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William Styron Newport News (EE.UU.), 1925 - Martha’s Vineyard (EE.UU.), 2006.

El escritor estadounidense nació en el estado de Virginia, no muy lejos del lugar en que tuvo lugar la rebelión de esclavos de Nat Turner en 1831, que más tarde inspiraría una de sus novelas más conocidas y polémicas: la ganadora del Premio Pulitzer Las confesiones de Nat Turner (1967), narrada por el líder de la revuelta. Aunque sus abuelos paternos habían sido propietarios de esclavos, su madre, procedente del norte de los Estados Unidos, y su padre, sureño pero liberal, le dieron una perspectiva de las relaciones raciales poco usual en su generación.
Styron es también conocido por otras dos novelas: Tendidos en la oscuridad (1951), escrita a los veinticinco años, y la polémica La decisión de Sophie (1979), que recrea el Holocausto nazi a través de una víctima no judía de los campos de concentración. Tras obtener el Premio Mundial Cino Del Duca en 1986, el autor cayó en una profunda depresión, que relataría posteriormente en sus memorias, Esa oscuridad visible (1990). Styron murió de neumonía a los 81 años de edad.

 

 

 

Título original: The Confessions of Nat Turner (1967)

 

© Del libro: William Styron

© De la traducción: Andrés Bosch

© De la traducción del epílogo: Ramón González Férriz

Edición en ebook: junio de 2019

 

© Capitán Swing Libros, S. L.

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ISBN: 978-84-120426-6-5

 

Diseño de colección: Filo Estudio - www.filoestudio.com

Corrección ortotipográfica: Victoria Parra Ortiz

Composición digital: leerendigital.com

 

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Las confesiones de Nat Turner

 

 

CubiertaBasándose en un episodio histórico —el único intento de insurrección armada de los esclavos negros del sur de los Estados Unidos anterior a la guerra de Secesión— y en un caso real del que apenas existía documentación, a través del relato de los sucesos puntuales y la confesión del propio esclavo-asesino, William Styron construye una de las mejores novelas norteamericanas de los últimos años. La revuelta fue dirigida por un notable predicador negro llamado Nat Turner, un esclavo educado, que sintió la orden divina de alzarse en armas y ejecutar la venganza más sangrienta: aniquilar a todas las personas de raza blanca en la región. Las confesiones de Nat Turner fueron narradas por él mismo mientras permanecía en la cárcel durante los fríos días otoñales previos a su ejecución.
No es solo una obra maestra de la literatura, sino que revela en términos humanos e inolvidables la esencia agónica de la esclavitud: las traiciones, crueldades y humillaciones que la componían y que todavía perduran en la psique colectiva de los afroamericanos. A través de la mente de un esclavo, Styron recrea un evento catastrófico y dramático, así como las miserias, frustraciones y esperanzas entremezcladas de esta extraordinaria persona, para dibujar las primeras brumas de nuestra historia y señalar a quienes tenían a su pueblo sometido y esclavizado.

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Índice

 

 

Portada

Las confesiones de Nat Turner

Nota del autor

Al público

PARTE I. El día del juicio

PARTE II. Los viejos tiempos: voces, sueños, recuerdos

PARTE III. Preparación y guerra

PARTE IV. «Ya está hecho...»

Epílogo del 25º aniversario

Sobre este libro

Sobre William Styron

Créditos

Nota del autor

En agosto de 1831, en una remota región del sudeste de Virginia, tuvo lugar la única revuelta eficaz y sostenida en los anales de la esclavitud de los negros en Norteamérica. Las páginas iniciales de esta obra, tituladas «Al público», son el prólogo del único documento de la época merecedor de atención concerniente a aquel alzamiento, documento que forma un breve folleto, con el título de «Las confesiones de Nat Turner», publicado en Richmond, al principio del año siguiente al de los acontecimientos de que trata, y del que he incorporado algunas partes al presente libro. En el curso de la narración que sigue, rara vez me he apartado de los hechos comprobados, en cuanto se refiere a Nat Turner y a la revuelta que acaudilló. Sin embargo, en aquellos aspectos poco conocidos, referentes a Nat, a los primeros años de su vida y a los motivos que le impulsaron a rebelarse (de todo lo cual apenas tenemos noticia), me he permitido conceder a la imaginación la mayor libertad, en orden a reconstruir los hechos, pese a lo cual espero no haber rebasado los límites señalados por las escasas noticias que la historia nos ha dado acerca de la institución de la esclavitud. La relatividad del tiempo nos permite cierta elasticidad en las definiciones, ya que el año 1831 está muy lejos y, al mismo tiempo, es un cercano ayer. Quizás el lector desee derivar de esta narración una conclusión de carácter moral, pero mi propósito ha sido intentar recrear a un hombre y su tiempo, y hacer una obra que no es tanto una «novela histórica», según suele entenderse, cuanto una meditación sobre la historia.

Roxbury, Connecticut

Día de Año Nuevo, 1967

Al público

La pasada insurrección ocurrida en Southampton ha impresionado en gran manera a la opinión pública, dando lugar a que circulen infinidad de noticias ociosas, exageradas y malintencionadas. Este es el primer caso, en nuestra historia, de abierta rebelión de los esclavos, y en él han concurrido tan atroces circunstancias de crueldad y destrucción que forzosamente debían causar profunda impresión, no solo en la mente de quienes forman la comunidad en que se desarrolló esta horrorosa tragedia, sino también en todos los lugares poblados de nuestro país. La pública curiosidad se ha esforzado en comprender los orígenes y el desenvolvimiento de esta temible conspiración, así como los propósitos que animaron a sus diabólicos protagonistas. Los esclavos insurrectos fueron aniquilados, o prendidos, juzgados y ajusticiados, sin que revelaran absolutamente nada digno de crédito (con la sola excepción de su cabecilla) en cuanto respecta a los motivos que les inspiraron o en cuanto a los medios con los que pretendieron alcanzar sus objetivos. Todo lo referente a este lamentable asunto estaba envuelto en misterio hasta que Nat Turner, cabecilla de esta feroz banda, cuyo nombre resonó a lo largo y ancho de nuestro dilatado imperio, fue capturado. Este «gran bandido» fue capturado por un solo hombre, en una cueva cercana a la residencia de su fallecido propietario, el día 30 de octubre, domingo, sin que opusiera resistencia, y al día siguiente ingresó en la cárcel del condado. Le apresó Benjamin Phipps, quien iba provisto de una bien cargada escopeta. La única arma de Nat era una espada corta y ligera que inmediatamente entregó, suplicando acto seguido que se le perdonara la vida. Durante su prisión, y gracias al permiso que me concedió el carcelero, pude comunicarme con Nat Turner, y, al saber que estaba presto a hacer plena y libre confesión de los orígenes, desarrollo y consumación del movimiento de insurrección de los esclavos, del que él fue inspirador y cabeza, decidí, a fin de satisfacer la curiosidad del público, poner por escrito sus manifestaciones y publicarlas, con ninguna o muy escasa variación, según sus propias palabras. Según da fe el anexo certificado librado por el Tribunal del Condado de Southampton, este relato es fiel reproducción de las confesiones de Nat Turner, confesiones en las que ciertamente se advierte el sello de la verdad y la sinceridad. No hace Nat Turner intento, cual hicieron los demás insurrectos al ser interrogados, de exculparse, sino que francamente reconoce su plena participación en todas las maldades efectuadas. Nat Turner no solo fue quien tuvo la idea de la conspiración, sino también quien dio el primer golpe de su ejecución.

En estas páginas se verá cómo, mientras la superficie de la sociedad presentaba un aspecto totalmente calmo y pacífico, mientras no se oía ni una sola voz de precaución que avisara a la proba población de la proximidad de la muerte y el dolor, un tenebroso fanático acariciaba en los recovecos de su mente negra, desconcertada y retorcida, proyectos de generales matanzas de blancos. Proyectos que, por desgracia, fueron horriblemente ejecutados en el curso de la desoladora marcha de su banda de malvados. No penetraron en sus endurecidos pechos los gritos de piedad. No se recuerda que ni un acto de bondad hacia ellos causara la menor impresión en estos asesinos sin conciencia. Hombres, mujeres y niños, la edad caduca y la desvalida infancia por igual, todos tuvieron el mismo cruel destino. Jamás banda de salvajes cumplió su tarea de dar muerte tan sin cuartel. Parece que el único principio que refrenó su conducta a lo largo de sus sanguinarias hazañas fue el del miedo ante el peligro para su propia seguridad personal. Y no es el rasgo menos notable de dichas horrendas ocurrencias que una banda inspirada por tan infernales propósitos ofreciera muy débil resistencia cuando se enfrentaba con hombres blancos armados. Diríase que la desesperación hubiera debido bastarles para conducirse más esforzadamente. Todos y cada uno procuraron ponerse a salvo, ya escondiéndose, ya regresando a sus casas, con la esperanza de que su participación pasara desapercibida, y todos fueron muertos a tiros en el curso de pocos días, o capturados, juzgados y castigados. Nat ha sobrevivido a todos sus seguidores, pero el patíbulo dará muy pronto fin a su carrera. El relato de la conspiración, hecho por el propio Nat, es ofrecido ahora, sin comentarios, al público. De él se desprende una horrible y, esperemos, útil lección en cuanto se refiere a las operaciones de una mente como la suya empeñada en la comprensión de cosas que están más allá de su alcance. En este relato se verá cómo esta mente cayó en la perplejidad y la confusión primero, y cómo acabó, después, en la corrupción, y llegó a concebir y a perpetrar los más atroces y conmovedores hechos. Este relato también justificará la política de nuestras leyes encaminadas a reformar a esa clase de gente de nuestra población, e inducirá a aquellos a quienes se ha confiado la misión de hacerlas cumplir, así como a los ciudadanos en general, a procurar su estricta y rígida aplicación. Si las declaraciones de Nat merecen nuestro crédito, veremos que la insurrección de este condado tuvo carácter enteramente local, y que sus propósitos, aun cuando firmes, afectaban a poca gente, y a gente de su inmediata vecindad. La insurrección de Nat no estuvo inspirada por motivos de venganza o de repentina ira, sino que fue el resultado de una larga deliberación y arraigados propósitos de la mente. Esta criatura de un tenebroso fanatismo, ser material pero fácil receptáculo de impresiones de esta naturaleza, será largamente recordada en los anales de nuestra tierra, y muchas madres, al oprimir contra su pecho a sus queridos hijitos, temblarán al recordar a Nat y a su banda de feroces desalmados.

En la creencia de que el subsiguiente relato resolverá las dudas y las conjeturas de la pública opinión, dudas y conjeturas que, de lo contrario, hubiesen permanecido, al público lo ofrece, este seguro servidor.

T. R. GRAY

Jerusalem, condado de Southampton,

Virginia, 5 de noviembre de 1831

Los abajo firmantes, miembros del tribunal convocado en Jerusalem, el sábado, día 5 de noviembre de 1831, para juzgar a Nat, alias Nat Turner, esclavo negro que fue propiedad del fallecido Putnam Moore, certificamos que las confesiones efectuadas por el dicho Nat a Thomas R. Gray fueron leídas a este en nuestra presencia, y que, además, cuando fue exhortado por el Señor Magistrado Presidente del Tribunal a que dijera si tenía algo que añadir, a fin de que no se dictara sentencia condenándole a muerte, replicó que nada tenía que añadir a lo comunicado al señor Gray. Y para que conste lo firmamos y sellamos con nuestras firmas y sellos, en Jerusalem, hoy, día 5 de noviembre de 1831.

JEREMIAH COBB

THOMAS PRETLOW

JAMES W. PARKER

CARR BOWERS

SAMUEL B. HINES

ORRIS A. BROWNE