cover.jpg

portadilla.jpg

portadilla2.jpg

El valor de ser mujer

© 2014, María Emilia Arciniegas, Carlos Alberto Garavito

© 2014, Intermedio Editores S.A.S.

Edición, diseño y diagramación

Equipo editorial Intermedio Editores

Diseño de portada

Agencia Cental

Intermedio Editores S.A.S.

Av Jiménez No. 6A-29, piso sexto

www.circulodelectores.com.co

www.circulodigital.com.co

Bogotá, Colombia

Primera edición, septiembre de 2014

Este libro no podrá ser reproducido,

sin permiso escrito del editor.

ISBN: 978-958-757-413-5

ePub por Hipertexto / www.hipertexto.com.co

ABCDEFGHIJ

Dedicatoria:

Este texto se lo dedicamos a todas aquellas mujeres que nos colaboraron al darnos generosamente su testimonio de vida. Sentimos por ellas un gran respeto y admiración por la manera, desde diversos puntos de vista y contemplando los diferentes estratos socio-económicos y culturales, han sabido enfrentar sus existencias con tesón y valentía. Su gran capacidad de dar amor y ternura nos demuestra cómo se sobrevive a problemas graves. A muchas la fe en Dios las acompaña. Además, agradecemos las diferentes recomendaciones que nos hacen algunas de ellas para entender aquello que le sucede a la mujer contemporánea y las amonestaciones que les efectúan para mejorar sus vidas.

Presentación

En Colombia, como en algunos otros países, la mujer se enfrenta a una serie de conflictos de diferente naturaleza. En este libro tocamos algunos temas relevantes según cada una de las protagonistas de sus propios testimonios. Son mujeres colombianas de estratos socioeconómicos y profesiones diferentes y cada una con experiencias únicas, propias y muy diversas ofreciéndonos un paralelo interesante entre estas historias y los problemas que acucian nuestra realidad nacional actual y, de pronto, internacional a su vez.

El amor, con sus episodios más importantes, y también los momentos de desamor han sido el enfoque central del cuestionamiento realizado a dieciséis mujeres entrevistadas.

Se presentan, a manera de cartas, testimonios de estas valientes donde se plasman sus recuentos de vida, producto de sus propias experiencias basadas en sus amores y desamores, demarcando episodios relevantes en sus experiencias.

Vivencias y reflexiones en torno de los temas del aborto, bulimia, aceptación y desarrollo de una hija con discapacidad cognitiva, rabia por el maltrato físico y psicológico de compañeros, dolor, egoísmo e irrespeto del hombre ante sus mujeres, apoyo y cooperación ante la adopción de una niña, desplazamiento, drogadicción, superación espiritual, prostitución, educación creativa no considerada como importante, vida de mujeres contemporáneas quienes son madres y recomendaciones de una profesional, las separaciones prematuras, tradición en el hogar y su balance, por citar algunos ejemplos, reflejan a la manera de estudios de caso la situación tan diversa y polémica que vive la mujer actual.

Entrevistas elaboradas por María Emilia Arciniegas a dieciséis mujeres, se transforman en cartas dirigidas a un particular bajo un seudónimo en la mayoría de los casos. Redactadas con la colaboración de Carlos Alberto Garavito y supervisadas por las mujeres que colaboraron.

Cada una de las damas interrogadas se toma la libertad de tratar el tema que desee en donde su historia podía ser firmada o no y estaba dirigida al destinatario de su elección. Normalmente la mandaban a personas de su familia, en algunos casos a las mujeres ejecutivas contemporáneas.

El orden de presentación corresponde a la fecha en la cual se realizó cada entrevista. Esto se hizo con el fin de no tergiversar la información y de tal forma fueran apareciendo espontáneamente las diferentes problemáticas, hechos de amor y desamor así como, algunas presentan diversas soluciones posibles. Posiciones polémicas y muy distintas. Esto hace muy interesante la lectura de este libro.

En estas cartas se entremezclan posiciones muy diferentes, por consiguiente, no tomamos una posición distinta a la de ser traductores de algunas vivencias narradas por estas mujeres y exponer las recomendaciones que, en algunos casos, ellas realiza., Más cuando vivimos en un mundo en crisis, paradójico y ambivalente.

Confiamos que cada lector asuma sus propias conclusiones e invite a otras personas a discutirlas.

Mis partos, aciertos y tristezas

Una mujer estrato uno narra sus partos, aciertos y tristezas y hace mención a un aborto que se realizó y le dolió en el alma toda su vida. Es muy maltratada por su marido.

El amor y desamor en mi vida, episodios importantes

«El amor para mí es que en vida de uno sea algo interesante; también algo especial porque el amor lo hace vivir y por medio de las personas que uno ama los impulsa a salir adelante en la vida.

El desamor para mí es algo que viola el amor que uno puede brindar. Se aprovechan las personas y llega a un punto que uno no quiere creer en el amor y es difícil de poder querer sentimentalmente. Uno no le cree nada a nadie, aunque le estén hablando con la verdad».

Mi querido Raimundo:

Llegaste a cierta edad de la vida que no servías para tener una relación sexual y entraste en mi alcoba una noche con una propuesta que no era la normal entre nosotros. Tú querías hacerme creer que servías sexualmente y te pusiste un caucho en forma de pene para penetrarme, así de pronto, sin caricias simplemente para penetrarme. Yo te dije que no porque sentí que era un objeto extraño que tú querías utilizar. En ti podía más el dinero que me ofreciste, más de lo que yo sintiera pudiera sentir por ti. Claro que la plata sí la necesitaba, pero no quise estar contigo. Psicológicamente, desde hacía mucho tiempo, no había pareja entre ambos. Tú eras el padre de mis hijos y yo te atendía como tal y no te exigía sexo, ni busqué nunca otro compañero. Tú tenías miedo de que te dejara por eso, y por tal motivo se te ocurrió tú propuesta aquella noche y llegaste a tal extremo tan penoso para mí. ¡Solo lo intentaste una vez, claro! Esa noche fue muy crítica para mí: me parecía que pretendías violarme. Me senté en una silla en el cuarto y tú te quedaste acostado en la cama, jurándome que no me harías nada y me propusiste por primera vez matrimonio.

Nosotros, normalmente, dormíamos separados porque tú vivías en una finca y no teníamos sexo (algunas veces sí lo hacíamos por atracción o porque no nos veíamos hacía mucho tiempo).

Vivimos veinte años juntos y tuvimos tres hijos varones y un aborto. Empezaste, poco a poco, a enfermarte y creo que fue porque mataste, también poco a poco, nuestro amor. Tú tenías plata y te ibas con otras mujeres. Por tantas humillaciones que me hacías me contestabas que no me metiera. Cuando el amor murió entre ambos los dos estábamos muy apegados a los niños y ninguno se quería separar de ellos. Así que creo que pasamos del amor a la estimación.

Tú te enfermaste finalmente de diabetes y eso te bajó el deseo sexual. Viniste a valorarme cuando te sentiste sin salud y por eso en ese momento te pusiste el caucho en forma de pene, como dije, para que yo no te dejara. Tú me hacías falta como hombre, pero me aguantaba por los hijos ya que estos me podían criticar pensando que ellos creyeran que yo era una puta puesto que sabían que yo ya no te quería. Como madre quería darles ejemplo en la forma de manejar sus vidas y que, además, ellos no me recriminaran nada en sus existencias. Así pensé yo siempre. Para mí ser madre es una responsabilidad muy grande y hacer también que los hijos me quisieran era otro de mis objetivos. La responsabilidad es dar ejemplo y estar dispuesta siempre a ayudarlos.

Cruelmente, recuerdo que tuve problemas con algunos de mis partos, especialmente con el segundo. Mi compañero se fue para una fiesta y me dejó una plática para el alumbramiento. Regresó a los tres días y me tocó tener el bebe únicamente con el médico. ¡Fue difícil para mí vivir ese nacimiento y tan sola! El varoncito nació con problemas, le costaba mucho trabajo chupar leche de mi pezón y del tetero. No sé por qué, pero la relación entre ustedes dos siempre fue muy distante. Nunca hablaban directamente si no se comunicaban a través de mí. Tú lo querías menos que a los demás hijos y chocaban mucho con el carácter de ambos.

En el tercer embarazo me tomé unas pastas licuadas con el jugo de una planta que una amiga me recomendó para poder abortar, y así fue. Yo siempre creí que esas bolas de sangre que arrojaba en el baño las veía con forma de niña. ¡La niña que yo siempre soñé! Fue tal mi resentimiento por todo lo que sufrí en mi segundo parto que por eso tomé la decisión de abortar. Lo primero, que hice fue contarte y no me dijiste nada porqué te hice comprender todo lo mal que te portabas conmigo. Sé que nunca me lo perdonaste porque también pensaste que habíamos perdido la anhelada niña por ti y te vengaste de mí pasándome mujeres por delante y paseándolas por el pueblo en tu carro. No tenías sino actos de desamor, después de todo el amor que yo sentía por ti.

Después, por un descuido quedé embarazada y nació nuestro tercer varón. Yo ya no deseaba quedar embarazada. En el momento del parto tuve placenta previa y te mandaron llamar, te viniste en un expreso y llegaste rápidamente al hospital y me dijiste que no me preocupara por la plata. En ese momento empecé a sentir la pérdida de mi niña en el aborto que provoqué al ver que sí te podías portar bien conmigo.

Una vez que nació el primer hijo yo ya deseaba separarme, pero debo confesarte que me dio miedo afrontar la vida sola, mas teniendo en cuenta que cuando te ponías bravo te ibas para la finca y no me dejabas plata, apenas mandabas algunos alimentos de la finca. Claro, que yo tenía una cría de marranos y de gallinas y ahorraba platica del mercado cuando me dabas completo. En prostitución nunca quise trabajar, aunque me lo propusieron y a mí me gustaba el sexo. Preferí medírmele a los trabajitos que fueran apareciendo para que quedara en mis hijos un ejemplo de mí como madre digna.

Raimundo, Dios te mandó llamar a los setenta y cuatro años cuando el hijo mayor tenía quince años, el segundo doce y el tercero diez. Muy pequeños, pero yo procuré que nunca nos faltara, al menos, que no faltara comida. El estudio era gratis en un colegio distrital del pueblo.

La casa me la dejó a mí y una platica, pero desafortunadamente él tuvo una hija antes de conocernos y a ella le dio en vida la herencia y, además, ella le pidió prestados veinte millones aparte de su herencia que nunca le pagó y como no se firmó un papel no había manera de pedírselos. Cincuenta millones que quedaban los cuales estaban prestados a interés a un señor en Medellín ella los reclamó y el abogado de Raimundo se los proporcionó a su hija falsificando su testamento. Mi casa también me la quiso quitar pero yo no me dejé porque yo era la trabajadora o sea la que había trabajado con él y para nuestro hogar y así la podía demandar. Pero ella la pagó pues, hoy en día, tiene cáncer. Le tuvieron que quitar un seno y después la matriz y los ovarios. En cambio yo estoy en perfecto estado de salud y trabajando. Ella pagó su deshonestidad.

Hoy en día, el amor de mis hijos me hace vivir y seguir luchando para ayudarles a salir adelante. La casa que me quedó la volví un apartamento con locales independientes y esa es mi renta, eso, más mi trabajo en una casa en servicio doméstico en Bogotá. Tuve que irme por la pobreza en la que estábamos y allá me dijeron que en Bogotá pagaban bueno. A mis hijos los cuida mi madre, quien me dio todo el amor y apoyo del mundo, así como a mis hijos; el desamor más grande me lo proporcionó él.

En conclusión, mi experiencia con mis partos y mi dolor que llevo aún en el alma por mi aborto me condujeron a separarme mucho de mi compañero y a recibir siempre su desamor, pero recibí mucho amor de mi madre y ahora de mis hijos. Cuento con el apoyo de ellos en mi decisión de venirme a Bogotá a trabajar en una labor denigrante y muy nueva para mí, como es el servicio doméstico. Les quiero dar todo el amor posible para que nunca me reprochen nada y ser un ejemplo de vida para ellos.

Con todo mi cariño,

Rosaura

Mis matrimonios, convivencias y trabajo

Una mujer estrato uno que pasa al estrato tres a través de la convivencia con tres hombres diferentes. Desplazada por la violencia colombiana, narra minuciosamente las situaciones difíciles por las cuales tuvo que pasar viviendo como gitana en la ciudad.

El amor y desamor en mi vida, episodios importantes

«El amor es para mí algo muy importante porque cuando uno ama a una persona soporta lo demás: la pobreza, la tristeza, el hambre, la enfermedad y trasladarse de un lado a otro como gitano. Sintiendo amor uno está bien hasta el final de la vida.

El desamor para mí aparece cuando uno no quiere más a la persona, no la tolera y explota. Tampoco es bueno estar con una persona que uno ya no quiere».

Mi querida madre:

Te voy a contar algunos episodios de mi vida narrándote sobre mis matrimonios y convivencias con tres hombres y los diferentes trabajos por los cuales he pasado. Es una parte de mi historia que yo quiero que tú conozcas y la compartas con mi padre. Claro, muchas cosas las has vivido conmigo, como buena mamá que has sido siempre.

Primero vivía con ustedes en Puerto Libertador, Córdoba, que es una vereda pobre, pero en ese entonces teníamos una parcela con una casa sencilla hecha de tablas y techo en palmas, donde vivíamos con toda la familia y había cerdos, gallinas, arroz, yuca y demás. Contábamos con todo lo necesario para vivir, así fuera sencillo, y podíamos vender productos en el pueblo los domingos en la plaza de mercado.

En ese momento yo vivía con mi marido pero desafortunadamente él murió muy joven, a los veinticinco años. Yo quedé viuda, sin hijos y pobre. Posteriormente, les seguiré hablando de él y de su muerte.

Por ese tiempo se empezaron a formar grupos violentos al margen de la ley que se llamaban «Los Parracos». Ellos eran paramilitares y lo que querían era quitarnos las tierras que nosotros cultivábamos. Existía, en ese entonces, en 1997, la guerrilla quienes no nos hacían nada a nosotros y nos dejaban salir tranquilos, pero sí comenzaron a pelear con Los Parracos por nuestras tierras y se armó una guerra entre ellos. Nos quitaron nuestras tierras y comenzaron a cultivar coca y de la coca se arma el perico, un polvo blanco que es droga, como la marihuana. La pobreza entre nosotros comenzó a ser muy grande. Unos defendieron sus tierras y murieron y otros tuvimos que salir de la vereda y venirnos, sin nada, a Bogotá a ver qué conseguíamos. Por eso yo soy una mujer desplazada, acompañada en ese entonces, por mi primer marido quien murió a los ocho meses de cáncer al estar viviendo en la capital. En 1978 yo ya era una mujer viuda y muy necesitada. Recuerdo que con él vivimos primero en la calle del cartucho que, hoy en día, le dicen la calle del Brox, una calle llena de peligros y tuvimos que salir de este lugar e irnos al barrio Lomas, al sur de la ciudad. Era un barrio estrato uno. Vivíamos en una pequeña pieza arrendada y nos sosteníamos vendiendo dulces en los semáforos.

En ese tiempo no nos daban tanta ayuda a los desplazados, como ahora lo hace el Estado. Entonces, madre, fue cuando regresé a vivir contigo y mi padre a Córdoba, no tenía otra solución, por pobres que fuéramos. Claro, yo estaba desamparada y me hallaba muy sola.

Allá, en la vereda conocí a un señor de 42 años y yo tenía veintiuno años. Nos enamoramos; él estaba separado y tenía cinco hijos, que los tuvo con mujeres diferentes. Mi vida con él fue dura. Al principio, muy enamorados, pero después él se volvió andariego y me pegaba,fuertemente con mucha frecuencia. En cuestiones materiales le iba bien. Trabajaba en empresas de luz y tenía algunas motos para salir a pasear. Del amor de mi compañero pasé al desamor. Ya la vida era insoportable. Le gustaba irse de la casa por varios días y me dejaba sola, él era una persona muy inestable. Yo quedé, por un descuido mío, embarazada de Luisa, una niña preciosa. En esas condiciones a mí me tocó aguantar. No podía hacer nada para defenderme económicamente, que significara gran cosa, pues tenía que cuidar y amamantar a la niña. Vendía productos de belleza por catálogo y con esto, en buena parte, les ayudaba a ustedes, mis padres, pues vivían y viven de una tiendita que apenas les da para medio comer. Ya para qué hablar de la parcela, no era nuestra como lo mencioné anteriormente,

uoa

Madre, como verás, la historia de mi vida no ha sido fácil, aunque yo te agradezco todo lo que has hecho por mí, mi hija y mis hermanas.

En conclusión, hoy en día, tengo treinta y un años y he tenido tres compañeros. Soy viuda, viví siete años con el padre de mi hija y con Freddy llevo año y medio. Vivimos en un barrio estrato tres muy lindo en un apartamento. Se puede decir que he pasado en el transcurso de mi vida de vivir en la máxima pobreza en un estrato uno y lleno de violencia en Puerto Libertador Córdoba, y ahora vivo en el estrato tres, con algún nivel de comodidades en Bogotá. Nosotros vamos a la iglesia y de pronto nos casáremos en un tiempo. En hijos no hemos pensado todavía. Él es muy querido con Luisa y le trae de regalo muchos libros. Mi sobrina se regresó a la vereda a seguir con sus estudios. A Luisa la tengo en el colegio y voy a comenzar a trabajar en una casa de lunes a viernes, por días, y al final de mi trabajo, la recojo. Me estoy con ella los sábados y domingos y así la puedo atender cómo una hija se lo merece.

Te quiere mucho, madre mía,

Esperanza