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Índice

Cubierta

Los niños de Sukhavati

La Flor de Cristal

Oliver y Olivia

El Universo

En el cuento

La casa del Camino de la Montaña

Olve

El encargo

La bola de cristal

Capturados

Lío de ombligo

Lokeshvara

Créditos

LOS NIÑOS DE SUKHAVATI

Para Nikolas

LA FLOR DE CRISTAL

¿Has mirado alguna vez las estrellas?

¿Has permanecido un buen rato sin hacer otra cosa que mirar fijamente las estrellas hasta marearte, no por echar la cabeza hacia atrás, sino por mirar tan lejos?

Cuanto más oscura es la noche, más lejos podemos ver en el espacio...

¿Has pensado alguna vez en lo que hay detrás de las estrellas? Más estrellas, claro. Pero ¿y detrás de ellas?

¿Qué hay más allá de todo?

Más allá de todo lo que hay está el país de Sukhavati. Tiene altas montañas y profundos valles, pero Sukhavati no es un planeta.

Si vivieras en Sukhavati podrías andar eternamente sin volver jamás al lugar desde el que empezaste tu caminata.

Imagínate un gran estadio de fútbol. En medio del estadio hay una pelota. De igual manera nuestro universo es una bola en algún lugar de Sukhavati.

Cuando estamos fuera una fría noche de invierno mirando las estrellas, vemos las paredes de la bola, pero no podemos ver el interior de Sukhavati.

¿Cuántos años tienes?

Tal vez tengas 10, tal vez 70.

Ni 10 ni 70 son muchos años de vida, si pensamos en que el universo tiene muchos millones de años. ¡Y sin embargo a veces tenemos la sensación de haber estado aquí siempre!

No recordamos haber nacido. Estamos aquí desde que podemos recordar...

También en Sukhavati viven seres humanos, pero ellos han existido siempre, no han nacido de una madre como nosotros. Tampoco se ponen enfermos. Y nunca mueren.

Todo lo que hay en Sukhavati ha existido siempre.

En todo ese país infinito viven sólo dos niños. Se llaman Lik y Lak, y su aspecto es muy parecido al de los niños del Mundo. Lik es una niña de pelo largo y negro, y ojos marrones. Lak es un niño de ojos azules, y con el pelo un poco más claro que el de ella. Los dos llevan unos preciosos trajes verdes.

Sólo hay una diferencia importante entre Lik y Lak y los niños del Mundo: Lik y Lak no tienen ombligo. No se te ocurriría pensar en ello si los ves vestidos. Pero si se quitaran los trajes verdes, te darías cuenta enseguida.

Todos los seres humanos de la Tierra tienen un ombligo en medio de la tripa, porque todos fueron bebés en la tripa de su madre.

Lik y Lak nunca han sido bebés, siempre han sido igual de grandes. Aunque no tienen padre ni madre, se les suele llamar «los gemelos».

Los gemelos juegan a menudo en un gran montón de piedras detrás de la montaña Sunyata. No tienen que acostarse al llegar la noche, porque en Sukhavati nunca se hace de noche. Lik y Lak juegan todo lo que quieren, y cuando se cansan, se echan un sueñecito.

En el montón donde juegan hay millones y millones de piedras de todos los tamaños, algunas pequeñas como guisantes, otras grandes como montañas.

Lik y Lak han construido un gran castillo con todas esas piedras, un castillo de verdad con muchas plantas y habitaciones, altas torres, grandes salas y profundos sótanos. Ese castillo se llama Ananda.

No es de extrañar que hayan conseguido construir Ananda si pensamos que llevan miles de años haciéndolo.

Muchas veces Lik y Lak juegan al escondite en el castillo de piedra. Pueden transcurrir horas y días hasta que se encuentren, y aunque tengan que esperar una semana, no se enfadan por ello.

Lik y Lak no cuentan las horas. ¿Para qué iban a hacerlo?

A veces se cansan y tienen que dormir un rato mientras buscan al otro o esperan a ser encontrados, pero no necesitan dejar de jugar para comer. En Sukhavati no hace falta comer, Lik y Lak sólo comen cuando Olivia ha preparado algo apetitoso.

En Sukhavati los cuerpos no cambian ni un ápice. El pelo y las uñas no crecen. Lik y Lak ni siquiera necesitan lavarse. Todo está limpio en Sukhavati.

Después de jugar al escondite o de construir el castillo Ananda, los dos niños suelen ir a ver a Oliver. Eso es lo que más les divierte de todo. Oliver hace cosas muy curiosas, y además cuenta cuentos.

Oliver les ha contado cuentos a Lik y Lak desde que pueden recordar, pero nunca cuenta el mismo cuento, siempre se inventa algo nuevo. Y sin embargo dice que todos los cuentos están relacionados, porque todos tratan del Mundo.

A Lik y Lak les parece raro que Oliver pueda alojar en su cabeza ese gran cuento sobre el Mundo.

–¿Cómo has podido inventarte todo eso? –preguntan.

–Tranquilos, niños. Como sabéis, Sukhavati es infinito, así que he tenido un tiempo infinito para inventarme el cuento sobre el Mundo.

Oliver vive en una gran piedra al pie de Sunyata. La piedra se llama Pleroma y por fuera está pintada de colores alegres: rojo, azul, amarillo y violeta.

Nada más entrar en Pleroma se ve que allí vive un gran mago.

–Invento mientras vivo –dice Oliver.

Como puedes suponer, eso significa que inventa eternamente.

No sólo inventa el cuento sobre el Mundo que cuenta a Lik y Lak. De las paredes de Pleroma cuelgan varios armarios con puertas de cristal. Lik y Lak nunca se cansan de mirar todas las cosas que hay en ellos. Son miles de minúsculas figuritas y objetos, y todo lo ha hecho el propio Oliver.

Cuando Oliver está solo, que es casi siempre, se sienta a menudo en una mecedora amarilla a fumar su pipa.

Pero no creas que lo hace sólo por placer. En realidad, no le gusta el tabaco. Lo que ocurre es que fuma en pipa para poder hacer figuras con el humo que sopla al aire.

Si entraras en la piedra de Oliver mientras él está fumando su pipa, creerías ver seres humanos y animales bailando en el aire.

En Sukhavati no vive ningún animal, pero Lik y Lak han visto todos los animales de la Tierra en forma de nubes de humo. Todo lo que Oliver cuenta a Lik y Lak sobre el Mundo lo ilustra con el humo.

También debo mencionar un gran jarrón de cristal que hay en un rincón de la habitación. Está lleno de minúsculas bolitas de papel de diferentes colores. Pero no son bolitas de papel normales y corrientes. Son granos de la creación.

–¡Niños! –dice a veces Oliver a Lik y Lak–. Traedme unos cuantos granos.

–¡Bien! –vitorean Lik y Lak.

Oliver llena de agua una palangana con un cubo que hay debajo del banco de la cocina y echa dentro unas cuantas bolitas de papel. Entonces ocurre algo que a Lik y Lak les divierte mucho cada vez que lo ven.

Las bolitas de papel absorben enseguida el agua y empiezan a crecer. Se convierten en grandes leones y elefantes, arañas y montículos de arándanos, ranas y tortugas, caballos y ovejas, árboles, casas, seres humanos y dinosaurios.

Sólo dura unos minutos, hasta que los granos de la creación vuelven a secarse. Entonces Oliver los barre y los mete de nuevo en el jarrón. Pero a veces mete tantos granos en la palangana que figuras de todo tipo salen disparadas, y la cueva entera se llena de figuras de papel.

Si algún día está de mal humor, puede ocurrir que saque a Lik y Lak de la cueva de esa manera. Tienen que huir de Pleroma porque no caben en ella.

–¡Ja ja! –grita Oliver–. ¡Hasta la próxima!

No se puede hablar de Oliver sin mencionar la preciosa Flor de Cristal que crece en la ladera de la montaña Sunyata. Es una pequeña flor azul, no mucho más grande que una brizna de hierba. Oliver la llama la Hierba de Lágrimas.

Entre los pétalos de la Flor de Cristal crece una gotita de cristal. Una vez al año se cae de la flor y se convierte en una pequeña perla que baja rodando por la ladera hasta dar por fin con una gran tapadera en la entrada de Pleroma. Suena un «¡plin!» que se oye en toda la piedra, porque allí reina siempre un gran silencio.

Oliver colecciona esas perlas de cristal, son lo más valioso que posee. Lik y Lak saben que las usa cuando quiere hacer algo extraordinario. Oliver ha dicho que la Flor de Cristal esconde un gran secreto, pero no quiere decir a Lik y Lak cuál es ese secreto. Lik y Lak creen que se trata de algo triste, porque Olivia ha dicho que la Flor de Cristal llora, y que la gota que crece entre los pétalos es una lágrima que se congela rápidamente en una perla al gotear hasta el suelo.

Tal vez no te parezca muy mal llorar una sola lágrima al año, pero el tiempo fluye tan lentamente en Sukhavati que no podemos compararlo con nada aquí en la Tierra. Olivia dice que la Flor de Cristal llora a mares...

A veces Lik y Lak se sientan frente a la flor esperando a que caiga la perla de cristal. Intentan calcular el tiempo, pero a menudo tienen que esperar un mes o dos hasta que ocurre.

–¡Ya cae! –gritan en el momento de ocurrir.

Luego siguen con la mirada la pequeña perla, que rueda por una estrecha grieta de la montaña hasta llegar a Pleroma: ¡plin!

Tarda muchas horas en recorrer ese trayecto. Y luego pasa un año hasta la siguiente vez.

¡Plin!

OLIVER Y OLIVIA

Una vez que Lik y Lak jugaron al escondite en Ananda, pasaron tres meses hasta que Lik encontró a Lak. Se había escondido en lo alto de una torre estrecha en la parte noreste del castillo de piedra.

Cuando Lik lo encontró, él estaba durmiendo con la cabeza apoyada en un brazo.

–¡Por fin te he encontrado! –exclama Lik sacudiéndolo.

Lak se levanta aturdido y la mira con unos ojos redondos como bolas.

–He soñado con el cuento –dice–. Era como si estuviera dentro de él. Primero estuve en Oslo y Trondheim, pero también fui a una isla del Pacífico...

Empiezan a descender la escalera de la alta torre.

–¿Tú crees que el Mundo es de verdad? –pregunta Lak.

–¿De verdad?

–¿Existen de verdad los cerdos, los elefantes y todo eso? ¿O los saltamontes y los aviones a reacción?

–Sí que eres raro. Todo eso está en el cuento dentro de la cabeza de Oliver.

–Pero los coches y los aviones no se mueven dentro de su cabeza, ¿no?

–¡Tonto! Él lo piensa, ¿no lo entiendes?

Han llegado al patio noreste del castillo. No necesitan decir adónde van, se dirigen a casa de Oliver.

En lo alto, a su derecha, ven la piedra de colores. Destaca a lo lejos, porque en Sukhavati apenas hay colores, todo el país es marrón y gris. Sólo son de colores la piedra de Oliver y el bosque de Olivia. En todo Sukhavati sólo Oliver y Olivia se preocupan por esas cosas.

–¡Oliver, Oliver!

Los gemelos miran dentro de Pleroma.

–¡Adelante, mis queridos pequeños! ¡Ja ja!

Oliver está inclinado sobre su banco. Hoy ha creado un huevo.

–En un momento –murmura– vais a ver algo que tardaréis mucho tiempo en olvidar...

Lik y Lak se apresuran hasta el banco mágico.

Oliver coge el huevo con las dos manos y lo calienta durante un rato. Luego oyen un suave murmullo procedente de su interior. Entonces Oliver lo deja con mucho cuidado en el banco y lo mira fijamente.

De repente ocurre algo muy extraño: el huevo revienta desde dentro, y por fin salen miles de minúsculas figuras todas del tamaño de la cabeza de un alfiler.

El viejo se vuelve, coge una gran lupa, la pone sobre lo que está ocurriendo en el banco y hace una señal a Lik y Lak para que miren por turno.

Contemplan cómo del extraño huevo sale un mundo entero: casas, árboles, seres humanos y animales.

Puede que alguna vez hayas visto a miles de minúsculas hormigas salir de debajo de una piedra o de dentro de la corteza de un tronco podrido. En ese caso entenderás más o menos lo que Lik y Lak están viendo.

Al cabo de un rato se detiene todo el movimiento. Entonces Oliver barre los restos y los mete en un pequeño frasco que coge de un soporte que hay sobre el banco.

–¡Listo! –exclama.

–¡Oliver, Oliver!

Lik y Lak aplauden.

–Bueno, bueno, niños. Nada de excesos.

Oliver se acerca a una rinconera, saca de entre todo lo que hay allí una pipa verde metida en un viejo cofre, coge unas hebras de tabaco de una resplandeciente latita, se sienta en la mecedora amarilla, llena la pipa, la enciende con una cerilla... y sopla una gran nube de humo al aire.

Al principio el humo es una nube normal y corriente, pero luego se concentra y se convierte en un caballo.

–¡Listo! –dice de nuevo.

–¿Es un caballo? –preguntan los niños asombrados.

Su contorno sólo es nítido un instante, luego vuelve a disolverse. El humo va dispersándose lentamente por la habitación, se vuelve cada vez más fino, flota hacia el techo y desaparece.

–Era un caballo, sí señor...

Oliver se levanta de la mecedora amarilla que sigue meciéndose sin él, moviéndose hacia delante y hacia atrás como un columpio abandonado.

Vuelve a meter la pipa en el armario y se sienta de nuevo.

–Ja ja... –dice, de buen humor mientras se mece–. ¿De qué queréis que os hable hoy? ¿De las altas montañas y los profundos valles? ¿Del día y de la noche? ¿De leones y elefantes? ¿O de la prospección petrolífera en el Mar del Norte?

Pero a Lik y Lak no les apetece escuchar cuentos. Están inquietos delante de la mecedora.

–De nada de eso –contesta Lik en voz baja–. Queremos saber si es de verdad.

–¿De verdad, dices?

Mira con cara seria a los dos niños, que están uno a cada lado de la mecedora.

–Un cuento, niños. No es más que un viejo cuento.

–Soñé que estaba allí –dice Lak.

–Bueno, bueno, hijo. Entonces has estado en mi imaginación.

–¿En tu imaginación?

Oliver señaló su propia cabeza:

–Es aquí dentro donde viven. Dentro de este viejo trasto. Pero ellos no lo saben. Resulta un poco triste pensarlo.

–¿Las cosas del Mundo no son de verdad?

–¡Tranquilos!

Levantó el dedo índice y los miró con cara seria.

–Para nosotros el Mundo es un cuento. Pero en el cuento las cosas son de verdad.

–¿Lo son?