cover

Breves historias inspiradoras para los emprendedores
y líderes del siglo XXI

Jesús A. LACOSTE

ÍNDICE

Prólogo

Introducción

1. Historias inspiradoras en la medicina

Santiago Ramón y Cajal

Ben Carson

2. Historias inspiradoras en la literatura

J. K. Rowling

3. Historias inspiradoras en la música

Elvis Presley

4. Historias inspiradoras en la política

Abraham Lincoln

Nelson Mandela

5. Historias inspiradoras en los negocios

Chris Gardner

Steve Jobs

Bill Gates

Reinhard Mohn

Heloisa Zica Assis

Indra Nooyi

Sam Walton

6. Historias inspiradoras en la ciencia

Charles Darwin

7. Historias inspiradoras en el deporte

Vicente del Bosque

Rafael Nadal

David Casinos

8. Historias inspiradoras en el cine

Walt Disney

9. Historias inspiradoras personales

Jessica Cox

Hellen Keller

Liu Wei

PRÓLOGO

Hoy en día, la palabra emprendedor está presente en multitud de ámbitos: redes sociales, medios de comunicación, discursos políticos, tertulias, etcétera. Según el Diccionario, «emprendedor» es la persona «que emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas». Hay dos conceptos claves en la definición: la resolución y la dificultad de las acciones que se emprenden. En primer lugar, la resolución equivale a la ejecución y es este concepto el que hace verdaderamente exitoso un emprendimiento. Las buenas ideas solo son eso, ideas, pero se convierten en realidad cuando se ejecutan con éxito. En segundo lugar, en cuanto a lo difícil o azaroso del emprendimiento, el riesgo de fracaso siempre está presente en mayor o menor medida, por ello muchas veces los emprendedores son considerados como verdaderos héroes cuando logran sus objetivos imposibles.

En muchos casos, la referencia a los emprendedores va unida a la situación económica actual y se los menciona como una de las alternativas para lograr de nuevo el ansiado crecimiento económico. A veces, en mi opinión, esta referencia se hace de forma irresponsable, pues se dibuja en ocasiones un mundo ideal donde cualquier persona puede ser emprendedora, los proyectos tienen un alto porcentaje de éxito y son la panacea para sacar a los países de la crisis. Emprender no es fácil y hay muchas más historias de fracasos que de éxitos.

Emprender exige grandes sacrificios personales y económicos, y también una gran capacidad de trabajo y perseverancia. Además, las crisis no favorecen normalmente el crecimiento de nuevos negocios, por lo que el entorno de dificultad que define al emprendedor se agrava en muchos casos. Emprendamos pues, pero con responsabilidad, y no exijamos en demasía a los emprendedores, pues sus espaldas no son tan anchas como para sacar a un país de la crisis. Para ello hacen falta los emprendedores, sin duda, pero también la actuación conjunta de las grandes empresas, instituciones y la Administración.

Emprendimiento, resolución y dificultad son conceptos que están presentes en Breves historias inspiradoras para los emprendedores del siglo XXI, en el que Jesús Lacoste recopila una serie de historias inspiradoras publicadas en su blog. Jesús nos describe en 21 cortas narraciones las historias de igual número de personas singulares que a lo largo de la historia han destacado en diferentes campos.

Se trata de un libro de fácil lectura por la estructura de los relatos de la vida de cada uno de los personajes, en donde nos hace partícipes de sus historias de éxito, pero plagadas también de fracasos iniciales. Y son esos fracasos en muchas ocasiones los que logran un éxito final. Hoy en día, en el entorno emprendedor se habla constantemente del fracaso y su valor como lección. De hecho, en numerosos medios profesionales se pregunta a las personas por sus historias de fracaso y se las invita a narrar su vida profesional desde el punto de vista de las historias fallidas y los aprendizajes logrados.

Los personajes que en este libro se describen no son iguales, ni mucho menos, pues provienen de mundos tan distantes como la música, la medicina o el deporte. ¿Qué tienen en común Elvis Presley, Walt Disney, Abraham Lincoln, Charles Darwin o Rafa Nadal? Son historias de personas que han llegado al éxito a través de su esfuerzo, superación personal, trabajo y una persecución incansable de sus sueños.

Algunos llaman la atención por comenzar sus vidas alejados de lo que más tarde sería su éxito, como el premio nobel Ramón y Cajal, un mal estudiante, o el neurocirujano Ben Carson, quien sufría acoso escolar por su dificultad para la lectura y falta de aptitudes. Otros destacan por su visión de negocios como Jobs, Gates o Sam Walton, quien logró crear una de las cadenas minoristas más importantes del mundo desafiando las reglas establecidas y entendiendo la tecnología como un facilitador de su negocio. Hay también historias extraordinarias de superación personal, como los casos de Jessica Cox y Liu Wei, quienes se negaron a ser distintos a pesar de faltarles los brazos, y cómo no, la increíble historia de Hellen Keller, quien fue capaz de pasar de una incomunicación total siendo sordo muda y ciega a obtener un título universitario, impartir conferencias y escribir la historia de su vida.

Por su título, Breves historias inspiradoras para emprendedores y líderes del siglo XXI está dirigido a emprendedores y líderes, aunque estoy seguro de que su lectura entretendrá e inspirará a todo tipo de lector.

Disfruten con su lectura, ¡e inspírense!

Gonzalo MARTÍN-VILLA

CEO de Wayra

Telefónica

INTRODUCCIÓN

La vida no es un camino de rosas. Hay personas que tienen suerte de haber nacido en un país, entorno o familia con recursos suficientes para gozar de oportunidades y posibilidades que a otras personas les son negadas. Sin embargo, crecer en el seno de una familia rica no garantiza el éxito o la felicidad. Por el contrario, nacer en un entorno carente de recursos tampoco es determinante del fracaso futuro. Ambas condiciones pueden modular e influir de manera decisiva en la evolución de las personas, pero siempre existe una variable fundamental que puede hacer que todo cambie: la decisión de construir la propia vida según sus propios criterios.

Todas las personas construimos nuestra realidad según las interpretaciones que realizamos. Lo que alguien ve como una catástrofe, otros lo pueden ver como una oportunidad de aprendizaje y mejora. Dependiendo de las interpretaciones que hagamos, así nos sentiremos y así actuaremos.

Ante cualquier dificultad que encontremos en la vida, podemos reaccionar llenándonos de ansiedad, de frustración y de resentimiento o podemos responder de una forma más serena y equilibrada. Si no somos más creativos a la hora de encontrar nuevas oportunidades de mejora, no es porque nos falte la capacidad para serlo, sino porque no creemos lo suficientemente en nosotros mismos o nos falta hambre por triunfar. La fe y el deseo no hacen que las cosas se consigan como por arte de magia. Lo que la fe o el deseo hacen es que, por largo y difícil que sea el camino, sigamos esforzándonos y buscando soluciones sin desfallecer.

En este libro presento algunas historias de seres humanos que se encontraron con dificultades en su vida que parecían del todo imposibles de superar. Sin embargo, lo hicieron, las superaron. Y, ¿por qué o cómo las superaron? Posiblemente, porque todos ellos tenían el convencimiento de que podían aspirar a una vida mejor, y estaban dispuestos a hacer lo necesario para lograr la vida a la que aspiraban. A veces nos acomodamos en nuestra zona de confort y ya no tenemos ambición. Nos resignamos a mantener la vida que llevamos o creemos que no merece la pena el esfuerzo por cambiar. Sin embargo, la ambición por mejorar es saludable.

No podemos estar constantemente recordando fracasos pasados o centrarnos obsesivamente en el bienestar presente. Hay que lograr que nuestro pasado pese menos que nuestro futuro. La duda y el miedo no son buenos compañeros de viaje. Con ellos no se llega a ningún sitio que valga la pena. En estas historias inspiradoras podrás encontrar el ejemplo de personas que lucharon sin descanso por su propio futuro, por mejorar las condiciones innatas de una vida poco favorable; personas que construyeron su historia a partir de lo que tenían pero que creyeron fuertemente en sus posibilidades de cambio.

No vivas la vida de otros. Aprende de estas historias cómo tú puedes ser el escultor de tu propio cerebro y convertirte en un líder inspiracional para tu gente, tu equipo o tu familia.

Tenerife, 6 de mayo del 2013

1
HISTORIAS INSPIRADORAS EN LA MEDICINA

SANTIAGO RAMóN Y CAJAL, UN MAL ESTUDIANTE QUE GANÓ EL PREMIO NOBEL

Don Santiago nació en Petilla de Aragón (Navarra) el 1 de mayo de 1852. Vivió su infancia entre continuos cambios de residencia por distintas poblaciones aragonesas (de hecho, él siempre se consideró aragonés) acompañando a su padre, que era médico cirujano. Santiago era de carácter muy travieso y juguetón.

pg7

¡Vaya niño!

Según me contó mi amigo Carlos Salas, la infancia de Ramón y Cajal no tiene desperdicio. El lector interesado puede profundizar en la propia obra de Ramón y Cajal Mi infancia y juventud.

Desde muy niño sus travesuras eran constantes: le encantaba lanzar piedras a sus amigos, asaltar viñas, robar melocotones, y por supuesto, romper cristales y farolas. El padre, con un carácter más recto, le daba soberbias palizas, pero el chico no se enderezaba. Además le encantaba pintar y dibujar. Embadurnaba tapias con la misma facilidad que pintaba cualquier pared, fachada o puerta. El padre repudiaba esta manía. Y en casa, en lugar de estudiar, el chico pasaba el tiempo haciendo garabatos y pintando.

Los padres pensaron que a lo mejor era su vocación y consultaron con un conocido, que era especialista en restaurar obras de arte. Le enseñaron las obras de Santiago, figuras humanas, y el experto respondió: «¡Vaya mamarracho!». «¿De veras no tiene aptitudes para el arte?», preguntaron los padres. «Ninguna —respondió el otro—. Es un pintamonas.» El chico estaba presente y volvió a su casa aplanado. Fue entonces cuando el padre tomó la decisión de que Santiago estudiaría medicina cuando fuera mayor.

pg8

Pero en la escuela, el chico resultó ser muy mediocre. Se escapaba, no iba a clase y a veces pasaba varios días en el monte sin aparecer ni por la escuela ni por su casa. El padre, que era un hombre antiguo y atrasado en la educación, le daba continuas palizas.

Durante las clases, Santiago hacía caricaturas y la pasaba a los compañeros, que se reían a gusto. Pero a los maestros no les gustaban nada esas caricaturas, y como era un pueblo con una escuela muy atrasada, encerraban al niño en el cuarto oscuro para intimidarlo. Allí, él se ponía a pintar, pues la habitación era una cámara oscura gracias a los hilos de luz que se filtraban del exterior y formaban figuras invertidas en el techo.

El padre al fin lo trasladó a una escuela mejor cuando entró en bachillerato. Seguía con la convicción de que su hijo estudiase medicina, pero Santiago discutía diciendo que eso sería perder tiempo y dinero, porque lo único que le gustaba era pintar, ya fuese en paredes o en cuadernos, pero solo pintar. El padre intentó disuadirlo refiriéndole la cantidad de artistas que habían fracasado. Era más práctico estudiar idiomas y aprender medicina que ser artista.

Así las cosas, el padre lo llevó a un colegio religioso para que hiciera el bachillerato, pero advirtió a los curas de que su hijo era «corto». Así lo dijo. «No le exijan lecciones al pie de la letra porque es corto.» El padre añadió que el chico tenía problemas de expresión y no sabía explicarse muy bien.

El chico fue abochornado en público delante de sus compañeros, castigado y humillado. La única forma que Santiago tenía de evadirse de aquel rebajamiento era pintar y dibujar. Se convirtió en un chaval huraño, pues su otra afición era dar paseos y excursiones en solitario

Por más que lo intentaban, los curas no eran capaces de meter la gramática en su cabeza y los idiomas se le daban fatal. Como era un internado y Santiago no mejoraba, los profesores decidieron castigarlo con la pena del ayuno, ya que los correazos no servían. Pero el chico reaccionó con violencia: hablaba y enredaba en clase, tramaba burlas y desafiaba a los profesores.

Nada servía. Lo encerraban en una especie de celda, y Santiago aprendía la forma de violar la cerradura. Lo llevaban a otra celda y se escapaba por la ventana, escalando por la pared.

En vacaciones, cuando regresó a su pueblo, el chico no mejoró. Se dedicó al boxeo con los amigos, y un día, en su tiempo libre, fabricó un cañón de madera, lo reforzó con alambre y hojalata, y lo ensayó contra la puerta de un cercado. El estampido dejó un enorme boquete en la puerta. Por supuesto, el labriego dueño de la puerta lo denunció a la Guardia Civil, y Santiago acabó en la cárcel. Tenía 11 años. Y pasó las noches acompañado de pulgas, chinches y piojos. El padre no movió un dedo. «Pero el chico no mejoró» porque… al salir, se dedicó a las armas de fuego: le encantaban la pólvora, las escopetas y los fusiles.

Los padres lo cambiaron de colegio pero al ver que no tenía aptitudes, decidieron que volviera al pueblo y que se pusiese a trabajar. Lo metieron en una peluquería y luego en una zapatería. Pero en sus ratos libres se emborrachaba e iba de juerga y se enfrentaba a la policía. Lo tenían fichado. Como le seguía gustando la pintura logró matricularse en una academia, donde sí destacaba. El profesor reconoció que era el discípulo más brillante que había pasado por allí.

De padre médico, hijo médico

Pero los designios de su padre eran inviolables. Al terminar el bachillerato, se dedicó a la medicina. Santiago se sumió en una profunda decepción. Nunca sobresalió en la carrera. Pero finalmente, en 1873, tras licenciarse en medicina a los 21 años, fue llamado a filas.

Los primeros meses en la milicia transcurrieron en Zaragoza, y al poco tiempo sacó una oposición para el Cuerpo de Sanidad Militar. Fue destinado como médico segundo (teniente) al regimiento de Burgos, acuartelado en Lérida. En 1874 Santiago marchó destinado a Cuba con el grado de capitán, ya que el paso a ultramar conllevaba el ascenso al empleo militar inmediato. Su padre le había conseguido, para disfrutar de un destino más favorable, algunas cartas de recomendación, pero él rehusó utilizarlas, lo que causó que lo enviaran al peor destino posible: la enfermería de Vistahermosa, en el centro de la provincia de Camagüey, una de las más peligrosas de la isla. Las experiencias con el sistema administrativo y militar vividas por Ramón y Cajal en esa estancia ultramarina fueron para él tan amargas como las enfermedades allí contraídas. Experiencias difíciles que lo llevaron a solicitar la licencia para abandonar Cuba, atendida el 30 de mayo de 1875, tras ser diagnosticado de «caquexia palúdica grave» y declarado «inutilizado en campaña». El regreso a España y los cuidados que le prodigaron su madre y sus hermanas devolvieron progresivamente a Santiago Ramón y Cajal la salud.

Y por fin nace el gran investigador