y hormonas.

Aunque su aporte principal al organismo debe ser a través de una alimentación adecuada, su presencia en cualquier tipo de infusión a partir de las plantas que utilicemos refuerza su acción medicinal. En otros casos, las sales minerales, oligoelementos o vitaminas suministradas constituyen el factor principal de una planta medicinal, como es el caso del rosal silvestre (Rosa canina) como suministrador de vitamina C en cantidades considerables en países fríos donde la temporada de frutas y verduras es escasa.

Más principios activos

Como vemos, las plantas poseen un gran número de principios activos que se complementan y potencian entre sí. En realidad, el efecto que cada planta provoca sobre nuestro organismo se debe a la combinación de todas esas sustancias. No todas las partes de la planta tienen la misma concentración de principios activos. Su nivel suele ser más alto en la raíz y en la corteza, pero también puede darse en el tallo, las flores, las semillas o los frutos. Además, también influye el tipo de suelo donde crece, las condiciones atmosféricas, la estación o la altura del sol.

Cada planta tiene más de un principio activo, pero uno de ellos suele ser el que predomina y determina el tipo de aplicación de la misma. Sin embargo, también debemos tener en cuenta los principios secundarios, que suelen desempeñar un papel destacado en el buen funcionamiento del aparato digestivo, como la fibra y similares.

Fitoterapia

Los humanos hemos buscado en la naturaleza el remedio a muchos de nuestros males. La Fitoterapia (del griego «fitos» planta, «terapia» cura), o curación a través de las plantas, es uno de estos remedios a los que las personas acudimos para recuperar la salud. La leyenda nos dice que el centauro Quirón, hijo de Cronos y Filira, fue «el primer herbolario y farmacéutico, famoso por su conocimiento de los simples (ver más adelante) y la composición de los remedios».

De las recetas de la abuela… a los fitoquímicos

Al acercarnos a las plantas medicinales, todavía hoy existe cierto grado de intuición y de consideraciones de tipo psicológico, esotérico y cosmológico, al margen del análisis científico. Este libro contiene todos los datos comprobados en laboratorio sobre plantas medicinales y en cada planta, además, hemos procurado respetar algunas informaciones confirmadas por la práctica.

La superstición y la observación del comportamiento animal fueron los primeros guías para conocer las propiedades del reino vegetal. Se creía que había una relación entre la forma de la planta, su color, gusto, olor, la disposición de sus órganos, etc. y sus propiedades curativas. Así, por ejemplo, la nuez, por su semejanza con el cerebro, se recomendaba contra las afecciones de la cabeza, o los aguijones del rosal, con forma de diente de perro, se aplicaban hervidos con agua contra las mordeduras de perro rabioso. En la actualidad se han verificado algunas de estas propiedades, como el hecho de que las nueces sean ricas en fósforo, mineral importante para la actividad cerebral; pero en cambio, otras propiedades deducidas así eran falsas.

Todos hemos observado alguna vez cómo los perros y los gatos comen hierbas cuando se sienten enfermos, produciéndoles, según la dosis, una ligera expectoración o un serio vómito. Los humanos no podemos aplicarnos textualmente sus remedios, pero sí aprender mucho de ellos.

La situación de los astros en su curso anual o diurno también ha sido un punto a tener en cuenta en la atribución de virtudes curativas a las plantas o en su potencialización. Por ello se concedió tanto aprecio a las que se recogían en la víspera de San Juan, que coincide con el solsticio de verano. Cuando el sol alcanza su máxima altura, también las plantas exaltarían sus virtudes. Hoy la unión de botánica y astrología está desechada por los científicos, aunque de vez en cuando aparecen personalidades que la defiendan.

Ventajas e inconvenientes. El saber clásico, representado principalmente por la Materia medica de Dioscórides, cayó en el olvido durante la Edad Media, se recuperaría en el Renacimiento y paulatinamente fue de nuevo relegado hasta hoy, en que se da de nuevo un gran auge de las plantas medicinales, propiciado por la comodidad de su uso. En efecto, el inconveniente mayor de la fitoterapia, y de la medicina natural en general, es que resulta un poco más laboriosa de llevar a cabo y un poco más lenta en el logro de resultados. Es cierto que los resultados son realmente superiores –curación auténtica, frente al enmascaramiento de síntomas y efectos secundarios indeseables de los fármacos–, pero hasta la llegada de los actuales suplementos dietéticos el uso de plantas medicinales con fines curativos era un recurso terapéutico poco utilizado.

El auge actual de las plantas medicinales puede explicarse por el hecho de que se conoce mucho mejor todo lo que contienen, pero también por la búsqueda de una medicina más personalizada y respetuosa con las leyes de la Naturaleza, a la vez que más favorable para la salud, ya que, como decimos, las plantas medicinales carecen de efectos secundarios indeseables. Además, el acceso a un inmenso caudal de datos e información sobre sus virtudes y posibilidades terapéuticas permite precisar mucho más los efectos que lograremos con su utilización. En otras palabras, lo que podemos esperar de ellas, sobre todo si su uso va unido a un estilo de vida saludable.

¿Simples o principios activos?

Simple es la sustancia vegetal empleada bajo su forma integral: infusión, extracto, tintura, alcoholaturo, etc.

Principios activos, como hemos visto, son los componentes químicos de las plantas a los cuales se debe su acción primordial, como los alcaloides o los glucósidos.

La farmacopea actual utiliza sólo los principios activos, sean ácidos, resinas, grasas o mucílagos que evidentemente permiten aplicaciones de un determinismo y una dosificación más precisa y, además no están sujetos a alteraciones bioquímicas que modifiquen su constitución.

Pero tienen el inconveniente de no ofrecer más que una acción parcial e incompleta, diferente de la que se obtendría con la planta íntegra. Se dice que «el aislamiento de principios activos es, en principio, un error terapéutico. Por ejemplo, los distintos alcaloides que se encuentran en el opio no pueden reproducir los efectos del mismo. Algún motivo ha de haber para esta notable diferencia, y bien pudiera ser que los demás principios de la planta, que nos parecen inactivos, tuvieran sobre el activo una influencia catalítica que intensificara su eficacia». El otro punto de vista defiende el uso específico de un determinado principio activo, generalmente en dosis elevadas.

Nunca es lo mismo. También hay que tener en cuenta al utilizar los simples que las proporciones de las sustancias activas que los componen varían, a veces considerablemente, según la edad de la planta, el terreno en que se cría o los abonos que se facilitan, el clima del lugar, la época del año o la hora del día en que se recolectan...

Si se trata de unas malvas, por ejemplo, en las que se busca la acción emoliente y con ello lo mismo se ablanda un forúnculo con emplastos como la tos seca con infusión, no es perjudicial tomar más o menos cantidad de plantas. Sin embargo, otras especies vegetales elaboran y guardan en su seno productos mucho más activos, por lo que se hace necesaria una dosificación precisa o muy precisa. Parkinson, estudioso inglés del siglo XVII, aconsejaba administrar diariamente, durante quince meses, a los epilépticos, una decocción de dos puñados de digital, cantidad considerada exorbitante en otros lugares como en las montañas de Auvernia, el Jura o los Vosgos, de lo cual se deduce que la planta utilizada por Parkinson era muy poco activa.

Vocabulario y conceptos sobre las propiedades de las plantas medicinales

Los usos y costumbres están relegando al ostracismo una parte de este lenguaje especializado elemental, que de todas formas ofrecemos aquí.

Propiedades

• Afrodisiaco: estimula el apetito sexual.

• Analgésico: anula la sensibilidad.

• Antibiótico: entorpece o anula el desarrollo de determinados microbios, o los destruye.

• Antiséptico: impide el desarrollo de las bacterias.

• Antiespasmódico: calma las contracciones musculares y desórdenes nerviosos.

• Aperitivo: abre el apetito.

• Astringente: aprieta, estrecha o contrae los tejidos orgánicos.

• Bactericida: elimina las bacterias.

• Béquico: remedio contra la tos.

• Calmante: reduce o hace desaparecer el dolor u otro síntoma molesto.

• Cardiotónico: pone a tono el corazón, bien sea estimulándolo o bien apaciguándolo o regularizándolo si no anda acompasado.

• Carminativo: facilita la expulsión de gases intestinales.

• Colagogo: estimula la secreción biliar.

• Colirio: remedia las enfermedades de los ojos.

• Depurativo: ayuda a la eliminación de toxinas del organismo, y en especial en la sangre.

• Digestivo: favorece la digestión.

• Diurético: aumenta la cantidad de orina; hace orinar más de lo habitual.

• Emenagogo: regulariza o provoca la menstruación.

• Emoliente: sirve para ablandar forúnculos, durezas o inflamaciones.

• Estimulante: activa una función del organismo.

• Expectorante: permite arrojar las flemas y secreciones que se depositan en la faringe, laringe y bronquios.

• Febrífugo: elimina la fiebre, en especial la intermitente.

• Hepático: remedia las enfermedades del hígado.

• Hipoglucemiante: hace disminuir la capacidad de glucosa en sangre.

• Hipotensor: reduce la tensión de la sangre.

• Laxante: favorece la evacuación intestinal. Purga o laxa suavemente.

• Parasiticida: elimina parásitos.

• Purgante: provoca la evacuación intestinal.

• Refrescante: disminuye la fiebre o calma la sed del que la posee.

• Remineralizante: restaura ciertos elementos minerales que el organismo ha perdido y le son necesarios.

• Rubefaciente: aplicado sobre la piel la pone como inflamada.

• Sedante: tiene la virtud de calmar los dolores y la excitación nerviosa.

• Tónico: pone a tono un órgano o todo el organismo cuando padece atonía.

• Vasoconstrictor: produce la constricción de los vasos sanguíneos.

• Vasodilatador: dilata los vasos, especialmente los sanguíneos.

• Vermicida: mata las lombrices intestinales.

• Vermífuga: ahuyenta las lombrices intestinales.

• Vulnerario: que sana las llagas y heridas.