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Letras en el exilio

Diálogos y reflexiones









Jorge Asbun Bojalil
Sonja Stajnfeld
Berenice Romano Hurtado

(coordinadores)







Letras en el exilio

Diálogos y reflexiones













Logo Juan Pablos


JUAN PABLOS EDITOR

México, 2019



D.R. © 2017, Juan Pablos Editor, S.A.
2a. Cerrada de Belisario Domínguez 19, Col. del Carmen
Del. Coyoacán, 04100, Ciudad de México
<juanpabloseditor@gmail.com>

Diseño de portada: Daniel Domínguez Michael



ÍNDICE










◼  Introducción


◼  Exilio y deformación de la novela Amberes de Roberto Bolaño

Juan Pablo Contreras Abad


◼  El exotismo en Wide Sargasso Sea, un exilio permanente

Celene García Ávila

y Miriam Virginia Matamoros Sánchez


◼  Apuntes sobre La Habana de Cabrera Infante

Yeannys Parada Hernández


◼  Pablo Neruda: politikón y poetikón

Jorge Asbun Bojalil


◼  The Brief Wondrous Life of Oscar Wao: bilingüismo cultural para reinterpretar la historia desde el exilio

Celene García Ávila

y Luis Juan Solís Carrillo


◼  El extranjero en la misión diplomática

Edgar Samuel Morales Sales


◼  La crónica literaria como testimonio del exilio venezolano

Guadalupe Isabel Carrillo Torea


◼  Sobre los autores

◼  Sobre los coordinadores





INTRODUCCIÓN










Los desplazamientos humanos son un hecho, más que histórico, existencial. Aunque entre historiadores existe un consenso en cuanto al primer gran movimiento del Homo sapiens (hace alrededor de 70 000 años) de África Oriental a la península arábiga, sigue vigente el debate relacionado con la expansión y la final dominación del planeta de la raza humana. Desde este primer gran paso, con la consecuencia de conversión del hombre en el patrón de la Tierra, parece que se hubiera impreso en el ADN humano un gen de movimiento, de búsqueda, de huida, del anhelo por una mejor existencia que se cumple con el desarraigo.

El exilio, una de las manifestaciones de los desplazamientos humanos, se realiza cambiando un espacio —origen— por otro espacio —destino. Es un movimiento motivado por huir de una fuerza represiva y, el resultado, es la llegada a un lugar en el cual el ejercicio de una relativa libertad no está amenazada como en el de origen. En esto estriba la diferencia entre el exilio y la migración; aunque el segundo fenómeno es también resultado de los juegos políticos, no obstante, se refiere a lo “masivo”, a “olas” migratorias o “ríos” de gente que se sobreponen a las fronteras en búsqueda de esperanza, de destino, en ambas acepciones de éste. El exilio, aparte de remitir a una experiencia más individual que masiva, y de suponer una amenaza vivencial inmediata o altamente probable, tiene otra peculiaridad: se refiere a los intelectuales, creadores, científicos, personas que se vuelven “cuerpo extraño” en su hábitat y al cual los regímenes represivos quieren silenciar, ya sea a través de la expulsión física, aniquilación, prisión o cierre de los espacios que transmitirían dicha voz.

Por lo anterior, el exilio es producto de una represión cultural por un régimen opresivo en el cual las voces disonantes han de ser calladas. Las personas con voz, los exiliados, a menudo tematizan su silenciamiento en la patria y en la angustia, lo cual se vuelve sugerente y llamativo de un modo especial en el caso de los creadores literarios.

Los capítulos que constituyen el libro que el lector está a punto de leer, exploran los temas literarios implicados en el exilio: cuestionamientos en cuanto al origen, pertenencia, lenguaje, identidad, creencias, lo propio, lo ajeno, lo perdido, lo encontrado; también se plantea una relativización de estos valores desde el prisma de desterritorializacion y reterritorialización, evocando la terminología de Deleuze y Guattari. Los exiliados que este libro comenta, a diferencia de sus antepasados que salieron del Cuerno de África en búsqueda de mejores condiciones para la supervivencia, buscan algo sustancial de igual medida: poder alzar la voz, crear en libertad sin sufrir represalias.

El exilio arquetípico de la cosmovisión occidental está contenido en la historia del Génesis, Antiguo Testamento de la Biblia. Se trata de la expulsión del Jardín del Edén por no obedecer al poder, por rebelarse contra la imposición y atreverse a querer saber. Esta imagen arquetípica de los exiliados se relaciona con los escritores cuya experiencia de exiliados representa el tema de los capítulos de esta obra: a los que se atrevieron y quisieron saber y crear. Los autores reunidos en el presente volumen, cada quien desde su especialidad y línea de investigación, reflexionan y dialogan con los exiliados y sus obras.

Juan Pablo Contreras Abad, reflexiona en torno al texto literario de Roberto Bolaño llamado Amberes, desde una óptica abarcadora, tomando como punto de partida la pregunta: ¿Estamos frente a poesía o novela? Para armar su interpretación, la cual sustenta articulada e instruidamente, inicia con la premisa de que Amberes es, en sí misma, una obra que rompió las fronteras de los géneros establecidos para “exiliarse”. Dice: “Si el exilio es la negación del territorio, en Amberes hay una desterritorialización del esquema general de escritura, empezando porque en su génesis la expulsión sucede de un género a otro” (p. 35).*

Asimismo, tanto la obra (Contreras Abad menciona que el texto se “emancipa en el exilio, trasciende en él y en su larga marcha lleva la marca de toda degradación” [p. 21]) como el autor comparten este estado (recordar que se exilia en México y posteriormente en Barcelona), ya que como afirma Contreras: “Bolaño estima del exilio un origen y necesidad intelectual” (p. 26), y más aún, el personaje del mismo nombre como el autor de la obra se inserta en esta misma situación, ya que “La sustracción de la escritura en la obra es la constancia de expresión, por ello Roberto Bolaño personaje es un errante condenado a contemplar el momento de arranque de su escritura, pero privado de verla finalizar” (p. 40).

Sin lugar a duda, la lectura de Amberes que nos presenta Contreras Abad dará luz para regresar a uno de los textos menos tratados en el corpus de Bolaño, pero más rico en experimentación, temáticas y referencias; veremos entonces cómo dicha obra juega con el tiempo, lo histórico y con las estructuras dejándose “apreciar fuera de los lindes elementales de un texto denominado por su autor como novela” (p. 19).

El capítulo titulado “El exotismo en Wide Sargasso Sea, un exilio permanente”, de Celene García Ávila y Miriam Virginia Matamoros Sánchez, explora una etiqueta que marca a los exiliados en sus contextos adoptivos: se consideran exóticos, aunque esto no implica alabanza. Es decir, como en el caso de Antoinette, la protagonista de la novela que comentan (y la autora, Jean Rhys), ser exótico es ser Otro, diferente, el que no “encaja”; como en el caso de la protagonista, el exotismo puede ir ligado con la locura, la exageración, la sensibilidad exuberante. Como dicen las autoras: “Perder la razón equivale a perder la voluntad, pero Rhys quiere otorgar a su heroína un último rasgo de dignidad, por eso, deja señales de que Antoinette no está del todo loca sino hastiada de su infelicidad” (pp. 62-63). Sin embargo, más que un exotismo que es como está vista en la novela (y también en Jane Eyre de Charlotte Brontë, el hipotexto de Wide Sargasso Sea), en el capítulo de García y Matamoros presenciamos el exilio interno —el insilio—, pues los factores político-sociales causan que la protagonista siempre esté en condición de exiliada, inclusive en su patria, la isla caribeña de Jamaica. Apoyándose en la teoría del orientalismo de Edward Said, las autoras resumen la caracterización estereotípica: “la comparación con una naturaleza exacerbada, así como la predominancia de lo irracional o subjetivo por encima de la reflexión o la razón” (pp. 50-51). La única posibilidad de libertad es, para ella, el fuego, las memorias de la infancia, antes de la conciencia política y la muerte.

En el capítulo “Apuntes sobre La Habana de Cabrera Infante”, Yeannys Parada Hernández enmarca la obra del cubano en dos etapas: la de antes del exilio y la del exilio propiamente. Para ella la primera se distingue por escritos marcados por el amor a la Revolución y el compromiso; mientras que la segunda se conforma por obras que tienen como punto común su visión de La Habana que, dice: “se registra llena de nostalgia y emoción”. En este texto, Parada Hernández subraya la importancia que para Cabrera Infante tuvieron los lenguajes de la época, la ciudad, su geografía e historia. Concretamente, en este texto se revisa la década de 1950 del siglo XX cubano reflejada en la literatura y revisada desde distintas representaciones: la femenina, la de los homosexuales, la autobiográfica, la lingüística, la de la estructura habitacional, la de los espacios públicos habaneros, la de la música y el baile, la política. En suma, todos aquellos aspectos que configuran la representación de Cuba y que Cabrera Infante explora en su obra. Parada Hernández señala que:


Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto, se pueden definir como una literatura del exilio, pues apuestan por recuperar la memoria del pasado, rompen con el discurso político de la Isla, pero no con el vínculo cultural […] pues el exiliado mantiene su patria en el corazón (pp. 85-86).


Jorge Asbun Bojalil en su capítulo “Pablo Neruda: Politikón y Poetikón”, hace precisamente un bosquejo de la vida y obra del poeta en el momento en que se cruzaron la política (mejor dicho, el ejercicio de la política) y la poesía en su natal Chile. Neruda fue invitado a postularse como Senador, y en ese momento, su esencia de poeta (sus discursos en ocasiones eran poemas) y la situación de su país, tuvieron a un humanista que les diera voz a los más olvidados. Dice Asbun Bojalil:


El que los trabajadores de las minas, los obreros del carbón y el salitre —gente económica, social y laboralmente excluida y explotada— dieran un contundente voto de confianza al poeta, radicalizó no sólo la postura de éste políticamente hablando, sino que el compromiso con los oprimidos […] fue también tomada como una meta (p. 95).


Asbun nos lleva por algunos fragmentos de los discursos que en el Parlamento pronunció Neruda, y daban cuenta del testimonio de un poeta, viendo a su país y a su gente, haciendo énfasis en las condiciones de desigualdad; por ello, el Partido Comunista vio en Neruda al perfecto orador, quien era capaz de mover masas y además ampliamente conocido no sólo por sus compatriotas, sino por los países de habla hispana. De tal manera llegó a ser Jefe Nacional de Propaganda en la candidatura a la presidencia de Gabriel González Videla, quien a la postre fuera electo en 1946 como presidente de Chile.

Neruda fue, señala Asbun Bojalil, un avanzado para su época, pues apoyó la iniciativa de otorgar derechos políticos a la mujer en 1946 (mientras en México, por ejemplo, fue hasta 1953). Como en la mayoría de los casos en la política latinoamericana, pronto varios grupos opositores comenzaron a atacar, injuriar, difamar y perseguir al poeta por interferir con los grupos de poder, y no sólo ellos, hasta el mismo presidente, antes aliado de Neruda, se enfrentó con él.

Concluye Asbun Bojalil señalando cómo las huelgas comenzaron a llevarse a cabo, ya que los grupos de trabajadores se sentían motivados por su Senador y exigían tratos igualitarios, tal como Neruda desde su curul. El aparato de poder censuraba a Neruda —nos comenta— y por tal motivo escribe la “Carta íntima para millones de hombres”, que desembocará en el juicio de desafuero del Senador, en la orden de aprehensión, y más tarde en el exilio del poeta en 1949 por la cordillera de los Andes hacia Argentina, a caballo, y de ahí rumbo a Francia. Finaliza Asbun Bojalil recogiendo las palabras de Neruda al recibir el Premio Nobel en 1971 que dan cuenta de este viaje: “¿Cómo podría levantar la frente, iluminada por el honor que Suecia me ha otorgado, si no me sintiera orgulloso de haber tomado una mínima parte en la transformación actual de mi país?” (p. 102).

En “The Brief Wondrous Life of Oscar Wao: bilingüismo cultural para reinterpretar la historia desde el exilio”, Celene García Ávila y Luis Juan Solís Carrillo revisan la experiencia del exilio en la figura del escritor Junot Díaz, quien tuvo que vivir en Nueva Jersey desde los seis años. El texto de Junot, explican García Ávila y Solís Carrillo, expresa no sólo un bilingüismo lingüístico, sino también una necesidad de traducción cultural que se refleja dentro de la novela en torno a tres generaciones afectadas por la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. El análisis se centra en decir que el exilio propicia una crítica de la historia y la política de Cuba. Los autores subrayan el humor como vía para hacer tolerable la frustración de los individuos frente a la corrupción de las estructuras de poder. En esta revisión, García Ávila y Solís Carrillo entretejen sus reflexiones y las de Díaz con las que Milan Kundera desarrolla acerca de novela e historia en El arte de la novela. En estas reflexiones se preguntan si Junot Díaz ha escrito realmente literatura del exilio, porque es legítimo preguntar, dicen, si la literatura del exilio ha de ser escrita exclusivamente por escritores migrantes o si basta con que la migración sea un tema literario no necesariamente vinculado a la biografía del escritor.

Para los autores, un elemento importante de la literatura en el exilio es la necesidad de sus protagonistas de replantearse su identidad una y otra vez; en este sentido, Díaz muestra la cruda realidad de una Latinoamérica múltiple y compleja como una forma no sólo de hacer crítica a una nación, sino para reconstruirse y explicarse a sí misma. De ahí que, por un lado, esté la mirada enjuiciadora del exiliado, pero también su carga emotiva, la nostalgia por la tierra perdida. A la distancia, sin embargo, parece que esa patria requiere de constantes interpretaciones —traducciones— para poder aprehenderla, lo que desemboca en una literatura “transcultural” que se nutre “de la naturaleza impura e híbrida que emana del personaje en situación de exilio”. En The Brief Wondrous Life of Oscar Wao, señalan —esto queda de manifiesto—, porque el tejido de la misma novela se basa, fundamentalmente “en el enlace de dos hebras bien definidas: el español y el inglés, las cuales se entretejen en muchísimos pasajes. Este rasgo de bilingüismo destaca la doble residencia del autor, los personajes y los universos” (p. 112). Donde queda de manifiesto el “desparpajado bilingüismo, el lenguaje del autor […] irrefrenablemente idiosincrático y […] un fino acto de virtuosismo verbal” (p. 113).

En el capítulo “El extranjero en la misión diplomática”, Edgar Samuel Morales Sales ha seleccionado para sus reflexiones el texto, también poco estudiado, del escritor cubano Alejo Carpentier titulado “El derecho de asilo”. Morales Sales desmenuza los aspectos más importantes del relato de Carpentier, y explora a partir del mismo, la situación específica de México, quien recibió a José María Heredia, cubano que fuera “Director del Instituto Científico y Literario del Estado de México, antecedente de la Universidad Autónoma del Estado de México” (p. 131), de igual forma, y por mencionar sólo algunos casos, nos recuerda a Leonora Carrington y Remedios Varo en la plástica, e incluso al entonces presidente Lázaro Cárdenas que “dio asilo a muchos españoles y otros europeos, incluido León Trotsky” (p. 131).

De igual forma, el autor hace un repaso de cómo México ha albergado a ciudadanos del mismo continente que, por el motivo de las dictaduras en sus países de origen, tuvieron que buscar una nueva tierra en dónde vivir, y no sólo se quedan sus reflexiones en el pasado que llegan hasta la Segunda Guerra Mundial, sino que trae a debate los casos más actuales como “el caso de Julian Assange, fundador de WikiLeaks, que puso al alcance de millones de personas documentación secreta de varias de las naciones más poderosas en el mundo” (p. 130).

Morales Sales también señala la otra cara de la moneda, los momentos en que los países no han sido tan cordiales y pone énfasis en el caso de México, cuando por medio de circulares confidenciales, la Secretaría de Gobernación


[...] prohibió la inmigración China, en 1921; la india, en 1923; la de poblaciones negras, en 1924; la de gitanos, en 1926, e impuso limitaciones a las poblaciones de origen árabe, en 1927. La inmigración polaca y la rusa que fueron prohibidas, en 1929; la de húngaros, en 1931 (p. 132).


Morales Sales va a muchas latitudes y muchos casos, haciendo gala de un conocimiento pleno, para señalar casos y situaciones muy diversas que nos hacen reflexionar, incluso en un fenómeno paralelo que hoy día es el de la migración.

Finalmente, en el capítulo titulado “La crónica literaria como testimonio del exilio venezolano”, Guadalupe Isabel Carrillo Torea revisa las posibilidades de la crónica como un texto híbrido, que se crea del discurso periodístico y de los recursos literarios. En el texto la autora argumenta que aunque en las últimas décadas se haya incorporado la crónica al espectro de lo literario, el cronista va más allá, ya que puede ser el investigador capaz de reconstruir hechos y dichos de quienes hablan. El cronista, agrega: “traduce el mundo no sólo como espectador; se involucra en él y lo representa con una mirada subjetiva y comprensiva de lo que presenta a través de las palabras” (p. 140).

De aquí que agregue que lo banal va de la mano de lo trascendente, lo que, según la autora, promueve cierto grado de ficcionalización que el cronista se permite para recrear las historias y a sus personajes. Al valerse de “la mirada del narrador”, el cronista se sujeta a recursos de estilo que se consideran propios de la literatura; en este sentido, señala Carrillo Torea, que el cronista se “asume como narrador-escritor, no como mero comunicador de hechos o noticias” (p. 140). El capítulo se centra concretamente en el estudio de la crónica testimonial de los venezolanos que han tenido que partir de su país a raíz de las complicaciones políticas de los últimos años. La “verbalización” de lo que ocurre genera, señala la autora:


[…] dos tipos de crónicas testimoniales: la de ciudadanos que expresan sus experiencias a través de la voz de periodistas que publican sus declaraciones en portales de páginas web […] los discursos de profesionales del periodismo que han incursionado en la literatura: poetas, novelistas, guionistas de televisión y de cine (pp. 142-143).


Entre estos últimos, el texto de Carrillo Torea se detiene en Leonardo Padrón como un ejemplo notable de cómo la crónica es un género ideal para los discursos del exilio.

Esperamos, sinceramente, que los trabajos que integran el siguiente volumen sean del interés de todos.


Los coordinadores



NOTAS


* Todos los números de página se refieren a esta obra.



EXILIO Y DEFORMACIÓN DE LA NOVELA
AMBERES DE ROBERTO BOLAÑO


Juan Pablo Contreras Abad*





El exilio es el valor. El exilio real de cada escritor.1

ROBERTO BOLAÑO



INTRODUCCIÓN


El propósito del presente trabajo es analizar la pertinencia de Amberes de Roberto Bolaño (1953-2003)2 como una obra literaria que, por su trasegar en el tiempo, el carácter de su historia y el realce de estructura, se deja apreciar fuera de los lindes elementales de un texto denominado por su autor como novela.3 Así, la circunstancia de mayor valor para mi estudio es puntualizar que Amberes se escapa de aquellas cotas debido a su propiedad expulsiva de todo centro que indique su denominación literal. De frente a esta lateralidad su generación se refleja en la periferia donde su identidad está en fuga hacia un “no lugar”; sus términos la llevan al ou topos, aseverando de esta manera un topos negado. Dos palabras latinas que revelan una convivencia complementaria y no un antagonismo en busca de la supresión del otro. Ou topos y topos ha sido trazado por María Cecilia Colombani4 en su estudio de las utopías en América Latina, y sirve de parangón para efectuar una lectura de Amberes que deje ver el horizonte del “no lugar” en que denota su exclusión y la “tensión movilizante”5 en dirección al topos como guiño ético de re-inclusión de la obra. Colombani nos orienta al respecto: “el topos es la geografía del sí mismo, constituye un signo de identidad, una morada, un albergue, que lo diferencia del ‘no lugar’ como espacio del anonimato, de lo impersonal”.6 Entreverando para nuestro análisis la noción inferida por Colombani, podemos decir que nuestra obra a estudiar: Amberes, se exterioriza del topos como lugar de vínculo. No hay una instalación narrativa, el texto renuncia a la unificación de la trama, su historia no está sostenida por ninguna urdimbre, se construye de un tejido narrativo inactivo en el proceso de inserción-territorialización. Pablo Moíño Sánchez nos dice al respecto: “Casi todos los estudiosos coinciden en la imposibilidad de encontrar un argumento, unas coordenadas de referencia; existen, sin embargo, un puñado de presencias fantasmales”.7 El argumento tiende a la desintegración de sus partes y Moíño Sánchez señala que además de esta cualidad, Amberes se embrolla por su recepción en que se compara con otros textos de Bolaño, por ejemplo, su poema “Prosa del otoño en Gerona”,8 que torna al cuestionamiento fundamental ¿Amberes es poesía o novela? Puntualización que mi trabajo trata de meditar entre uno y otro género como un trasegar voluntarioso en marcha invariable hacia el exilio.

El texto se emancipa en el exilio, trasciende en él y en su larga marcha lleva la marca de toda degradación. Su misión es transgredir los límites conferidos a su trama, a su género y a los contornos que toma su publicación y, al hacerlo, al exiliarse, se potencia su noción de extrañamiento, se exterioriza, se desterritorializa, por usar un término deleuziano. El procedimiento que siguió Bolaño en Amberes buscó penetrar una nueva realidad, des-automatizando su lenguaje. Por esta razón estamos ante una obra que requiere de su distinción en el enfoque de su naturaleza, misma que Enrique Salas Durazo ya ha valorado advirtiendo lo siguiente: “la interpretación de Amberes implica enfocarse más en los procedimientos y su función dentro del texto”.9 Por eso Bolaño logra en su momento deformar la materia compositiva confiriendo un extrañamiento capaz de dislocar la semántica de su expresión.10 Frente a dicha deformación es como se da curso a nuestro análisis, situando Amberes como una obra del exilio cuya circunstancia más influyente es la expulsión de su propio tejido textual.

Para entender Amberes como una obra exiliada, es necesario prever el concepto desde la perspectiva de quien vivió en carne propia el desarraigo para remitir la reflexión en torno a la obra y el exilio. Esto permitirá situarnos en las vías que entretejieron la configuración de su pertinencia; caminos por los que la obra mutó en los años que precedieron su publicación y la opinión de Bolaño declaró la alta estima que tenía por su obra: “Amberes me gusta mucho, tal vez porque cuando escribí esa novela yo era otro”.11 Aquellas vías por las que la obra transitó, fundaron el cariz público que condicionó al texto y preparó necesariamente el contenido ingente en un plano de invariable exclusión.



UNA MIRADA AL EXILIO


El exilio es la separación de una persona de la tierra en que vive, también llamado expatriación, que destaca otra que se juzga más orgánica y menos administrativa: expulsión. Palabra que decanta los mismos motivos siendo perenne su cauda de apartamiento por la que se desprenden hombres y mujeres, frutos arrancados por sí mismos en circunstancias que responden al propio peso de sus decisiones, o bien, en contraparte, desgajados por fuerzas ajenas por la imprimación de sus acciones en la realidad de su lugar de origen. La importancia del desprendimiento tiene una connotación escatológica de aquello que ha sido echado del cuerpo, depuesto de él, vaciado de sus entrañas por la necesidad inaplazable de limpiar el interior del cuerpo con su deyección. Lo expulsado —y aquí estamos pensando en la obra de Bolaño— es enviado al confín de un margen donde sucede el proceso de degradación en sí; nos dice Bolaño en la presentación de su obra que: “Todo cagado desde hace mucho tiempo”.12 Lo expulsado ya ha cruzado el límite asignado por medio de la apertura del linde que lleva a ese otro “no lugar” que concede inmanencia al sujeto o al objeto arrojado, es decir, al hombre y su obra.

Incluso retomando el significado de exilio de Horst Kurnitzky nos indica que el exilio es la huida dentro de un país o su abandono, pero también para él, es una forma de expulsión del sujeto que elige por sí mismo ir al exilio, salir al mundo para concebirse en el trasiego de su voluntad hacia su realidad de hombre moderno.13 Para Kurnitzky el papel de expulsado debe precisarse desde la visión que la historia puede proporcionar con relación al papel que el exiliado representa:


La definición del exilio como el lugar de los deportados tiene sus raíces en la antigüedad europea. El éxodo de los pueblos enteros, el ostracismo de los ciudadanos conducía al exilio. Pero al lado de la tradición del exilio ha existido también la de su contrapartida: el asilo. La tradición que reconoce lugares inviolables de refugio para los perseguidos […] La huida es en verdad una expulsión. Sin embargo, esta inversión simulada del sujeto de la acción le permite al perseguido volverse sujeto en realidad.14


Cuando el sujeto por sí mismo huye dirigiéndose al exilio, la desembocadura de su existencia es el asilo, pero éste, en relación con Amberes, debe verse como una marisma por el que no se adquiere sosiego, sino deformación como sucedáneo de expulsión. El asilo no traza ordenación esencial o equilibrio, al contrario, afirma su distorsión, creándose en él la ansiedad que lleva en dirección contraria al topos de inclusión y territorialización, este asilo es necesario verlo como el ou topos que no hace fluir sustitutos de identidad, no es morada ni mesón, es el contraespacio donde el anonimato bulle deformando el rostro hasta hacerlo real. Pero sólo así, al ser objeto de expulsión, se adquiere lo particular. Horst Kurnitzky asimismo menciona que el hombre al comprender su exilio en la medida de ser un expulsado es como: “se vuelve consciente de ser un individuo singular con un destino singular”.15 El hombre estando varado en el medio al que no pertenece advierte por primera vez su humanidad: “en medio de lo ajeno, el ser humano se humaniza. Los héroes fundadores de la sociedad humana renacen en virtud del exilio”.16 El hombre trastoca su fundamento para de-formarse en sociedad en virtud de su exilio:


La razón última de la expulsión y del exilio como premisas de una formación social humana debe encontrarse […] en la transgresión [que] consolida toda organización social y en la reinteriorización de la misma a través de los lugares de asilo.17


El asilo, antes descrito, no deja de ser un lugar hierático que protege a los perseguidos en su voluntad de movilización transgresora; paradójicamente —dice Kurnitzky— moviliza el proceso civilizatorio social que prefigura la liberación cultural desvelando otra implicación también perenne: el de la fuga como construcción de inmanencia en el sujeto:


Huir, se ha convertido en una de las principales actividades del hombre posmoderno; es una característica de su situación existencial. Se encuentra siempre a la fuga, sin encontrar jamás un exilio, que además ya no busca porque, junto con la memoria, ha perdido también el recuerdo del sentido del exilio.18


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