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Akal / Pensamiento crítico / 79

Perry Anderson

Brasil

Una excepción

1964-2019

Traducción: Alcira Bixio

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Desde la llegada a la presidencia del carismático Lula da Silva en 2003, Brasil, el país más poblado de América Latina y una de las potencias económicas emergentes más importantes del mundo, no ha dejado de estar en el ojo de huracán.

En este brillante ensayo, el conocido politólogo e historiador Perry Anderson ofrece una descripción de los últimos cincuenta años del país, analizando con detenimiento sus recientes trastornos políticos: desde las esperanzas frustradas de los años de Cardoso hasta el popular gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva; del golpe de Estado parlamentario contra Dilma Rousseff a la arrolladora victoria electoral de Jair Bolsonaro, respaldada por las fuerzas armadas y una joven extrema derecha. Excepcional en su devenir histórico, como siempre ha sido, bajo el Partido de los Trabajadores Brasil había resistido la tendencia global hacia el neoliberalismo más estricto. Ahora, con su estrella política Lula da Silva en prisión se hace necesario revisar el legado del Partido y contrastarlo con el régimen reaccionario de Bolsonaro.

¿Cómo será el futuro de Brasil? ¿Cómo hemos llegado a este impasse tan conflictivo?

Perry Anderson es profesor emérito de Historia en la Universidad de California (UCLA). Editor y piedra angular durante muchos años de la revista New Left Review, es autor de un volumen ingente de estudios y trabajos de referencia internacional entre los que cabe destacar: Transiciones de la Antigüedad al feudalismo, El Estado absolutista, Consideraciones sobre el marxismo occidental, Teoría, política e historia. Un debate con E. P. Thompson, Tras las huellas del materialismo histórico, Spectrum, El Nuevo Viejo Mundo, Imperium et Consilium, Los orígenes de la posmodernidad, La ideología india, Las antinomias de Antonio Gramsci y La palabra H. Peripecias de la hegemonía.

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RAG

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Título original

Brazil Apart

© Perry Anderson, 2019

© Ediciones Akal, S. A., 2019

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-4811-4

A Roberto y Grecia

&

A la memoria de Carmute

PRÓLOGO

La génesis de este libro deriva de un proyecto más amplio, un estudio sobre la vida política de las principales potencias mundiales y el emergente sistema interestatal que esas naciones han comenzado a formar en el siglo XXI. Comencé a pensar y a escribir sobre esta cuestión a comienzos de los años noventa y, en su momento, publiqué libros sobre Europa y sobre la India[1]. Por entonces, yo tenía la intención de completar el proyecto reuniendo trabajos sobre Estados Unidos, Rusia, China y Brasil, de los que ya había escrito secciones destinadas en principio a formar un único volumen. A comienzos de este año, yo acababa de terminar los capítulos dedicados a Brasil cuando un editor de São Paulo me pidió autorización para hacerlos traducir y publicarlos como un libro individual. Yo estuve de acuerdo con su propuesta y llegué a la conclusión de que tenía sentido publicar también el original en otros idiomas (inglés y español) por separado. Decidí que había razones tanto subjetivas como objetivas para trasvasar el caso Brasil del recipiente analítico que había concebido previamente.

En cuanto al aspecto subjetivo, mi relación con el país lo sitúa en un lugar aparte del grupo de estados sobre los que estaba escribiendo. Brasil fue el primer país extranjero –y el único hasta que cumplí cincuenta años– en el que he vivido y no meramente visitado. Lo hice durante mi veintena, una época en la que la experiencia es más vívida y las impresiones y conexiones son más profundas que en los años posteriores. Llegado a Rio, en el otoño de 1966, con escasos conocimientos y aún menos recursos, dispuesto a investigar la historia reciente brasileña, regresé a Londres en la primavera de 1967 como potencial candidato a convertirme en un brasileñista al menos hasta la turbulencia estudiantil de 1968. Por cierto, no fue un periodo tan largo para llegar a conocer otra sociedad, pero, en mi caso, fue suficiente para establecer amistades y fascinaciones que han durado toda la vida y para despertar en mí un afecto por ese país en muchos aspectos más intenso que por cualquier otro. Mi estancia en Brasil fue afortunadamente oportuna pues se dio en un breve intervalo entre la instauración de la dictadura militar de 1964 y su pleno endurecimiento represor de 1968, una fase en la que las libertades de expresión, de prensa, de pantalla y de escenario aún no habían sido suprimidas y en la que la oposición política encontraba todavía maneras de expresarse públicamente. En ese ínterin de breve existencia, las energías culturales e intelectuales del fermento radical que había intentado suprimir el golpe de 1964, en realidad, se habían acrecentado en virtud de las eléctricas tensiones de resistencia al régimen en funciones. La atmósfera de aquellos meses fue inolvidable.

Cuando a fines de 1968 se produjo la rebelión contra el Acta Institucional Número 5 (AI-5) de la dictadura, muchos militantes se alzaron en armas y otros partieron al exilio pero los recuerdos y los contactos seguirían intactos. Vladimir Herzog, el único brasileño a quien yo conocía superficialmente antes de llegar a su país, fue torturado y asesinado por el régimen en 1975 y su muerte marcó una divisoria en la historia de la dictadura. Entre los que huyeron no pocos se dirigieron a Francia. En Londres, trabajando en la New Left Review, yo estaba bastante cerca de la colonia brasileña de París. Uno de los primeros libros que publicó esa editorial fue la obra de uno de los fundadores de la guerrilla VPR (Vanguardia Popular Revolucionaria), hoy un estudioso experto en Lucrecio y Spinoza[2]. El primer libro publicado en inglés de Roberto Schwarz, el más destacado crítico literario de Brasil, también saldría de la misma editorial[3]. Invitado a una conferencia internacional a celebrarse en Brasilia en 1979, volví al país poco después de que la dictadura –que se estaba preparando un aterrizaje suave en una democracia a la que le estaría prohibido investigar sus crímenes o cuestionar su legitimidad– permitiera el retorno de los exiliados. Desde entonces, he visitado Brasil con bastante frecuencia y los capítulos de este libro determinan algunas de esas ocasiones, cada una de las cuales constituyó un punto de inflexión político. Todo lo que acabo de contar significa que las formas de lo que he escrito sobre Brasil son suficientemente distintivas para justificar una publicación por separado. La textura y el tono difieren del resto.

En lo que se refiere al aspecto objetivo, Brasil también es un caso aparte en la galería de los estados líderes del mundo. Al ocupar el quinto lugar mundial en extensión y en población y ahora con el segundo ingreso per cápita más alto de los países del BRIC, Brasil es indiscutiblemente una gran potencia, con un peso en su continente más importante que ninguna otra en el mundo, salvo Estados Unidos de Norteamérica. Pero la historia y la geografía también la han marcado con un aislamiento y una autosuficiencia mayores que los de cualquier otro estado de magnitud comparable. En Sudamérica, su lengua la separa de todos los demás países. En una región de repúblicas muy anteriores a que Europa las adoptara como la norma, solo Brasil formó un imperio que duró aproximadamente un siglo. Hasta no hace mucho tiempo, salvo en la estrecha frontera sur, su vasto interior estaba separado de los estados vecinos por una densa selva tropical, desolados malezales y pantanos infranqueables. En el plano cultural y psicológico, la sociedad brasileña en gran medida dio la espalda al mundo hispánico que la rodeaba hacia el oeste y volvió su mirada primero hacia Europa y luego a Estados Unidos. Pero el Atlántico Sur está muy lejos del Atlántico Norte, un vacío geopolítico cuyas otras costas solo representaron una fuente de esclavos en el pasado brasileño. Ni siquiera Portugal tiene un peso importante en la imaginación o la conexión contemporáneas de Brasil; mucho menos del que tiene España para sus ex colonias desde donde tantos escritores notables partieron raudos a Madrid o a Barcelona[4]. Esto ha dado como resultado una cultura nacional que continúa siendo particularmente autorreferencial si se compara con casos paralelos: sin los vínculos con sus vecinos de un pasado confuciano, en el caso de China; de la lengua inglesa con el mundo anglosajón, en el caso de la India; de siglos de intercambio intelectual y diplomático con Europa, en el caso de Rusia; de la intimidad establecida por la estrecha relación de la Guerra Fría con Estados Unidos, en el caso de las potencias europeas. Solo Estados Unidos, protegido tras sus fosas oceánicas y la convicción de su preferencia divina, se asemeja a Brasil en su grado de introversión. Si cabe, en su caso, es una introversión aliviada por los inmigrantes llegados de todos los rincones del mundo. También Brasil se benefició enormemente tras las dos grandes guerras con una ola migratoria que contribuyó en alto grado a modelar su cultura pero que, desde entonces, ha cesado y ha sellado así su enclaustramiento. En ningún otro estado nación actual se concibe con tanta naturalidad el país como una civilización completa, enteramente propia: la expresión civilização brasileira no es en modo alguno un alarde exclusivo de la derecha también es un concepto que aparece espontáneamente en todo el espectro de historiadores y publicistas de izquierda[5]. Esto nunca significó provincialismo en ninguno de los sentidos corrientes del término. El país constituye un universo propio demasiado grande en el que innumerables mentes creativas pueden sentirse plenamente absorbidas por los problemas propios de Brasil sin necesidad de mirar más allá en busca de otros. Pero una cultura nacional que se mantiene durante tanto tiempo siendo autosuficiente, tomándose a sí misma como su horizonte natural de pensamiento, termina siendo, para bien y para mal, no muy diferente de una excepción del siglo XIX en el presente.

Hay otra situación determinante, políticamente más decisiva, que separa a Brasil de sus pares del hemisferio norte. Brasil es una de las principales potencias, pero no una Gran Potencia, puesto que no posee las fuerzas armadas poderosas –el auténtico peso militar: tropas, tanques, portaaviones, aeronaves, misiles– que continúan definiendo esa categoría y que lo incluirían en ese rango. Todos los demás aspirantes a esa posición han peleado guerras bajo su propia bandera desde 1945: China en Corea, India y Vietnam; Rusia en Afganistán y el Cáucaso; Europa en los Balcanes y en el Oriente Medio; la India en Bengala, Ceilán y Cachemira; Estados Unidos en el Lejano Oriente, Oriente Medio, los Balcanes, el Norte de África y el Caribe. Brasil no. Su ejército es débil en comparación con el poderío de esos estados. Por otro lado, a diferencia de cualquiera de ellos, este constituye un poder político primordial dentro del país. Lo que le falta en poder de fuego externo lo compensa con su capacidad de ataque doméstico. No la agresión externa sino la represión en casa: esa ha sido su gran vocación. Esta es la configuración que enmarca el periodo que examinaremos en las siguientes páginas.

Pues en esos años, Brasil fue también el teatro de un drama sociopolítico sin equivalente en ningún otro estado importante. En los demás –en Europa, Estados Unidos, la India, Rusia y China– la tendencia de la época fue fortalecer la dominación de los ricos sobre los pobres, del capital sobre el trabajo, y ampliar la brecha entre ellos, en el estado y en la sociedad: la oligarquía, de una u otra forma, neoliberal o híbrida. Solo en Brasil hubo durante un tiempo un movimiento en la dirección opuesta. Los doce años de gobierno del Partido de los Trabajadores hicieron de Brasil, por primera vez en su historia moderna, un país que importó políticamente más allá de sus fronteras, como un ejemplo y una potencial inspiración para otros. No es casual que también entonces haya sido, por primera vez, una potencia que podía desempeñar un papel independiente en un escenario internacional. El desempeño no fue nunca impoluto, ni en el plano interno ni en el exterior, las limitaciones de lo que se intentó y las debilidades de lo logrado son parte de los resultados, pero terminó de una manera que habla tanto a favor como en contra de todo el proceso: demuestra, independientemente de lo que haya llegado a ser el PT en el poder, que el grado en que se apartó de las reglas durante el periodo fue insoportable para los poderes tradicionales del territorio. En 1964, un gobierno juzgado demasiado radical fue derrocado por un golpe militar que instauró una dictadura. Medio siglo más tarde, entre 2016 y 2018, otro gobierno fue derrocado por un golpe parlamentario que instaló en la presidencia a un ferviente admirador de la dictadura. En su gobierno hay hoy más ministros militares de los que hubo nunca durante el gobierno de los generales. La situación y el régimen no son los mismos pero la curva más amplia de la historia, desde el comienzo hasta el fin de estos cincuenta años, está clara: es una parábola que da forma a la narrativa y título a la conclusión de este libro.

[1] The New Old World, Londres, Verso, 2009 [ed. cast.: El nuevo viejo mundo, Madrid, Akal, 2012]; The Indian Ideology, Londres, Verso, 2013 [ed. cast.: La ideología india, Madrid, Akal, 2017].

[2] João Quartim, Dictatorship and Armed Struggle in Brazil, Londres, Verso, 1971.

[3] Roberto Schwarz, Misplaced Ideas, Londres, Verso, 1992.

[4] El tamaño relativo de las ex colonias y las ex metrópolis tiene, por supuesto, algo que ver con este contraste iberoamericano. Sin embargo, en un momento en el que una sociedad de más de 200 millones difícilmente puede presumir de tener un poeta o un novelista comparable a Pessoa o a Saramago –productos de una sociedad de menos de 10 millones de habitantes– la falta de interés en Portugal hasta de los brasileños más cultivados a menudo asombra.

[5] En Francia, si bien la civilisation française fue alguna vez una expresión santificada, hoy es solo un anacronismo desinflado. Pero esto no ocurre en Brasil. Cuando en 1960 Sérgio Buarque de Holanda, el decano de la historiografía y figura importante de la izquierda socialista, publicó la História Geral da Civilização Brasileira, cuya primera edición (ya va por la decimoséptima) llegó a tener once volúmenes, observó cándidamente que en otras circunstancias el título podría parecer inapropiado o presuntuoso, pero que había sido muy natural inspirarse en una traducción de Histoire générale des civilisations de Maurice Crouzet publicada por la misma editorial, Difel. En realidad, la expresión no dependió de este artificio, sino que ya circulaba en Brasil desde mucho antes. La editorial Civilização Brasileira fue fundada en 1929 y uno de sus tres fundadores fue Gustavo Barroso, que luego sería el más prolífico teórico del Integralismo en la derecha fascista. En 1934, cuando se creó la Universidad de São Paulo, durante el gobierno de Vargas, el departamento de Historia incluyó desde el comienzo una Cátedra de «Civilización brasileña», cuyo principal ocupante fue un liberal conservador, Alfredo Ellis, a quien en 1956 sucedió en el cargo Sergio Buarque. En la época en que Ênio Silveira, comunista, tomó las riendas de la editorial Civilização Brasileira, a mediados de los años sesenta, creó una importante revista de la izquierda combativa que llevó el mismo nombre y que la dictadura de 1968 cerró.

AGRADECIMIENTOS

Las primeras versiones de los capítulos 1-5 aparecieron en la London Review of Books con los siguientes títulos: «El lado oscuro de la cordialidad brasileña», el 24 de noviembre de 1994; «El legado de Cardoso», el 12 de diciembre de 2002; «El Brasil de Lula», el 31 de marzo de 2011; «La crisis de Brasil», el 21 de abril de 2016 y «El Brasil de Bolsonaro», el 7 de febrero de 2019. Aunque los capítulos contienen cambios de opinión pues acontecimientos ulteriores echaron nueva luz sobre los temas tratados, no los he modificado pues he preferido conservar el registro de entonces, que se superpone así a la narrativa.

No hubiera podido escribir ni habría escrito nunca sobre Brasil sin la conversación, el consejo y en muchos casos la amistad de las personas con las que he hablado de este país a lo largo de los años. La lista no es exhaustiva pero en particular debo mencionar a: Maria do Carmo Campello de Souza, Mario Sergio Conti, Edgard Carone, Roberto Fragale, Elio Gaspari, Marcus Giraldes, Eduardo Kugelmans, Lena Lavinas, Roberto Mangabeira Unger, Leôncio Martins Rodrigues, Juliana Neuensch­wander, Chico de Oliveira, Leda Paulani, Paulo Sérgio Pinheiro, Marcio Pochmann, Emir Sader, André Singer, Luiz Eduardo Soares, Roberto Schwarz y Pedro Paulo Zahluth Bastos. Ninguno de ellos habría estado en todo de acuerdo con lo que escribí sobre Brasil, algunos tal vez en nada, pero de todos he aprendido algo. De ninguno más que del primer amigo que hice en São Paulo, Roberto Schwarz, un crítico literario cuyo juicio político descuella en toda su generación. Soy el único responsable de los errores que puedan haberse deslizado.