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Tabla de Contenido

Agradecimientos

Presentación

Introducción

Contexto geográfico, histórico y sociocultural de la investigación: el río, el sur y departamento del Magdalena

PRIMER CAPÍTULO

1. Etnografías

1.1. “El atarrayero del otro mundo”. Santa Bárbara de Pinto y corregimientos ribereños. San Pedro, Magdalena

1.1.1. El pescador artesanal y su entorno en San Pedro

1.1.2. El pescador artesanal y sus saberes locales en San Pedro

1.1.3. Narrativas de los pescadores artesanales de Santa Bárbara de Pinto y San Pedro

1.2. “La capital del río”. Plato, Magdalena

1.2.1. “La pesca es la vida de uno”. El pescador artesanal y su entorno en San Rafael y Los Pozos

1.2.2. “Lo más bonito de ser pescador artesanal es que tú eres libre”. Conocimientos tradicionales y saberes locales en San Rafael y Los Pozos asociados a la pesca

1.2.3. La naturaleza de la pesca artesanal: narrativas de los pescadores artesanales de Plato

1.2.4. “Hace seis años la pesca comenzó a aguantar el brillo[…] ya se ¡acabó!”. Conflictos y tensiones: la crisis de la pesca artesanal

1.3. “Los pescadores artesanales y los campesinos somos unos objetos olvidados para el municipio”. Estrategias organizativas de San Rafael

SEGUNDO CAPÍTULO

2. Elementos teóricos

2.1. De una Antropología de la pesca a una Antropología del pescador artesanal

2.2. “Nosotros estamos huérfanos”. El lugar de los saberes locales del pescador artesanal en la interlocución con el Estado

TERCER CAPÍTULO

3. Perspectiva metodológica

3.1. Conversando con la gente: uso del método etnográfico

3.1.1. Usos metodológicos en la investigación: Santa Bárbara de Pinto y San Pedro

3.1.2. Usos metodológicos en la investigación en Plato, Magdalena

CUARTO CAPÍTULO

4. Reflexiones y recomendaciones. “Bueno, para mí el ser pescador artesanal es un orgullo”

4.1. Reflexiones

4.2. Recomendaciones

Bibliografía

Agradecimientos

La vida en el agua y la tierra para las poblaciones rurales se ha convertido en todo un acto de resistencia. Por lo tanto, sentimos que nuestra responsabilidad como profesionales, como habitantes y ciudadanos de este territorio, pasa por contribuir a que las voces, experiencias y narrativas de estas poblaciones sean difundidas y elevadas a todos los ámbitos de la vida social. Nos urge como sociedad ampliar nuestra comprensión de las poblaciones ribereñas y los modos de vida en que establecen su relación con el paisaje; de ello dependen la pervivencia de estos pueblos y la sostenibilidad sistémica de la naturaleza.

Solo cuando nos acerquemos a esta realidad podremos comprender cómo la violencia y el conflicto en Colombia pasan y se materializan por las acciones de degradación y exclusión sobre las que las vidas dignas y tradicionales de los pueblos campesinos y pescadores artesanales se disputa. Por ello, queremos agradecer a los pescadores artesanales y campesinos de Santa Bárbara de Pinto, San Pedro (corregimiento de Santa Bárbara de Pinto) y Plato-Magdalena, la voluntad, la valentía y el liderazgo que han tenido para mantenerse y asumirse desde su vocación frente a su realidad. En consecuencia, este ejercicio recoge la ilusión de hacer visibles sus conflictos y remediar sus males. Exaltamos su interés en la conversación, paciencia para explicarnos e incluso, a través de la burla, contextualizarnos sus esfuerzos por la organización y, ante todo, sus afectos y cariños manifestados en su protección. Todo ello, nos dio la oportunidad de comprender y transmitir sus reflexiones, sentires y experiencias sobre su vida en el agua y la tierra.

Presentación

Este es un compilado del ejercicio de investigación etnográfica con los pescadores artesanales de Santa Bárbara de Pinto, San Pedro, corregimiento de Santa Bárbara de Pinto; San Rafael y Los Pozos, en el municipio de Plato, Magdalena. Se presenta como resultado de la reflexión etnográfica la revisión colectiva y territorial sobre la pesca artesanal y de subsistencia.

La etnografía de estas poblaciones busca analizar al pescador artesanal como actor social complejo y productivo, atrapado en la relación asimétrica entre la consolidación de derechos y ciudadanías y la materialización sociocultural y política en la que se debaten las identidades y las autonomías productivas. Esto en medio de un mercado salvaje que los señala como depredadores de un ecosistema al que por años se le reconoció en resiliencia mutua, pero que por factores propios, del déficit del Estado, se vio convulsionado y aprisionado entre un devenir que ya no representa el lugar poético del saber-hacer, un devenir acaudalado de nociones e interacciones cada vez más esquemáticas que rompen y contrastan con las necesidades y se debaten entre el vivir o preservar una relación que siempre había sido naturalmente cruel, pero respetuosa.

Hoy el conocimiento y el territorio perecen con frivolidad y silencio en medio de un panorama que los condena a vivir de hambre o morir de pena, en medio de un aguerrido enfrentamiento por el permanecer, preservar y restablecer. El pescador artesanal ha sido históricamente manipulado y manoseado discursivamente desde lo académico, institucional y político, negándole la posibilidad de pensarse autónomamente desde su saberes locales, por lo que este ejercicio es un aporte a la dignificación de las luchas y resistencia que los pescadores han gestado por su reivindicación.

Introducción

La caracterización de las poblaciones de pescadores artesanales del sur del Magdalena Entre el agua y la tierra es el resultado del proyecto de investigación Diagnóstico etnográfico general de la “vida” de pescadores artesanales de la planicie inundable de los ríos Magdalena Cauca, adelantado con la Fundación Alma y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia ICANH bajo el Convenio Fundación Alma-ICANH N° 011 de 2016.

El objeto de este proyecto fue avanzar en el conocimiento del paisaje y mundo ribereño, anfibio y acuático, así como de las geografías del agua y las culturas que hoy perviven y se han adaptado, coevolucionando con el río, la ciénaga, el bosque y los playones de la planicie del río Magdalena. En el desarrollo de esta iniciativa se identificaron aquellas manifestaciones culturales, saberes y prácticas locales que pudieran ser consideradas como patrimonio cultural inmaterial (PCI) vivo de los pescadores artesanales ribereños.

En ese sentido, las etnografías que sustentaron dicho trabajo se llevaron a cabo por todo el río Magdalena teniendo en cuenta sus demarcaciones geoambientales. Así, la revisión etnográfica se reconoció desde la identificación de lo correspondiente a las subregiones alto, medio y bajo Magdalena propuestas en el marco del proyecto.

Teniendo en cuenta la experiencia y el lugar del grupo de investigación Oraloteca, se acordó contribuir y participar en los procesos de investigación tanto de trabajo de campo como de construcción de etnografías sobre los pescadores artesanales del bajo Magdalena específicamente. Con esto en mente, se articularon los acompañamientos y acercamientos territoriales que se venían sosteniendo con las poblaciones de Santa Bárbara de Pinto y Plato desde años atrás, convirtiéndose este en el espacio de encuentro e interlocución entre ambos actores.

Una vez terminados los procesos de entrega y articulación con el proyecto, el grupo de investigación reconoció la necesidad de ampliar las etnografías y compilar la experiencia entre los campos realizados. Decidimos, por lo tanto, sistematizar esta vez en formato libro las discusiones, las entrevistas, los talleres y los recorridos en Santa Bárbara de Pinto y en Plato, Magdalena, dándonos a la tarea de presentar una compilación a cinco manos y más de cincuenta voces frente a la situación de los pescadores artesanales, sus saberes y prácticas, sus reflexiones sobre el momento actual de la pesca y las acciones necesarias para su salvaguarda en futuro próximo. Esto nos lleva a dirigir nuestras perspectivas investigativas sobre una Antropología de la pesca hacia una Antropología del pescador artesanal.

Contexto geográfico, histórico y sociocultural de la investigación: el río, el sur y departamento del Magdalena

El río Magdalena es un corredor natural que cubre un total de 57. 440 kilómetros cuadrados (km2) con una longitud de 1.540 kilómetros (km), representando el 23% del territorio nacional […] se ha reconocido geoambientalmente como un territorio segmentado en tres grandes cuencas: el alto Magdalena, el Magdalena medio y el bajo Magdalena, que recogen un total de 722 municipios.

Este caudal se alimenta paulatinamente de quinientos ríos que actúan como fuentes hídricas tributarias, permitiéndole recibir un promedio de 6.700 m3 por segundo en su desembocadura. El río Cauca es uno de sus principales afluentes, recorriendo un trayecto cerca de 1,18 km que le permiten bajar por el valle central hasta Boca Guamal en el municipio de Pinillo, departamento de Bolívar, en la parte baja del río Magdalena (Bernal, 2013).

La cuenca Magdalena-Cauca resulta ser uno de los drenajes más importantes de la región andina, favoreciendo las comunicaciones de norte a sur por el interior del país desde la costa Caribe. Esto lo convirtió en una arteria fundamental para la conformación, ocupación y distribución de la geografía nacional.

Su nacimiento en la Laguna de la Magdalena, ubicada en el Páramo de las Papas en el macizo colombiano a una altura de 3.685 metros sobre nivel del mar (msnm) y su desembocadura hasta Bocas de Ceniza en el mar Caribe (CORMAGDALENA, 2013, p. 22).

Las características de este río han hecho que fluya de sur a norte, con mayores precipitaciones en la cordillera central oriental de los Andes y con menores precipitaciones en lo que se conoce como el bajo Magdalena, donde su volumen reducido le favorece en la creación de zonas cenagosas y caudales menores (IDEAM, 2015), lo que le otorga aproximadamente un “tramo navegable de 990 km de flujo” (Silva, 2010, p. 39).

“Al alto Magdalena corresponde una extensión de 565 km y abarca desde el nacimiento del río hasta el municipio de Honda que está situado a 229 msnm” (CORMAGDALENA, 2013, p. 23). Al Magdalena medio corresponde su recorrido desde Honda hasta El Banco (Magdalena) “situado a una altura de 33 msnm avanzando unos 1.100 km” (CORMAGDALENA, 2013, p. 23). El bajo Magdalena corresponde a “una longitud aproximada de 428 km” (CORMAGDALENA, 2013, p. 24), que se extienden desde El Banco (Magdalena) a su desembocadura en Bocas de Ceniza (Atlántico).

En la depresión momposina se forma un delta en el que confluyen los ríos Cauca, César y San Jorge, formando una región inundable. Luego de la desembocadura del río César, el Magdalena desprende a cada una de sus márgenes los brazos de Mompox y Loba, para luego volver a juntarse en un solo cauce al sur de la población de Tacamocho, Bolívar. Más adelante, en Calamar, comienza el canal del Dique, que llega a la bahía de Cartagena, mientras el cauce principal continúa a Barranquilla, donde desemboca en Bocas de Ceniza (Bernal, 2013).

Durante su recorrido, el río Magdalena desprende caños que alimentan las ciénagas que hacen parte del delta y encuentran su desembocadura a través de la Ciénaga Grande de Santa Marta a la altura del puente de La Barra, en el municipio de Pueblo Viejo, Magdalena. Su división administrativa atraviesa un total de 53 municipios, los cuales pertenecen a los departamentos de Bolívar, Magdalena y Atlántico1.

Mapa 1. Mapa del Magdalena y su paso del río.

Fuente: Instituto Nacional de Vías - Invías.

Hidrográficamente, el río Magdalena es la principal fuente de surtimiento de agua potable de “151 cuencas de las cuales se alimentan ciénagas, embalses, lagunas, pantanos, caños, quebradas, arroyos y playones” (IDEAM-CORMAGDALENA, 2001, p. 43), que regulan el funcionamiento ecosistémico de este cuerpo de agua y actúan como principal espacio de abastecimiento de las poblaciones y comunidades históricamente asentadas en él.

Arqueológicamente, el río Magdalena resguarda importantes yacimientos que nos hablan de procesos de poblamiento que se expandieron y asentaron alrededor de este para servirse de la caza, la pesca y la recolección durante los periodos precolombinos. En términos históricos, las crónicas de viajes de la Colonia nos cuentan que estas orillas fueron habitadas tradicionalmente por asentamientos indígenas que sostenían importantes resistencias hacia el poder de la Corona, a la vez que fueron refugio para los nuevos pueblos libertos que de manera autónoma establecieron sus relaciones con el territorio. La Corona por su parte veía en estas riberas puntos estratégicos de comercialización, apropiación y expiación de las comisiones coloniales (Mora, 1993, p. 49).

El río fue durante este periodo la principal vía de comunicación y el mayor testigo del proyecto expansionista. A través de las aguas del Magdalena se resistieron los pueblos, se reinventaron las historias, llegó “el progreso”, se interconectaron los mundos y se filtró el capitalismo. El río entonces es un actor fundamental en la conformación de la historia cultural, política y económica del proyecto nación; desde entonces ha sido el espacio de negociación entre los modos de vida que se basan en el mantenimiento equilibrado y cíclico del ecosistema y los que lo ven como una fuente inagotable de extracción de recursos y servicios. Las discusiones frente a la dinámica productiva alrededor de la distribución y el acceso al agua y la tierra han suspendido y debilitado la sostenibilidad de unos actores sobre otros, agudizando el problema de hambre y pobreza extrema que complejiza a su vez los conflictos ambientales.

Los pescadores artesanales, los ganaderos agricultores, las autoridades ambientales y las alcaldías locales como actores contemporáneos de estas riberas se encuentran en constante disputa, pues la propiedad y su uso se convierten en cada temporada de lluvia o sequía en un escenario de tensión donde la obtención de títulos coloniales y los sistemas de seguridad privada armada siguen siendo una estrategia de reclamación de predios, como reflejos de las pugnas políticas y económicas propias del país. Tal es el caso que los índices de vulneración del conflicto armado (paramilitarismo, insurgencia, militares) afectaron los tejidos sociales e intervinieron en la consolidación de las marcadas distinciones de clase, que como en muchos sectores rurales de Colombia potencializaron el uso del ecosistema para la ganadería extensiva a mediana y gran escala, para la explotación minera, para la desforestación y para la contaminación de los cuerpos de agua, reemplazando verticalmente la disposición del paisaje y la resiliencia del sistema ecológico.

[La] violencia indiscriminada que se presenta[o] en la región afectó[o] la dinámica poblacional, revirtiendo a la población hacia la cabecera. [L]a población rural pasó de representar el 60% en 1985 a un 28,1% en el 2003, y un 27% en el periodo […] del 2005 al 2008 (Plan de Desarrollo Municipal de Plato, citado en García, 2013, p. 34).

La violencia causó para el año 2013 que la mayoría de la población de los municipios se encontrara concentrada en la cabecera municipal y no en el área rural, como ancestral e históricamente se había presentado. Los desplazamientos internos y externos dinamizaron las últimas dos décadas acercando a la población campesina y pescadora artesanal a los barrios periféricos del casco urbano, debilitando la relación equilibrada con el ecosistema y complejizando el uso y acceso desproporcionado a los servicios ecosistémicos de las áreas naturales próximas a la zona urbana.

Si bien el movimiento de este cuerpo acuífero responde a diversos comportamientos hídricos, es notorio que durante las últimas dos décadas ha habido una alteración en los ciclos naturales del agua, el decrecimiento de los caudales de los ríos y el desbordamiento de estos en zonas anteriormente inundables. Esto da cuenta de los altos niveles de sedimentación y de intervención antrópica del paisaje, que comprometen las posibilidades de las poblaciones y de la naturaleza para recuperar sus capacidades y proyectarse hacia el futuro.


1. Magdalena: El Banco, Guamal, San Sebastián de Buenavista, Pijiño del Carmen, San Zenón, Santa Ana, Santa Bárbara de Pinto, Plato, Tenerife, Zapayán, Pedraza, Cerro de San Antonio, El Piñón, Salamina, Remolino, Sitio Nuevo y Pueblo Viejo.

Bolívar: Cantagallo, San Pablo, Simití, Morales, Río Viejo, Regidor, El Peñón, Hatillo de Loba, Margarita, San Fernando, Mompox, Talaiga Nuevo, Córdoba, Zambrano, San Juan Nepomuceno, El Guamo y Calamar. A su vez, a lo largo del canal del Dique encontramos los municipios: San Cristóbal, San Estanislao, Soplaviento, Arroyo Hondo, Mahates, Arjona, María la Baja y Turbana.

Atlántico: Suan, Campo de la Cruz, Candelaria, Ponedera, Palmar de Varela, Santo Tomás, Sabanagrande, Malambo, Soledad y Barranquilla. En su recorrido, el canal del Dique atraviesa los municipios: Santa Lucía, Manatí y Repelón.