introducción

Toma esta flauta, tiene el poder de ganar el amor
de todos los que la escuchen…
J. Liebeskind, Lulu o La flauta mágica

August Jacob Liebeskind, autor de la historia que aquí presentamos, nació en Weimar en 1758 y murió en la misma ciudad en 1793. En 1788 se casó con Amalie, la hija menor del escritor Christoph Martin Wieland. También fue tutor de los hijos del importante filósofo Johann Gottfried von Herder.

El siglo XVIII ha sido llamado de las luces o de la Ilustración por la confianza que se tenía en que el pensamiento racional pudiera derribar todos los obstáculos que impedían el progreso. En ese entonces Alemania no existía como tal, sino sólo un numeroso grupo de pequeños Estados inde­pendientes; los cismas que habían creado la Reforma y la Contrarreforma, así como la guerra de los Treinta Años, impidieron cualquier intento de centralización y unificación, y aunque el Sacro Imperio Romano Germánico perduraría hasta el año 1806, el poder lo ejercían de facto los príncipes y nobles de numerosos Estados y reinos soberanos. Los intelectuales alemanes, como el antedicho Herder (1744-1803) o Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781), veían en el idioma, en la filosofía, en la literatura y especialmente en el teatro los potenciales elementos de una unión y consolidación alemana y, al mismo tiempo, buscaban la formación del alemán como lengua literaria. Herder propuso a sus compatriotas, a quienes aún les faltaba más de un siglo para unificar su país, que el folclor es la mejor manera de establecer una nación; recolectó textos vernáculos de todas partes de Europa que luego publicó con el título Volkslieder (Canciones populares, 1778-1779); así pues, los escritores empezaron a recurrir a temas folclóricos para sus historias. Hubo muchas tensiones entre las clases sociales, pero también intentos de tender puentes entre las barreras de clases, como las logias masónicas, por citar un ejemplo (cabe mencionar que tanto A. J. Liebeskind, como Wolfgang Amadeus Mozart y Emanuel Schikaneder, quienes realizaron la más importante adaptación de La flauta mágica para una ópera,1 eran hermanos masones).

Lulu o La flauta mágica apareció por primera vez en Dschinnistan; oder, Auserlesene Feen- und Geister-Märchen (Yinnistán, o Selección de cuentos de hadas y fantasmas), la cual fue editada por Wieland en tres volúmenes entre los años 1786 y 1789. El propio August Jacob Liebeskind había publicado otra colección de cuentos orientales, las importantes Palmbläter. Erlesene morgenländische Erzählungen für die Jugend (Hojas de palma. Selección de narraciones orientales para la juventud). Los cuentos de hadas se habían vuelto muy populares durante la Ilustración, especialmente en Francia, y ya varios autores los habían utilizado como vehículo de expresión filosófica, política y pedagógica. No obstante, es necesario recordar que la Ilustración no era un grupo fijo de ideas que compartieran los filósofos ilustrados; baste señalar la disparidad de pensamiento que tenían Voltaire y Rousseau. Wieland se apropió entonces de los contes-de-fées y los adecuó al entorno germánico. En la novela Las aventuras de don Sylvio de Rosalva Wieland introduce su versión del cuento de hadas con La historia del príncipe Biribínker (una historia dentro de la historia de don Sylvio), el primer Kunstmärchen (cuento artístico) de la historia, pues es un autor quien firma el texto. Biribínker es un cuento de hadas que tiene por objeto liberar al protagonista, don Sylvio, de su creencia fanática en estos seres fantásticos. Wieland, empero, no estaba en contra de la fantasía, ni Biribínker pierde del todo su afición por las hadas, sino que aprende a valorar una obra de arte. Cuando don Gabriel, un filósofo, le cuenta la historia de Biribínker, don Sylvio aprende que hay objetos coherentes consigo mismos, que tienen una lógica interna aunque no correspondan a los objetos del mundo empírico, y que esto no los hace menos verdaderos. Las obras de arte (como la música o el cuento artístico Biribínker) nos llevan también al conocimiento a través de una experiencia inmediata; por lo tanto, la imaginación, la fantasía, no carecen de razón, pues a través de la experiencia estética cobran realidad. Wieland enfatiza los poderes creadores del ser humano, que reflejan la armonía absoluta de la naturaleza, y propone una filosofía que une la razón con la experiencia estética, es decir, que une la poesía con el pensamiento filosófico y los mantiene en sano equilibrio, lejos de los radicalismos románticos. Wieland escribe en contra de los fanáticos (incluyendo a los fanáticos de la razón), de los enemigos de la poesía, el humor y las hadas. Para él los Kunstmärchen tienen la función pedagógica de acercar al lector a las maravillas de la naturaleza, que es el verdadero milagro.

C. M. Wieland definió así el contexto en el que otros autores trabajarían después. Liebeskind, su yerno, tiene concepciones muy similares en lo que se refiere al cuento. En Lulu o La flauta mágica la apuesta también está en la experiencia estética profunda. De nuevo se trata del combate entre la luz y la oscuridad, la noche y el día, el bien y el mal. Un hada le entrega al príncipe Lulu, un muchacho valiente y de corazón puro, una flauta encantada con la cual será capaz de rescatar a su hija que está secuestrada en el castillo de un poderoso taumaturgo. El hechicero Dílsengüin la mantiene prisionera junto con nueve doncellas a quienes castigará hasta que ella acepte casarse con él. En el cuento las notas de la flauta son de especial importancia; sin ellas el príncipe Lulu nunca podría liberar a la princesa raptada y, al final, la resonancia de campanitas de plata que emerge de la flauta anunciará la armonía universal. Sin embargo, la narración no se queda en la simple fábula sino que constituye una importante reflexión acerca de la música y el arte, pues “un deseo libre y un arte libre son tan necesarios […] como la comida y la bebida” y no “sería bueno lucrar con un arte tan noble”.

En este punto es preciso prevenir al lector de que no se trata de una versión en prosa de la ópera homónima de Mozart y Schikaneder. Salvo el rescate de una princesa, es poco lo del cuento que permanece en la ópera. El hechicero maligno se transforma en el sabio Sarastro, quien encarna la luz; el “hada radiante” deviene la Reina de la Noche; y quien quiere forzar el amor de la princesa es el moro Monostatos. No se encuentran aquí la simbología esotérica ni las referencias a dioses egipcios; los motivos orientales del cuento se limitan a los nombres de los personajes y a su indumentaria, así como a los topónimos.

Lo que hay en este cuento que resultó fascinante para los compositores es el poder creador que tiene el arte, en especial la música; la facultad que tiene para crear mundos, formar al sujeto a través de la experiencia estética; el poder, incluso, de hacer bailar a los espíritus y sosegar a las bestias salvajes. Bien lo puso Schikaneder en boca de Tamino:

Qué poderoso es tu mágico tono,
pues, donosa flauta, gracias a tus notas,
incluso las fieras se alegran.2

Ricardo Ruiz León




1 Existen otras dos adaptaciones: Das Sonnenfest der Braminen (La festividad solar de los brahmanes) y Kaspar, der Fagottist, oder: Die Zauberzither (Kaspar, el fagotista o La cítara mágica).

2 Wie stark ist nicht dein Zauberton/Weil, holde Flöte/durch dein Spielen/Selbst wilde Tiere Freude fühlen. Schikaneder, Die Zauberflöte, Acto I Escena III [la traducción es mía].

OTRAS OBRAS
de August Jacob Liebeskind
(Weimar, 1758-1793)

Dschinnistan (Jinnistán),
en colaboración con C. M. Wieland, 1786 Prosa

Palmblätter, erlesene morgenländische
Erzählungen für die Jugend
(Hojas de palma, distinguidas
historias orientales para la juventud),
en colaboración con Johann Gottfried Herder, 1788

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Lulu o la flauta mágica
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LULU O LA FLAUTA MÁGICA

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