El futuro incierto de la Sanidad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

COLECCIÓN DE ENSAYO

La Huerta Grande

 

 

Luis González Feria

 

 

 

 

 

EL FUTURO INCIERTO
DE LA SANIDAD

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© De los textos: Luis González Feria

© De la carta-epílogo: José Boada

 

Madrid, enero 2016

 

EDITA: La Huerta Grande Editorial

Serrano, 6 28001 Madrid

www.lahuertagrande.com

 

Reservados todos los derechos de esta edición

 

ISBN: 978-84-946159-6-2

 

Diseño de cubierta: Enrique García Puche para TresBien Comunicación

 

 

 

PREÁMBULO

 

las ideas que a continuación presento son personales. Son el fruto de más de cincuenta años de práctica médica como neurocirujano y últimamente, cada vez más, como neurólogo, con ribetes de médico general. Los sistemas sanitarios del mundo desarrollado, y muy en especial el español, están sufriendo desde hace muchos años una profunda crisis, empeorada, pero no ocasionada, por la situación económica mundial. No estoy muy seguro de los motivos que me mueven a opinar sobre este intrincado asunto; quizás solo se trate de la necesidad de exteriorizar mi preocupación por el futuro de una actividad —el ejercicio de la Medicina— que ha centrado la mayor parte de mi vida.

He sido Jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital Universitario de Canarias durante más de treinta años, y su Director Médico durante otros seis. En los ochenta, fui Consejero de Sanidad del Gobierno de Canarias, época durante la cual gestioné —sin éxito— la transferencia de las competencias en Sanidad. Aunque la cartera pertenecía al Centro Democrático y Social, yo nunca milité en ningún partido. Con el asesoramiento de expertos internacionales, mi equipo y yo preparamos un Plan Sanitario para Canarias que consistía en trazar las líneas maestras de actuación de modo que, una vez recibidas las competencias sanitarias, se pudiera beneficiar de ellas una mayoría de ciudadanos. Al poco tiempo de iniciarse las negociaciones, se suspendieron de modo unilateral, porque la transferencia no convenía políticamente a las autoridades centrales de turno. No hubo explicación oficial, pero esa paralización fue la causa de que presentara mi renuncia al cargo de Consejero. Creo que no fue una decisión desacertada, porque las transferencias tardaron siete años en efectuarse.

Ese período político no fue, sin embargo, estéril. Me permitió, por un lado, adentrarme en los entresijos de la planificación sanitaria y, por otro, comprender las enrevesadas motivaciones de las esferas políticas, desgraciadamente no siempre encaminadas al bien común. Ya en aquel tiempo (1987), expertos planificadores escandinavos me alertaron —como trataré de explicar en este libro— sobre la imposibilidad de mantener en el futuro una Sanidad con los parámetros de la nuestra. Es decir, que peritos en Sanidad, independientes, preveían hace treinta años la insostenibilidad del sistema.

Para completar el trasfondo de mi experiencia, añadiré que fui Catedrático de Neurocirugía, por oposición, de la Universidad de La Laguna desde 1979. Dirigí durante varios años un Centro de Rehabilitación Neurológica de una organización sueca en el Sur de la isla de Tenerife y soy Académico de Número de la Real Academia de Medicina de Canarias. Actualmente estoy jubilado de cualquier puesto oficial.

No he mencionado estos datos para vanagloriarme, pues a estas alturas de la vida tales logros se difuminan e importan cada vez menos, sino con la intención de que el lector entienda el origen de mis opiniones y disculpe el hecho de que escriba sobre Sanidad sin ser técnico, ni ya gestor ni planificador de la Sanidad, sino solo un médico apasionado por su profesión y por los enfermos, seriamente preocupado por el porvenir de la atención sanitaria.

Me gustaría dejar constancia de mi agradecimiento en primer lugar a una multitud de enfermos y compañeros que a lo largo de muchos años han contribuido a moldear mis ideas hasta el momento actual, con el deseo y la esperanza de que sigan moldeándolas. Quiero, además, expresar mi gratitud a quienes con tanto esmero han leído el manuscrito y me han hecho valiosas sugerencias, como mi hijo el Dr. Lucas González Santa Cruz, los doctores Javier Parache Hernández, Eduardo de Bonis, Raúl Trujillo, así como el profesor Dr. José Boada, cuya carta sirve de epílogo a este libro y lo enriquece con su visión discrepante. A Jorge Úbeda le estoy especialmente agradecido por haber considerado que las ideas expresadas en este ensayo merecían divulgarse y discutirse, y por haberme atraído hacia la Huerta Grande Editorial. Gracias igualmente a Philippine González-Camino, mi editora, y a su equipo que, con sorprendente sintonía y eficacia, me han asesorado y realizado las correcciones y mejoras del texto en un tiempo récord.

Mención singular merece mi esposa Charo, sin cuyo amor, sentido común, energía, apoyo y sensata crítica, nada de esto hubiera sido posible.