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educación


MÁS QUE UNA MÁQUINA


por


NÚRIA PERPINYÀ



7o. Premio Internacional de Ensayo 2009





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A mi querida hermana, Montserrat Perpinyà, una profesora de biología ejemplar; y al primero de mis maestros, Josep Varela, un matemático que nos llevaba de excursión, y que me enseñó a pensar y a subir montañas.



Este libro también tiene una hermana. Inesperadamente, en el proceso de gestación de esta obra, en lugar de un libro, se fueron formando dos. Tienen el mismo espíritu, pero no el mismo aspecto. La chica tiene forma de teatro y el chico de teoría. La hermana teatral del ensayo que tienen en sus manos se llama:
Los calígrafos.


Los hombres actúan sin sentir ni conocer las causas que
los hacen moverse, sin reflexionar sobre lo que pasa. Por el contrario, el filósofo indaga hasta el máximo en las causas, intenta preverlas y dedica a ellas todo su saber; es, por así decirlo, como un reloj que se da cuerda a sí mismo.

DENIS DIDEROT, 1751


Si al mundo, en su conjunto, le ha ido particularmente bien
gracias a los grandes genios, porque emprenden sin cesar caminos nuevos y abren nuevas perspectivas, o si son las mentes mecánicas con su sentido común diario —que avanza lento a compás y a medida de la experiencia—, quienes, a pesar de no hacer época, han contribuido mejor al desarrollo de las artes y de las ciencias (dado que, aunque no suscitan admiración, tampoco promueven desórdenes), quedará aquí sin resolver.





IMMANUEL KANT, 1798



PRÓLOGO


Sin saber muy bien por qué, escribí la primera versión de este libro en francés; su naturaleza y sus razonamientos me pedían que los expresase en esta lengua. El estructuralismo me imponía su forma de hacer y de decir. El libro que están a punto de empezar enlaza con esta tradición a manera de un homenaje en el que van parejos el agradecimiento y la despedida. El estructuralismo (Barthes, Todorov, Foucault, Sontag, Eco, Calvino, Cortázar, Perec) marca una etapa crucial en mi trayectoria y en la de mi generación; quería dejar constancia de ello antes de cerrar capítulo, si es que es posible dejar atrás hechos y pensamientos que ya son una parte indisociable de nosotros. En esta historia Kant es el elemento inesperado. Para bien y para mal, la vida nos depara escenas imprevistas. ¿Quién nos iba a decir que Königsberg, la cuna prusiana del kantismo, un día se denominaría Kaliningrado? ¿Cómo podíamos sospechar que Immanuel Kant, la esencia del pensamiento ilustrado alemán, de haber nacido ahora, hablaría en ruso? Conociéndome, era previsible que acabara haciendo un libro estructuralista pero no que acabara interesándome por Kant, por mucha curiosidad que sintiera por su época. Kant el severo, un Kant austero y riguroso que ahora también veo muy moderno. Espero que los kantianos me perdonen la intromisión. Más que instruir sobre axiomas y categorías de un insigne filósofo que hace siglos reposa en paz, me apetece reflexionar con ustedes sobre nuestra manera de pensar diaria. ¿Cómo aprendemos? ¿Cómo nos manipulan para que seamos más tontos?

La excusa para hablar de educación y para criticar los caracteres rutinarios que, en nuestra época, sirven con tanto aborregamiento funcionarios y no-funcionarios, empezó con un artículo de Kant de 1784.1 Otro de los orígenes de este libro es L.V. Aracil, uno de los intelectuales catalanes más sobresalientes y menos valorados del país (una paradoja frecuente). Sin el estímulo de su inteligencia polifónica, que tuve el honor de conocer hace unos años, este libro tal vez nunca hubiera existido. Mi tesis no es una oposición absoluta al maquinismo y al pensamiento binario, sino sólo relativa. Para desembarazarnos de nuestra perezosa mediocridad, creo que primero es necesario conocer la máquina estructuralista, ser sistemáticos y organizar bien nuestra cabeza en lugar de permitir que nos la mangoneen y nos la organicen otros. Cuando hemos conseguido este primer paso (que la mayoría ni siquiera se plantea), tenemos que pasar al segundo y esforzarnos por ser más que una máquina que razona correctamente. En esta obra reflexiono sobre la relación entre personas y máquinas. Generalmente, los estudios sobre maquinismo parten de artefactos y, a éstos, les buscan lo que les falta para ser humanos. Mi planteamiento es al revés: quiero ver lo que tienen de máquinas las personas y descubrir si el pensamiento humano es o no mecánico.

De la misma forma que una sociedad requiere la cooperación de centenares de sectores, hoy en día la investigación es entendida como un proyecto colectivo más que como una indagación personal. Se impulsan los proyectos interdepartamentales e interdisciplinarios y se menosprecian las aventuras unipersonales que son consideradas asociales, raras y desfasadas. Los intelectuales que estudian solos en las bibliotecas o en su casa, que no están integrados en ningún grupo de trabajo, son unos desamparados a años luz de los multimillonarios proyectos científicos y tecnológicos donde colaboran sabios de varios países y disciplinas. La independencia está mal vista. ¡Qué malo y huraño tiene que ser ese raído profesor que rechaza o no es invitado a participar en ninguna investigación internacional! El ideal del universitario colaborador es nuestro modelo de perfección. El mito de la democracia donde todo se consensúa se ha extendido por todas partes. Es muy honorable que los gobiernos estimulen las relaciones entre las mentes bien pensantes, pero siempre que hay una moda se abusa de ella; para ser políticamente correctos, muchos se inventan grupos de trabajo ficticios que no están inspirados por ningún espíritu de comunión sino porque es la mejor estrategia para conseguir dinero y repetir lo mismo que han elucubrado otros republicándolo sin innovaciones relevantes. Ni todos los que trabajan en equipo y tienen largos currículos son buenos, ni todos los que trabajan solos y publican poco son malos. Por muy démodé que sea, apuesto por el pensador independiente, porque el razonamiento individual y original es necesario siempre y en todos los ámbitos. Quizá no sea una apuesta tan trasnochada; es la clásica reivindicación del pensador revolucionario que siguen defendiendo muchos, aunque sean menos de los que cabría esperar. De proyectos, premios, becas y subvenciones está el mundo lleno, y a menudo éstos se conceden a personas y programas con muy poco valor. Sólo conozco un mecenas confío que haya más que, a diferencia del típico papeleo, no pide memorias ni currículos, sino una idea original, porque lo que busca es “a creative, unorthodox thinking” [un pensamiento creativo, no ortodoxo].2

El marco histórico de este libro se inicia en el siglo XVIII y desemboca en nuestros días. Remontarnos un poco al pasado nos ayudará a comprender el pensamiento en serie actual (mecánico, copiado y prefabricado). A pesar de que podríamos ir mucho más atrás rastreando épocas y políticas uniformadoras, empezaré en la Ilustración, cuando se erigía la British Library y su bellísima reading room. Una biblioteca que —ai, las…— ya no existe. La Biblioteca Británica ha sido recientemente desahuciada cediendo su espacio a la avalancha imparable de turistas del Museo Británico. Este libro que tienen en sus manos es de los últimos que nació en ella, antes de que la sala redonda, que los lectores tanto echamos de menos, fuese retirada del servicio activo después de dos siglos de ilustración.