El gran libro del

Carme Escales Dolors Massot Vicente Arregui

El gran libro del

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CONTENIDO

CONTENIDO

El mundo del 66

UTENSILIOS BÁSICOS PARA PREPARAR EL 68 EL TÉ, UNA EXPERIENCIA UNIVERSAL 76 INGREDIENTES PARA ACOMPAÑAR EL 90

¿Qué es el té? 46

LA PLANTA DEL 48 CÓMO SE PROCESA EL 50 COMPONENTES BÁSICOS 54 LAS MEJORES HORAS DEL DÍA PARA CADA 58

Historia del 16

UN INICIO DE LEYENDA 18 EL COMO SISTEMA DE PAGO 20 LA EXPANSIÓN DEL 24 LAS GRANDES MARCAS DEL 32 EL EN LA ACTUALIDAD 36

La guía del 96

LAS VARIEDADES DE Y SUS TIPOLOGÍAS 98

Introducción 6

la cultura DEL 9

Todos los tés 122

VERDE 124 AMARILLLO 182 BLANCO 184 AZUL 198 NEGRO 224 FERMENTADO 262 BLEND / AROMATIZADO 272

ÍNDICE DE TÉS 290 ÍNDICE DE TÉRMINOS 292 ANEXOS 298

Las hojas de , obra del pintor americano

William McGregor Paxton,

realizada en 1909.

En los últimos años, la experiencia del ha sido, en Europa y más concretamente en España, renova-dora. Quedan atrás aquellas épocas en que, si se quería añadir a la cesta de la compra algo más que verdura y fruta local, era necesario sumergirse en los almacenes de productos coloniales como las fa-mosas Compañía Oriental, la Compañía de las Indias, la Colonial o Ultramarinos.

Hasta principios del siglo xx los aprovisiona-mientos de importación llegaron a España por mar en los barcos de mercancías, que anteriormente eran galeones. Enormes cajas de madera, que con-tenían desde pesca salada hasta tejidos de seda, se agolpaban en los grandes puertos españoles de San Sebastián, Bilbao, Gijón, Cádiz, Sevilla, Mála-ga, Alicante, Valencia o Barcelona. Un hormigueo de fuerzas humanas se encargaba de transportarlas hasta los mercados de abastos, a los que acudían sirvientas, soldados encargados de la cocina del ejército, cocineras, mozos… para decidir qué pro-ductos incluían en la cesta de la despensa.

En esta reactivación del comercio ultramari-no, el café y el chocolate fueron los productos que

despertaron más entusiasmo. Las colonias españo-las habían proporcionado cantidades importantes de oro, pero estos alimentos también generaron riqueza; si los mantones de Manila hablaban de su origen asiático y de Filipinas como colonia es-tratégicamente situada en el Pacífico, los sacos de café y cacao revelaban su procedencia americana.

En 1867, la silla número 14 de la casa Thonet recibía la Medalla de Oro en la Exposición Mun-dial de París, y aquel estilo de madera curvada conquistaba el corazón de los europeos. En ese ambiente estaban de moda el café y el chocolate, que habían cosechado un éxito enorme en la vida social de España desde el siglo anterior, y se forja-ron negocios de restauración en torno a ellos. Los cafés bar reunían a hombres de toda condición en los puntos más diversos de la geografía. La política y la rumorología, esas dos ciencias hermanas en el acervo cultural español, se acomodaron entre las mesitas de mármol, los veladores y las sillas de nogal. Incluso en los pueblos, los cafés eran uno de los núcleos del tejido social. El aroma de los lo-cales era intenso, puesto que el café se solía tostar

Introducción

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introducción

y moler allí mismo, a la vista de los clientes, que a su vez disfrutaban de un buen cigarro habano o, si no les alcanzaba para ello, unas hojas de tabaco, picado y envuelto en papel de liar.

Por su parte, el chocolate, de origen antilla-no, se ganó el corazón de las féminas. Eran las señoras y señoritas las que acudían a las chocola-terías para degustar una taza caliente acompañada de algún producto de repostería. La imitación del gusto francés impuso una decoración pari-sina a los establecimientos, que competían por la cantidad de molduras en las paredes y las puertas, mientras que los espejos y los colores pastel servían de fondo a las numerosas bande-jas de cruasanes y milhojas.

El sociólogo alemán Georg Simmel encontraba una profunda similitud con el mundo de la moda. Aunque en el vestir cada individuo busca el modo de alcanzar la distinción y, por lo tanto, algo que le haga singular ante la sociedad; también es cier-to que en cada decisión indumentaria uno pretende que los demás lo reconozcan como parte integrante del grupo. Es así como la moda se presenta en tér-minos de igualdad y, al mismo tiempo, de diferencia-ción social. Lo que ocurrió con el café y el chocola-te en siglos anteriores, con su moda y su capacidad para igualar y a la vez diferenciar a los protagonistas de aquellos siglos, puede aplicarse también al modo en que el ha entrado en nuestras vidas cuando nos referimos a la cultura en la sociedad española.

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introducción

LA CULTURA DEL

Se calcula que diariamente se consumen más de tres millones de tazas de en todo el mundo. La bebida que resulta de infusionar hojas de Camellia sinensis con agua llevada a ebullición ha acompa-ñado momentos de encuentro, de relajación, de meditación, de celebración y de compañía.

Desde que fuera descubierto hace más de 3.000 años en China, hoy se consume habitual-mente en muchísimos hogares de los cinco con-tinentes y puede hablarse de una gigantesca onda expansiva que, con suma tranquilidad, ha ido au-mentando con los años. El té, verde, blanco, ne-gro, fermentado, oolong o amarillo, empezó muy pronto a seguir sus propios devenires en diferentes regiones, países y continentes. Tierras y cultivos diversos, temperaturas y cosechas colindantes va-riadas y, sobre todo, ganas de experimentar con diferentes métodos.

En Asia se toma como una bebida para acom-pañar las principales comidas. En el Reino Unido, es más que un ritual nacional y las teteras son un elemento destacado de las cocinas británicas. El peculiar pitido con el que avisan de que el agua ha alcanzado su temperatura de ebullición forma parte del sonido ambiente de las casas inglesas, aunque Irlanda sea el país al que se suele atribuir uno de los mayores niveles de consumo de té.

En Marruecos, la temperatura del ayuda a sobrellevar el calor del verano, algo que también saben hacer en China y en la India. Uno de los objetivos de la costumbre de tomar una bebida tan caliente en verano es conseguir igualar la tempe-ratura interna del organismo con la externa; ese equilibrio consigue rebajar la sensación de frío o de calor. En Occidente, sin embargo, nos hemos acostumbrado a añadir hielo al durante el vera-no y, cuando el frío aprieta, a calentarnos las ma-nos rodeando con ellas los recipientes contenedo-res de esta bebida tan preciada.

La cultura del se ha expandido rápidamen-te, porque responde a una tendencia generalizada a favor de la salud. La mayoría de la población actual está interesada en frenar el envejecimien-to y en alcanzar un bienestar que le permita vi-vir el máximo tiempo posible con cierto grado de calidad de vida. De ahí las ansias de investigar

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introducción

en genética, de promover la cirugía estética o de apostar por el deporte, que puede llegar a acaparar gran parte de la jornada.

En esta mirada hacia la salud personal y el cui-dado de los hábitos alimentarios, el ha aparecido con un catálogo de beneficios sin igual. Por ello, la medicina tradicional china, cuna de su descubri-miento, siempre ha tenido y continúa teniendo la planta del como parte de sus valiosos remedios naturales.

Los más de 4.000 compuestos que se en-cuentran en la tierra, el sol y el agua que nutren la planta del han concedido a esta bebida un importante atractivo y la han posicionado como un producto cargado de beneficios. Se le atribuyen propiedades como el adelgazamiento o la renova-ción celular, gracias a las catequinas que contienen las hojas y que actúan como antioxidante en los tejidos de nuestro organismo. Muchas personas lo consumen para restar al cuerpo la mayor cantidad de cafeína que impone el café, y también porque esta puede rebajarse en el proceso de preparación.

La gran afición a beber y el aumento de su reputación, vinculada a los efectos beneficiosos que proclaman sus tantísimos seguidores, han des-pertado también el interés de la comunidad médi-ca y científica en un intento de investigar las pro-piedades de la planta que influyen positivamente en el devenir de los tejidos orgánicos. Pero aún faltan estudios científicos de gran alcance y con acuerdo internacional de la comunidad médica en Occidente para poder corroborar esos pronósticos de buenos augurios contra enfermedades como el cáncer que se relacionan directamente con el con-sumo de un determinado té.

Por ahora, tampoco se puede probar si es cier-to el poder adelgazante del –especialmente de la variedad verde–, como potente diurético y también

por la aceleración del organismo en su labor de quemar grasas. Está claro que la cantidad que se pueda incrementar de verde no dará lugar a esos beneficios si no se acompaña de otros buenos há-bitos como el deporte y el cuidado de la alimenta-ción, disminuyendo la ingesta de grasas.

Su contribución a ralentizar el envejecimien-to de las células o la disminución del colesterol tampoco deben tomarse como sentencias firmes científicamente probadas. Pero ya existen algunos estudios que reconocen el poder de los antioxi-dantes de la hoja de en este campo.

Otro de los innumerables beneficios del es que resulta asequible para la mayor parte de la po-blación, lo que lo convierte en democrático. Pero, al mismo tiempo, no corta a todo el mundo por el

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LA CULTURA DEL

mismo patrón: la diversidad de tés hace que cada uno de nosotros pueda presentarse ante los demás como alguien con gustos peculiares, más o menos experto y preparado en la materia para descubrir nuevos horizontes sin moverse del asiento. Porque tomar un Matcha no es lo mismo que asistir a una ceremonia del japonés. Y hacer una cata de tés verdes nos permitirá salir de aquel cómodo, pero quizá cansino, «lo de siempre» con el que se conforman algunos consumidores. Porque el permite ser curioso y tradicional a la vez, pues con él estamos descubriendo desde España la geogra-fía de países asiáticos de los que poco conocemos por relación histórica.

La fascinación por Oriente es una cuestión que en España ya se despertó con el Romanticismo

del siglo xix y que ahora regresa, aunque, lógi-camente, con otros parámetros. Sobre todo, en situaciones históricas de cierta dificultad interna, nos ha gustado soñar con el extranjero como algo mejor y paradisíaco. Hemos comenzado a cono-cer el cine japonés, las artes marciales, la arqui-tectura milenaria, el manga… India nos fascina con Bollywood, pero también con su centena-rio Taj Mahal y la Muralla China. Soñar ya no es suficiente, y lo que quieren los europeos es pisar Myanmar, Camboya, Vietnam, Nepal, Laos o China. Y es que el nos aporta conocimien-tos sobre cada uno de estos países en forma de atractivo para los sentidos: el aroma, el sabor, la historia que encierra cada hebra, su recolección, el porqué de su nombre, las leyendas…

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introducción

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LA CULTURA DEL

Oriente es otra gran fábrica de sueños, y uno alcanza a poseerlos en pequeñas dosis cuando aprende cómo elaborar un con el sistema tra-dicional y a diferenciarlo del sistema Gongfu. O cuando, al adentrarse en la tienda de un brocan-te, se descubre una tetera de cerámica china an-tigua. Gracias a internet se puede completar la información que aporta una bolsita o una caja de té, pero es sobre todo la tendencia a la novedad la que ha animado a buscar en este producto ciertas experiencias que no se lograrían de otro modo. Todo ello ha hecho que aparezcan por todo el país numerosos salones de té, asociados a la filo-sofía «slow life», que defiende el desaceleramien-to de la vida de los yuppies de la década de 1980 y de la burbuja inmobiliaria y financiera.

El invita a la tranquilidad, a la calma, a la lectura sosegada. También es óptimo para un en-cuentro con otros, porque puede tomarse tanto en un diálogo amoroso como en una merienda de grupo. Los salones de hablan de nosotros: des-de el que se basa en el diseño y el márquetin hasta el que propone adentrarse en el conocimiento de los tés con actividades que nos permiten sociali-zar con otros aficionados o expertos. Es la gran experiencia de la degustación que se ha puesto de moda en los últimos años. Del mismo modo que ha crecido el interés por los universos del vino y del cava, en los que adquieren importancia las di-ferentes maduraciones de la uva, la materia prime-ra y todo el proceso de elaboración, ahora se ve la réplica en el mundo del té. Podemos asistir a ca-tas, acompañadas por profesionales que conocen el recorrido de este producto y contribuyen a ser conscientes del impacto percibido en su ingesta, y a cursos de especialización para adentrarse en los procesados diversos que conceden su personali-dad a cada tipo de té. Las catas de especialistas van

precedidas por una selección de algunas varieda-des sobre la mesa, su origen y método de produc-ción, y su manera de prepararlo de forma óptima para poder disfrutar de todo su sabor y riqueza en cuanto a propiedades. Tocar las hojas del té, observar sus tonalidades, preparar el agua para una óptima infusión y, paso a paso, ir siguiendo el camino del ritual, individual o en compañía, al que siempre conduce la experiencia del té. En las catas no habrá sensación que pueda pasarnos por alto, es realmente un viaje guiado a las raíces de la Camellia sinensis, a sus hojas, a su recolección y tratamiento en el secado y resguardo de luz y calor. La cata del es un recorrido por el mundo de cada tipología, que permite descubrir sabores

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introducción

y propiedades con las que continuar celebrando a diario la experiencia del té.

El cultivo de la planta de Camellia sinensis se ha extendido por diferentes partes de Asia, Europa y África. Las plantaciones de crean preciosos pai-sajes e idílicas postales de gran interés para el tu-rismo en zonas montañosas, en valles entre colinas y en bucólicas islas. Sin duda, en este «viaje» que nos propone el hay un paso previo por las islas Británicas. La admiración por la cultura británica tiene en el una referencia popular evidente, que se ha mostrado en los últimos 30 años con el éxi-to de los libros, las películas y, últimamente, series de televisión ambientados en la época victoriana. «Downton Abbey», serie llevada a la gran pantalla, es un excelente ejemplo de algo que aprendimos con la reina Victoria, Agatha Christie, Mary She-lley o sir Arthur Conan Doyle; Sherlock Holmes nos invitó a emplear la lógica ante un té, mientras que la serie «Up & Down», con Emma Thompson y Anthony Hopkins, nos hablaban de estructuras sociales capaces de filtrar el mundo como quien filtra un Earl Grey.

Las mansiones, los caballos, la aristocracia, el silbido de la tetera y el lujo de una vida tranquila se pueden disfrutar sorbiendo lentamente una taza de un sábado por la mañana. Como hacen los protagonistas de muchas pinturas del siglo xix y como nos invita a soñar un salón de té, aislado del ruido de la calle, pero en pleno fragor urbano. Relajación, disfrute y distensión, naturaleza que recobra vida en hojas que transmiten la fuerza de la tierra en contacto con el agua, todo esto y mu-cho más forma parte de la vivencia y disfrute del té. Un encuentro con el yo más interior o un des-cubrimiento de otras personas que, enlazadas por el encuentro y la conversación, se reúnen en torno a una infusión en numerosas culturas del mundo.

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LA CULTURA DEL

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Historia del

UN INICIO DE LEYENDA EL COMO SISTEMA DE PAGO LA EXPANSIÓN DEL LAS GRANDES MARCAS DEL EL EN LA ACTUALIDAD

Según una leyenda china, el fue descubierto en el año 2737 a. C. por el emperador Shen Nong que, con el fin de prevenir enfermedades entre su pueblo, había ordenado que todos hirvieran el agua antes de beberla. Un día de mucho sol, Shen Nong descan-saba sentado a la sombra de un árbol. Quiso beber agua y, también por prudencia, la puso a hervir.

En ese momento, sopló una leve brisa que hizo que varias hojas del árbol cayeran en el recipiente

Muchas de las leyendas sobre el origen del té y su historia han sido trasmitidos de generación a generación hasta nuestros días.

Un iniciode leyenda

Una historia milenaria

El forma parte de la Humanidad desde tiempos inmemoriales y su origen se remonta a miles de años atrás. Existen numerosas teorías acerca de su origen y trayectoria, aunque entre los historiadores y expertos no cabe duda que su origen se encuentra en Asia.

El emperador Shennong descubre el té.

Se extiende el consumo entre los monjes budistas.

Lu Yu escribe la obra clásica Cha Jing.

Se plantan en Corea las primeras semillas de té.

2737 a. c.

430 a. c.

760-762 d. c.

830 d. c.

donde Shen Nong había hervido el agua. Shen Nong, sin proponérselo, comprobó que aquellas hojas dejaban un buen sabor y aroma al líquido. En aquel momento descubrió lo que iba a conver-tirse en la primera infusión de la Historia.

En la India se cuenta una leyenda similar a la china, con algunas variantes. El protagonista es Dharma y se le atribuye la suerte de haber descu-bierto el como alimento curativo. Dharma, que era un monje de origen persa, viajaba para predi-car el budismo cuando cayó enfermo. Unos sabios expertos en la sanación del cuerpo le dieron para beber una infusión de que logró que el prínci-pe sanase. Fue un hecho muy importante, puesto que Dharma sería el fundador del budismo en su extensión zen.

En Japón, la bebida también está acompañada de un origen legendario. Bodhidharma, que pre-tendía meditar de manera ininterrumpida, deci-dió no dormir durante 9 años; sin embargo, una noche se sintió tan exhausto que no pudo evitar

quedarse dormido. Contrariado, Bodhidharma se arrancó los párpados que cerraban sus ojos y los arrojó al jardín, donde creció una planta de té.

Aunque por el momento no es posible saber si Dharma, Bodhidharma y Shen Nong real-mente existieron, no cabe duda que el té es una bebida ancestral muy popular en algunos paí-ses. En China, hasta el siglo iii a. C., incluyendo las dinastías Qin (221 a. C.-206 a. C.) y Han (206 a. C.-220 d. C.), el té fue considerado un producto de lujo y se identificaba con el estilo de vida de palacio y de las personas que gozaban de una alta posición social. De esta época son las pri-meras referencias escritas a la hoja del té, en las que un famoso cirujano chino lo recomienda para au-mentar la concentración y el estado de alerta, y un general del ejército le escribe a un sobrino para pe-dirle que le envíe «té real» porque se siente «viejo y triste». Entonces, la bebida se preparaba como me-dicamento o tónico, con hojas frescas recolectadas de árboles de té silvestres.

el como sistema de pago

A partir del siglo iv y v d. C. el se había populari-zado de tal manera que incluso se servía en taber-nas y posadas. Formaba parte del estilo de vida en China, Japón, Corea, Taiwán, India y otros países. Se consumía en forma de torta, elaborada a partir

de hojas secas y pulverizadas, con la que se prepa-raba la «olla de té», una especie de sopa a la que se añadían otros productos como leche, corteza de naranja, jengibre o puerro. Posteriormente, se vio que podía consumirse de forma más habitual y rápida en una infusión con agua hervida, aun-que para ello era necesario encontrar un método de conservación de las hojas. Para que la oferta cubriera la creciente demanda y garantizara un su-ministro regular, empezó a cultivarse en pequeñas

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HISTORIA DEL

plantaciones y, gradualmente, se desarrollaron los sistemas de secado y procesamiento.

En el siglo vii d. C., el también se usaba como sistema de pago. Los terratenientes pagaban con él sus tributos y recibían un certificado que les permitía negociar con otros o bien cambiarlo por moneda en metálico. Al convertirse en herramien-ta de pago, cobro e intercambio, el se considera-ba un elemento estable de la economía y al mismo tiempo se le adjudicaba un valor de mercado. Para que se conservara más tiempo y pudiera emplear-se como moneda, se elaboraban pastillas hechas con las hojas previamente hervidas y prensadas.

La dinastía Tang (618-907) es conocida como la «edad de oro» del té, pues entonces ya no solo se consumía como tónico medicinal, sino que también era valorado como bebida placentera y reconstituyente. Se preparaba a partir de la mezcla de las hojas con zumo de ciruela deshidratada al horno. Cuando la mezcla estaba seca, se volvía a tostar, se trituraba y se convertía en un polvo que se hervía posteriormente.  

El cultivo y procesamiento de la hoja se con-trolaban estrictamente mediante reglas que esta-blecían el momento de cosechar y cuándo y cómo debía recolectarse. Estos aspectos adquirieron tanta importancia que un grupo de comerciantes encar-al escritor Lu Yu (733-804) el primer libro sobre el té, Cha Jing, «Libro clásico del té».

A partir del siglo vii las rutas marítimas chinas se impusieron a las terrestres, pues ofrecían una mayor seguridad para el transporte de mercancías. Las innovaciones en la construcción naval y en la navegación, con inventos como la brújula y la esfera armilar, favorecieron los trayectos a mar abierto en el estilo de vida y en la manera de ver el mundo del sistema budista.

Las rutas comerciales

Desde la dinastía Tang, el se convirtió en uno de los productos más populares en el comercio exterior. Por vía terrestre, mediante la Ruta de la Seda, llegaba a Asia Central y Occidental. Hacia el este, por rutas marítimas, llegó a Asia Oriental y Sur.

Lu Yu escribió su obra entre los años 760 y 762 en la lengua clásica tradicional, el Wen Yan Wen, de carácter poético, literario y condensado. A lo largo de los diez libros que la forman, Lu Yu aporta todo el conocimiento acerca del cultivo, la pro-ducción y el modo de beber el té. Destacan espe-cialmente el libro séptimo, en el que se desarrolla la historia del té desde miles de años atrás hasta la dinastía Tang, y la referencia específica al té en polvo, que se modelaba al vapor y con el que se hacían unas hojas a modo de pasteles, que se usa-ban para infusionar. Además, el Cha Jing intro-dujo conocimientos sobre medicina, cerámica, agricultura, ingeniería mecánica o botánica.

El empleo del como elemento de pago en Oriente resultó el antecesor del papel moneda, que comenzaría a emplearse –según consta docu-mentalmente– en el año 1024. Durante la dinas-tía Song (960-1279) se empezó a comercializar el té, que adquirió un mayor interés que hizo que aparecieran en el mercado las variedades con jaz-mín, rosas, crisantemo, flor de loto o bergamota.

En el siglo viii d. C., el poder de China pro-vocó la rápida expansión del consumo de a otras tierras, especialmente de la mano del budis-mo zen. Las familias enviaban a muchos jóvenes japoneses y coreanos a esta potencia asiática para aprender la filosofía budista. Junto con este fe-nómeno migratorio, se extendió la cultura del té, pues la ceremonia en torno a esta bebida formaba

El libro de Lu Yu (733-804), Cha Jing, permitió recuperar a partir de la década de 1970 las antiguas tradiciones en torno al perdidas a mediados del siglo xix, cuando los ingleses se hicieron con los secretos de la ancestral bebida.

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HISTORIA DEL

parte del estilo de vida budista y de su manera de ver el mundo.

Se cree que hasta el siglo xii no empezaron en Japón los primeros intentos de cultivo de la planta del té.

Para el transporte del se trazaron varias ru-tas, que tenían su origen en la región china de Sichuan. Conducían hasta el Tíbet, para luego proseguir hasta las costas de Bangladesh y la ac-tual Myanmar, y posteriormente se añadió la ruta que partía de la región de Yunnan.

La ruta comercial la realizaban porteadores, hombres y mujeres, que cargaban fardos extre-madamente pesados –de hasta 135 kilogramos– durante unos 20 días a pie y, a continuación, con la ayuda de caballos (los ponis del Tíbet eran es-pecialmente adecuados para la zona). El viaje era largo, podía superar los tres meses de duración, y en algunos puntos alcanzaban alturas superiores a los 5.000 metros.

Dicha ruta pronto se conoció como la de los «caballos del té», aunque también se refe-rían a ella como la «ruta sur de la seda», que estuvo activa hasta mediados del siglo xx. Gra-cias a ella, logramos entender los formatos que reciben algunos empaquetados de té, especial-mente los pu-erh o fermentados. Estos se dis-ponían en discos aplastados o ladrillos para que fuera más fácil apilarlos y cargarlos. An-tiguamente, el precio entre el y el arroz era equivalente: un kilo de por un kilo de arroz.

Con el transcurso del tiempo, el ceremonial del fue adaptándose a cada territorio y gru-po autóctono. Por ejemplo, en Taiwán, pese a su proximidad a las costas chinas, resultó mayor la influencia de Japón; en Corea, el ritual sufrió mo-dificaciones importantes ya desde el principio y, posteriormente, por la influencia de Occidente.

A partir de 1279 la historia de China dio un vuelco importante con la invasión de los mongo-les. Desde palacio se impusieron nuevas costum-bres y, aunque el siguió consumiéndose, su-frió un importante revés. A lo largo de la dinastía Yuan y hasta 1368, la tradición en torno al se vio afectada por el contacto con las costumbres que provenían del confucianismo y de los suce-sores de Gengis Khan. No fue hasta los tiempos de la dinastía Ming, a mediados del siglo xiv, que volvió a resurgir en todo su esplendor.

En el siglo xviii, se llegó a utilizar el para pagarla compra de caballos para el ejército chino.

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EL COMO SISTEMA DE PAGO

la expansión del

La llegada del a Occidente se debe a Vasco de Gama, que estableció a finales del siglo xv la ruta marítima con Oriente. Holandeses y portugueses fueron los primeros en exportar desde China, convirtiéndose en un absoluto éxito social. En el siglo xvii, la Compañía Holandesa de las Indias Orientales poseía el monopolio del mercado, y China e India eran los únicos países que producían y comerciaban la preciada planta. Entre 1848 y 1851, el botánico Robert Fortune recorrió las provincias interiores de China con la misión de obtener esquejes, semillas y conocimientos de la variedad sinensis, más apreciada por su mejor resistencia al clima frío y altitudes elevadas.

Un viaje de Asia a Europa

La apertura del canal de Suez en 1869 hizo económicamente viable el comercio del entre Oriente y Europa y los Estados Unidos.

El llega a España importado de Francia e Inglaterra.

A mediados de siglo llegan a África las primeras semillas de té.

s. xix

s. xviii

s. xix

Primeras importaciones portuguesas.

Se pierden las tradiciones del de la dinastía Song por las invasiones de los mongoles.

Empieza a llegar el a Gran Bretaña.

1610

1271

1650

Hasta el siglo xiii, la Ruta de la Seda y de las especias para comerciar con China tan solo podía realizarse desde Arabia. Poco a poco, los países occidentales establecieron nuevas rutas.

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HISTORIA DEL

El contrabando

La alta fiscalidad que Gran Bretaña había impuesto al hizo del contrabando de este producto un negocio floreciente. En el siglo xvii el se pasaba de contrabando desde Europa hasta Gran Bretaña en pequeños botes y a través de las islas del Canal y la isla de Man.

Ceilán impulsa el cultivo de a raíz de una plaga que había devastado las plantaciones de café.

El se introduce en Rusia, cuando un gobernante mongol dona al zar Mijaíl I unas hojas de la planta.

s. xix

Los primeros vestigios sobre el lo sitúan en China en torno al año 250 a. C.

s. iii

s. xvii

Primeras importaciones de la Compañía de las Indias Orientales.

Se inicia la ruta comercial del entre Rusia y Mongolia.

1664

1689

Canal de Suez

La apertura del canal de Suez en 1869 hizo económicamente viable la travesía de los barcos a vapor desde los países productores de en Oriente hasta Europa y los Estados Unidos.

conservación del té: se dejaba fermentar parcial-mente las hojas de la planta y se horneaba hasta que quedaba deshidratado, de modo que se pa-ralizaba la fermentación. Así es como nacieron el oolong y el negro.

El volvió a tener un papel relevante como instrumento de riqueza y fue una de las materias más codiciadas, incluso por Europa. El reino de Portugal desembolsó grandes cantidades de plata para establecerse a la cabeza del comercio del procedente de China. Sin embargo, la Gran Mu-ralla dificultaba el transporte terrestre de materias primas y eso dificultaba la operación, que además debía hacerse por una ruta que controlaba Arabia.

Hasta el siglo xiii, la Ruta de la Seda y de las especias para comerciar con China tan solo podía realizarse desde Arabia. El viajero y comerciante veneciano Marco Polo (1254-1324), célebre por sus viajes a Asia a través de esta ruta, consiguió despertar la curiosidad con sus relatos e hizo que las potencias europeas vieran nuevas posibilidades de negocio. Entre estas, el té, que resultaba extre-madamente atractivo, puesto que proporcionaba altas ganancias en la venta al detalle.

Portugal fue la primera que llegó a Cantón, en el año 1513, y estableció allí las primeras ru-tas comerciales. En 1602 los holandeses se lan-zaron a la aventura comercial del fundando la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, la primera gran empresa dedicada a importar chino y a la que el gobierno de su país le conce-dió el monopolio durante 21 años.

La dinastía Ming (1368-1644) está conside-rada como una de las formas de gobierno más só-lidas y crecientes de la Historia. Bajo el gobierno de estos reyes poderosos, se construyó una ex-traordinaria estructura interna y una importante clase comerciante, que logró aumentar en gran ma-nera su riqueza. Se descubrió un nuevo modo de

Hasta la década de 1940 los porteadores seguían acarreando más de 100 kilos de té, que apoyaban en la muleta cada pocos metros. Tardaban tres semanas en realizar el trayecto hasta el Tíbet.

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HISTORIA DEL