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Mitchell Duneier. Estados Unidos, 1961

Duneier es un sociólogo y etnógrafo estadounidense. Actualmente es Maurice P. During Professor —cargo de profesor y jefe del departamento de Sociología en la Universidad de Princeton—y también profesor visitante distinguido de Sociología en el Centro de Graduados de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Duneier obtuvo su doctorado en la Universidad de Chicago en 1992. Su primer libro, Slim’s Table: Race, Respectability, and Masculinity, ganó el Premio de la Asociación Estadounidense de Sociología de 1994 en la categoría de Publicación Académica Distinguida. También es el autor de Sidewalk (1999), que narra las historias de los vendedores en la Sexta Avenida del Greenwich Village y que ganó el Los Angeles Times Book Prize y el C. Wright Mills Award. La posterior película etnográfica Sidewalk (2010), con Barry Alexander Brown, comienza donde terminó el libro. En 2016, publicó Gueto: la invención de un lugar, la historia de una idea, que ahora presentamos. El profesor Duneier ha enseñado en la Universidad de California en Santa Barbara, la Universidad de Wisconsin en Madison y la Universidad de la Ciudad de Nueva York, donde daba clases regularmente en calidad de profesor visitante, antes de unirse a la Universidad de Princeton. Fue miembro de la junta asesora original de This American Life de Public Radio International. Es el hermanastro del científico político de Harvard Gary King.

 

 

 

Título original: Ghetto: The Invention of a Place, the History of an Idea (2017)

 

© Del libro: Mitchell Duneier

© De la traducción: Ana Momplet

Edición en ebook: diciembre de 2019

 

© Capitán Swing Libros, S. L.

c/ Rafael Finat 58, 2º 4 - 28044 Madrid

Tlf: (+34) 630 022 531

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ISBN: 978-84-120906-6-6

 

Diseño de colección: Filo Estudio - www.filoestudio.com

Corrección ortotipográfica: Victoria Parra Ortiz

Composición digital: leerendigital.com

 

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Gueto

 

 

CubiertaEl 29 de marzo de 1516, el consejo de la ciudad de Venecia emitió un decreto que obligaba a los judíos a vivir en «il geto», un barrio cerrado llamado así por la fundición de cobre que una vez ocupó el área. El término perduró. En este original relato, Duneier traza la idea del gueto, desde sus comienzos en el siglo XVI y su renacimiento de mano de los nazis hasta el presente. Para comprender los conflictos alrededor de la raza y la pobreza en Estados Unidos debemos recordar los guetos de Europa, así como los esfuerzos anteriores para comprender los problemas de la ciudad estadounidense. Gueto es la historia de los intelectuales y activistas que trataron de lograr ese entendimiento. Sus esfuerzos para luchar contra la problemática racial y la pobreza a menudo supusieron la confrontación con los prejuicios de la época o la discriminación académica. Así, Duneier nos presenta a Horace Cayton y St. Clair Drake, que establecieron un nuevo paradigma para pensar sobre el racismo y la pobreza del norte en la década de 1940; al psicólogo Kenneth Clark, que relacionó las condiciones de los barrios marginales de Harlem con la persistencia de la impotencia negra; o al renovador educativo Geoffrey Canada y sus propuestas para transformar las vidas de los niños del centro de la ciudad.

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Índice

 

 

Portada

Gheto

01. Un engaño nazi

02. Chicago, 1944: Horace Cayton

03. Harlem, 1965: Kenneth Clark

04. Chicago, 1987: William Julius Wilson

05. Harlem, 2004: Geoffrey Canada

06. El gueto olvidado

Bibliografía

Agradecimientos

Álbum fotográfico

Sobre este libro

Sobre Mitchell Duneier

Créditos

Hoy en día, mucha gente rechaza comprensiblemente la palabra «gueto» por las asociaciones que guarda con estereotipos estigmatizadores y nocivos —especialmente sobre los afroamericanos—. En Ghettonation: A Journey into the Land of the Bling and the Home of the Shameless, Cora Daniels escribe que, en la actualidad, «gueto» hace referencia a «dientes de oro […], biberones llenos de Pepsi y madres solteras».[1] Una concejala de la ciudad de Nueva York llegó a intentar prohibir su «uso negativo» en documentos oficiales del Gobierno neoyorquino.[2] Hasta una figura tan destacada como Mario Luis Small, el primer decano negro del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Chicago, donde se acuñó la idea de «gueto» como concepto científico social hace casi un siglo, ha pedido que se abandone el término en los estudios sociológicos.[3]

En este libro, espero demostrar que «gueto» sigue siendo un concepto útil —siempre y cuando recordemos sus ricos antecedentes históricos y dejemos de separarlo de su pasado—. La palabra deriva del nombre de una isla veneciana que en su día albergaba una fundición de cobre, o geto.[4] Hace quinientos años, en 1516, las autoridades venecianas obligaron a los judíos de la ciudad a trasladarse a dicha isla y vivir en un espacio cercado por murallas. Así, Venecia fue el primer lugar en tener un gueto con la misma connotación actual de restricción del espacio. En 1555, el papa Pablo IV exigió que los judíos de Roma se mudaran a un barrio igualmente amurallado, que unos años más tarde pasaría a adoptar el nombre veneciano de «gueto». Después, el término se extendió gradualmente a otras ciudades europeas donde los judíos fueron segregados de manera similar de la población general. En todos estos lugares, sufrieron a la vez que prosperaron.

A pesar de que los guetos fueron demolidos en el siglo XIX, en paralelo a la ola creciente de emancipación judía, a partir de finales de esa centuria la palabra empezó a utilizarse cada vez más, primero para referirse a los masificados barrios judíos en Europa y América, y luego como ocasional referencia a distritos negros de una ciudad. La palabra adquirió una prominencia aún mayor cuando los nazis se apropiaron de ella mientras confinaban a los judíos de Europa oriental tras alambradas de espino, a finales de los años treinta. Unos años más tarde, la idea de gueto adoptó un nuevo significado en Estados Unidos. Durante la Segunda Guerra Mundial, mientras ciudadanos estadounidenses negros servían en el Ejército (normalmente realizando arduos trabajos de apoyo logístico) y presenciaban la liberación de los judíos, los negros que se quedaron en el país empezaron a ver paralelismos entre los guetos creados por los nazis y sus barrios segregados, entre la pureza caucásica que perseguían los blancos en Estados Unidos y la pureza aria que Hitler trataba de imponer en Europa. Al igual que hicieran en la Primera Guerra Mundial, comenzaron a preguntarse si realmente habían estado luchando otra vez por la libertad, excepto la suya.[5]

Muchos de los universitarios que asisten a mi seminario sobre la idea de gueto se sorprenden al descubrir que los judíos, y no los negros, fueron el primer pueblo guetificado. He aquí una muestra de la motivación que subyace a este libro: los guetos pueden perderse. Si mi curso se hubiera impartido en un momento anterior de la historia de Princeton, antes de mediados de los años cuarenta, no habría mencionado a los negros y nadie hubiera esperado que así fuera. El docente se habría centrado exclusivamente en los judíos. La relación entre los negros y el gueto ha existido en menos del 10 por ciento de los cinco siglos de historia que tiene la palabra.

Los guetos judíos no son los únicos olvidados por algunas cohortes más jóvenes. Cada vez resulta más difícil recordar los guetos negros de generaciones anteriores —guetos bastante distintos a los que conocemos ahora—. Y conforme la propia palabra ha perdido significado en muchos círculos, también hemos olvidado en gran medida cómo se entendía en conversaciones sobre raza, pobreza y lugar entre científicos sociales,[6] activistas, políticos, periodistas y otros intelectuales. Apenas se reconoce que el término encarna una de las labores más brillantes de la historia de las ciencias sociales, realizada en su mayoría por estudiosos afroamericanos como los que se presentan en estas páginas.

He intentado recuperar esa historia concreta centrándome de manera selectiva en una serie de figuras: Horace Cayton y Saint Clair Drake, cuya investigación sobre el «gueto» de Chicago en los años cuarenta subrayó la importancia de los contratos de vivienda restrictivos y otras medidas coactivas —y sirvió como alternativa al famoso estudio de la situación de los afroamericanos en An American Dilemma (Un dilema americano), de Gunnar Myrdal, economista sueco galardonado con el Premio Nobel—; Kenneth Clark, que revivió el gueto como un concepto explicativo durante el movimiento a favor de los derechos civiles para demostrar cómo la segregación estaba perjudicando a los negros en el norte del país aunque no hubiera leyes de Jim Crow; y William Julius Wilson, que mostró cómo el éxito del movimiento por los derechos civiles facilitó que la clase media negra abandonara el gueto, dejando atrás una población desposeída y con escasas oportunidades económicas. En una época en que el foco ya no incidía sobre los problemas de los negros pobres, Wilson sostenía que la única forma de que los blancos se interesaran por la falta de trabajo de los adultos negros o siquiera por la pobreza entre los niños negros era centrarse en programas que también ayudaran a los blancos. Pero salvar el racismo (y el clasismo) de los blancos privilegiados tampoco fue suficiente por sí solo para generar el tipo de apoyo que Wilson esperaba.

Así pues, volvemos a guetos individuales abandonados a su suerte y a activistas y reformadores que intentan obrar milagros desesperadamente sobre el terreno. Hace poco, una tentativa concreta logró suscitar bastante atención, apoyo y fama para su fundador y guía: Geoffrey Canada y su Zona Infantil de Harlem. Canada defiende que, aunque los esfuerzos centrados exclusivamente en mejorar la situación del conjunto de los negros pobres no prosperen, la presión en toda la cancha sí lo hará. Su iniciativa también asume que la filantropía privada puede sustituir a veces las políticas públicas, y en algunos casos formar parte integral de ellas. Barack Obama intentó poner las ideas de Canada en el centro de la política urbana nacional, pero le fue imposible recabar apoyos significativos en el Congreso. Por ahora, el éxito de Canada se basa en sus carismáticos esfuerzos y la generosidad de unos pocos blancos millonarios muy comprometidos.

Nos encontramos ante los restos de un sistema de exclusión antiquísimo y ningún remedio claro. Aun peor, estamos empezando a salir de lo que podría describirse como la mayor y más significativa intervención que ha habido recientemente en la vida de los afroamericanos pobres: una Guerra contra las Drogas basada en el fondo en su propia fantasía desinformada de una solución. La táctica surgió de manera gradual, después de que la desindustrialización hiciera cada vez más inservibles a los negros pobres en las ciudades. El gueto negro se convirtió en una zona monitorizada y llena de policía. Hoy en día, la mayoría de varones del gueto, que son objeto de una vigilancia policial al estilo paramilitar, como las operaciones de detención y registro (stop and frisk), pasarán una temporada en la cárcel. El gueto ya no puede definirse simplemente como un área segregada donde vive la mayoría de los negros. Debería entenderse como un espacio para el control social invasivo sobre los afroamericanos pobres. Como tal, muchas de las ideas que surgieron acerca del gueto en tiempos de la Segunda Guerra Mundial pueden ser más relevantes que nunca.

En este libro, busco una conciencia histórica cada vez más escasa en nuestro conocimiento. Se ha perdido tanto, que deberíamos recordarlo, aunque solo sea porque lo que no ha desaparecido es el legado atormentado del gueto.

[1] Cora Daniels, Ghettonation: A Journey into the Land of the Bling and the Home of the Shameless, Nueva York: Doubleday, 2007, p. 3.

[2] María Baez y Larry B. Seabrook, Resolution Declaring a Symbolic Ban on the Negative Use of the Word «Ghetto», en New York City, Res. 1.723-2008, 2008.

[3] Mario Luis Small, «Four Reasons to Abandon the Idea of “The Ghetto”», City & Community 7, n.º 4 (diciembre de 2008), p. 389. El distinguido artículo de Small es complejo, y su razón para abandonar el concepto de gueto afecta a dilemas relacionados con si las ciencias sociales deberían formar conceptos tal y como lo hacen sobre las cualidades estigmatizadoras del gueto, que también se discuten como razones.

[4] Parte de este terreno fue tratado en el ejemplar artículo de introducción a Ray Hutchinson y Bruce D. Haynes (eds.), The Ghetto: Contemporary Global Issues and Controversies, Boulder (EE. UU.): Westview Press, 2012, pp. vii-1. La diferencia fundamental en nuestros planteamientos es que ellos no discuten la época nazi.

[5] Saint Clair Drake y Horace R. Cayton, Black Metropolis: A Study of Negro Life in a Northern City, Chicago: University of Chicago Press, 1993, p. xli.

[6] Para la historia general definitiva de la transformación del estudio de la pobreza estadounidense, véase Alice O’Connor, Poverty Knowledge, Princeton (EE. UU.): Princeton University Press, 2001.