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Comencemos aclarando un par de cosas, el Stand-Up no es simplemente hacer monólogos cómicos delante de la gente, sino una disciplina concreta dentro de los monólogos cómicos. Yo diferencio tres grandes grupos dentro de la idea de un artista sobre un escenario «hablando solo».

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1. El monólogo teatral

Como su propio nombre indica, se hace en un teatro. La gente ha pagado una entrada, están a oscuras, tienen toda la atención en el escenario y los móviles encendidos están prohibidos. En el escenario hay un decorado, con luces, puede que música. El actor lleva un vestuario, un maquillaje, un texto aprendido que no es suyo, imagina que donde está el público hay una «cuarta pared» y que no existe y lo más importante, se esconde detrás de una careta construida de emociones e ideas que no son suyas, interpreta a alguien que no es él. Un ejemplo es el famoso «Ser o no ser» en Hamlet de William Shakespeare. Es impensable que en una situación así alguien se levante, comente las cosas con el de al lado, hable por el móvil o, mucho peor, le conteste al actor o le diga en voz alta si le está gustando o no lo que ve. Hay un acuerdo tácito de que se debe respetar el trabajo del artista, nos guste o no, y que no debemos interrumpir nada.

2. El monólogo de café-teatro

Los café-teatros, aunque siguen siendo teatros, son lugares algo más relajados, bastante más pequeños, donde la gente puede consumir alguna bebida y los espectáculos son más alternativos. Cuando haces una gran producción teatral y te gastas medio millón de euros en decorados, trajes, etc... debes hacer algo muy comercial para que mucha gente venga y puedas rentabilizar la inversión. En el café-teatro, seguramente te has gastado muy poco dinero y por lo tanto puedes arriesgar en su contenido, ya que con que venga poquita gente ya has recuperado la inversión. Los actores que hacen este tipo de monólogos siguen usando vestuario, luces, decorados y siguen construyendo un personaje desde el que se habla.

«El autor de los textos no tiene porque ser el mismo artista, aunque a veces se dé el caso.»

Pero en esta modalidad, el público sí que existe. Si ríen les hacen caso, si aplauden se paran, pueden interactuar desde su personalidad fingida con ellos y la improvisación puede darse con completa naturalidad. La «cuarta pared» ha desaparecido, y aunque la audiencia no es determinante para el show, sí que forma parte de todo lo que hace. Es el estilo que usan Antonia San Juan o Angel Garó.

3. El monólogo de Stand-Up

Se hace principalmente en bares. Aunque actualmente ya podemos verlo en muchos teatros (Toni Moog, Dani Rovira. Miguel Lago...), es una disciplina pensada y creada para los bares o comedy clubs. No existe el decorado, ni el vestuario, maquillaje o cualquier cosa artificial. El cómico es el autor de los textos y el público esta súper presente, a veces, demasiado. Pero lo que realmente diferencia este estilo de los demás, es que por primera vez, el artista es él mismo. No hay careta, no hay nada forzado. Son sus opiniones, su forma de ver el mundo, sus chistes y su personalidad hecha comedia.

«Cualquier elemento que me aleje de la idea de que estoy oyendo hablar a un amigo de toda la vida está prohibido.»

Además, hay decenas de cosas que en un bar pueden distraerme o distraer al público, ya que ellos, muchas veces, no asocian un bar a un sitio donde se deba respetar el show, sino que lo asocian a un lugar lúdico donde está permitido hablar, contestar al móvil en voz alta, levantarse en mitad del monólogo para pedir algo en la barra, ir al baño, contestarte... Es por todo esto que el Stand-Up debe hacer reír cada 15 segundos y así mantener la atención del público. Y aunque suene a una barbaridad no te creas que es tan difícil, el problema no es hacer reír rápido, sino ser económico en el lenguaje. Y si piensas que esto es muy vertiginoso, te recuerdo que los vines duran solo seis segundos y un tweet tiene (bueno, tenía) 140 caracteres. Bienvenido al humor del siglo XXI.

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Por lo tanto, para mantener la atención de un público difícil, un cómico de Stand-Up debe cumplir las siguientes premisas:

1. SER COLOQUIAL (que no vulgar, es decir, no tienes porque usar palabrotas todo el tiempo, si ese no es tu estilo, solo para parecer más urbano o estar más a la moda). Usa el lenguaje que usarías con un colega en un bar, no el que usarías al escribir una carta. Piensa que el texto debe ser escuchado, no leído. Una de las claves está en no imaginarte cuando escribas que te escucha mucha gente y que estás sobre un escenario, imagínate mejor con alguien a quien le hablas de tú a tú.

2. APARENTAR CERCANÍA. El público debe ver que el cómico es gracio­so, no que va de gracioso. Además, háblale a la gente con confianza. Yo a mis alumnos les digo siempre que tienen que escribir como si la persona que los escuchara fuera un amigo de toda la vida, de los de verdad, ojo, no digo compañero de oficina, ni pareja, ni hermano, hablo de los amigos a los que les confesarías que has sido infiel a tu pareja, los que sabes que no te van a reprochar nada, los que no te amonestaran y querrán saber todos los detalles del escarceo, en definitiva, los que no te juzgan. No tengas miedo de lo que pensarán de ti.

3. NO LLEVAR UN VESTUARIO ESPECÍFICO que no te pondrías fuera del show. Lo ideal es llevar la ropa que te pondrías para salir un viernes por la noche, nada de trajes de Nochevieja o excesivo maquillaje, todos esos elementos me llevan a la idea de que estoy viendo a alguien que se ha preparado para la ocasión y me aleja del concepto de que todo lo que veo sobre el escenario es natural. Los disfraces, para el teatro.

4. HABLAR DE LO QUE CONOCES. La comedia está en tu vida, no tienes que salir a buscarla. Habla de lo que te rodea y sobre todo, de temas que controles, no hables de gimnasios si nunca has ido a ninguno, ni de películas que no has visto, ni de situaciones que no hayas vivido solo porque te parecen graciosas. No te metas en camisas de once varas, puede sonar falso. Inventarse situaciones es teatral, hablar de lo que te rodea es hacer Stand-Up.

5. IR DIRECTO AL GRANO no des vueltas para llegar a la parte graciosa. Debes ser económico en el lenguaje. Haz monólogos, no discursos. Más adelante hablaremos de como limpiar un texto, pero no está mal que empieces a plantearte que no se trata de contar cuentos, sino de hacer reír. La ecuación es muy sencilla, cuanto menos hables más ríen por segundo, cuanto más ríen por segundo mejor se lo pasarán, cuanto mejor se lo pasen mejor hablarán de ti, cuanto mejor hablen de ti, mejor te irá.

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Esto del Stand-Up comenzó en Estados Unidos a finales del siglo XIX (aunque también tuvo su desarrollo de manera paralela en el Reino Unido) cuando en los espectáculos de variedades (vaudevilles) en los locales nocturnos un maestro de ceremonias hacía unos minutos de chistes sobre actualidad, política o bromas sobre minorías y estereotipos para entretener al público entre número y número. Con el paso del tiempo, este personaje fue cobrando importancia hasta convertirse en una pieza clave del show. Entonces, se convirtió en una disciplina por sí misma. Los cómicos generaron un circuito de comedia donde se dirigían al público sin crear ningún personaje. Pasaron décadas de evolución hasta llegar a los años 70, donde ya se puso de moda y comenzaron a surgir las grandes estrellas gracias también a la televisión y a los talk shows (programas como los de Steve Allen, Jay Leno y más tarde David Letterman). Uno de los pioneros de lo que conocemos como Stand-Up moderno fue Bob Hope (que presentó 18 veces los Oscars), más tarde llegaron Alan King o Joan Rivers. Con carácter bastante crítico y políticamente incorrecto, cómicos como Lenny Bruce o George Carlin llegaron a ser arrestados por alterar el orden público en sus actuaciones.

«Una de las canteras más importantes de la televisión americana fue el programa Saturday Night Live.»

De Saturday Light Live emergieron estrellas internacionales como Bill Murray, Adam Sandler, Ben Stiller, Eddie Murphy, Will Ferrel, Mike Myers y un largo etcétera. Además, también comenzaron haciendo Stand-Up: Woody Allen, Ellen DeGeneres, Steve Martin, Jim Carrey, Bill Cosby, Robin Williams, Whoopi Goldberg... Todos ellos comenzaron como tú, escribiendo unas lineas y probándolas ante un público en un local de comedia.

Si quieres empaparte del Stand-Up americano también te recomiendo que veas la película Punchline (en España, Lo que cuenta es el final) protagonizada por Tom Hanks y Sally Field, que trata de una ama de casa que decide hacer comedia monotorizada por un artista profesional (Hanks) y te enseña todos los entresijos del mundillo. Así como dos series, Seinfield y Louie (de Jerry Seinfield y el midas actual del monólogo, Louis C. K.) que ilustran la vida de un cómico día a día y cómo se enfrenta a todas las miserias que cualquiera conoce pero que solo ellos tienen la capacidad de convertir en comedia.

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En Estados Unidos y Reino Unido actualmente, los monologuistas llenan enormes teatros, grandes recintos y se graban dvd’s superventas con las estrellas de la comedia. Es una profesión muy respetada, el circuito es enorme, y la cantidad de cómicos que viven de ello también. Hay verdaderas celebrities que ganan muchísimo dinero. Chris Rock, Margaret Cho, Ricky Gervais, Sarah Silverman y Bill Hicks, entre otros, son grandes referentes. En cambio en España aún estamos muy lejos de eso. Aunque ya se empieza a ver más y más humor en las televisiones y desde luego cada vez se respeta más a los cómicos, aún estamos muy lejos de conseguir esos niveles de profesionalización. Hay luz a final del túnel, queda lejos, pero con trabajo, esfuerzo y respeto, ¡todo es posible!

El Stand-Up en España

Hay que tener en cuenta que, en nuestro país, el Stand-Up es una disciplina aún joven. La emisión del canal más importante de comedia, Paramount Comedy (ahora Comedy Central) comenzó en 1999 y por ahí han pasado profesionales como Goyo Jiménez, Angel Martín, Toni Moog, Eva Hache, Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Ignatius, Sara Escudero, Albert Boira, David Navarro y el ahora archiconocidísimo Dani Rovira.

«En 1999 empezó a emitirse también en Canal +, un programa clave en la cultura del monólogo en España: El Club de la Comedia.»

Tiene unos colaboradores que ahora todo el mundo conoce: Txabi Franquesa, Nene, Eduardo Aldán, David Guapo, Luis Piedrahita, Alex Clavero, Eva Cabezas, Dani Mateo, etc...

Aún no llenamos estadios, la gente no tiene costumbre de comprar dvd´s de monólogos, pero ya estamos llenando los cines (8 apellidos vascos) y diversificando las opciones televisivas (Sopa de gansos). Cada vez la gente tiene más claro lo que va a ver cuando compra una entrada para ver a un cómico. Cada día aparecen nuevos formatos importados de Estados Unidos (los famosos roasts) y los locales de comedia, así como los micros abiertos se están multiplicando en las principales ciudades españolas. Hay una clara evolución en estos años y gracias al acceso a la comedia internacional en internet y Netflix, nuestro mundo cómico se está enriqueciendo y eso es sinónimo de crecimiento, evolución y buena salud.

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Antes de pasar al siguiente capítulo, te recomiendo que te empapes un poco de algunos de los nombres que te acabo de mencionar, sino lo has hecho ya, y comiences a darte cuenta de que la mayoría de ellos tiene algo en común: tienen pinta de seguir siendo fuera del escenario como parecen ser encima de él. Es decir, son auténticos, cada uno en su estilo, y crean la magia de que todo lo que vemos tiene mucho de real, nada es impostado, todo es natural. Dentro de unas páginas verás que no es así. No te decepciones, estamos abriendo la caja del mago y desvelando algunos de sus trucos, pero no por eso ser mago dejará de tener mérito, es más, vamos a valorarlo mucho más por la dificultad de ver cómo hacen lo que hacen.

EL VIAJE DE UN MONOLOGUISTA ES SIEMPRE HACIA DENTRO, NUNCA HACIA FUERA. COMENCEMOS.

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Antes de empezar a escribir tu primer monólogo vamos a jugar a un juego. Imagina que estás en un bar rodeado de tu grupo de amigos, los de toda la vida, con los que has compartido años de experiencias, de los que no te juzgan digas lo que digas; habéis bebido algo y estáis muy desinhibidos, hay mucha confianza y te lo estás pasando muy bien. Justo en ese momento entra por la puerta una persona super-atractiva, es espectacular, parece que se dedique a ser modelo, y tiene pinta de que busca a alguien y está lo suficientemente lejos como para que no escuche lo que decís. ¿Qué hacéis? Ya te lo digo yo. Comentar con tu grupo de amigos lo atractiva que te resulta esa persona en términos que seguramente no usarías delante de ella. Sin quererlo, analizas cada elemento de su aspecto exterior. Su cara, su pelo, su forma de vestir, de moverse buscando a alguien y sin que te des cuenta ya te has hecho una idea preconcebida de como será, sin conocer absolutamente de nada a esa persona que acaba de entrar en el bar.

Las dos voces

A mis alumnos siempre les explico que en realidad hay dos tipos de mente, la que piensa y la que siente. La que piensa solo se fija en lo que dices, la que siente solo mira cómo lo dices. Más del 70% del lenguaje es no verbal, es decir, me importa más cómo me miras, qué tono de voz usas, cómo mueves las manos y tu forma de mantenerte de pie que lo que realmente me estás comunicando. Si alguien te dice: «Te quiero», la mente que piensa dice: «Vale, esto significa que siente algo positivo hacia mí», y la parte emocional es la que se fija en quién te lo dice, un amigo, tu pareja, tu padre, si está bromeando, si está borracho, si es sincero; en definitiva, se fija en ese 70% que rodea a ese «te quiero» y en base a eso toma la decisión de cómo contestar. Te advierto de algo: la parte emocional siempre gana. Está demostrado que las decisiones que toma la razón siempre están pasadas por la emoción previamente. No se pueden separar. Así funcionamos.

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Desde el momento en el que ves a alguien por primera vez, tu cerebro se activa y empieza a fijarse en un montón de elementos que a priori pueden pasar desapercibidos pero que te están ayudando a hacerte una idea de que cómo es la persona que tienes delante. Es lo que yo llamo el «etiquetaje». Y no es porque el ser humano sea malo por naturaleza y nos encante poner verde a los demás sin conocerlos (que puede que también), es que yo necesito etiquetarte para poder relacionarme contigo, es una necesidad básica y social que nos pasa a todos, sin distinción.

«¿No te ha pasado que hay gente que te cae bien o mal nada más verla?»

No los conoces de nada, pero hay algo en ellos que despierta en ti sentimientos afines o justo lo contrario. ¿Alguna vez has tenido un compañero de trabajo, una persona en tu entorno que no te ha hecho nada malo, que ves que no es mala persona, pero por lo que sea, no acabas de pillarle el punto? Sin ninguna razón aparente no te apetece estar con esa persona, prefieres estar a solas que compartir una conversación con él o con ella porque te sientes incómodo. Seguramente, esa persona está mal etiquetada.

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Desde el minuto cero, cuando un cómico sube a un escenario, es etiquetado con solo decir: «Hola, buenas noches». El público va a analizar de forma consciente o inconsciente todos los elementos que tiene a la vista. Tu corte de pelo, tu barba, tu maquillaje, tu ropa, tu expresión facial, si tu tono de voz es firme o es débil y en base a todo eso, la gente va a tomar una decisión aunque no sea de forma mental, pero sí emocional. O en otras palabras, va a decidir si les caes bien o mal; van a pensar: «Qué bien, esta noche me lo pasaré genial» o «Uf, que mala pinta, esta noche no me voy a reír». Es el momento de aplicar ese gran refrán que dice: «Es más importante caer en gracia que ser gracioso». No te agobies, incluso cayendo mal al público, ese detalle se puede utilizar a tu favor y por muy mal principio que tengas, siempre se puede remontar.

Prejuicios y cómo usarlos

Como te comentaba en el capitulo anterior, el proceso de un cómico es un más un viaje hacia dentro que hacia fuera, y es básico que sepas antes de comenzar a escribir qué imagen das o lo que yo llamo «¿Desde dónde escribo?»

Imaginemos que tienes 30 años y tienes un hijo de cuatro, pero todo el mundo te dice que aparentas tener unos 24 años, vistes de forma casual y aún no tienes ni arrugas ni canas. Si te subieras a un escenario y me hablaras de tu hijo de cuatro años puede que la gente se ría, pero desde luego les va a costar creerte, al menos, al principio. Y esto es una lucha que te puedes ahorrar. Yo sé que es una faena tener a un niño de cuatro años en casa que te está dando material supergracioso diariamente y no poder utilizarlo porque la gente no se lo cree, pero si eres consciente de que escribes «desde» un chaval de 24 años que no tiene hijos, porque es lo que aparentas, puedes hacerlo mucho más creíble para el público si simplemente, en lugar de decir «mi hijo de cuatro años», dices «mi sobrino de cuatro años». Si decidieras decir la verdad absoluta tendrías que dar explicaciones de que en realidad no eres tan joven como aparentas, que no fuiste padre adolescente, etc... y eso es complicarse mucho la vida.

«No se trata de convencer al público de nada, sino de contar una historia más o menos creíble y que se rían con ella.»

Imagina que eres abogada, pero llevas dilataciones y unas rastas que te encantan. Si lo primero que dices es que eres licenciada en derecho el público flipará y tendrías que dedicarle unos minutos de tu show a hacer creíble algo que de entrada no lo es. ¿Qué te parece que lo sea tu hermana? Te lo va a facilitar todo mucho y podrás utilizar todos esos chistes que se te ocurren diariamente en el trabajo.

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Podrás pensar que aunque no lo aparentes puedes decir la verdad aunque eso no te ayude de entrada, y tienes razón, puedes hacer lo que quieras, pero es importante que al menos sepas cuál es la imagen que das para confirmarla o romperla. El problema de la mayoría de los cómicos que empiezan es que desconocen «desde dónde hablan» y su discurso no es coherente, lo cual en sí no es un problema, solo lo es si no sabes que lo que dices no tiene mucho que ver con lo que aparentas. O en otras palabras, haz lo que quieras, pero hazlo sabiendo lo que haces. Para simplificarlo todo mucho más te recomiendo que hagas lo siguiente: queda con un amigo y pregúntale qué pensó el día que te conoció, qué imagen le dabas, si al principio le caías bien, si pasaste desapercibido en un grupo de gente, etc... Cuando conozcas a alguien nuevo intenta averiguar en qué cree que puedes trabajar, o qué edad cree que tienes. Juega con las personas que te rodean a saber si tienes pinta de estar casado, ser madre, si eres inocente, crápula, fiel, etc... Busca hacerte una idea más o menos aproximada de la imagen que das al mundo por tu forma de vestir, tu manera de hablar, de mirar y todo lo demás.

«Ten en cuenta también algo que la gente no suele analizarse: tu tono de voz.»

Imagina que ves acercarse a un hombre con un traje que tiene pinta de ser muy caro, lleva un maletín, es alto, guapo y lleva el pelo engominado, aparenta tener unos cuarenta y pocos años y su sonrisa es segura, así como su paso al caminar. Viene directo hacia ti, sabes que va a hablarte y esperas que sea algo importante. Entonces, justo cuando lo hace te dice: «Buenas tardes, vengo a ofrecerle un plan de pensiones» pero su voz es de pito, pero de pito como si te estuviera tomando el pelo, parece que un niño le ha poseído o está haciendo una mala imitación para hacerse el gracioso, pero en el fondo sabes que, trágicamente, esa es su verdadera voz.

La imagen que te había dado se ha roto por completo, ahora tienes dos elementos puramente opuestos, por un lado su físico y su ropa y por otro lado su voz. ¿Con cuál te quedarías? Un alto porcentaje lo haría con su voz, es decir, nos parece que la imagen puede ser impostada, la ropa elegida, el físico trabajado, pero la voz tiene más que ver con quien realmente eres por dentro, y eso hace ganar a la parte emocional del cerebro; a mucha gente le va a costar comprar ese plan de pensiones.

Desde la experiencia

Yo soy gay, y aunque nunca he tenido demasiada pluma, siempre se me ha notado bastante. Mis primeros textos hablaban de mi noviA, con A, y la gente, aunque reía, no terminaba de verlo claro porque les hacía luchar entre lo que veían y lo que yo decía, cosas que, en su cabeza, eran realmente opuestas, y en esa lucha, se perdían risas por el camino. Así que decidí hacer lo siguiente: usar a mi favor la imagen que daba. Comenzaba hablando de mi viaje hasta llegar allí en autobús, y en ese viaje, contaba cómo dos chicas me reconocían de haberme visto actuar en otro sitio o de la televisión; entonces, una de ellas me tiraba los tejos descaradamente y yo le contestaba: «Ay, reina, no te has dado cuenta de que yo... no te has dado cuenta de que yo...», y en esa pausa repetida todo el público reía, porque sabían que me refería a ser gay, y sin decirlo, todo el mundo veía confirmada su sospecha, y eso creaba una relación de complicidad con el público hacia un tercero (en este caso la chica del autobús) que me hacía ganarme su «cariño» automáticamente. La frase acababa así: «¿No te has dado cuenta, reina, de que yo tengo las cejas mejor depiladas que tú?» Ahí estaba la confirmación definitiva, había usado la imagen que tenía a mi favor y con eso la gente podía ya dejar de preguntarse si yo era gay o no y por fin podían simplemente escucharme y reírse conmigo.

«Te estoy hablando del año 2003, cuando no había cómicos de Stand-Up en España fuera del armario que hablaran con esa honestidad de su sexualidad, y encima de un escenario.»

Ahora, afortunadamente, solo con decir que soy gay no basta para hacer reír, pero eso ya es otro tema.

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Tienes la libertad absoluta de decir lo que quieras encima de un escenario, pero recuerda hablar siempre de lo que conoces, no te inventes ser quien no eres, y de todos los prejuicios positivos o negativos que la gente te adjudique (tienes pinta de ser muy rencoroso, de tener muy mal genio, de ser un chulo playa, de ser un amor e irradiar felicidad...) intenta quedarte con los que más se parezcan a tu día a día, aquello desde donde puedas escribir con mayor facilidad, no te compliques la vida. Y si fallan mucho, no te rayes, porque son solo imágenes, no tienen mucho valor en la vida real, todos lo hacemos, no te ofendas si tienes pinta de cosas negativas. No eres tú, es tu imagen.

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