images

ÍNDICE

LA VIDA AFECTIVA. NINOS FELICES

INTRODUCCIÓN

Triángulo semiótico, Premisas básicas de la calidad de la educación

JUSTIFICACIÓN

¿Por qué aprender a ser un buen padre?, Aspiraciones y propósitos del programa “Niños F. I. S.”

PARTE UNO
LA VIDA AFECTIVA

1. EL DESARROLLO AFECTIVO

Conceptos teóricos básicos, Aprender a amar, El niño como agente causal, Bebés difíciles

2. LAS INVESTIGACIONES CLÁSICAS

El primer amor, La naturaleza del amor, Una relación continua, cálida e íntima, ¿Tiempo de calidad?, La magia del amor, La calidad de las relaciones interpersonales, Una actitud afectiva, El papel del padre

3. FRUSTRACIÓN

La sobreprotección

4. LA LACTANCIA MATERNA

El biberón, Cuatro verdades acerca del sueño de los bebés, El arrullo

5. INSTITUCIONES DE EDUCACIÓN INFANTIL

6. EL DIVORCIO

Problemas afectivos durante el desarrollo

7. BREVE INVENTARIO DE GRANDES LOGROS

Dersú Uzalá

8. CONCLUSIONES

Nuestro ser

9. LIBEMOR

PARTE DOS
LA SEXUALIDAD HUMANA
Y SU DESARROLLO

1. LA SEXUALIDAD HUMANA Y SU DESARROLLO

¿Anatomía es destino?, Eros, Educar la sexualidad, Las diferencias sexuales, Los juegos sexuales, ¿Por qué algunos niños o niñas son más curiosos o precoces que otros?, Un ejercicio de imaginación, ¿Por qué se condena el placer sexual?, ¿Cómo debemos responder a las preguntas del niño?, Autoerotismo, El complejo de Edipo, Identidad genérica y orientación sexual, Pubertad, adolescencia, genitalidad y embarazo

PARTE TRES
DESARROLLAR UNA IDENTIDAD POSITIVA
Y UN SENTIDO DE INTEGRIDAD

1. DESARROLLAR UNA IDENTIDAD POSITIVA Y UN SENTIDO DE INTEGRIDAD

Desarrollo de la conciencia e identidad personal, La identificación primera, Un, dos, tres por mí y por todos mis compañeros, La prueba del espejo

2. LAS EMOCIONES BÁSICAS

3. LA CONCIENCIA DEL YO

Yo pienso, tú piensas, él piensa...

4. LA TEORÍA DE LA MENTE: ¿Y TÚ CÓMO LA VES?

5. LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD PERSONAL

La historia es lo que se cuenta, En el nombre llevan la fama, Cada uno de nosotros es único e irrepetible, Conferencia sui generis, La noción de autoeficacia, El pseudoyo

6. LAS OCHO EDADES DEL HOMBRE

Confianza básica versus desconfianza básica, Autonomía versus vergüenza y duda, El niño dice “¡no!”, Iniciativa versus culpa, Laboriosidad versus inferioridad, Identidad versus confusión de identidad, El deseo de realización, Intimidad versus aislamiento, Generatividad versus estancamiento, Integridad versus desesperanza

7. LOS JUEGOS QUE JUEGAN LOS NINOS

8. LOS NINOS ÍNDIGO, CRISTAL Y OTROS COLORES

9. “EL MAGO DE OZ"

PARTE CUATRO
LA AUTORIDAD PATERNA

1. LA AUTORIDAD PATERNA

El sentido de obligación moral, ¿Se puede ser maestro de virtud?, ¿En dónde está el justo medio?, ¿Qué hago para que el niño me obedezca?, La autoridad verdadera

2. REGLAS, IGNORAR Y ALABAR

“Edipo en Jalpan”, Rudos versus técnicos, Las relaciones de poder a poder, Aprender a no pelear, ¿Prohibido prohibir?, Reglas, La intención es lo que cuenta, La reparación, Ser consistente y predecible, Ignorar, Alabar, Habilidades sociales y autorregulación, La señora y el mecánico

3. LA ASERTIVIDAD

¿Qué significa no ser asertivo?, ¿Padres perfectos? ¿Hijos perfectos?, Aquí y ahora

4. ¿FUTUROS DELINCUENTES?

5. VIOLENCIA GENERA VIOLENCIA

Pequeños diablillos

6. ESTAR LLENO DE VIDA

Resolver conflictos, La intimidad, La fiesta, El ángel de Tamazunchale

APÉNDICE: ALGUNOS PROBLEMAS Y TAREAS DEL DESARROLLO INFANTIL

El control de esfínteres, Enuresis y encopresis, Agresividad, crueldad y destructividad, Celos, rivalidad fraterna, Ansiedad, Miedo, Chuparse el dedo, Berrinches, rabietas y demás teatros, Espasmo del sollozo, Dormir con los papás, Trastorno por déficit de atención e hiperactividad, Trastorno de déficit de atención, Bullying, Prevenir la drogadicción: “súper yo”

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

salud
y
sociedad

LA VIDA AFECTIVA

NIÑOS FELICES

por

LUIS GADEA DE NICOLÁS

images

siglo xxi editores, méxico
CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310 MÉXICO, DF
www.sigloxxieditores.com.mx

siglo xxi editores, argentina
GUATEMALA 4824, C1425BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA
www.sigloxxieditores.com.ar

anthropos editorial
LEPANT 241 -243, 08013 BARCELONA, ESPAÑA
www.anthropos-editorial.com

BF723.S3

G33

2016 Gadea de Nicolás, Luis

La vida afectiva : niños felices / por Luis Gadea de Nicolás. – Ciudad de México : Siglo Veintiuno Editores, 2016.

1 recurso digital – (Salud y sociedad).

e-ISBN: 978-607-03-0839-0

1. Autoestima en niños 2. Crianza en niños. 3. Amor. I. t. II. ser

primera edición, 2016

© siglo xxi editores, s.a de c.v.

primera edición digital, 2017

e-isbn 978-607-03-0839-0

derechos reservados conforme a la ley

Para mis amados hijos Linda, Luis y Emilio.
A mis preciosos nietos, María José y Andrés.
A mi amada familia y amigos que la acompañan.
Al profundo amor de mis padres.

LA VIDA AFECTIVA
NIÑOS FELICES

¿DE QUÉ TRATA ESTE LIBRO?

De los grandes temas del desarrollo humano, ni más ni menos. En primer lugar se ocupa del amor —“en el principio fue el amor”— y propone que la tarea principal del desarrollo humano es que aprendamos a amar y que sea eso, precisamente, lo que enseñemos a nuestros hijos. Demanda que todos transitemos el largo camino que va del amor narcicista —amor a sí mismo, que al principio sólo considera la satisfacción de la propia necesidad— al amor verdadero —comprometido con el bienestar y la felicidad del otro— para seguir creciendo hasta alcanzar el estado de amor universal: un estado de amor que abarque a todas las criaturas vivientes, a todas las sociedades y culturas, a la naturaleza plena. Una actitud profunda de reverencia hacia la vida. También sostiene que el deseo de amar y ser amado brinda la energía vital que nos lleva a crecer y a ser mejores.

Luego se ocupa de la construcción de la identidad personal —del autoconcepto y la autoestima—, porque, como bien explica Pablo Latapí: “Nadie duda que la autoestima sea el fundamento del desarrollo de la persona y el sentido de logro, su motor”. Por supuesto, ningún niño podrá sentirse amado si no experimenta el amor ni podrá sentirse respetado si no vive con genuino respeto. Es necesario comprender que me relaciono conmigo mismo del mismo modo que la gente se relaciona conmigo. Por desgracia —absurda pedagogía— algunos padres y maestros son dados a criticar, ridiculizar y llenar de reproches a los niños.

Este libro también propone cómo educar niños y niñas buenos, justos y nobles por convicción, no por temor; es decir, se ocupa del desarrollo del sentido de obligación moral, de la conciencia ética y del sentido del deber. Explica cómo educar “niños obedientes” que reconozcan y acepten límites sensatos, pero también niños que sepan desobedecer órdenes injustas; niños que sepan librar buenas batallas contra el abuso, la prepotencia y el autoritarismo (“me comprometo solemnemente a desobedecer cualquier orden injusta”). Vale comprender que las premisas morales no se deducen racionalmente, que la cálida aceptación de cada niño como persona es el hecho fundamental de la existencia humana, que “bien educa el que bien vive”, que a fuerza de recibir se aprende a dar, que el buen vivir se mama con la dulzura del abrazo de nuestros padres durante la crianza, que educar bien es enseñar a vivir bien, que educar bien es el acto supremo del amor, que educar bien a nuestros hijos es la mejor manera de protegerlos de peligros y acechanzas.

Clara consigna del programa “Niños F. I. S.”1 es educar una niñez feliz y dichosa, en aras de erradicar del mundo la violencia y la crueldad. Es evidente que los niños dichosos no hacen bullying, ni molestan a sus compañeritos, ni patean a su perro. Urge comprender que el castigo y la violencia no educan (“sólo el amor educa”). Que el castigo y la violencia vuelven infelices a los niños y engendran la mentira y la crueldad.

Este libro también se ocupa de la educación sexual de nuestra niñez y juventud y sostiene que educar una sexualidad sana es educar para el amor. Atender a la niñez con amor y solicitud, mantener con nuestros hijos “una relación continua, cálida e íntima” favorece el proceso de vinculación afectiva y garantiza la capacidad de relacionarse amorosa y pacíficamente con otros seres humanos a corto, mediano y largo plazo.

“Cualquier camino es bueno para el que no sabe a dónde va”. Es imperativo definir con claridad nuestros propósitos antes de decidirnos a actuar.

Lo primero es ponerse de acuerdo sobre la finalidad de la vida. Cuando se está de acuerdo en los fines, los únicos problemas que quedan son los de los medios, es decir, problemas técnicos capaces de ser resueltos por los expertos (Isaiah Berlin).

La siguiente es la lista de los propósitos de la educación de los que trata este libro. Lograrlos es a mi juicio el medio más seguro para erradicar todos los males sociales:

Aprender a amar.

Construir una identidad positiva: Saber quién eres, ser tú mismo, sentirte orgulloso de ser quien eres.

Desarrollar el sentido de obligación moral (aprender a ser justo y bueno por convicción).

Llenar a nuestra niñez y juventud de vida.

Los otros grandes propósitos de la educación que se analizan en los otros tres libros de esta serie, son:

Desarrollar plenamente la inteligencia de nuestra niñez y juventud.

Garantizar el éxito y el aprovechamiento escolares.

Formar ciudadanos cabales.

Aprender a cuidar la salud.

Enseña el Dalai Lama que “podemos vivir sin religión, pero no sin espiritualidad;”2 es decir, sin amor y sin sentimientos éticos y morales, porque, como advierte Comenio: “Es asunto en extremo peligroso no imbuir en el hombre los sanos preceptos de la vida desde la misma cuna. El mundo está lleno de enormidades para resistir a las cuales no bastan ni los magistrados políticos ni los ministros de la iglesia (ni el ejército, ni la armada, ni el mando único, ni la gendarmería, ni la policía federal, añado yo) en tanto no se dediquen serios trabajos a cegar los primeros manantiales del mal”. Más importante que la ley, es la educación de un individuo respetuoso de la ley.

Este libro también combate al reduccionismo y a la ignorancia de quienes confunden educar con instruir, escolarizar o enseñar a leer, escribir, calcular o enseñar a usar la computadora. Es sin duda pertinente y necesario que nuestra niñez se apropie oportunamente de dichas herramientas y deseable que aprenda a usarlas en forma plena y eficiente; pero educar bien —como ya se viene diciendo— es otra cosa que iremos, poco a poco, analizando.

Aclaro que ésta no es sólo una serie de libros sobre desarrollo infantil sino acerca de la necesidad urgente de educar bien —educar a sabiendas— para construir un mundo posible y mejor, un mundo más justo y más feliz.

1 El concepto “Niños F. I. S.” (Niños felices, inteligentes y sanos) me ha sido de gran utilidad para precisar mi búsqueda. Se lo debo a la sagacidad de mi profesional colega Claunnia Ayora y al talento de la diseñadora gráfica Érika Cárdenas.

2 ¿Qué entiendes tú, querido lector, por “espiritualidad”? Para mí es un genuino anhelo de justicia social y una confianza, parecida a la fe, de que al mal se le vence con amor, inteligencia y trabajo.

INTRODUCCIÓN

Las ideas generales no pueden introducirse en
nuestra mente más que por medio de las palabras.

JEAN JACQUES ROUSSEAU

¿Qué libro me recomienda? Durante años he escuchado esta importante pregunta al finalizar mis talleres o conferencias de desarrollo infantil dirigidos a padres de familia y a maestros. Siempre me esfuerzo por responderla en forma correcta pero confieso que no es fácil hacerlo. ¡Son tantos los libros que disfruto! ¡Los temas que me apasionan! ¡Los autores que admiro!

Hay, por supuesto, libros magníficos sobre desarrollo infantil, pero recomendar uno en particular a los padres de familia o a los maestros es muy difícil. Éstas son algunas razones:

Algunos tocan sólo un aspecto del desarrollo.

Otros tratan en forma exclusiva una etapa del desarrollo, por ejemplo: el primer año de vida, los tres primeros años de vida, la adolescencia, etc.

Otros se limitan a proponer técnicas, métodos o de plano recetas para criar niños sanos y felices (sin rigor científico y sin explicar los principios o teorías en los que están basados).

La mayoría son libros técnicos o científicos dirigidos a profesionales de la psicología o de las ciencias de la salud y su lenguaje es inaccesible para el gran público. Estoy convencido de que las ideas más profundas y complejas deben ser compartidas con los padres de familia, y pueden y deben ser expresadas con sencillez y pocas palabras.3

Entonces, por último, me decido a dar una bibliografía básica (que encontrarán a lo largo de cada libro). Es indudable que existe una cantidad sorprendente de valiosa información que debe ser divulgada. Pero al llegar aquí me asaltan nuevas dudas: ¿Tendrán los padres de familia tiempo para leerla? ¿Será necesaria tanta especialización? ¿No llevará todo esto a una actitud excesivamente intelectual que impida gozar y disfrutar de modo espontáneo a los niños? Sinceramente, nunca he podido responder la pregunta inicial de modo satisfactorio.

Por ello me decidí a trabajar en la redacción de esta serie de libros cuyo propósito es ofrecer un panorama general de los principales aspectos del desarrollo humano —físicos, emocionales, morales, intelectuales y sociales— dentro de un continuo que abarque desde la concepción hasta la vida adulta; así como responder las principales preguntas que, respecto al desarrollo humano, formulan los padres de familia y los maestros, interrogantes que he podido identificar a lo largo de más de cuarenta años de experiencia profesional impartiendo cursos, talleres, consultas y conferencias a miles de padres y maestros a lo largo y ancho de nuestro querido país.

Al maestro Juan José Arreola le gustaba presentarse diciendo que él no era más que un modesto distribuidor de ideas útiles, palabras y belleza que, andando por ahí, pepenaba para compartirlas con sus semejantes. Séneca expresa una idea similar: “Si se me ofreciera la sabiduría, con la condición de guardarla para mí sin comunicarla, no la aceptaría”. A mí me gusta presentarme del mismo modo: durante toda una vida de trabajo he recogido en forma porfiada y sistemática, conocimientos, preguntas y datos útiles —que provienen de la ciencia y la investigación básica— cuya divulgación me parece urgente y necesaria.

Los investigadores realizan un trabajo arduo y apasionado. Crían con esmero gordas vacas que producen dulce y cremosa leche con la que elaboran quesos maduros de gran calidad. Luego llego yo, los pruebo y compro los mejores —a algunos los juzgo buenos y a otros, buenísimos— y mi placer es convidarlos: “No pueden dejar de probar este exquisito bocado”. Por cierto, al comprarlos cuido que nutran y estén “pasteurizados” (que los datos que ofrece el programa “Niños F. I. S.” sean de carácter científico y no especulaciones o meras opiniones).

A estos suculentos bocados sumo los que yo fabrico a través de mi propia experiencia profesional. Estos libros son el resultado actual de mi búsqueda —sin duda inacabable—. No son textos tan fáciles, porque los problemas que nos ocupan tampoco lo son, pero me he esforzado por que sean útiles y claros (asumo el riesgo de que Lucy —la implacable amiga de Charlie Brown— diga: “Yo creo que este libro de psicología no es muy bueno porque le entendí a todo”), a la vez que maduros y apetitosos —como buenos quesos— y, orgulloso de la pasión que me inspira a trabajar, los ofrezco a ustedes con la certeza de que el esfuerzo que harán, queridos lectores, habrá de redituarles.

¡Buen provecho!

TRIÁNGULO SEMIÓTICO

image

¿Quién va a educar a los educadores? ¿Quién los va a inspirar?

Se puede lograr el importante propósito de vincular a los padres de familia al trabajo escolar poniendo en marcha, en cada escuela, el Programa “Niños F. I. S.” Querido profesor, es importante que seas tú el mediador, el guía y el primero en apropiarse de las reflexiones y contenidos que propone el programa. Que seas tú quien mueva a la población para que reconozca y resuelva sus problemas.

PREMISAS BÁSICAS DE LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN

La claridad conceptual que en materia de desarrollo humano construyan los educadores. Es necesario comprender los principios teóricos y metodológicos que sustentan una buena educación.

La comprensión cabal de la trascendencia personal, social y política del acto educativo traducida en acción comprometida y responsable por parte de los educadores: padres de familia y maestros.

La participación activa de maestros y padres de familia bien preparados y dispuestos a construir una sociedad más justa y más feliz.

La participación activa de la niñez y juventud.

3 Esta cita precisa mis intenciones: “concretamente queremos “deconstruir” la reputación que tienen ciertos textos de ser difíciles porque las ideas que exponen son muy profundas. En la mayoría de los casos demostraremos que, si parecen incomprensibles, es por la sencilla razón de que no quieren decir nada”. Véase Sokal y Bricmont (1999). Dicho de otro modo: si uno lee a alguien y no le entiende, pues la culpa es de “alguien” porque nosotros no somos tontos.

JUSTIFICACIÓN

¿POR QUÉ APRENDER A SER UN BUEN PADRE?

El bienestar de los individuos, la familia y la
sociedad como un todo, depende de la calidad
de la crianza y educación de los niños.

Nada deseamos tanto en la vida como ser buenos padres, la razón es sencilla: si somos buenos padres podremos desarrollar hijos sanos e íntegros que se conviertan, a su vez, en buenos padres, asegurando de esta manera el futuro bienestar social. Los seres humanos somos buenos en la medida en que ayudamos a otros a crecer y a ser mejores. Sin embargo, no es fácil ser un buen padre ni existe una fórmula predeterminada para una crianza exitosa. Criar a un hijo es un proceso dinámico y no puede seguir ningún patrón. Puede haber tantas fórmulas como papás, cada una tan buena como la otra dependiendo de las circunstancias. Por otro lado, existe un resentimiento natural de muchos padres contra cualquier interferencia en el modo en que ellos quieren criar a sus propios vástagos.

Aclaro que no pretendo saber qué es lo mejor para sus hijos, pero tampoco creo que los padres y madres de familia, por el hecho natural de serlo, lo sepan (“el arbitrio de los padres puede escoger el mal para su hijo”). Lo que reconozco, sin atisbo de duda, es la necesidad urgente e imperiosa de prepararnos para aprender a ser buenos padres.

El conocimiento acerca del desarrollo infantil ha crecido con rapidez en las últimas décadas, dando lugar a numerosas preguntas acerca de cuáles son las prácticas más adecuadas para criar hijos sanos. Existe un entendimiento cada vez mayor acerca de que “para ser un buen padre se necesita pensar mucho, trabajar duro y poseer una cuidadosa preparación”. Sin embargo, la gran cantidad de conocimientos disponibles en la actualidad se encuentra confinada dentro de estrechos círculos académicos y profesionales, y su difusión entre la gente más interesada —los padres de familia y los maestros— es escasa o nula. Las consultas sobre el tema “Educación para la Paternidad” han arrojado las siguientes conclusiones:

Existe mucha ignorancia entre los padres de todas las clases sociales acerca de lo que pueden esperar de los niños de diferentes edades, así como de cuáles son sus necesidades reales.

Muchos padres no saben cómo jugar o comunicarse con sus hijos ni cómo interpretar las distintas etapas de desarrollo —afectivo, intelectual, físico y social— por las que pasan todos los niños.

El exceso de información característico de nuestros días, aunado a la falta de reflexión y juicio crítico, ha provocado caos y confusión.

La incorporación creciente de las mujeres al mundo laboral (la extenuante “doble jornada”) provoca enormes retos y nuevas dificultades.

Si bien es cierto que no existe una fórmula predeterminada para criar hijos sanos, también lo es que un niño, en cualquier sociedad, tiene similares necesidades físicas, afectivas e intelectuales. Es necesario que conozcamos la naturaleza del pequeño para poder diseñar un ambiente “natural” que favorezca su desarrollo. Sobre todo, porque vivimos en la actualidad —en las ciudades grandes y pequeñas— en un mundo “innatural”, o de plano artificial, en el que cuesta mucho trabajo discernir cuáles son nuestras necesidades reales (en medio de una multiplicación ilimitada de necesidades innecesarias), y cuál es nuestra naturaleza.

La necesidad de un cambio

En dónde está el conocimiento que se
perdió en la información, en dónde está la
sabiduría que se perdió en el conocimiento.

T. S. ELIOT

Los patrones sociales y culturales han cambiado en forma acelerada casi en todas partes y muchas de estas modificaciones afectan a la vida familiar. Por siglos hubo una gran consistencia en los modelos de vida familiares. Antiguamente, la familia era un grupo de varios miembros que se extendía más allá del padre, la madre y los hijos. Se trataba entonces de una fuerte unidad económica y social. En dicha estructura los valores culturales y morales se transmitían sin que nadie lo notara. Pero actualmente la “familia extensa” está cediendo el paso a la “familia nuclear”, formada por la madre, el padre y los hijos; o, de plano, a la “familia uniparental”. Cada vez hay más madres y padres solteros o divorciados, vale la pena preguntarse por qué está ocurriendo esto y qué significa en cuanto a la crianza de los hijos. Es común encontrarnos con padres jóvenes mal preparados para vérselas con el aislamiento creciente impuesto por la modernidad.

Todos los padres necesitamos ayuda para desarrollar las habilidades que nos permitan tomar las decisiones que respondan a la presión del cambio en el mundo moderno. Además de preparar a nuestros hijos para que enfrenten en forma exitosa dichos cambios. Todos queremos guiar a nuestros hijos a través de los valores perennes de la vida: Honestidad, Verdad y Bondad. También, los niños y los jóvenes de hoy necesitan estar equipados con capacidades de análisis, de decisión y de juicio crítico, con las cuales podrán convertirse en individuos satisfechos, inteligentes y responsables, como padres de familia y como ciudadanos.

ASPIRACIONES Y PROPÓSITOS DEL PROGRAMA “NIÑOS F. I. S.”

Los niños serían bien criados, si los padres fueran bien educados.

JOHANN W. VON GOETHE

“Niños F. I. S.” significa educar niños felices, inteligentes y sanos. Es un programa que persigue hacer de la paternidad y, en general, de la tarea de educar, empresas que recompensen y enriquezcan. Asimismo, pretende asegurar la plena realización de las potencialidades infantiles coadyuvando en la preparación de los padres y de los maestros para que ayuden a los niños y a los jóvenes a enfrentar con éxito todas las tareas del desarrollo. También busca facilitar las actitudes amorosas que los padres sienten hacia sus hijos y capitalizarlas para el bien común.

No se trata de hacer creer que la paternidad es una profesión donde la especialización y un conocimiento profundo sean un prerrequisito del éxito. El propósito de mis libros es ayudar a los padres a construir y mantener la confianza en su propia habilidad para cuidar de sus hijos, dado que la confianza parece ser el elemento esencial para enfrentarse a los rápidos cambios de la sociedad moderna, las crecientes presiones de las influencias externas y la creciente información proveniente de una gran cantidad de fuentes.

La confianza se finca sobre un conocimiento bien fundamentado, por ello, otro propósito del presente programa es informar a los padres y a los maestros acerca de los procesos de desarrollo por los que pasan niños y jóvenes, así como sobre las necesidades que emergerán a lo largo de dichos procesos y la manera idónea de satisfacerlas.

Para muchos padres, seguros de su habilidad para proveer el bienestar físico de sus hijos, entender y responder a sus necesidades afectivas y sociales puede ser muy difícil. Por ende, inicio la serie con un libro que les ayudará a estar conscientes de dichas necesidades.

La serie de libros sobre desarrollo humano que conforman el programa “Niños F. I. S.” tiene la pretensión de influir en el éxito de la educación y de contribuir al bienestar social. Día con día los noticieros nos bombardean con terribles noticias acerca de la destrucción progresiva e implacable del planeta, somos horrorizados testigos de la infernal violencia y la inseguridad, asistimos a un proceso de despersonalización creciente, presenciamos el deterioro ecológico, el aumento de la brecha entre ricos y pobres, el aumento de la drogadicción, el embarazo adolescente, el rechazo a la ciencia y el retorno a la magia como respuesta desesperada ante un mundo que se nos escapa de las manos.

Creemos que nuestros valores y prácticas culturales predominantes, que incluyen un énfasis en la competencia sobre la cooperación, producción y consumo sobre el uso sostenible de los recursos naturales, y la burocracia sobre la auténtica interacción humana, han sido destructivos para la salud del sistema ecológico así como también para un desarrollo humano óptimo (Global Alliance for Transforming Education, 2000).

Ningún programa destinado a elevar la calidad de la educación, favorecer el desarrollo integral de la niñez y juventud, y la formación de valores, tendrá éxito si no cuenta con el apoyo de profesores y padres de familia bien preparados y decididos a construir una sociedad más justa y más feliz.

Se preguntó a siete mil maestros de nivel preescolar que respondieron la Encuesta Carnegie en los Estados Unidos: “¿Cuál es la mejor manera de preparar a los niños para la escuela y elevar la calidad de la educación?” La mayoría respondió: “Educar a sus padres”.

El éxito del programa Niños F. I. S. se basa en una idea que tiene el poder para motivar a toda la sociedad, trabajar juntos —padres y maestros— para motivar a toda la sociedad. Esta idea, iluminadora y trascendente, es trabajar juntos, toda la sociedad, para alcanzar el máximo de bienestar para nuestros niños y jóvenes, garantizando plenamente sus derechos. Sobre todo, su derecho a recibir una buena educación.

Paulo Freire explica que nadie educa a nadie: “El futuro de cualquier sociedad depende de la acción colectiva, de lo que se haga socialmente. Sabemos de qué manera la esperanza, la confianza en la perfectibilidad de hombres y mujeres, la visión de un mejor futuro, pueden afectar el andamiaje y la alimentación de las capacidades humanas”, pero está claro que no habrá esperanza si no actuamos todos en aras del bien común.

Válido es pensar que la causa principal de los problemas no son las acciones reprobables de “los malos” sino el silencio y la pasividad de “la gente buena”; sobre todo, de la gente buena que ejerce el poder y tiene recursos para actuar —gobernantes, políticos y empresarios—. La inversión en educación —afirma la OCDE— es como “la olla de la viuda” del Antiguo Testamento: entre más se tome, más habrá disponible para la generación siguiente.

Sólo es posible prevenir

En 1932, Einstein —a iniciativa de la Liga de las Naciones— le escribió a Freud para preguntarle: “¿Hay algún camino para liberar a la humanidad de la fatalidad de la guerra? ¿Se puede hacer algo para evitarla?” Consciente, claro está, de que es mil veces mejor prevenir que lamentar o remediar.

Para contribuir a la prevención de muchos de los graves y variados problemas que afectan al país entero,1 he dedicado más de cuarenta años a la organización y puesta en marcha del programa “Escuela para Padres y Maestros” (la versión actual del programa es “Niños F. I. S.”). Son más de cuatro décadas trabajando con miles de padres de familia y maestros, de quienes he recogido preguntas, sabiduría, ideas, temores y preocupaciones. Así ha tomado forma el programa, buscando dar respuesta a algunas de las principales necesidades educativas de nuestra gente. Trabajando en el campo, recorriendo cientos de ciudades y municipios, definí los propósitos y los contenidos del programa y desarrollé mis materiales para esta labor.

Es posible, participando todos con determinación, realizar una verdadera revolución educativa que nos haga sentir orgullosos de nosotros mismos, una revolución de conciencias que nos permita vivir sin miedo al futuro y haga posible prevenir los grandes males sociales en lugar de contentarnos con suspirar por Justo Sierra o José Vasconcelos, lamentar nuestra suerte, blindar nuestros autos o irnos todos a vivir a Miami. ¡Cómo recobrar la mística y la determinación de tantos mexicanos que con ganas se atrevieron a soñar con el bienestar de nuestra nación! Cómo recobrar el sentido de palabras como las de Daniel Cosío Villegas, cuando se refería a la campaña alfabetizadora emprendida por Vasconcelos: “Sentíamos en el pecho que la labor educadora es tan apremiante y tan cristiana, como saciar la sed o matar el hambre”.

Prepararse para la paz

Octavio Paz expresó antes de morir que creía en el futuro de México. Yo también apostaré por nuestro futuro siempre y cuando entendamos que un futuro promisorio o “un futuro a secas” (como diría con pesimismo Carl Sagan) se construye con educación e inteligencia. De otro modo no está justificado el optimismo en un mundo que a todas luces se degrada, en el que aumentan la violencia, la pobreza y la marginación y que, globalmente, se prepara a todas luces para la guerra (dicen que en estos tiempos “el que no es paranoico es porque está loco”).

La idea del progreso es falsa a menos que todos trabajemos para progresar, a menos que trabajemos inspirados por la comprensión de lo que queremos y de los peligros que hay que conjurar. “El desarrollo humano pleno y el bienestar social deben ser la fuente última de los valores, el criterio de toda planificación y principio supremo de la organización social”.

Casandra tenía el don de ver el porvenir. Su espíritu profético podía anticipar los males, pero no podía hacer nada por evitarlos. ¿Será esto lo que nos pase a los mexicanos que, seguros de ir hacia el desastre, no haremos nada por evitarlo?

“En México todo está perdido”, afirma con dolor Rius, un mexicano ejemplar. Yo prefiero, con moderado optimismo, afirmar que no estamos perdidos, que estamos aquí: en medio del horror, la corrupción, la impunidad y la indiferencia de la mayoría, ricos y pobres. Y es aquí y ahora donde tenemos que librar la batalla por la seguridad y el bienestar de nuestros hijos y de nuestra gente.

Sin duda, la capacidad distintiva de la condición humana es la anticipación. El pensamiento previsor es porfiado y perseverante. No hay mayor coraje que el del pensamiento. Visto así, una de las funciones elementales de la educación debería ser el cortar de raíz los problemas sociales a través de un ejercicio cabalmente responsable de la paternidad, inspirado por el amor, el respeto y un conocimiento profundo —basado en la investigación científica— de las necesidades de las niñas y los niños y la mejor manera de satisfacerlas. “Qué es el hombre —pregunta con ardor Pestalozzi—, qué le resulta indispensable, qué es lo que eleva o lo rebaja, lo fortifica o lo debilita, he ahí lo que deben de saber los dirigentes del pueblo y los habitantes de la más humilde de las chozas”. (Pestalozzi, 2001)

Los mexicanos necesitamos comprender cabalmente la trascendencia personal y social del acto educativo y ser pioneros, en el nuevo milenio, de la Gran Revolución Mundial de la bondad que reclama José Saramago.

Educar a los padres y madres de familia para que amen a sabiendas y eduquen bien a sus hijos es la esperanza que, como la rama de olivo que se hallaba en el fondo de la caja de Pandora, nos permitirá combatir todos los males y todas las calamidades.2

1 Prevenir los problemas es la única alternativa para los países empobrecidos como el nuestro, pues para remediar no hay dinero que alcance (sin contar los costos morales). Por dar un ejemplo, diré que en México, según datos oficiales, hay ¡diez millones de personas con discapacidad!

2 Me he esforzado por escribir mis libros con “perspectiva de género”; es decir, en forma respetuosa y sin prejuicios sexistas. Encomiable propósito es construir una sociedad justa y equitativa y combatir la discriminación. Empero, opto por utilizar el término genérico “el niño” para referirme tanto a los niños como a las niñas (excepto cuando ha sido necesario diferenciarlos con claridad). Esto con la sola intención de abreviar y facilitar la lectura. Creo que, felizmente, hombres y mujeres somos diferentes, aunque no en todo, y que valemos por lo que damos.

PARTE UNO

LA VIDA AFECTIVA

Amar a sabiendas

1. EL DESARROLLO AFECTIVO

Si tengo todos los dones de la tierra
y no tengo amor, nada soy.

SAN PABLO

En el principio fue el amor. El amor es la fórmula mágica que abre paso al desarrollo humano. Amor significa satisfacción total y oportuna a las verdaderas necesidades del niño: comunicación, confort, caricias, responsabilidad y respeto. El amor estimula los aprendizajes y hace posible el desarrollo gracias a la sensación de bienestar, seguridad y confianza que otorga a quien felizmente lo recibe.

Sabemos con certeza que los niños crecen sanos gracias al amor que se les brinda. También conocemos lo dramáticas que pueden ser las consecuencias de su falta. Por estas razones propongo amar a sabiendas a nuestros hijos: que con sabiduría conjuguemos afecto, compromiso e inteligencia.

La vital importancia del amor materno ha quedado demostrada gracias al trabajo de numerosos expertos. Uno de los primeros antecedentes sobre los efectos de la privación materna data del siglo XIII, cuando a Federico II, rey de Sicilia, se le ocurrió poner a dos recién nacidos en total aislamiento social. Narra Salimbene de Parma en su Crónica que:

Federico deseaba saber qué clase de lengua y qué manera de hablar adoptarían unos niños criados sin hablar nunca absolutamente a nadie. Ordenó a unas nodrizas que criaran a los niños, los bañaran y los alimentaran, pero sin hablarles nunca, porque quería saber si hablarían el hebreo, la lengua más antigua, o el griego o el latín o el árabe, o quizá la lengua de los padres de los que habían salido. Pero no le sirvió de nada, porque los dos niños murieron. En efecto, no podían sobrevivir sin los rostros sonrientes y acariciadores y las palabras de amor de sus nodrizas.

Crecer en el abandono provoca resultados desastrosos. Los niños que crezcan sin amor tendrán problemas emocionales, salud precaria y no desarrollarán en forma adecuada su inteligencia (más adelante veremos las razones). En la relación íntima con la madre, en sus brazos, el niño aprende, sin saberlo, a relacionarse con una persona. En ese amor primero “el niño evoluciona hacia el mundo, porque la evolución hacia el mundo es la evolución hacia la madre y después, gradualmente, hacia las otras personas cercanas del entorno. Esa unidad total de dos seres vivos se llama simbiosis, esa relación en la que cada uno es parte del otro. No es la soledad de uno, sino la comunidad de dos, modelo de la ulterior capacidad de amor y solidaridad. En dicha relación el niño aprende a sentir, a expresar y a comunicarse” (Caruso). El futuro ser de la persona nacida sólo lo garantiza una relación continua, cálida e íntima con otra persona.

Solamente socializado puede el hombre vivir y desarrollarse. Pero ¿cuál es la primera condición principal para este vivir y desarrollarse? Es sin duda la aceptación del individuo por la sociedad en alguna forma de familia (que no necesariamente ha de ser la familia pequeña que conocemos actualmente) y sobre todo al principio por la madre (que ésta tampoco necesariamente ha de ser su madre biológica). Quiérase o no, la existencia del hombre depende del factor social y subjetivo de la aceptación, factor que ninguna ley, por muy bien hecha que esté, puede garantizar (Caruso, 1987).

Quizá la evidencia más convincente de lo que significa la amorosa presencia de nuestros padres sean las consecuencias de su ausencia. En el siglo XVIII, un obispo español anotó en su diario: “En el hospicio de abandonados los niños entristecen y muchos de ellos mueren de melancolía”.

CONCEPTOS TEÓRICOS BÁSICOS

Amar a sabiendas

A mamá y papá no hace falta decirles que amen a sus hijos, porque el amor lo llevan a flor de piel. Todas las madres del mundo saben lo que tienen que hacer cuando tienen a su hijo en los brazos. La única condición para que dicha sabiduría aflore es que se les permita intimar —oler, comunicarse, tocar, besar, estrechar, lamer, arrullar, deleitarse— con su bebé recién nacido, y con su propia naturaleza. Es vital que la institución médica, o ciertas opiniones ignorantes, no ejerzan violencia contra el derecho inalienable de las madres de permanecer al lado de su bebé recién nacido —de estar con su bebé— y solazarse con su asombrosa presencia. Las madres tienen derecho a disponer del tiempo necesario —todo el tiempo— para asumir el milagro que consumó su cuerpo prodigioso. Esto lo saben y explican mejor las mujeres:

Cuando las mujeres reafirmamos nuestra relación con la naturaleza salvaje, adquirimos conocimiento, visión, inspiración, intuición, y la vida misma vibra por dentro y por fuera. “Salvaje” no en el sentido peyorativo moderno como falto de control, sino en su sentido original, que significa vivir una existencia natural, donde la criatura se desarrolla con su integridad innata y saludable.

Esta cualidad salvaje forma parte de la naturaleza instintiva y fundamental de las mujeres. Y es el conocimiento de esta naturaleza lo que nos permite percibir el sonido de los ritmos internos y vivir al son de ellos para no perder el equilibrio espiritual. Cuando las mujeres nos apartamos de la fuente básica, perdemos los instintos y los ciclos vitales naturales quedan sometidos a la cultura o al intelecto o al ego, ya sea el propio o el de los demás. Lo “salvaje” hace saludables a todas las mujeres. Sin el costado salvaje, la psicología femenina carece de sentido (Gutman, 2008).

Durante años he acudido a una cita con grupos de futuras madres que asisten a la preparación para el parto psicoprofiláctico. El tema que abordo con ellas es “el primer año de vida del niño”. Durante mi exposición expreso mi fuerte convicción respecto a la necesidad de reconocer al amor y a la comunicación como necesidades básicas del bebé. Me gusta empezar mí charla diciendo: Vengo a comunicarles algunas cosas importantes que ustedes ya saben pero quizá no sepan que las saben. Sé que todas sabrán cómo criar a su bebé y sé que sólo les bastará confiar en su propia naturaleza animal y dejar que ésta las guíe. Sin embargo, el amor es tan importante que propongo que amen a su hijo a sabiendas; es decir, con la conciencia clara de lo que esto significa. Por ello, propongo revisar algunas investigaciones clásicas sobre el tema.

Los primeros meses de vida (la etapa anterior al habla) son de la mayor importancia para el despliegue de todas las facultades humanas. Durante esta etapa crítica se desarrolla la habilidad motora básica del niño, su capacidad para poner atención y percibir el entorno, se sientan las bases de su inteligencia y de su capacidad de comunicación, se sintonizan sus emociones, y se aprende, o no, a amar.

Lazos sociales

Cuando al nacer un niño recibe, además de los cuidados habituales, el contacto físico humano que lo abraza, acaricia y le habla suavemente, en su cerebro se inicia la formación de lazos sociales que regularán su vida emotiva.

Se ha observado que la ausencia del contacto físico y emocional en esa etapa de la vida tiene como resultado el desarrollo de individuos que tendrán dificultad para establecer relaciones sociales, comunicarse con la gente y establecer lazos de amistad.

Se sabe que dos sustancias que se producen en la glándula hipófisis, la oxitocina y la vasopresina, tienen una función importante en el desarrollo de dichos lazos.

Con el fin de conocer más sobre esta función, un grupo de psicólogos hicieron un estudio con niños que habían tenido cuidados y atención al nacer y otros que habían vivido la primera etapa de su vida en condiciones adversas.

El estudio muestra que el contacto físico y emocional en los primeros meses de vida organiza la producción de estas dos sustancias, que regularán en el cerebro el desarrollo de lazos sociales (Drucker, 2007).

APRENDER A AMAR

El amor debe sentirse en la piel
antes de sentirlo en el corazón.

¿Es necesario aprender a amar? Por supuesto que sí. Para comprender cabalmente esta afirmación es preciso describir el desarrollo del niño durante los primeros años de su vida. Sabemos que los recién nacidos saben mucho más que lo que siempre había supuesto la mayoría de la gente. Estas notables criaturas ven, oyen y comprenden más de lo que imaginamos. “No hay criatura más antigua que un bebé recién nacido” decía mi querido amigo José Gordillo y tenía razón, porque su cuerpecito prodigioso ha asimilado millones de años de evolución. Todos los bebés son como el filósofo chino Lao-Tsé, cuyo nombre significa “niño-viejo” y se representa con la imagen de un bebé con una barbita blanca. Por eso al referirme a los logros monumentales de los bebés comento en mis talleres —entre broma y veras— que en los primeros meses después del nacimiento, no pueden controlar su cabeza ni sus manos ni sus pies ni nada. Pero, antes de cumplir el año, ya controlan a toda la familia.

No hay duda de que el bebé recién nacido sabe muchas cosas, pero... no sabe que existe. Es decir, no tiene conciencia de su propia existencia ni de la existencia de un mundo externo. A este momento inaugural del desarrollo psicológico se le llama estado sincrético, indiferenciado o adualista. Estar en dicha etapa significa que el bebé no es aún capaz de saber (y pasarán varios meses antes de que pueda entenderlo) dónde termina él y empieza su amorosa madre y viceversa. Se trata de ser capaz de reconocerse. De establecer la relación “Yo / tú” o “Yo y el mundo”, dualidad básica en la que vivimos inmersos los seres humanos.

Mientras el bebé se forma a partir de una sola célula1 y se desarrolla en el vientre materno, madre e hijo son un solo cuerpo. Dicha indiferenciación de naturaleza biológica se prolongará psicológicamente en el recién nacido, a quien su madre solícita le parecerá “una extensión de su ser”. Durante los primeros años de vida madre e hijo se encuentran en un estado que, sin exagerar, se puede denominar de fusión física y psicológica (“si uno se pega, al otro le duele”). Por lo tanto, la gran tarea que enfrenta el niño pequeño es constituirse como ser individual. Desarrollar, gracias a la comunicación, la conciencia de su propia existencia —“Yo”— y, a la par, la conciencia de la existencia de un mundo diferente y externo: “Yo y el otro”, “Yo y no yo”.

Por supuesto, los bebés son capaces de reconocer los rostros, las voces y el olor de las personas que les brindan cuidados, y también son capaces de responder a dichos estímulos con emoción y gozo. ¡Incluso conocen la voz de su madre antes de nacer porque la han escuchado dentro del vientre materno! Sin embargo, esto no significa que sean capaces de saber que sus padres, las cosas o ellos mismos, “existan verdaderamente”; o que sean capaces de “representar en su mente” a las personas o a las cosas que por el momento son inaccesibles a sus sentidos. Es por eso que a ellos sí los sorprenden y, a veces, asustan las “cajas de sorpresa”.

Logro monumental de la inteligencia del niño pequeño es la construcción de un mundo real. Jean Piaget llama noción de la permanencia del objeto a la posibilidad de representar en la mente las cosas que pueblan nuestro mundo y saber que existen (que están en alguna parte) aunque no puedas verlas. Dicha noción implica la posibilidad de que el niño pequeño atribuya identidad y permanencia a las cosas con las que se relaciona a diario (su madre, por ejemplo) y saber que son las mismas cosas cada vez que éstas reaparecen en su campo visual (poder saber que su madre es su madre sin importar que ella ande de bata y despeinada porque se acaba de levantar, o de gala y perfumada porque se va a una fiesta).

Comprender que vivimos en un mundo real, poblado de objetos que tienen permanencia sustancial, es fundamental para explicar algunas conductas y procesos de desarrollo; así que abundaré con los ejemplos: cuando mis hijos están en la escuela yo no puedo verlos, a pesar de lo cual puedo afirmar que tienen existencia real y que están en alguna parte (aunque se hayan ido de pinta). Si usted se va de viaje podrá recordar a su familia y saber que está ahí... esperándolo. Ahora bien, si afirmamos que en los primeros meses de vida el bebé es capaz de reconocer a sus padres, pero que no está consciente de su cabal existencia como personas, ni está consciente de su propia existencia, surgen varias preguntas: ¿Cómo construyen los niños pequeños la noción de la permanencia del objeto? ¿Cómo se relaciona dicha noción con el amor?

EL NIÑO COMO AGENTE CAUSAL

El factor fundamental que capacita al niño para construir una imagen de sí mismo y de su mundo procede de las relaciones mutuas entre madre e hijo. A esta relación privilegiada René Spitz la llama el diálogo: “El diálogo es el ciclo de la secuencia acción-reacción-acción, dentro del marco de las relaciones madre e hijo. Esta forma especial de interacción crea para el bebé un mundo singular muy propio, con su clima emocional específico, siendo dicho ciclo de acción-reacción-acción lo que permite al bebé transformar, poco a poco, los estímulos sin significado en señales significativas”.

La simple posición de la mano de un bebé constituye un buen indicio de su estado emocional o físico (somnoliento, angustiado, alerta) y las madres utilizan este indicio sin darse cuenta. Al tratar de calmar a un bebé irritado, por ejemplo, la madre a menudo intentará abrir sus puños cerrados. Los Papousek —reconocidos expertos— comentan que en las entrevistas las madres no se daban cuenta de esta posición característica de las manos ni de sus propias respuestas a ellas.

Imaginemos a un bebé que llora porque necesita compañía, tiene hambre o está incómodo, y que no obtiene ninguna respuesta a su llanto. ¿Será capaz de descubrir su propia existencia y la de los demás? Por supuesto que no. Los niños abandonados, aquéllos cuyas acciones —llanto, sonrisas, gestos— no logran una respuesta por parte de quienes los rodean (niños que “piden pan y no les dan” como en la popular cantinela infantil), sin duda tendrán dificultades para construir la imagen de sí mismos y la del mundo real a la que me vengo refiriendo.

Es importante señalar que también tendrán dificultades para reconocerse los bebés cuyas madres exageren la solicitud con la que los atienden, cayendo en el extremo de la sobreprotección, pues dichas madres “darán a sus hijos pan sin que lo pidan” (quizá porque implanten un horario rígido de alimentación: darles de comer cada tres horas, con o sin hambre, pidan o no pidan, como si se tratara de máquinas). Ni el abandono ni la sobreprotección permitirán que el niño se descubra a sí mismo como persona. ¡Bien dicen que “los extremos se tocan”!

En Baltimore, la psicóloga Mary Ainsworth y sus colaboradores han observado a muchas madres y sus hijos —sin influir sobre ellas— durante un año entero, y han estudiado el llanto del bebé, la reacción de la madre y el desarrollo consecuente de la personalidad del niño. Los resultados son sorprendentes. Todos los niños que durante los tres primeros meses de vida fueron consolados y acariciados por sus madres y que fueron atendidos con diligencia y prontitud lloran mucho menos que aquéllos cuyas madres no hacen caso a sus llantos y gritos, “que los dejan llorar”. La razón es obvia, pues los bebés atendidos con prontitud aprenden rápidamente a confiar y experimentan un sentimiento de seguridad y confort.

2