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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2007 Claire Baxter

© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

De amiga a esposa, n.º 2138 - marzo 2018

Título original: Best Friend...Future Wife

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-9170-805-6

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

Por favor, que no sea Tom –Della Davis metió una mano en el bolso mientras con la otra, hábilmente, giraba el volante para dar la vuelta a la esquina.

Lo que le faltaba era otra llamada de Tom Dermont, el cliente infernal. Llevaba todo el día lidiando con él y estaba hasta el gorro.

Cuando encontró un sitio para estacionar el coche, miró la pantalla. Si era Tom otra vez, se pondría a gritar. O mejor, dimitiría.

Pero el teléfono dejó de sonar en cuanto lo abrió. Genial. Della volvió a cerrarlo, irritada, y lo soltó sobre el asiento. Pero su conciencia no se lo permitía. Ni su profesionalidad. Ni el posible ascenso por el que tanto había trabajado.

Aunque estaba más que harta de Tom Dermont, una persona a la que, en un día normal, detestaba y que en medio de una crisis de Relaciones Públicas era su mayor pesadilla.

–Recuérdame por qué me gusta mi trabajo –dijo en voz alta.

El silencio fue la única respuesta y Della se encogió de hombros, haciendo un gesto de dolor al notar un tirón en las cervicales. Lo que necesitaba era un baño de espuma, se dijo.

Se imaginó a sí misma en la cama… pero no estaba durmiendo. No, ella no hacía lo que hacía todo el mundo. Ojalá. Ella se llevaba el trabajo a casa y estaría sentada en la cama durante horas, delante del ordenador, hasta que se quedase dormida.

La llamada de aviso de su móvil la sobresaltó. Tenía un mensaje. Temía que fuera de Tom, pero sonrió al oír la voz de su mejor amiga. La llamó de inmediato, claro. Era el mejor antídoto para la depresión.

Lyn contestó enseguida:

–Voy en el coche.

Della oyó tras ella un coro familiar: la voz de Jamie, de cuatro años, cantando a pleno pulmón, y Cassie, de seis meses, tapando los cánticos con sus berridos.

–Tengo buenas noticias –dijo Lyn.

Della levantó los ojos al cielo.

–¿Dónde vamos esta vez?

–¿Dónde vamos?

–Ya no tengo sitio para más zapatos, así que espero que no sea…

–No, no, no estoy hablando de las rebajas. Luke vuelve a casa definitivamente.

Della tardó un momento en entender.

–¿Qué has dicho?

–Qué sorpresa, ¿verdad? Pero una buena sorpresa. Estoy deseando verlo.

Della se preguntó qué había hecho para merecer aquello. Con lo que tenía encima…

Sorpresa era decir poco. En fin, sabía que Luke volvería a casa algún día porque siempre había dicho que no pensaba quedarse en el extranjero para siempre, pero pensaba que la avisaría con tiempo. Tiempo para prepararse antes de volver a verlo. Con su mujer, además.

–¿Dell?

–Sí, estoy aquí. ¿Quieres decir que Luke e Yvonne van a vivir aquí, en Adelaida?

–Están hartos de vivir en India, por lo visto, así que vuelven a Australia para estar con su familia. Increíble, ¿verdad?

–Sí, bueno… ¿cuándo? –preguntó Della.

–Ya conoces a mi hermano. Le encantan las sorpresas, así que ni idea –contestó su amiga–. Llamó desde Melbourne cuando hicieron escala, así que mi madre quiere que vayas a cenar a casa esta noche.

–Esta noche… –el cerebro de Della no respondía. Era demasiado. No sabía qué decir.

–Yo voy para allá ahora mismo. Te espero a las ocho.

–Pero… no tengo tiempo de ir a casa y…

–Pues no vayas a tu casa. Ve directamente a la de mis padres –la interrumpió Lyn–. Te haré un buen cóctel. Sé lo estresada que estás.

–Hoy sí, desde luego –suspiró Della. Pero no podía declinar la invitación porque la madre de Lyn había sido como una madre para ella. Nunca había rechazado una invitación de Dawn Brayford y no podía hacerlo ahora.

Pero Luke… Luke estaría allí.

–Ay, porras, se me había olvidado –dijo Lyn entonces–. Hoy tenías la cita con el médico, ¿verdad?

Della tragó saliva.

–Sí –consiguió decir.

Con tanto trabajo, no había tenido ni siquiera un minuto para lamer sus heridas.

–¿Qué te ha dicho el médico, Dell?

–Luego te lo contaré.

–Bueno, como quieras. Cuando llegues a casa, tendrás el cóctel preparado.

Della cerró el teléfono y lo guardó en el bolso. Necesitaba una copa. Tom Dermont. El doctor Morgan. Y ahora Luke. E Yvonne. Menudo día.

Tenía que calmarse, se dijo. Afortunadamente, aquel día se había puesto uno de sus mejores trajes y llevaba su bolsita de cosméticos. Al menos estaría presentable. Además, Luke no sabía lo que sentía por él. Nunca se lo había dicho.

Della tuvo que respirar profundamente para calmarse. Podía hacerlo. Ella era una experta en resolver crisis, la persona con la que contaba su empresa para solucionar cualquier situación de caos. Sencillamente, tenía que ponerse la máscara de trabajo, su máscara.

Como hacía cada vez que Luke volvía a Adelaida.

Como había hecho cuando volvió con su novia unos años antes. Della lo había felicitado como si no sintiera más que un cariño de hermana por él.

Entonces lo había engañado y ahora también podría hacerlo.

Si tuviera más tiempo para hacerse a la idea…

Suspirando, volvió a arrancar el coche. Los padres de Lyn seguían viviendo en la misma casa impresionante, en la misma zona residencial, en la misma calle rodeada de árboles donde Lyn y Luke habían crecido. Nada que ver con su propia casa, no exactamente una chabola, pero casi.

Sus padres habían sido personas de clase trabajadora… ocasionalmente, porque la mayor parte del tiempo vivían del paro. Della no podía creer que tuviesen los mismos genes. A ellos no les gustaba su amistad con Lyn ni «las absurdas ideas» que su amiga le metía en la cabeza, según ellos. ¿Por qué era absurdo querer ir a la universidad y conseguir un trabajo bien pagado? Les había demostrado que podía hacerlo, ¿no?

Della suspiró de nuevo. Incluso ahora, con sus padres muertos, seguía sintiendo que tenía que demostrarles algo. Aunque no sabía qué.

De adolescente, se pasaba el día en casa de Lyn. Le encantaba. Era una casa feliz. No sólo porque los Brayford tuvieran dinero, sino porque Dawn y Frank mostraban un genuino interés por sus hijos. Y la trataban como si fuera uno de ellos. Los Brayford la habían apoyado y querido mucho más que sus propios padres.

Después de aparcar frente a la casa, Della se quedó sentada un momento, pensativa. Luke no habría llegado todavía, de modo que no había nada que temer. Aunque no era a Luke a quien temía, sino a sus propias emociones.

Trece años. ¿De verdad había pasado tanto tiempo desde que se marchó de Adelaida? ¿Por qué sus sentimientos por él seguían siendo los mismos después de tantos años? Debería haberse olvidado de él. Pero allí estaba, trece años después, sintiendo un pellizco en el estómago ante la idea de volver a verlo.

Le resultaba difícil creer que Luke volvía a Adelaida para quedarse. Hasta entonces había ido de un sitio para otro, sin parar nunca. Quizá era cosa de su mujer, pensó, aunque no parecía el tipo de chica que quiere que sus suegros se involucren en su vida marital.

Entonces se le ocurrió que quizá Luke y su mujer estaban esperando un hijo. La idea hizo que se le encogiera el corazón y tuvo que abrir la boca para llevar aire a sus pulmones.

En ese caso, quizá sería lógico que volviesen a Australia. Adelaida era el sitio perfecto para tener una familia y, si era así, ella tendría que acostumbrarse a la idea.

Más calmada, bajó del Mercedes deportivo y conectó la alarma, aunque en aquella zona era innecesario. Los coches de lujo eran lo habitual, no la excepción.

Della no era dada a grandes caprichos y se enorgullecía de ser muy cauta a la hora de invertir dinero, pero se había enamorado de aquel coche. Una mirada y se vio enganchada por completo.

Sonriendo, tuvo que admitir que le había pasado lo mismo con Luke Brayford. Pero luego irguió los hombros y se dirigió a la entrada. Nada de tonterías, se dijo.

Lyn abrió la puerta.

–Deberías ver cómo está la cocina. Mi madre ha hecho todo lo que le gusta a Luke.

–Ya me imagino. Estará deseando verlo.

–Yo también estoy deseando verlo, pero chica… ven al salón, anda, te he preparado un cóctel estupendo.

–Debería preguntarle a tu madre si necesita ayuda.

–Ni se te ocurra. Quiere mimar a su único hijo, y lo mejor que podemos hacer es dejarla sola.

Lyn la llevó al salón y le ofreció la copa más grande que Della había visto nunca.

–¿Dónde la has encontrado? ¿Seguro que no es una jarra?

Lyn se encogió de hombros.

–Si es una jarra, tiene una gemela –sonrió, tomando una igual para ella–. Ah, qué rico. Soy la reina del cóctel.

Della estaba de acuerdo.

–Sé que no quieres hablar sobre lo que te ha dicho el médico –empezó a decir su amiga, sentándose a su lado en el sofá–. Pero quiero que sepas que cuando quieras hablar, estoy disponible. Día y noche. Además, Cassie me tiene despierta a todas horas…

–Lo sé, pero necesito tiempo para acostumbrarme a la idea. ¿Qué tal si quedamos para cenar esta semana?

–Buena idea. ¿Qué tal mañana? –sonrió Lyn–. ¿O es demasiado pronto?

Della sacudió la cabeza. Con un poco de suerte tendría un par de horas para pensar, para aceptar lo inevitable.

Entonces oyeron llorar a Cassie en la habitación.

–Porras. La niña se ha despertado. Esperaba que durmiese durante toda la cena.

–¿Dónde está Jamie?

–Con su padre, en el comedor. En fin, será mejor que vaya a atender a mi hija.

Della la vio salir del salón y, después de dejar su copa sobre la mesa, fue al cuarto de baño para arreglarse un poco. Mientras se maquillaba, pensó por enésima vez en la suerte que tenía de contar con la amistad de Lyn. Siempre había sido así. Desde aquel día en la playa, a los catorce años, cuando fue a un puesto a pedir un perrito caliente y se dio cuenta de que no llevaba suficiente dinero para pagarlo. Lyn la rescató entonces. Además de darle el dinero que le faltaba, insistió en comprarle un refresco y se quedó con ella todo el día.

Della sacudió la cabeza. Estaba tan claro en su memoria como si hubiera sido el día anterior. Aunque seguramente Lyn ni se acordaría.

Antes de decirse adiós, Della había anotado su dirección para devolverle el dinero en cuanto le fuera posible. Pero cuando por fin lo tuvo, se quedó delante de la verja de hierro, demasiado asustada como para llamar al timbre.

Y entonces apareció Luke. Aunque sólo tenía un año más que ella le pareció mucho mayor porque ya entonces tenía una presencia física formidable. De pelo rubio oscuro y ojos grises, era un chico alto, musculoso… el capitán del equipo de fútbol del instituto ni más ni menos. Y ella, a su lado, parecía una niña. La habría asustado si no fuera porque tenía una sonrisa encantadora. Una sonrisa que la dejó sin aliento, con las piernas temblorosas.

Suspirando, Della guardó los cosméticos en el bolso. Pero cuando salía del baño oyó gritos en la puerta:

–¡Es un taxi! ¡Son ellos!

Della reconoció la voz de la hermana de Lyn, Megan. Poppy, la más pequeña de la familia, llamó a su madre enseguida.

Della no salió a la puerta. Era un momento sólo para la familia. Y, por muy buena relación que tuviera con los Brayford, ella no era parte de la familia. De modo que volvió al salón y, cóctel en mano, salió a la terraza. Suspirando, se apoyó en la barandilla y tomó un sorbo mientras admiraba el jardín. Una fila de árboles altísimos separaba a los Brayford de sus vecinos. Además, Dawn había plantado unas flores preciosas…

Siempre le había encantado aquel jardín, tan diferente al patio de su casa, convertido casi en un vertedero, lleno de trastos por todas partes.

Della intentó serenarse mirando las flores. Lo necesitaba más que nunca.

–Ah, aquí estás, Flaca.

Della se volvió, sobresaltada, al oír la voz de Luke, profunda y ronca. Una voz que ejercía en ella el mismo efecto que siempre.

Estaba guapísimo. La última vez que lo vio tenía el pelo corto, pero había cambiado de trabajo desde entonces y ahora lo llevaba largo. Se parecía más al Luke joven, informal, de su adolescencia. La apariencia debía importar poco ahora que no trabajaba en televisión, pensó.

Luke sonrió al ver aquella enorme copa en su mano. Y esa sonrisa le había servido de mucho. Con esa sonrisa, ni siquiera un rebelde armado hasta los dientes habría podido negarse a una entrevista.

Sus cálidos ojos grises brillaban, alegres.

–Veo que tienes mucha sed.

Conteniendo el deseo de tirar la copa y echarse en sus brazos, Della se encogió de hombros.

–Para aliviar el estrés.