Una mala mujer

La prostitución al descubierto

 

Montse Neira

 

Primera edición en esta colección: enero de 2012

© Montse Neira, 2012 (texto y fotografías)

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2012

 

Plataforma Editorial

c/ Muntaner, 231, 4.º 1.ª B - 08021 Barcelona

Tel.: (+34) 93 494 79 99 - Fax: (+34) 93 419 23 14

www.plataformaeditorial.com

info@plataformaeditorial.com

Realización de cubierta:
 Agnès Capella Sala

Fotocomposición:
 Gama, S.L. Travessera de les Corts, 55, 2.º 1.ª - 08028 Barcelona

Depósito Legal:  B.24.813-2012

ISBN EPUB:  978-84-15577-38-6

 

 

 

 

 

Para Alejandro

 

Agradecimientos especiales al Colectivo Hetaira, Genera, Proyecto Esperanza, Sicart Cat y CATS

Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Agradecimientos

 

Prólogo

Introducción

Una mala mujer

Perfil

No era una diosa

Fotos

Opinión del lector

Prólogo

 

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define la prostitución como la «actividad a la que se dedica quien mantiene relaciones sexuales con otras personas, a cambio de dinero». El término prostituto/-a lo define como la «persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero».

Y por dinero Montserrat Neira, Marien, se prostituyó hace dos décadas. El dinero para un modesto alquiler, para alimentarse ella y a su hijo. El dinero para salir de una relación matrimonial de maltrato y violencia. Habrá quien dirá que eso es la salida fácil y cómoda, que lo difícil de verdad hubiera sido luchar por otros caminos más «honestos». No justifico, ni censuro. No juzgo. Cada cual es dueño de sus decisiones y responsable de sus acciones. La prostitución ha dado a Montserrat Neira y a su hijo el dinero necesario para techo, cobijo, alimentos y estudios. Ella es hoy licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona. Este es un mérito conseguido con mucho esfuerzo y no pocos sinsabores.

Me otorga Montserrat en el libro el honor de ser uno de sus «ángeles de la guarda». Reconocimiento que no merezco en absoluto. La conocí en junio de 2004, tomamos un café en la terraza de una popular cafetería del Paseo de Gracia de Barcelona. Confieso –espero que no se enfade– que no me pareció una mujer con los atributos y cánones de belleza que a mi ignorante entender debían corresponderle a una prostituta de alto standing. Unos días antes me envió un correo electrónico al verme participar en un programa de debate sobre violencia de género en la televisión catalana, en el que me explicaba sumariamente su vida. Recuerdo perfectamente que el corazón me dio un vuelco mientras leía el mensaje. Me emocioné enormemente. Quedamos, pues, en tomar un café y charlar.

Nos unió la tragedia de haber vivido la violencia en casa: padres maltratadores, en su caso, además, un marido maltratador. ¡Dios! Qué relato el de la violación siendo todavía una niña. Poco tiempo después de nuestra primera charla la convidé a participar en un taller que sobre violencia machista impartía en la universidad y donde incluí la prostitución como tema. Fue un éxito rotundo. Desde entonces hemos compartido algunos talleres y charlas. He aprendido de sus lecciones que no solo hay dinero y miseria en la prostitución –que la hay, sin duda– , sino que también puede haber amor. Ella es un ejemplo de todo ello. Eligió libremente –quizás no del todo– ejercer la prostitución, por la que ha pasado desde cutres prostíbulos con diez servicios diarios a unos pocos elegidos y solventes clientes.

Montserrat Neira se ha organizado y preparado para subsistir, sí, por supuesto, pero también para tener éxito, es decir, para triunfar. En su camino no ha habido drogas, no ha habido mafias ni chulos, porque ha sabido gestionar su vida. Otras muchas prostitutas no han sabido o no han podido hacerlo. Montserrat nos enseña en su libro que se puede ser prostituta destruyendo mitos y tabús. Me sorprendió, la primera vez que la oí contarlo, la de hombres que se han acercado a ella solo para tener sesenta minutos de compañía, sesenta minutos de conversación. No han querido sexo. O los hombres con alguna importante disminución física o psíquica a los que solo les queda la profesional para tener un poco de sexo. Algunos puntos, estos últimos, que no suelen ser citados en los acalorados debates sobre prostitución: legalizar, regular, prohibir.

Pocas veces se ha escrito con tanta sensibilidad una trayectoria de vida en la prostitución como la que ha escrito Montserrat Neira. Entremos en su lectura con la mente y el alma abiertas.

 

Joan-Isidre Badell

Introducción

 

Esta es mi vida. Esta es la historia de Montse: la hija, la esposa, la madre, el ama de casa, la amiga; y la historia de Marien: la puta, la lumi, la zorra. Hay gente que, sin conocerme de nada, me ha juzgado y me ha condenado: solo por ejercer la prostitución y porque un día decidí dar la cara y, con nombre y apellidos, decir que no me avergonzaba y que no iba a consentir que nadie más me hiciera sentir una mujer indigna.

Ahora ya no es mi objetivo intentar averiguar por qué existen los prejuicios que se sustentan en el tiempo como dogmas de fe y por qué hay gente que se cree con derecho a ningunear o minusvalorar a otros. Una vez alguien me dijo que no intentara justificarme, porque siempre me encontraría con gente que no me creería, y que lo que tenía que hacer era ser honesta –primero conmigo; después con la gente que me quiere– y que, si alguien intentaba hundirme, pensara en cómo estaba cuando me inicié en la prostitución y cómo estaba en ese momento. Ver todo lo que he conseguido con mi esfuerzo. No le debo ningún favor a nadie de los que se piensan que están por encima del bien y del mal y que se creen con ese derecho a ir juzgando a los demás. ¿Dónde estaban cuando yo realmente necesitaba ayuda?

Hacía tiempo que quería escribir sobre mi vida, pues quería ayudar a mujeres que están o han estado en situación de prostitución y viven con miedo por haber interiorizado el estigma de la «puta», pero nunca encontraba el momento.

Un buen día, hace dos años, se puso en contacto conmigo Jordi Nadal, de Plataforma Editorial, y me propuso que escribiera mi historia, que quería ser mi editor. Yo acepté encantada y sin pensármelo dos veces. La vida me había puesto en contacto con un ángel y no iba a dejar pasar esa oportunidad. Solo le pedí esperar un poco, ya que mis compromisos no me daban ni el tiempo ni la relajación que necesitaba para ponerme delante del ordenador y teclear.

Hoy, además, cuando inicio el libro, estoy en otro punto de inflexión en mi vida. El final del libro será, en la actualidad, totalmente diferente a como hubiera sido hace dos años y sorprenderá, no tengo ningún género de dudas, a los lectores.

Al escribir estas líneas pienso, sobre todo, en todas las mujeres con las que he compartido miles de horas: mujeres que, en situaciones tan adversas y de tanta injusticia social, decidieron ejercer la prostitución. Mujeres que sacan a sus familias adelante teniendo que hacer frente a una sociedad que siempre está cuestionando y discriminando a las personas que ejercen la prostitución y las etiqueta como víctimas o como criminales, pero nunca como sujetos de derechos. El miedo las bloquea porque no quieren ser juzgadas por esa sociedad cruel e hipócrita que tolera las injusticias sociales, que se llena la boca de demagogia, pero que, a la hora de la verdad, carece de empatía para entender por qué existen personas (mujeres, hombres, transexuales) que un día no se conformaron con seguir siendo «pobres pero honradas» y decidieron prostituirse.

Son mujeres que llevan doble vida porque no quieren que sus seres queridos se enteren de cuál es su medio para ganarse la vida o porque creen que ya no las querrán contratar en ninguna empresa cuando dejen la prostitución. O que ningún hombre las querrá como esposas. También pienso en las que no he llegado a conocer, que un día migraron de su tierra para poder progresar y una vez más las injusticias sociales hicieron que la única alternativa viable fuera prostituirse. Otras, por desgracia, cayeron en manos de los delincuentes. Delincuentes que se aprovechan de las necesidades vitales de las personas, que prometen una vida mejor pero que las llevan directamente al infierno. A todas ellas, a unas y a otras, dedico especialmente este libro para que sea cual sea su situación tengan esperanza. Para que no se dejen amedrentar, para que avancen con el miedo, para que no interioricen el estigma, para que nadie tome por ellas las riendas de su vida...

 

Con todo mi cariño