cover.jpg

portadilla.jpg

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2016 Enrique García Díaz

© 2016 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Placaje a tu corazon, n.º 140 - noviembre 2016

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, HQÑ y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Fotolia.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-9001-5

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

La bruma matinal se levantaba por encima de los tejados de la Old Town cuando Catriona entraba en el Starbucks situado al comienzo de la misma como cada mañana. Al entrar descubrió que ninguna de sus alocadas amigas había aparecido. Era un ritual. Cada mañana a las ocho, las cuatro quedaban para tomar un café y contarse los últimos chismorreos del trabajo, así como esbozar algunas pinceladas de sus respectivas vidas personales. Eileen, Fiona, Moira y ella llevaban juntas desde el instituto y siempre habían estado unidas. El paso del tiempo había ido colocando a cada una en su lugar y convirtiéndolas en mujeres adultas (o al menos eso intentaban aparentar). Eileen convivía con Javier desde hacía un par de años. Parecía ayer cuando lo conoció realizando su posgrado en la universidad. Fiona llevaba casi un año con Fabrizzio. Parecían congeniar muy bien, no solo como pareja, sino también en el trabajo. Desde que él había aceptado el puesto de director de la National Gallery, había comenzado a trabajar con Fiona, quien seguía siendo comisaria de exposiciones. Su éxito alcanzado con la exposición de retratistas italianos del Renacimiento le había hecho ser reconocida, no solo en Escocia, sino en todo el Reino Unido. Hacía días que había regresado de Florencia, a donde había ido a visitar a Carlo, amigo de Fabrizzio, y a trabajar, como ella había asegurado. Solo Moira y ella permanecían sin pareja. Moira daba tumbos de trabajo en trabajo sin conseguir nada estable. En lo personal seguía esperando a su media naranja, su alma gemela, como solía decir. Moira y su destino…

¿Y ella? Bueno, Cat no estaba para muchos rollos sentimentales ahora que la revista en la que trabajaba, Scottish Women of Today, estaba cayendo en ventas. Cat se temía lo peor. Y ya había escuchado rumores y comentarios acerca de lo que se avecinaba de cara al otoño. Un recorte de plantilla.

Cogió el periódico para entretenerse esperando a sus amigas. Se centró en la noticia que hacía referencia a la nueva edición del festival internacional que tendría lugar en la ciudad durante dos semanas en agosto, y para el que ya se notaban los preparativos. Durante dos semanas la ciudad, y más en concreto la Royal Mile, se convertía en un gran escenario de las artes escénicas al aire libre, donde numerosos grupos de teatro y música mostraban sus creaciones a los habitantes de Edimburgo, así como a todo el que acudía a la ciudad en aquellas fechas. Siempre que encontraras una habitación disponible en alguno de los hoteles y B&B que había. Muchos colgaban el cartel de completo días antes del comienzo del festival.

Pero la noticia en cuestión hacía también referencia al fenómeno literario del momento, no solo en Escocia, sino en todo el Reino Unido, y que pronto lo sería en Europa. La autora Kathryn McGovern, último descubrimiento literario, se había convertido en una de las mujeres con mayores ganancias del país. La venta de sus cuatro novelas se había convertido en todo un fenómeno mediático y social comparable al que se había vivido hacía unos años con J.K. Rowling y su saga de Harry Potter. Pero a diferencia de esta, Kathryn escribía romántica para adultos. No tenía nada que ver con la fantasía, por ahora. Cat sonrió burlona abriendo los ojos hasta que parecieron salírsele de las cuencas.

«Con todo el dinero recaudado, no tiene de qué preocuparse», pensó inspirando hondo evocando una situación parecida para ella. No tener que vivir con la incertidumbre de ser despedida dentro de poco menos que un mes.

—Vaya, sí que has madrugado hoy. —La voz de Eileen captó la atención de Cat levantando la mirada del periódico para detenerse en su amiga.

—Llegué hace un momento. Me entretenía leyendo el periódico.

—¿El Festival? —preguntó haciendo un gesto con el mentón hacia la página del periódico que hablaba de este.

—Sí, eso hacía antes de centrarme en la noticia sobre la escritora Kathryn McGovern. ¿Sabes que es una de las mujeres que más dinero gana en la actualidad?

—Sí. El fenómeno literario del momento es tema de conversación en la facultad también. Pero lo gracioso es que nadie la conoce.

—¿A quién no conoces? —La voz de Fiona interrumpió la respuesta de Cat.

—Hablamos de Kathryn McGovern —respondió Cat mirando a su amiga sentarse—. Dichosos los ojos…

Fiona lanzó una mirada de incomprensión a su amiga por encima de sus gafas de espejo.

—Lo digo por tus minivacaciones en la Toscana italiana —le refrescó la memoria con un toque bastante irónico.

—¿Minivacaciones? Fabrizzio y yo hemos estado trabajando.

—Segurooooo… —asintió Eileen arrastrando la palabra con un toque de incredulidad e ironía mirando a su amiga.

—Es la verdad. Fuimos a ver cuadros para nuevas exposiciones. Y estuvimos con Carlo, negociando diversos contratos, conociendo nuevas galerías… Gajes del oficio.

—Pues que sepas que a mí también me gusta tu oficio. Pero imaginamos que todo el tiempo no lo dedicarías a los cuadros. Que también tuvisteis tiempo para el placer —apuntó Cat arqueando sus cejas.

Fiona sonrió de manera cínica.

—Mira, puedes preguntarle a Moira. Seguro que vio en su bola de cristal lo que hemos currado —dijo al ver llegar a esta.

—No empieces, Fiona —le rebatió agitando su mano delante de ella.

—Oye, ya puestas, podrías decirme quién es Kathryn McGovern. Vamos que, si puedes ver su cara en tu bola de cristal, me conformo —le pidió Cat sonriendo.

—¿Te refieres a la mujer del momento? Nadie sabe quién es —apuntó Moira—. ¿Dónde has dejado a Fabrizzio? ¿Recuperándose de vuestra última batalla bajo las sábanas?

—Fabrizzio está en la National Gallery desde hace una hora —dijo Fiona levantándose hacia la barra para pedir su café.

—Vaya, sí que se lo ha tomado en serio —señaló Eileen antes de beber de su taza mirando a Fiona.

—Es muy perfeccionista. Ya lo conocéis. Además, no le gusta que lo lleve a trabajar en moto —dijo restando importancia a este hecho y dejando a sus amigas con la boca abierta—. ¿Qué? No me miréis de esa manera, chicas. Es la verdad.

—¿Y Javier? ¿No lo acompañaste a España? —preguntó Moira cambiando de tema y contemplando a Eileen sacudir la cabeza.

—Me fue imposible. Tenía que preparar un congreso sobre novela histórica para Glasgow. Me pidieron que interviniera. Así que tuve que renunciar a viajar a España —confesó expresando cierta lástima por este hecho.

—Vaya, pues para otra vez, ¿no? No logro acostumbrarme al sabor del café aquí —comentó Fiona frunciendo sus labios.

—Ya, claro. Ahora nos dirás que como el café en Italia no hay otro —apuntó Cat con ironía.

—Es cierto, chicas. Deberíais probarlo.

—¿En qué estás metida ahora? ¿Alguna exposición nueva? —preguntó Moira mojando un trozo de bollo en el café.

—No. La cosa está tranquila por el momento. Además, ahora con el Festival a la vuelta de la esquina no es buen momento para exposiciones. Ya sabéis que la gente se arroja a las calles de la ciudad y no quiere meterse en ningún sitio salvo las tabernas —apreció esgrimiendo un dedo.

—Sí, bueno, y el castillo para asistir al Military Tattoo —añadió Eileen haciendo referencia al espectacular despliegue de bandas de gaiteros en la explanada del castillo. Todo un acontecimiento digno de contemplar y escuchar, si te gusta el sonido de las gaitas.

—¿Y tú, Moira? ¿En qué andas? —preguntó Fiona mirando a su amiga.

—Sigo en la biblioteca de la universidad. De vez en cuando veo a Eileen, ¿verdad?

Sip. Hay días que nos cruzamos por el campus.

—Por cierto, Cat, ¿qué hay de cierto en los rumores que he escuchado acerca de la revista? ¿Piensan recortar la plantilla? —preguntó Eileen con inusitado interés, pero con un toque de preocupación en su tono por lo que pudiera deparar el futuro a su amiga.

Cat resopló ante aquel comentario. No tenía sentido ocultarlo ya que al parecer comenzaba a ser de dominio público. Una de las publicaciones con más años y tradición en el país parecía estar atravesando una seria crisis financiera.

—Bueno… Lo cierto es que el rumor está en la calle y no tiene sentido que yo lo desmienta. Más tarde o más temprano se hará realidad. —Cat se encogió de hombros paseando la mirada por sus tres amigas. Las manos de las tres se posaron sobre ella tratando de reconfortarla.

—Joder, y yo por la Toscana con mi chico mientras tú estás hecha polvo —comentó Fiona esbozando una sonrisa irónica ante el mal trago que estaba pasando su amiga.

—¿Te han dicho algo acerca de si cuentan contigo para seguir? —le preguntó Moira.

—Todavía no se sabe nada acerca de quiénes se marcharán, a menos que llegue algún inversor. Pero no. A mí todavía no me han dicho nada —le confesó sacudiendo la cabeza.

—Es un comienzo —apuntó Eileen—. Pero ya verás cómo al final todo se arregla.

—Estoy segura de que a ti no van a despedirte después de los años que llevas en la publicación. Además, eres la mejor que hay. ¿Dónde van a encontrar a otra como tú? —insistió Fiona arqueando sus cejas y contemplando a su amiga con cierta preocupación porque al final fuera ella una de las elegidas.

—Bueno, es mejor dejarlo estar por ahora —dijo Cat cortando el tema para que sus amigas no se preocuparan más de lo necesario—. De manera que por la Toscana, ¿eh?

Fiona sonrió risueña.

—Vale, vale, vale. Se me ha escapado. Pero ¿qué queríais que hiciera yendo con Fabrizzio? Insistió en…

—¿Insistió? —preguntaron las tres al mismo tiempo mostrando su incredulidad por aquellas palabras de Fiona.

—Yo me limité a sugerirle que me gustaría visitar algunos lugares —confesó con total naturalidad.

—¿Sigues montando en moto? —preguntó Moira intrigada por saber si, desde que estaba con Fabrizzio, Fiona había cambiado sus costumbres.

—Pues claro. ¿Cómo crees que he venido desde Leith? En mi Honda Black Shadow —anunció con orgullo entrecerrando sus ojos para darse un aire de interés.

—Pobre Fabrizzio. ¿Qué demonios habrá visto en ti? —preguntó Eileen sacudiendo la cabeza entre risas.

—Lo mismo que vio Javier en ti. ¿Qué hace un chico tan joven con alguien como tú? —le preguntó sonriendo irónica bajándose sus gafas de espejo y levantándose de la mesa—. Me marcho, chicas.

—Sí, sí. Tiras la piedra y escondes la mano —señaló Eileen mirándola como si fuera a cogerla del pelo.

—En el fondo somos unas afortunadas por tenerlos a nuestro lado —murmuró esbozando una sonrisa risueña—. Por cierto, ¿qué pasa con vosotras dos? ¿Para cuándo tenéis pensado encontrar a alguien que os prepare el café por las mañanas?

Moira y Cat intercambiaron sus miradas.

—No tengo tiempo para buscar un chico. Me paso el día entre libros en la biblioteca.

—Pues digo yo que entre tantos hombres que pisarán la biblioteca habrá alguno que… ya me entiendes —sugirió Fiona mirando a Moira por encima de sus gafas.

—Si vieras la media de edad… —concluyó Moira frunciendo sus labios y desviando la mirada hacia Eileen buscando su apoyo.

—Moira está en lo cierto. No creo que encuentre a su media naranja entre los eruditos de la biblioteca. Ya te digo yo —le aseguró Eileen mordisqueándose el labio inferior y abriendo los ojos al máximo.

—¿Y tú, Cat? —preguntó Fiona centrando su atención en ella.

—No hay nada. Ni creo que lo haya por ahora. No tengo tiempo ni ganas para romances —dijo de manera tajante antes de apurar su café y prepararse para marcharse—. Chicas, se nos hace tarde. Ya hablamos.

—Sí, es mejor que nos marchemos o Fabrizzio planeara su vendetta particular —comentó Fiona sonriendo divertida.

—Por cierto, Fiona, ¿desde cuándo te gusta llevar vestido? —apuntó Eileen hacia el modelo que llevaba.

—Desde que Fabrizzio me dijo que sentía debilidad por mis piernas —le confesó colocándose las gafas sobre el pelo.

—Vayaaaa, lo que ha cambiado nuestra chica dura —apuntó Cat dándole una palmada en el hombro.

—¿Y has venido en moto…?

—Sí, ¿por qué? ¿Hay alguna nueva norma que prohíba montar en moto con vestido? —le preguntó sabiendo por qué lo decía, pero no le daría pie a hacer más comentarios.

—No, solo que…

—Empieza a hacer calor para llevar vaqueros.

—Debo admitir que estás más mona con vestidos como el que llevas puesto —apuntó Eileen.

—Tomo nota. Ciao, ciao, chicas. Se me hace tarde.

Salieron a la calle contemplándola alejarse hacia la National Gallery.

—¿Quién iba a decir que Fabrizzio podría cambiarla de esa manera? —preguntó Eileen sacudiendo la cabeza con incredulidad.

—Lo que hace el amor —apuntó Moira mirando a Eileen.

Sip. Me marcho chicas. Hablamos.

Cat y Moira se quedaron solas a la puerta del Starbucks contemplando cómo sus dos amigas se alejaban. Ninguna de las dos dijo una sola palabra hasta que fue Cat quien rompió aquel inesperado silencio entre ellas.

—Te dejo. Voy a ver qué tal se nos da el día en la revista.

—Buena suerte. Nos vemos esta tarde.

Cat emprendió el camino hacia Princess Street, donde el bullicio de la gente, el tranvía y los coches la engulló haciendo que por un momento se olvidara de la situación en la publicación.

Cat llegó a las oficinas de la revista dispuesta a cualquier noticia. Desde que la ponían en la calle a ella sola a que cerraban al día siguiente. Todo era posible llegados a ese punto.

—Hola, Cat, Maggie quiere que pases a su despacho. —Las palabras de Lizzie la dejaron clavada en el pasillo. Sintió un escalofrío recorrerle la espalda semejante a como si le acabaran de arrojar un cubo de agua del mar del Norte que bañaba las costas de Edimburgo.

—¿Te ha dicho qué es lo quiere? —se atrevió a preguntar después de haber deslizado el nudo que atenazaba su garganta como si fuera el del verdugo.

—No. Pero dice que se trata de algo urgente e importante.

—Vale.

«Algo urgente e importante. Bueno, bien mirado, no creo que sea tan urgente ponerme de patitas en la calle. ¿Importante? Depende de cómo se mire».

Ni siquiera se molestó en pasar por su sitio para dejar el bolso, sino que emprendió el camino directo hacia el despacho de Maggie. En cuanto la vio a través de las cristaleras le hizo una señal con su mano para que se acercara.

Cat inspiró hondo y puso la mejor de sus sonrisas empujando la puerta para adentrarse en la guarida del león. Maggie estaba sentada echando un vistazo de manera distraída al periódico, pero en cuanto Cat se sentó frente a ella, Maggie lo dobló y lo lanzó sobre la mesa en dirección a Cat.

—¿Has visto el periódico esta mañana?

—Sí, claro. Lo hago todas las mañanas tomando un café. ¿Por qué? —preguntó con un toque de precaución en su voz por lo que pudiera soltar Maggie. ¿Estaba cabreada por culpa de alguna noticia? Sus ojos claros irradiaban una luminosidad nunca antes percibida en ella.

—Entonces no serás ajena a esa noticia —le dijo haciendo una señal con su mano.

Cat paseó su mirada por el titular que se refería a la escritora Kathryn McGovern.

—Sí, he leído lo de la famosa escritora.

—Me alegro porque va a convertirse en tu próximo reto —le anunció mirándola como si acabara de perdonarle la vida.

—¿A qué te refieres? —La cautela quedó impresa en el tono de la pregunta de Cat mientras entornaba la mirada hacia Maggie esperando que se le hubiera ocurrido cualquier cosa.

—A que vas a averiguar quién demonios se esconde detrás de ese nombre. A eso me refiero.

Cat puso los ojos como platos y resopló al escuchar aquellas palabras.

—Pero ¿a qué te estás refiriendo?

—A ver, Kathryn McGovern se ha convertido en poco tiempo en una nueva J.K. Rowling, pero sin magos adolescentes de por medio. Esta escritora escribe historias de amor basadas en la actualidad. ¿Has leído alguna de sus novelas? —Maggie arqueó su ceja en señal de escepticismo y advertencia al mismo tiempo.

—Sí, las dos primeras. ¿Por qué?

—Porque es necesario para tu próximo reto.

—¿Reto?

—Acabo de decírtelo. Quiero que me traigas a Kathryn McGovern aquí a mi despacho —puntualizó señalando la silla que quedaba vacía frente a su mesa.

—Pero ¿no sería más sencillo contactar con la propia editorial? Ellos pueden…

—No sueltan prenda —le cortó de forma drástica Maggie, eliminando la mejor opción que Cat barajaba.

—¿Cómo? —El temblor de piernas comenzó a ser más acusado en Cat a medida que comenzaba a darse cuenta de la magnitud de su reto, como Maggie lo había calificado. ¿Cómo no se había dado cuenta de que algo así sucedería? De lo contrario, ella no estaría sentada frente a Maggie aceptando averiguar la identidad de la escritora de moda.

—La editorial no tiene permiso para revelarlo. O no quiere hacerlo. Prefiere mantenerlo en secreto. Por eso deberemos hacerlo por otros métodos.

—¿Qué motivo tienen?

—Todos los que se te puedan ocurrir. Pero el más recurrente es que al parecer la autora prefiere el anonimato. ¿Puedes creerlo?

—Tal vez se trate de una mujer mayor que viva retirada en una casita en las Borders y no quiera publicidad —se atrevió a sugerirle Cat frunciendo el ceño ante esta perspectiva.

—De eso te tendrás que encargar tú. Para ello te he concertado una cita aquí con un amigo mío que sabe mucho de literatura y que precisamente trabaja en la editorial.

—¿Tienes un topo? —preguntó algo alarmada Cat dando un respingo en la silla.

—Es un viejo conocido de la universidad que me debe unos pocos favores. Por eso no tienes que preocuparte. Además, conozco a Rhona, la editora. Una vez que Brian te facilite la información deberás actuar como mejor creas. Tienes carta blanca en este caso. Piensa que un trabajo de investigación que sacara a la luz la verdadera identidad y el rostro de esta escritora sería un tanto para tu posición en la revista. Algo que hasta ahora nadie ha conseguido, Cat.

Aquellas palabras encendieron todas las alarmas en la cabeza de Cat. Su puesto corría peligro, ahora le quedaba claro.

—Un artículo así podría relanzar las ventas de la publicación. Así como dotarla de prestigio.

—Sin duda que el reto es atractivo porque, si no me equivoco, no hay ni una sola fotografía publicada de la autora. Ni perfil en las redes sociales. Es todo un enigma —resumió Cat inspirando hondo ante la dificultad que se le planteaba—. Confío en que tu contacto pueda arrojar luz a este misterio.

—Brian puede facilitarte algunos detalles, pero no muchos. Parece ser que todo lo que gira en torno a esa escritora se lleva con mucho celo profesional. Ya me entiendes.

—¿Qué ocultan?

—Eso es lo que debes averiguar. El secretismo en torno a la autora.

—Tal vez sea una campaña publicitaria para vender más. Es decir, rodearla de misterio. No ponerle rostro hasta ahora. Suscitar la curiosidad del lector.

—Por eso quiero que te encargues tú. Porque eres la mejor para hacerlo y porque confío en que sabrás aprovechar la oportunidad.

—Gracias por tu confianza.

—Si te soy sincera, la situación de la revista no es muy halagüeña. Por eso, considero que un trabajo así podría suponer un espaldarazo ante la junta directiva.

—Haré todo lo que pueda. ¿A qué hora vendrá tu contacto?

—Debe de estar al llegar, ya que le pedí que os reunierais lo antes posible para empezar a trabajar en ello.

—Si te soy sincera, no esperaba algo así.

—¿Tratar de averiguar la identidad de la misteriosa escritora?

—Sí. No pensé que pudieras estar interesada, la verdad —le dejó caer mostrando desconfianza por el interés de Maggie.

—Ahora mismo la publicación necesita un golpe de efecto. Cuando se lo propuse a la junta directiva no se opusieron. Todo lo contrario. Lo que sucede es que no será nada fácil, como ellos mismos aclararon. Y como te habrás dado cuenta.

—Sí —murmuró dejando su mirada suspendida en el vacío y miles de alocadas ideas revoloteando en su mente.

La aparición de Lizzie acompañada de un hombre captó la atención de Maggie y de Cat al momento.

—Este hombre pregunta por ti. Dice que…

—Sí, Lizzie. No te preocupes, ya me encargó yo de Brian. Lo estábamos esperando.

Cat lanzó una fugaz mirada al amigo de Maggie antes de que ella se lo presentara.

—Brian, te presento a Cat, la periodista que se encargará de todo.

—¿Cómo estás? —le dijo estrechando su mano con exquisita cortesía.

—Bien. Gracias.

—Estábamos comentando el misterio surgido en torno a Kathryn McGovern, ¿a qué se debe? Y no quiero que te andes con rodeos, Brian. Ni que me des largas como Rhona, ya lo sabes. Nos conocemos desde el instituto y después la facultad, y sabes que me gusta que seas franco conmigo —le comentó con un tono que denotaba una clara señal de advertencia.

Cat observó a Brian esbozar una sonrisa a caballo entre la ironía y la diversión. Tenía la impresión de que entre ambos existía una cierta complicidad.

—No voy a engañarte, Maggie. Lo cierto es que Rhona lleva todo el asunto de McGovern en persona, sin permitir al resto que metamos las narices en ello —comenzó a explicar paseando la mirada de Maggie a Cat, quien lo escuchaba con gran atención. No en vano, su puesto podía depender de aquel trabajo de investigación y cualquier detalle, por muy simple que fuera, podía tener la clave.

—¿Nadie ha visto a la escritora? ¿Nunca ha pisado la editorial? —preguntó Cat captando la atención de Brian.

—Que yo sepa, nunca.

—Tampoco se han hecho presentaciones de sus novelas…

—Exacto. La salida al mercado de sus novelas no ha venido seguida de una presentación ante la prensa, ni siquiera una pequeña firma de ejemplares para sus lectoras.

—¿Podría ser todo ello por expreso deseo de la propia autora? —intervino Maggie descargando el peso de la conversación de Cat.

—Podría ser ese el caso. Que ella misma hubiera solicitado esta especie de misterio en torno a su persona. Como lo de no publicar una fotografía suya. Como podéis observar por la solapa de la contraportada.

—Lo único que aparece es una breve biografía bastante general, deja que te lo diga —puntualizó Maggie mientras Brian asentía.

—Se encargó de ello también la editora en persona.

—Bueno, lo cierto es que no tenemos mucho de lo que tirar para comenzar —comentó Cat suspirando y abriendo los ojos al máximo.

—Lo único que he podido saber es que la correspondencia va a Stirling.

—¿Vive en Stirling? —preguntó Maggie contrariada por este dato—. Pensábamos que tanto misterio se debía a que vivía retirara en las Borders. En algún pintoresco pueblecito de la frontera.

—No, esto es lo que te quería contar. La correspondencia y los cheques por los derechos de autor van a Stirling.

—En ese caso, ya tenemos una pista para empezar —comentó Cat algo más animada—. Imagino que alguien habrá oído hablar de ella. Stirling no es una gran ciudad, por lo que supongo que su presencia allí será de dominio público.

—Es posible. Salvo que su nombre artístico sea un seudónimo, lo que nos deja en la casilla de salida.

—Creo que la misteriosa escritora nos va a dar más de un quebradero de cabeza —apuntó Maggie resoplando—. Por lo pronto, Cat, deberás prepararte para visitar Stirling y ver qué averiguas al respecto. Con la información que obtengas seguiremos trabajando.

—Bien, ¿cuándo quieres que marche?

—Mañana estaría bien. Los gastos corren por cuenta de la editorial.

—¿Seguís pensando en averiguar quién está detrás de ese nombre? Es algo descabellado —comentó Brian mirando a las dos mujeres.

—Es una oportunidad única para la revista y para Cat —corroboró mirando a esta.

—Desde luego. Si conseguís ponerle cara ese nombre, sin duda que la revista subirá enteros. No lo dudéis.

Maggie y Cat intercambiaron una mirada que resumía todo lo dicho en esa breve reunión. Brian no había podido expresarlo mejor: la revista lo necesitaba si no quería ver cómo reducían la plantilla e incluso cancelaban la publicación.

Cat sintió los nervios en su estómago al pensar que tal vez su futuro dependiera de la misteriosa escritora.

 

 

La taberna de Deacon Brodie era, sin duda alguna, aparte de un lugar de reunión de las cuatro amigas, un lugar emblemático en Edimburgo. En ella el escritor Robert Louis Stevenson creó a su personaje más conocido: el doctor Jekyll y su otro yo, Mr Hyde, basándose en el notorio concejal Deacon Willie Brodie. El nombre de esta personalidad permanece en la historia de la ciudad gracias a la taberna.

Un edificio de dos plantas en tonos grises y verdes con dos grandes ventanales cubiertos de cortinas rojas. Catriona no necesitó empujar la puerta ya que siempre permanecen abiertas sus dos hojas. Intentó dejar en la acera de la Royal Mile sus pensamientos y preocupaciones acerca de su nueva aventura para poder disfrutar de la compañía de sus amigas.

Encontró a Fiona, Fabrizzio, Elieen y Javier sentados alrededor de una gran mesa charlando de manera animada. Varias copas de vino y varias pintas de cerveza aparecían diseminadas sobre esta.

—Eh, Cat, siéntate y cuéntanos qué tal fue —le indicó Fiona apartando una de las sillas para que su amiga se sentara.

—Hola, chicos, dadme un momento —le dijo señalando la barra a la que se dirigió a pedir.

—¡Vaya, una pinta de cerveza! —exclamó Eileen al verla sentarse con el vaso rebosando cerveza.

—Esa es mi chica —le dijo Fiona guiñándole un ojo en complicidad levantando la suya propia—. No hay nada como una pinta de cerveza nacional para empezar la tarde.

—Necesito un buen trago que me aclare la mente —murmuró bebiendo más de medio vaso ante la sorpresa de todos.

—Sí que lo necesitas —apuntó Fabrizzio mirándola con inusitada curiosidad.

—¿Qué tal por la Toscana? A tu querida Fiona la tienes enamoradita. Si hasta ha cambiado sus vaqueros por vestidos y todo.

Fabrizzio miró a Cat y luego a Fiona, a quien echó el brazo por encima de sus hombros y la miró de una manera que agitó el corazón de la muchacha.

—Creo que tiene unas piernas preciosas que debe enseñar —le confesó en voz baja como si no quisiera que ella se enterara. El rostro de Fiona se encendió como el de una adolescente al escuchar aquel comentario. No conseguía acostumbrarse pese al tiempo que llevaban juntos.

—Tienes razón. Ha conseguido que Fiona sea más femenina.

—No es por nada, pero que sepáis que estoy aquí —protestó la aludida fingiendo el enfado—. ¿Más femenina?

—No estamos diciendo nada que tú no sepas ya —corroboró Cat—. Tu chico se refiere a que por primera vez te pones un vestido y zapatos de tacón.

Fiona hizo un mohín ante aquel comentario. Sonrió y lo dejó pasar. Tal vez tuvieran razón. Lo cierto es que en un principio se sintió extraña dejando sus piernas al aire, pero reconocía que le agradaba esa nueva sensación.

—Por cierto, ¿qué tal fue el día en la revista? —le preguntó Eileen cambiando el tema y queriendo saber qué tal estaba su amiga.

Cat inspiró hondo. Tomó un trago largo de cerveza ante el silbido de asombro de Fiona y comenzó a hablar:

—Resumiendo, mañana me marcho a Stirling para averiguar quién diablos es Kathryn McGovern.

—¿La escritora que se ha encaramado al número uno de ventas? —preguntó Javier con una mezcla de sorpresa e interés en su tono.

—¿Tú no sabrás quién es? —le preguntó Cat entornando la mirada hacia él.

—¿De quién habláis? —preguntó la voz de Moira apareciendo en ese momento.

—Cat se marcha a Stirling mañana para encontrar a Kathryn McGovern —le resumió Fiona pasando la mirada por los rostros de sus dos amigas.

—Vaya, ¿no es de lo que estuvimos hablando esta mañana? —señaló Moira sentándose a la mesa.

—Exacto. La misma. Mi editora quiere que la encuentre y la traiga a Edimburgo, a su despacho.

—¿Quién es esa escritora? —preguntó Fabrizzio algo descolocado.

—Nadie lo sabe. No hay fotografías suyas por ninguna parte. Ni presentaciones de libros. Ni firmas de los mismos, ni mucho menos ha asistido al Festival Internacional del Libro. Es un completo misterio —resumió Eileen mirando a los demás.

—¿Se esconde? ¿Por qué? ¿De qué o de quién? —insistió Fabrizzio sin comprender nada.

—Eso es lo que tengo que averiguar —aclaró Cat con un suspiro.

—Pero ¿por qué Stirling? —intervino Moira.

—Un contacto de Maggie, mi editora, me ha dicho que los pagos de los derechos de autor se hacen a una sucursal de Royal Bank of Scotland en Stirling.

—Pero eso no indica nada —apuntó Fiona.

—Tal vez, pero es el único indicio que tengo. De manera que mañana marcharé a Stirling. He reservado una habitación en The Golden Lion.

—¿Y qué pasa si no logras ninguna información en Stirling? —preguntó Eileen.

—¿Has leído sus novelas?

—Sí, claro. E incluso Javier —apuntó mirando a este.

—¿Lees romántica? —preguntaron a coro Cat, Fiona y Moira con los ojos abiertos como platos.

—He leído las novelas de Kathryn. Enseño literatura, luego me gusta leer y estar al día de cualquier novedad literaria. Y más si sus obras se han convertido en todo un reclamo literario y social.

—Bien, ¿te has dado cuenta de lo que tienen las cuatro en común?

—Se desarrollan en… —Javier cayó en la cuenta de este detalle.

—En Stirling y en sus alrededores. El parque de las Trossachs, Loch Katrine y la propia Stirling. Solo alguien que vive allí y ha recorrido los alrededores puede describir estos lugares como ella —señaló Cat algo más animada por estas notas acerca de la escritora.

—Cierto, pero ¿y si ella no quiere que nadie la encuentre? —preguntó Fabrizzio.

—Por lo menos que te deje sacarle una fotografía —apuntó Moira—. Para que tu editora sepa que la encontraste y que existe, ¿no?

—Sí, al menos con eso podría bastar.

—¿Y de los despidos? ¿Sabes algo? —preguntó Fiona adoptando un gesto de preocupación.

—Maggie me ha dejado claro que este artículo es el que me puede servir para mantener mi puesto. De igual modo podría aumentar las ventas de la revista.

Durante unos segundos ninguno de los presentes dijo nada.

—Si te sirve de algo, estaremos atentos a cualquier detalle que podamos averiguar para informarte —le dijo Eileen posando la mano en el brazo de Cat para transmitirle su apoyo.

—Sí, cielo. Estaremos todos aquí para ayudarte —asintió Fiona.

—Estoy segura de que acabarás averiguando quién es la escritora —dijo Moira.

—Puedes contar conmigo, aunque de literatura no sepa mucho. Y menos de novelas románticas —señaló Fabrizzio.

—Os lo agradezco a todos. Pero lo único que puede salvarme es conocer la identidad de Kathry McGovern y preguntarle por qué demonios se esconde —murmuró antes de coger su vaso de cerveza y apurarlo.