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Datos del autor


Ingeniero de Minas y Licenciado en Ciencias Sociales. Investigador de la gastronomía cubana e internacional. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Ha publicado más de una veintena de títulos sobre temas de gastronomía, tanto en Cuba como fuera del país. Sus publicaciones se proponen un recorrido por varios supuestos literarios e investigativos, entre los que se incluyen: el testimonio biográfico (De Itabo a Florencia); el realce de recetas seleccionadas (Rey langosta); expresar de manera simple una fantasía culinaria (Cocina erótica); profundizar la impronta de una cultura foránea poco investigada (Arte culinario chino en Cuba, y Del Mississippi a Gloria City); documentar el tema de la cultura culinaria nacional (Cocina cubana tradicional); fundamentar y simplificar la cultura popular de variados subtemas (Seriado de 8 libros monotemáticos); o abrir el acervo cultural de las expresiones gastronómicas (Diccionario gastronómico cubano)… Sus obras se caracterizan por la seriedad, rigor y profesionalidad. Aborda sistemáticamente la temática vista con un prisma multifacético que engloba varios de los conocidos símbolos internacionales de la nacionalidad cubana.

Edición y corrección: Yanet Blanco Fernández
Diseño y Realización digital: Ricardo Quiza Suárez

© Fernando Fornet Piña, 2017
© Sobre la presente edición:
Ediciones Cubanas Artex, 2017
Mi Daiquirí en el Floridita y otras crónicas habaneras
Colección Imagen Cuba
ISBN: 978-959-7245-54-4

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A La Habana
Es la capital de la República de Cuba. Eso dicen las enciclopedias, los diccionarios y las geografías. Pero no es decirlo todo, porque hay capitales que no dicen mucho, o que nada dicen. La Habana, por lo pronto, no hace voto de silencio y siempre dice algo. Algo que, además, es diferente, sin que se quiera imponer que es mejor o peor. La Habana es La Habana. Ojalá siga siendo lo que es, siempre y siempre.

Fernando G. Campoamor

Conozco el bar de hombres en el Waldorf Astoria, el Bar Savoy en Londres y el Bar Americano en París. He tomado Whiskey en Shephears, Ginebra y Angosturas en el Gran Oriental, en Calcuta. Conozco los «Pisco Tours» del Hotel Carrera en Santiago de Chile, los «Planters Punches» de Curazao. He visitado el Adlon en Berlín, el Bristol en Viena, la casa Chianting en Chungking, el Plaza en Buenos Aires. Pero dentro de mi experiencia «La Florida» (Floridita) es el máximo bar en la tierra.

H.W. Graham

Floridita, celebrando 200 años junto

a sus apasionantes duendes



Estas palabras y este libro tienen su antecedente en una versión primaria que publicó la editorial mexicana Samsara y fue presentado el día 11 de noviembre de 2011 en la capital azteca. Fue una tarde gris, acompañada de un largo y torrencial golpe de agua que hizo peligrar la ceremonia. No fue fácil llegar al local, sorteando el complicadísimo tránsito del Distrito Federal. Arribé y en ese mismo momento comenzaron las sorpresas: el elegante recinto a pesar de no estar atestado de personas debido a las circunstancias climáticas me permitió encontrar viejas y nuevas amistades; y sobre todo, una calidez que desbarató mi emperifollado discurso. Para bien, tuve que improvisar.

La atmósfera de afecto, regocijo y entendimiento me abrumó. Las elogiosas palabras del presentador, el escritor mexicano José Antonio Lugo García, persona desconocida para mí hasta ese momento, dispararon mi ego que afortunadamente, no mucho después, se encaminó hacia la avidez por desentrañar la magia del momento.

En ese momento, sentí que pese a todo, realmente existía la imagen idílica y soñada desde mi niñez allá en el pueblito gibareño y holguinero de Santa Lucia, sobre México y su gente. Y descubrí también, que la frase de Ernest Hemingway: «Mi Mojito en la Bodeguita y mi Daiquirí en el Floridita», era una sorprendente caja de maravillas que al abrirla nos mostraba un sinfín de aristas y posibilidades sobre La Habana, sus misterios y la mística que envuelve nuestra ciudad capital.

Y la oportunidad de rendirme ante tal evidencia, ha motivado que recalque en esta ocasión esos aspectos sorprendentes de La Habana que a pesar de no haber sido mi lugar de nacimiento, la he asumido personalmente como uno de mis lugares de culto y para lo cual me incorporo como han hecho centenares de poetas, músicos y artistas de todas las artes. El mencionado presentador decía entre otras cosas «Mi Daiquirí en el Floridita no es un libro de ficción y, sin embargo, uno puede imaginar cada escena que nos relata y con ello fabricar un cuento. Quizá porque La Habana que nos muestra don Fernando es una ciudad mítica, como nos guiña el ojo desde su dedicatoria. Y es mística, valga la paradoja, porque es La Habana real, la que viene de lejos, la que está más allá de los vaivenes de la vida política, la que muestra la cotidianeidad de un pueblo, sus costumbres, la manera de relacionarse de sus habitantes».

Y esas palabras, expresadas con espontánea franqueza, abrieron definitivamente mis ojos a la realidad. Y es por ello que me esfuerzo por presentar La Habana como escenario natural para acoger un lugar tan especial y renombrado como el Floridita donde se transformó el Daiquirí natural en Daiquirí frappé para cautivar el mundo; tener personalidad suficiente para manifestar y no dejar caer su agradecimiento a una figura indiscutida como Ernest Hemingway que la vivió y la amó; servir de contexto sin par para que hechos aparentemente intrascendentes como la aparición del hielo en nuestro entorno nacional, se convirtiera en un espectáculo novelesco; tener el empuje para acoger las influencias venidas desde todos los continentes y moldearlas hasta obtener la amalgama mundana y homogénea que significa nuestra gastronomía; haber sido capaz de abrirse en todo su esplendor para convertirse tempranamente en una de las ciudades distintivas de todas las Américas, que deslumbraron a cuanto viajero de los lugares más insospechados la visitaron; crear y sostener tradiciones lejanas y entrañables vinculadas a la cubanidad –cubanía– que aún son parte esencial de su vida diaria. En fin, por ser ideal de capital de cualquier país del mundo.

Con esa impronta, como telón de fondo, surge esta versión que trata de develar lo conocido y secreto del Floridita y sus duendes. En un segundo peldaño me propuse apreciar la particular gastronomía cubana, tarea ardua a partir de la copiosa información que existe; donde hay una mixtura entre cosas muy buenas, mucha repetición o mimetismo que dificultan la selección.

Con este libro no deseo evadir opiniones de excelente factura que apuntalarán los temas puntuales ni podría dejar de lado esas impresiones de un alto valor testimonial y emocional expresadas por diversas personalidades de la cultura.

El Floridita, cuyo apelativo de género femenino en la lengua española es tuteado por los cubanos en una ambivalencia como si fuera del género masculino, ostenta cuatro detalles que le otorgan el calificativo de «archifamoso». Primero ha sido santuario de reconocidas personalidades; segundo contó con el barman o cantinero más renombrado, de un país como el nuestro, que ha tenido en la coctelería una escuela y a cantineros estelares representados en todas las generaciones, me refiero a Constantino Ribalaigua Vert, creador del ya mencionado Daiquirí frappé, ejemplo de maestría y que se convierte en el tercer punto de fama de este escenario; finalmente, es obligado referirme al famoso más famoso del Floridita, el escritor norteamericano Ernest Hemingway, que sirvió de punto de apoyo para catapultar definitivamente la notoriedad del triunfante establecimiento que ya sobresalía por derecho propio.

Urgido, en la primera parte del recorrido, me adentraré en el Floridita como otro visitante cualquiera e invocaré a sus genios. Y en un segundo momento, repasaré cauteloso los detalles adicionales prometidos. Así, tendremos la oportunidad de corroborar la singularidad que introducen en esta temática, determinados y reconocidos símbolos de la nacionalidad cubana, que acoplados de conjunto constituyen un tesoro inapreciable.


Fernando Fornet Piña
La Habana, junio de 2015

Los cuatro puntos cardinales en la cocina cubana