Marchamos en la noche; sabemos que hay una finalidad y, sobre todo, una luz para ir, pero no podemos tomarla en nuestras manos. Estar obligados a atrapar el pasado para el futuro y aceptar el futuro sin poder adelantarlo, como los niños reciben el alimento: esta es la materia metafísica, que es la señal de lo creado.

 

MAURICE NÉDONCELLE

 

 

A búhos despiertos de todas las noches

 

Cuando cae la noche

en la vida y sueños

de varias generaciones,

unos velan mientras otros duermen.

 

Conciencia despierta

transparenta esperanza al alba,

la mirada del búho,

insondable claridad,

traspasará el cristal en herméticas soledades.

 

Luz del día condensada,

ojos del mundo doliente

que camina a ciegas,

aquellos que, como el búho,

ven la verdad a través de las sombras

mientras es de noche

quizá aceleren la llegada del nuevo día.

 

Blanco búho, luminaria del bosque silente,

que distingues los múltiples colores del día,

la luz condensada en tu mirada sin parpadeo

alumbra los ojos que la ven aun en la noche.

 

Como búhos despiertos en la noche,

con el candil encendido y provistos de aceite,

algunos mantienen la mirada atenta

y la conciencia alerta

para que el juego de luces y sombras

no llegue a deslumbrar

al resto de habitantes del bosque

y la ceguera de ser transitoria pase a ser irreversible.

 

Búhos despiertos

con la Luz del día en la mirada,

alejad las sombras

que ciegan

y no dejan Ver.

 

A búhos despiertos de todas las noches.

 

CONCEPCIÓN MERÍ CUCART,

Eremia de luz. Poemario 2012-2016.

Valencia, Autoedición, 2016

INTRODUCCIÓN

 

En los «Temas de debate» del diario La Vanguardia se abordó el de una «Espiritualidad laica». El análisis lo hacía Marià Corbí, director del Centro de Estudio de las Tradiciones Religiosas (CETR), y la clave del tema la trataba María José Frápolli, catedrática de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Granada. M. Corbí, en su artículo «Cultivar la cualidad humana», afirma:

 

Hay un grito, quizá angustioso, que clama por buscar con urgencia la cualidad humana, la espiritualidad de nuestros antepasados; cuanto más honda, mejor, para gestionar sociedades de potentes ciencias y tecnologías, de lo contrario se podrían volver contra nosotros, contra las especies vivientes y contra el medio, como ya está ocurriendo [...] Los cambios afectan a todos los niveles de nuestra vida: el crecimiento acelerado de las ciencias cambia constantemente la interpretación de la realidad, las tecnologías cambian continuamente nuestras formas de incidir en ella, nuestras formas de trabajar, de organizarnos y, como consecuencia, nuestras formas de sentir y actuar [...] El cultivo de la espiritualidad, de la cualidad humana que fomentaban las religiones, tendremos que estructurarlo y motivarlo sin creencias, sin religiones ni sumisiones, como una indagación laica y libre, individual y colectiva, pero heredando toda la sabiduría que durante milenios acumularon las religiones y tradiciones espirituales de la humanidad. En una sociedad globalizada, todas las religiones y tradiciones espirituales ya son nuestras [...] Hay que aprender a heredar el pasado sin tener que vivir como ellos. Una sociedad de conocimiento sin cualidad humana es una grave amenaza para el planeta 1.

 

Estas afirmaciones de Corbí sobre «el cultivo de la cualidad humana» nos hacen pensar, con matices, en el movimiento de la Nueva Era. Los sociólogos y los historiadores de la religión que se han ocupado de este tema afirman que no se trata de un movimiento religioso, una religión o una secta, sino del resultado de una red global que conecta centros y grupos que entre sí tienen algunos temas de referencia en común, pero sin que esta vinculación sea estable, permanente o jerárquica para crear un movimiento. La red de la Nueva Era se escabulle de las definiciones precisas, pero es posible describirla en clave psicológica, histórica, sociológica o doctrinal. Lo que une a la red de la Nueva Era es un espíritu «alternativo» a la tradición religiosa dominante en Occidente, que es la cristiana, y la esperanza de una nueva era, o sea, la New Age o la Era de Acuario, que tomará el lugar de la Era de Piscis. La Nueva Era declara no tener una doctrina; como mucho propone una «vaga espiritualidad», dejando así el esfuerzo de reconstrucción doctrinal a cargo del intérprete 2.

Y María José Frápolli, en su artículo «De naturaleza, espirituales», afirma:

 

Nuestra naturaleza es ser espirituales [...] Los humanos, así como la materia de la que estamos hechos y la actividad racional sostenida por ella, somos parte de un mundo natural con impresionantes logros espirituales. La Declaración Universal de los Derechos Humanos es espiritualidad laica en estado puro [...] Una trampa en la que caemos al hablar de espiritualidad es suponer que la ética está vacía si no se fundamenta en la creencia en un Ser externo al individuo que dicta lo que es correcto. Sin embargo, la ética que emana de nuestra conciencia de seres autónomos representa un estadio superior en nuestro desarrollo como seres humanos. El imperativo kantiano condensa la esencia de la racionalidad madura, que exige la toma de decisiones y la asunción de sus consecuencias 3.

 

En cuanto a lo que dice Frápolli sobre la «fundamentación de la ética en la creencia», hay que decir que la ciencia, que comienza estudiando las relaciones entre partículas elementales de la materia, no debe pararse ante la aparición de la conciencia en el ser humano y debe abrirse a la trascendencia. El universo está atravesado por la presencia de Dios y requiere una visión unitaria del mismo, que debe aportar la ciencia, ya que esta es más que un conjunto de conocimientos sobre la naturaleza que sirven para el progreso tecnológico. La ciencia constituye la base de una futura unidad humana que, cuando es penetrada por la fe, es fuente de mística. La ciencia no se opone a la religión, sino que la prepara. La ciencia nos ayuda a encontrar el sentido de la realidad. Si bien hay que respetar la autonomía entre fe y ciencia, es necesario que no se ignoren y que dialoguen. Dios no es el fruto esperado del universo, sino el fruto inesperado de este mismo universo, ya que, al sumergirse en este por la encarnación, se somete a las leyes de la evolución, y en un momento determinado, «al llegar la plenitud de los tiempos», emerge el Hijo del hombre, de la misma manera que emergió la materia, la vida o la conciencia. Y esto es así ya que la consistencia de las cosas no nace de ellas mismas. El único factor estable es el Cristo universal, semilla divina que hace «evolucionar la evolución».

Así pues, si esta búsqueda de una «cualidad humana», como se denomina a la espiritualidad laica, quiere llegar a buen puerto y no quiere quedarse en «formas huecas de espiritualidad sin fundamento», debe ir por caminos de profundización interior gracias al silencio, la sabiduría y la mística. Es decir, desarrollando en plenitud nuestra inteligencia espiritual. Las presentes preguntas desde el silencio están pensadas para ayudar a desarrollar y vivir en plenitud nuestra personalidad. Pues en el silencio se alumbran grandes cosas.

1

¿QUÉ ES LA INTELIGENCIA ESPIRITUAL?

 

Hoy es importante dialogar con el «nuevo ateísmo» para tender puentes, y uno de estos puede ser descubrir lo que es la inteligencia espiritual (IES). Recordemos que, entre los argumentos del ateísmo, el más clásico y que pervive en nuestros días es el siguiente: la fe no es un conocimiento cierto, no tiene nada que ver con la ciencia, que es el verdadero conocimiento, demostrativo y racional; por tanto, la fe ha de ser desechada o superada. Mientras la ciencia se apoya en hechos y establece posiciones demostradas, la fe religiosa se limita a hacer afirmaciones dogmáticas basadas en una autoridad, y ante las cuales la persona tiene que renunciar a toda verificación racional.

Se está dando prioridad aquí a la inteligencia racional (IR), que se mueve por argumentos lógicos y que es la capacidad que tenemos las personas de aprender y comprender. Se olvida que nuestra inteligencia tiene una triple dimensión: emotiva, racional y espiritual. Y, si no se desarrollan estas tres dimensiones, la persona queda reducida, decapitada.

Lo que se acepta por fe nunca se percibe como una perfecta conclusión racional, porque no se razona a partir de evidencias, y, en ese sentido, la fe puede ser suprarracional, pero nunca podrá ser contrarracional o antirracional. Es un conocimiento razonable, es decir, conforme a la razón, y, por tanto, susceptible de ser razonado.

Antony Flew, considerado durante decenios como el principal representante del ateísmo filosófico anglosajón, investigando sobre el origen del universo, el de la vida y las leyes de la naturaleza, se dio cuenta de que tenía que haber una Mente inteligente, llegando a aceptar racionalmente la existencia de Dios, que es el preámbulo decisivo para la fe. Es en este momento cuando se puede dar, por la gracia del Espíritu Santo, el encuentro con la divinidad, la iluminación de la fe en el seno de la IE, que no se alimenta con palabras (IR) ni con emociones (IES), sino con el silencio hecho oración y contemplación, y que se transforma en sabiduría, fruto del conocimiento espiritual, que nos capacita para descubrir lo que Dios espera de nosotros y discernir el camino para la realización de esta meta.

2

¿CAMBIAR EL MUNDO?

 

En un escrito supuestamente encontrado en las criptas de la abadía de Westminster se dice:

 

Cuando era joven y libre y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Al volverme más viejo y más sabio descubrí que el mundo no cambiaría; entonces decidí cambiar solo mi país. Pero también él parecía inamovible. Al entrar en mis años de ocaso, en un último intento desesperado, me propuse cambiar solo a mi familia, a mis allegados, pero, por desgracia, no me quedaba ninguno. Y ahora que estoy en mi lecho de muerte, de pronto me doy cuenta: si me hubiera cambiado primero a mí mismo, con el ejemplo habría cambiado a mi familia. A partir de esa inspiración y estímulo podría haber hecho un bien a mi país y, quién sabe, tal vez incluso... habría cambiado el mundo.

 

Eduardo Punset viene a ratificar lo aquí descrito:

 

Con los años ves que no puedes transformar el mundo, pero sí la mente, y ese es el gran descubrimiento: puedes cambiar el cerebro de la gente […] Transformar la sociedad es educar a los niños a gestionar sus emociones […] Recuperemos una vieja verdad de las pocas que se sostienen de pie: lo que no hagas de los cuatro a los nueve años es tiempo perdido.

 

Y más adelante afirma:

 

Los neurólogos y psicólogos saben que actuamos no en función de lo que vemos, sino de lo que pensamos que vemos, de nuestras convicciones. Una decisión tomada en un ambiente emocional tiene mayor relevancia que la misma decisión tomada fríamente 4.

 

Todo lo dicho hasta aquí recuerda la frase «conócete a ti mismo», que algunos atribuyen a Tales de Mileto, en el sentido de que comprenderse uno mismo es sinónimo de comprender a los demás.

3

¿BÚSQUEDA DE SENTIDO?

 

En el año 1942, durante la invasión nazi, liderada por Adolf Hitler, el catedrático de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de Viena, Viktor Frankl (1905-1997), decidió permanecer en la ciudad para no dejar a sus ancianos padres, pese a que tenía la posibilidad de emigrar con su mujer a Estados Unidos. Pocas semanas después fue deportado junto al resto de su familia a un campo de concentración. Tras meses de impronunciables vejaciones presenció la muerte de su padre y tuvo que renunciar a su libreta, donde anotaba sus investigaciones, que fue destruida. Las extremas situaciones que le tocó vivir le hicieron profundizar en la búsqueda del sentido, descubriendo que los seres humanos son capaces de conquistar su propia felicidad mediante el desarrollo de la inteligencia espiritual, lo que le permitió enfrentarse a la soledad y a las privaciones del campo de concentración. Finalmente, fue liberado el 27 de abril de 1945 por el ejército norteamericano. Había perdido a sus padres, a su hermano y a su mujer, además de incontables amigos y compañeros. Al regresar a Viena escribió El hombre en busca de sentido 5, donde afirma que «el ser humano no tolera el vacío existencial».

Las personas no nos conformamos con vivir entre las cosas y las personas, necesitamos autotrascendernos, saber cuáles son las razones últimas de nuestro ser y de nuestro actuar. Esto es tan decisivo para la vida humana que, al no encontrar un sentido último, aparecen los desequilibrios psicopatológicos o las evasiones, desde las drogas hasta el suicidio. La mutilación de la trascendencia es la mutilación radical del ser humano, de la que brotan muchas de sus frustraciones. Necesitamos cultivar urgentemente una sabiduría superior que vaya más allá de la ciencia, que humanice nuestra vida y que responda a la plenitud de las exigencias de nuestra naturaleza espiritual.

4

¿CÓMO HA EVOLUCIONADO EL CEREBRO?

 

Hace aproximadamente cien millones de años aparecieron los primeros mamíferos superiores. A los instintos, impulsos y emociones se añadió la capacidad de pensar de forma abstracta; de comprender las relaciones globales existentes, más allá de la inmediatez del momento presente; de desarrollar un yo consciente y una compleja vida emocional. En esencia, el cerebro humano consta de tres formaciones con su propia subjetividad individual, su propio sentido del tiempo y el espacio y su propia memoria, además de otras funciones. En orden de evolución, estas tres formaciones son: 1) la parte reptiliana, responsable de la parte más primitiva de reflejo-respuesta. No piensa ni siente emociones, solo actúa cuando nuestro cuerpo se lo pide: control hormonal y de la temperatura, hambre, sed, motivación reproductiva, etc.; 2) la parte límbica, que es el almacén de nuestras emociones y recuerdos. En él se encuentra la amígdala, considerada la base de la memoria afectiva: miedo, rabia, amor maternal, relaciones sociales, celos, etc.; y 3) la parte del neocórtex o cerebro, que es la que permite tener conciencia y controlar las emociones, a la vez que desarrolla las capacidades cognitivas: memorización, concentración, autorreflexión, resolución de problemas, habilidad de escoger el comportamiento adecuado, etc.

La corteza cerebral, la nueva y más importante zona del cerebro humano, recubre y engloba las más viejas y primitivas regiones del cerebro, que no han sido eliminadas, sino que permanecen debajo, sin ostentar ya el control del cuerpo, pero aún activas. La corteza cerebral no solamente es el área más accesible del cerebro, sino también la más distintivamente humana. La mayor parte de nuestro pensar o planificar, del lenguaje, la imaginación, la creatividad y la capacidad de abstracción proviene de esta región cerebral. Y, si no existieran las neuronas, el comportamiento sería limitado y la mente no sería posible. Y, si no hay mente, entonces tampoco hay conciencia, solo precursores de la conciencia.

5

¿CUÁNDO SURGIÓ LA CONCIENCIA?

 

No hay signos de conciencia en las bacterias, tampoco en los organismos unicelulares o pluricelulares simples, ni en los hongos o en las plantas. Ninguno de estos organismos tiene cerebro, y mucho menos mente. La aparición de la conciencia estuvo vinculada a cambios evolutivos en el cerebro, en el comportamiento y en la mente, que, en última instancia, condujeron a la cultura, una novedad radical en la gran trayectoria de la historia natural. La aparición de las neuronas, que trajo consigo la diversificación del comportamiento, allanó el camino a la aparición de la mente, que constituye sin duda un acontecimiento trascendental en la gran trayectoria evolutiva.

A medida que este desarrollo se hizo más complejo, se pusieron en juego funciones como la memoria, el razonamiento y el lenguaje, que fueron a su vez evolucionando, así como el arte, que fue un medio privilegiado con el que realizar un intercambio de información objetiva y emocional, considerada importante para los individuos y la sociedad, algo que se consolidó en los primeros poemas épicos, en el teatro y en la escultura. Desconocemos cuál fue la relación exacta entre la aparición del lenguaje, por un lado, y, por el otro, la explosión de la expresión artística y de una sofisticada industria de elaboración de herramientas que caracterizan al Homo sapiens, pero sabemos que desde hace decenas de miles de años los seres humanos tenían unas costumbres funerarias tan sofisticadas que les llevaban a dispensar un trato especial a los muertos y a emplear el equivalente de nuestras losas sepulcrales. Esto resulta inconcebible sin una vigorosa conciencia subjetiva.

6

¿QUÉ DIMENSIONES TIENE LA INTELIGENCIA?

 

Será bueno aclarar, en primer lugar, que la inteligencia no es el cerebro. La mente es una realidad inmaterial, irreductible, por tanto, a lo biológico y, con más razón, a lo físico, aunque precise una infraestructura orgánica con la que interactuar. Así, la inteligencia humana tiene una estructura cerebral muy desconocida. Los humanos buscamos la belleza, nos preocupamos por una ética utópica, organizamos actividades majestuosas de recreo y juego y desplegamos actividades aparentemente inútiles basadas en mitos que crean una nueva realidad por encima de realidades observables con la ciencia experimental. Nuestra inteligencia tiene una triple dimensión: emotiva, racional y espiritual. Si no se desarrollan estas tres dimensiones, la persona queda reducida, decapitada. En 1983, el doctor Howard Gardner comenzó a difundir que no existe una sola manera de conocer y de relacionarse con el entorno, donde se identifica exclusivamente la inteligencia con el coeficiente intelectual (CI) que las personas tenemos. La inteligencia racional (IR) tiene muchos seguidores, pues ofrece grandes avances técnicos y científicos, pero poca humanidad. Aquí podríamos situar todo lo referente a la búsqueda de la verdad (la ética).

En 1990, el psicólogo estadounidense Daniel Goleman puso de manifiesto que la estructura base del ser humano no es la razón, sino la emoción. Primero somos seres de pasión, de empatía, y después seres de razón. Se estaba refiriendo a la inteligencia emocional (IE). Aquí podríamos situar todo lo referente a la búsqueda de la belleza (la estética).

Finalmente, será el psiquiatra Robert Cloninger quien, en 1994, dirá que la inteligencia espiritual (IES) es la que hace que el ser humano se trascienda, encuentre el sentido de lo sagrado y tenga comportamientos virtuosos, que son exclusivamente humanos, como el perdón, la gratitud o la compasión. Aquí podríamos situar la búsqueda de la bondad (la mística).

7

¿UN CEREBRO CON DOS HEMISFERIOS?

 

Analizando más en detalle el cerebro vemos que está formado por dos partes. Cada una de estas se encarga de los distintos procesos mentales: 1) el hemisferio izquierdo, nuestra parte consciente, se encarga de la lógica, el razonamiento, el lenguaje, los números, el análisis, la linealidad y las abstracciones; 2) el hemisferio derecho, nuestra parte inconsciente, se encarga de las emociones, la música, las imágenes, los colores, el reconocimiento de las formas y de la creatividad en general. Así, los dos hemisferios tienen funciones diferentes: 1) el lado izquierdo o la IR utiliza las palabras y el lenguaje; analiza el presente y el pasado; es el lugar de las matemáticas y de la ciencia; es el ámbito del conocimiento, del orden y de la percepción de modelos; conoce el nombre de los objetos; se basa en la realidad; organiza estrategias; es práctico y seguro; 2) el lado derecho o la IE utiliza los sentimientos; se orienta a ver el panorama general imaginativo; encuentra símbolos e imágenes; ve el presente y el futuro; es el ámbito de la filosofía y de la religión; cree; aprecia; es el lugar donde fluye la fantasía; estudia las posibilidades; es impetuoso y asume riesgos, y, finalmente, 3) la IES, sin anular la IE ni la IR, como un faro, ilumina y orienta a toda la inteligencia en la búsqueda de sentido.

8

¿QUÉ ES LA VIDA PSÍQUICA?

 

La vida psíquica es el resultado de un esfuerzo permanente de simbiosis entre dos cerebros. Por un lado, un cerebro cognitivo (IR), consciente, racional y volcado al mundo externo. Por otro, un cerebro emocional (IE), inconsciente, preocupado sobre todo por sobrevivir y ante todo conectado con el cuerpo, ya que en lo más profundo del cerebro emocional está la zona «límbica», que compartimos con los mamíferos y, en parte, con los reptiles. Así, el tratamiento de la información en la IE es más primitivo que en el neocórtex (IR), pero es más rápido y está más adaptado a las reacciones esenciales de supervivencia. Cuando la IE y la IR se complementan, una para dar rumbo a lo que queremos vivir (IE) y la otra para hacernos avanzar por ese camino de la manera más inteligente posible (IR), sentimos una armonía interior que sustenta las experiencias duraderas de bienestar.

Hasta ahora, todos los test de inteligencia se hacían solamente teniendo en cuenta la IR, basándose en el CI. Pero ahora también podemos determinar el coeficiente emocional (CE) de la IE. Se puede medir a partir de estas cuatro funciones:

 

1) La aptitud para identificar su propio estado emocional y el de los demás.

2) La aptitud para comprender el desarrollo natural de las emociones.

3) La aptitud para razonar sobre las propias emociones y las de los demás.

4) La aptitud para regular las propias emociones y las de los demás.

 

Estas cuatro aptitudes son los fundamentos del dominio de sí mismo y del éxito social: conformar la base del conocimiento de uno mismo, de la moderación, de la compasión, de la cooperación y de la capacidad de resolución de conflictos.