Para las hermanitas

Sandra Milena y Lina Pacheco,

al otro lado del río

Acto primero
El bosque

Entran los padres con los niños. Los padres se ven preocupados. Los niños, felices, empiezan a jugar al fondo del escenario, entre los árboles, y se alejan cada vez más.

MADRE: Ay, Abelardo, ¿estás seguro?

PADRE: Es lo único que podemos hacer, mujer. La cosecha de maíz se perdió. No tengo trabajo. Ya no nos queda comida. Pablo Antonio, que nos debía un dinero, se voló a Venezuela.

MADRE: Los bandidos se están escapando a Venezuela.

PADRE: A ese dinero echémosle tierrita porque ya no lo veremos.

MADRE: Mis niños, Abelardo. Ojalá alguien los socorra en este bosque. Pobrecitos. Se los va a comer el tigre.

PADRE: Eloísa, no lo pensemos más y vámonos. Aquí al menos tienen la esperanza de sobrevivir. Vámonos pronto.

Los padres se van y los niños siguen jugando hasta que se cansan y advierten la ausencia de los padres. Los buscan, primero como si fuera un juego, luego con preocupación y, al final, desesperados. La luna atraviesa el escenario y los niños la contemplan asombrados.

LUNA (cantando, toda delicada y toda bella):

Soy la reina de la noche,

de las calles peligrosas,

de los más lejanos bosques,

por razones misteriosas.

Sin pensar, sin condiciones,

ante mí se rinden todos.

Esta noche o la siguiente,

tú vendrás, de todos modos.

Nadie sabe dónde vivo,

dónde voy, de dónde vengo.

Nadie escapa de mi hechizo.

Soy bella, soy un tormento.

Los niños, hechizados, salen del escenario, siguiendo a la luna.

Acto segundo
El árbol

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