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Si te comportas como una estrella del rock, te tratarán como una estrella del rock. Eso pensaba la perrita Blackie el día que se lanzó escaleras abajo con los ojos cerrados.

Resultado: fractura de patita y mucha incomprensión.

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Índice

Portada

Créditos

Todos quieren a Daisy Jones

Nota de la autora

La groupie Daisy Jones. 1965-1972

El ascenso de The Six. 1966-1972

It Girl. 1972-1974

Debut. 1973-1975

First. 1974-1975

SevenEightNine. 1975-1976

La gira Numbers. 1976-1977

Aurora. 1977-1978

Gira mundial Aurora. 1978-1979

Chicago Stadium. 12 de julio de 1979

Entonces y ahora. 1979-Presente

Una última cosa antes de irme. 5 de noviembre de 2012

Canciones

Agradecimientos

TAYLOR JENKINS REID es capaz de construir personajes tan memorables porque trabajó durante mucho tiempo para directores de casting que seleccionaban actores. Después de un periodo como profesora, comenzó a publicar sus propias historias en 2013. Desde entonces sus novelas han entrado en todas las listas de ventas y en miles de clubes de lectura, la gran prueba de hasta qué punto los lectores las adoran. Todos quieren a Daisy Jones, bestseller de The New York Times, cautivó a Reese Witherspoon, que la ha defendido en numerosas entrevistas y ha impulsado una miniserie sobre el libro. Fascinada tanto por El gran Gatsby como por El principito, también por los textos de Nora Ephron, Jenkins Reid escribe cada día acompañada de un té helado, de un refresco de cola y, sobre todo, de su perro.

Todos los derechos están reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación sin el permiso expreso de los titulares del copyright.

Para Bernard y Sally Hanes,

una historia de amor sincero donde las haya.

Todos quieren a Daisy Jones

Nota de la autora

Este libro tiene por objeto ofrecer un retrato claro del ascenso a la fama de Daisy Jones & The Six, el famoso grupo de rock de los setenta, así como de los motivos que los llevaron a su abrupta y tristemente célebre separación en plena gira, en Chicago, el 12 de julio de 1979.

A lo largo de los últimos ocho años he realizado entrevistas individuales a los miembros de la banda, así como a familiares, amigos y a la élite de la industria musical que los rodeaba en aquel momento. La reconstrucción que se presenta a continuación ha sido compilada y editada a partir de esas conversaciones, además de correos electrónicos, transcripciones y letras relevantes de las distintas canciones (al final del libro se puede consultar la letra de las canciones que conforman el álbum Aurora).

Pese a que mi objetivo ha sido el de ofrecer un enfoque completo, debo reconocer que ha sido imposible. No ha sido fácil localizar a varias de las personas potencialmente entrevistables; entre los entrevistados, unos se han mostrado más comunicativos que otros; y, por desgracia, algunas personas han fallecido.

Esta ha sido la primera y única ocasión en la que los miembros del grupo han accedido a hablar de su historia juntos. No obstante, cabe señalar que, independientemente de su importancia, las visiones de un mismo acontecimiento varían.

La verdad a menudo se encuentra, aunque nadie la reivindique, en el punto medio.

La groupie Daisy Jones

1965-1972

Daisy Jones nació en 1951 en Hollywood Hills, Los Ángeles (California). Hija de Frank Jones, célebre pintor británico, y de la modelo francesa Jeanne LeFevre, Daisy empezó a labrarse un nombre propio a finales de la década de los sesenta en el Sunset Strip, cuando todavía era una adolescente.

ELAINE CHANG (biógrafa, autora de Daisy Jones: flor salvaje): Lo que hacía que Daisy Jones resultase tan fascinante, incluso antes de convertirse en «Daisy Jones», era lo siguiente:

Chica blanca y rica que crece en Los Ángeles, incluso de niña ya era preciosa. Tiene unos ojos azules enormes y deslumbrantes (de un azul cobalto, oscuro); una de mis anécdotas favoritas es la de la empresa de lentillas de colores que, en los años ochenta, llegó a crear una tonalidad llamada Azul Daisy. Una buena melena ondulada rojo cobrizo. Los pómulos tan definidos que hasta parecen operados. Y a todo esto hay que añadir una voz increíble que no necesita educar, por lo que jamás toma ninguna clase de canto. Ha nacido con todo el dinero del mundo, tiene acceso a cuanto quiera, ya sean artistas, drogas, discotecas... Todo, absolutamente todo, está a su disposición.

Pero en Los Ángeles no tiene a nadie. No tiene hermanos ni cuenta con un círculo familiar. Sus padres están tan enfrascados en su propia existencia que apenas muestran interés en la de su hija. Eso sí, nunca se niegan a que pose para sus amigos artistas. Este es el motivo de que haya tantos cuadros y fotografías de cuando era niña: los artistas que iban a casa de sus padres la veían, advertían lo preciosa que era y querían capturar esa belleza. Resulta muy significativo que no exista ni un solo Frank Jones de Daisy. Su padre estaba demasiado ocupado con sus desnudos masculinos para prestarle atención a su hija. En líneas generales, la infancia de Daisy es más bien solitaria.

Sin embargo, en realidad es una chica muy sociable y extrovertida. Daisy solía pedir que la llevaran a cortarse el pelo porque le encantaba hablar con su peluquera, preguntaba a los vecinos si podía sacar a pasear a sus perros, incluso en la familia corría un chiste sobre la vez que había intentado preparar una tarta de cumpleaños al cartero. Es decir, es una chica que desea desesperadamente conectar con los demás, pero no hay nadie realmente interesado en conocerla, empezando por sus padres. Esto la rompe. Pero por esto mismo al crecer se convierte en un icono.

Nos encanta la gente que es hermosa y está rota. Y es difícil encontrar a alguien más roto y con una belleza más clásica que la de Daisy Jones.

Por eso es comprensible que Daisy empiece a encontrarse a sí misma en un lugar tan glamuroso y sórdido como el Sunset Strip de Los Ángeles.

DAISY JONES (cantante, Daisy Jones & The Six): Desde mi casa podía llegar caminando al Strip. Debía de tener unos catorce años y estaba harta de quedarme encerrada en casa sin saber qué hacer. No tenía la edad para entrar en ninguno de los bares o discotecas, pero iba de todas formas.

Me acuerdo de que cuando todavía era muy joven le gorroneé un cigarrillo a un roadie de los Byrds. Pronto aprendí que si no llevabas sujetador la gente creía que eras más mayor. Y a veces me ponía un pañuelo en la cabeza como los que llevaban las chicas guays. Quería encajar con las groupies que esperaban en la acera con sus porros, sus petacas y todo eso.

Así que una noche le gorroneé un cigarrillo a ese roadie fuera del Whisky a Go Go; era la primera vez que fumaba y traté de fingir que estaba superacostumbrada. Me aguanté la tos y me puse a tontear con él lo mejor que supe. Si pienso en ello ahora, en lo torpe que debí de ser, me muero de la vergüenza.

Al final aparece un tipo que le dice al roadie: «Tenemos que entrar a preparar los amplis». Y el roadie se vuelve hacia mí y me pregunta: «¿Vienes?». Y así es como me cuelo en el Whisky por primera vez.

Esa noche salí hasta las tres o cuatro de la mañana. Nunca había hecho nada parecido. Pero de repente era como si existiera, como si formase parte de algo. Esa noche pasé de cero a cien. Bebía y fumaba cualquier cosa que me ofrecieran.

Al llegar a casa, entré por la puerta, borracha y fumada, y me caí redonda en la cama. Estoy segurísima de que mis padres ni siquiera se dieron cuenta de que me había ido.

La noche siguiente volví a salir e hice lo mismo.

Al cabo de un tiempo, los porteros del Strip me reconocían y me dejaban entrar en todas partes: en el Whisky, en el London Fog, en la Riot House... A nadie le importaba lo joven que era.

GREG MCGUINNESS (antiguo conserje del hotel Continental Hyatt House): Oooh tío, no te sé decir cuánto tiempo llevaba Daisy frecuentando el Hyatt House antes de que me fijara en ella. Pero me acuerdo de la primera vez que la vi. Yo estaba al teléfono y de repente entra una chica altísima y delgadísima con flequillo. Y los ojos azules más enormes y redondos que te puedas imaginar. Y qué sonrisa. Era inmensa. Entró agarrada del brazo de algún tipo. No recuerdo quién.

Lo que quiero decir es que por aquel entonces muchas de las chicas del Strip eran jóvenes pero intentaban parecer mayores. Daisy era Daisy, no parecía que tratara de ser nada salvo ella misma.

A partir de ese momento, me di cuenta de que iba mucho por el hotel. Siempre se estaba riendo. Nunca parecía estar de bajón. Era como ver a Bambi aprendiendo a caminar. Era muy inocente y frágil, pero se notaba que tenía algo.

Si te digo la verdad, me preocupaba por ella, estaba intranquilo. A muchos hombres de aquel mundillo les gustaban las jovencitas. Estrellas del rock de treinta y pico que se acostaban con adolescentes. No digo que estuviera bien, tan solo lo que había. ¿Cuántos años tenía Lori Mattix cuando salía con Jimmy Page? ¿Catorce? ¿Y qué me dices de Iggy Pop y Sable Starr? Él cantaba sobre eso, tío. Presumía de ello.

En cuanto a Daisy... A ver, los cantantes, los guitarristas, los roadies..., todos la miraban. Cuando venía procuraba asegurarme de que estuviera bien, estar pendiente. Me gustaba de verdad. Daisy valía más que cualquiera de los que iban por allí.

DAISY: Aprendí qué eran el sexo y el amor por las malas. Descubrí que los hombres hacían lo que querían y no sentían que debieran nada a nadie, que algunas personas solo quieren un pedazo de ti.

A lo mejor había chicas de las que no se aprovecharan, como las Plaster Casters o algunas de las GTO, no lo sé. Pero, para mí, al principio fue una putada.

Perdí la virginidad con..., da igual. Era más mayor, batería de un grupo. Estábamos en el vestíbulo del Riot House y me invitó a subir a su habitación para meternos unas rayas. Me dijo que era la chica de sus sueños.

Me gustaba básicamente porque yo le gustaba. Quería que alguien me escogiera entre las demás, que me tratara de forma especial. Así de desesperada estaba por que alguien se interesara por mí.

Cuando quise darme cuenta ya estábamos en su cama. Me preguntó si sabía lo que estaba haciendo y le dije que sí, aunque obviamente no tenía ni la menor idea. Pero todo el mundo hablaba del amor libre y del sexo como algo bueno. Si molabas, si estabas en la onda, te gustaba el sexo.

Estuve todo el rato mirando al techo esperando a que él terminara. Sabía que supuestamente tenía que moverme, pero me quedé totalmente paralizada, aterrada. Lo único que podía oírse en la habitación era el sonido de nuestra ropa al rozar la colcha.

No sabía lo que estaba haciendo ni por qué lo hacía si no quería. A lo largo de mi vida he hecho mucha terapia, y cuando digo mucha quiero decir muchísima. Y ahora lo entiendo. Veo claramente cómo era entonces. Quería estar rodeada de todos esos hombres, de esas estrellas, porque no sabía de qué otra manera podía ser importante. Y suponía que, si quería formar parte de su mundo, debía complacerlos.

Cuando acabó, se levantó. Yo me bajé el vestido. Me dijo: «Si quieres volver abajo con tus amigos, me parece bien». En realidad yo no tenía amigos, pero entendía que quería que me largase. Así que me largué.

No volvió a dirigirme la palabra nunca más.

SIMONE JACKSON (estrella de la música disco): Recuerdo ver a Daisy una noche en la pista de baile del Whisky. Todos se fijaban en ella, era imposible no hacerlo. Daisy jugaba en otra liga.

DAISY: Simone se convirtió en mi mejor amiga.

SIMONE: Me la llevaba a todas partes. Nunca había tenido una hermana.

Recuerdo que... Fue en la época de los disturbios en el Sunset Strip, cuando todos fuimos al Pandora a protestar por el toque de queda y el control policial. Daisy y yo salimos, protestamos, nos encontramos con algunos actores y nos fuimos al Barney’s Beanery para continuar la fiesta. Después fuimos a casa de alguien. Daisy perdió el conocimiento en el patio. No volvimos a casa hasta la tarde siguiente. Puede que Daisy tuviera quince años, yo debía de tener diecinueve. No dejaba de pensar: «¿Soy la única que se preocupa por esta chica?».

Por cierto, en aquella época todos nos metíamos speed, incluso Daisy, a pesar de lo joven que era. Pero si querías mantenerte delgada y aguantar de pie toda la noche, algo había que tomar. Bennies u otras anfetas.

DAISY: Las pastillas dietéticas eran una opción fácil. Ni siquiera las considerábamos una opción. No lo hacíamos para colocarnos, ni siquiera con la farlopa. Si había, te metías un tiro. La gente no lo veía como una adicción. Entonces no era así.

SIMONE: Mi productor me compró una casa en Laurel Canyon. Quería acostarse conmigo. Le rechacé pero me la compró de todas formas, así que le propuse a Daisy que se mudara conmigo.

Terminamos durmiendo en la misma cama durante seis meses, así que puedes creerme cuando te digo que nunca dormía. Podían ser las cuatro de la mañana, yo intentaba dormir pero Daisy quería dejar la luz encendida para leer.

DAISY: Durante muchos años tuve un insomnio terrible, incluso siendo una cría. A las once de la noche seguía despierta y decía que no estaba cansada. Mis padres me gritaban: «¡A la cama!». Por lo que a medianoche siempre estaba buscando cosas silenciosas que hacer. Mi madre dejaba novelas románticas tiradas por todas partes, así que las leía. Podían ser las dos de la mañana y mis padres estar dando una fiesta en la planta de abajo; yo me quedaba sentada en la cama con la lámpara encendida leyendo Doctor Zhivago o Peyton Place.

Al final se convirtió en un hábito. Leía todo lo que cayera en mis manos. No le hacía ascos a nada: novelas de suspense, de detectives, de ciencia ficción...

Un día, en la época en que me mudé con Simone, encontré una caja llena de biografías históricas a un lado de la carretera en Beachwood Canyon. Me las leí todas.

SIMONE: Por ella empecé a usar antifaz para dormir. [Ríe] Luego seguí haciéndolo porque me daba un aire chic.

DAISY: Llevaba más de dos semanas viviendo con Simone cuando fui a casa de mis padres a buscar algo de ropa.

—¿Te has cargado tú la cafetera? —me preguntó mi padre.

—Papá, ni siquiera vivo aquí —le respondí.

SIMONE: Le dije que la única condición para que viviera conmigo era que tenía que ir al instituto.

DAISY: El instituto no fue fácil. Sabía que para conseguir un sobresaliente tenías que hacer lo que te pedían. Pero también sabía que mucho de lo que nos enseñaban eran chorradas. Me acuerdo de que una vez tuve que hacer un trabajo sobre Cristóbal Colón y el descubrimiento de América, así que hice un trabajo sobre cómo Cristóbal Colón no había descubierto América. Porque no la descubrió. Me pusieron un muy deficiente.

—¡Pero si tengo razón! —le dije a la profesora.

—No era esto lo que había pedido.

SIMONE: Era tan brillante... Sin embargo, sus profesores no parecían darse cuenta.

DAISY: La gente dice que no me gradué, pero sí que lo hice. Cuando crucé el escenario para ir a recoger mi diploma, Simone me aplaudía entre el público. Estaba muy orgullosa de mí. Y yo también empecé a sentirme orgullosa de mí. Esa noche, saqué el diploma del estuche, lo doblé y lo usé como marcapáginas en mi ejemplar de El valle de las muñecas.

SIMONE: Cuando fracasó mi primer disco, la discográfica me cerró las puertas. Mi productor nos echó de aquella casa. Conseguí trabajo de camarera y me mudé con mi primo en Leimert Park. Daisy tuvo que volver a casa de sus padres.

DAISY: Recogí mis cosas, las metí en el coche y volví a casa de mis padres. Al entrar, mi madre estaba hablando por teléfono fumando un cigarrillo.

—He vuelto —saludé.

—Tenemos sofá nuevo —repuso, y siguió hablando por teléfono.

SIMONE: Daisy había heredado toda su belleza de su madre. Jeanne era preciosa. Recuerdo que en esa época la vi varias veces. Ojos grandes, labios muy carnosos. Rezumaba sensualidad por los cuatro costados. A Daisy le fastidiaba que la gente siempre le estuviera diciendo que era igual que su madre. Sí que se parecían, pero yo sabía que no le gustaba que se lo dijeran.

Creo que una vez se me escapó:

—Tu madre es muy guapa.

Y su respuesta fue:

—Sí, y eso es todo.

DAISY: Cuando nos echaron de casa de Simone... Ahí me di cuenta de que no quería vivir de nadie. Creo que debía de tener unos diecisiete años. Por primera vez me pregunté qué es lo que quería hacer yo en la vida.

SIMONE: A veces Daisy estaba en mi casa duchándose o fregando los platos. La oía cantar a Janis Joplin o a Johnny Cash. Le encantaba cantar «Mercedes Benz». Jamás había oído nada igual. Ahí estaba yo tratando de conseguir un nuevo contrato discográfico (siempre estaba tomando clases de canto, me lo curraba muchísimo) y para Daisy, en cambio, cantar era facilísimo. Quería odiarla por ello, pero no es nada fácil odiar a Daisy.

DAISY: Uno de mis recuerdos favoritos es... Simone y yo conduciendo por el bulevar La Cienaga, seguramente en mi BMW de entonces. Ahora hay un centro comercial inmenso, pero en esa época seguía estando el estudio de grabación Record Plant. No sé a dónde iríamos, probablemente a Jan’s a por un bocadillo. Pero estábamos escuchando Tapestry. Y entonces sonó «You’ve Got a Friend». Simone y yo nos desgañitábamos junto a Carol King. Pero mientras cantaba yo pensaba en la letra. La sentía de verdad. Esa canción siempre me hizo estar agradecida por tenerla a ella, a Simone.

Saber que hay una persona en el mundo que haría cualquier cosa por ti y por la que tú harías cualquier cosa te da esa paz de la que habla la canción. La primera vez que tuve esa sensación fue con ella. Aquel día en el coche se me saltaron las lágrimas. Me giré hacia Simone, abrí la boca para decir algo pero ella simplemente asintió y dijo: «Yo también».

SIMONE: Me propuse conseguir que Daisy hiciese algo con su voz, pero Daisy no estaba por la labor de hacer nada que no quisiera hacer. Para entonces ya había madurado. Cuando la conocí todavía era un poco niñata, pero [ríe] digamos que se había vuelto más dura.

DAISY: En aquel momento yo salía con un par de tíos, incluido Wyatt Stone, de los Breeze. Yo no sentía por él lo mismo que él sentía por mí.

Una noche estábamos fumando un porro subidos al tejado de su apartamento en Santa Mónica cuando de pronto Wyatt dijo:

—Te quiero muchísimo y no entiendo por qué tú no me quieres.

—Te quiero todo lo que estoy dispuesta a querer a alguien —le contesté.

Y era verdad. En ese momento no estaba dispuesta a mostrarme vulnerable ante nadie. Ya había tenido bastante de eso. Se acabó.

Esa noche, después de que Wyatt se fuera a la cama, no podía dormir. Entonces vi un papel con la canción que estaba escribiendo, que claramente iba sobre mí. Decía algo sobre una pelirroja y los pendientes de aro que siempre me ponía.

El estribillo decía que yo tenía un gran corazón pero que dentro no había amor. Me quedé mirando la letra y pensé: «Una mierda». Wyatt no me entendía un carajo. Estuve meditando sobre ello un buen rato hasta que cogí papel y boli y anoté varias cosas.

Cuando se despertó le dije:

—El estribillo debería ser algo más tipo: «Big eyes, big soul | big heart, no control | but all she got to give is tiny love».*

Wyatt enseguida quiso apuntarlo:

—¿Puedes repetirlo?

—Solo improvisaba. Escribe tú tus malditas canciones.

SIMONE: «Tiny Love» fue el mayor éxito de los Breeze. Y Wyatt iba por la vida como si la hubiese escrito él.

WYATT STONE (cantante, The Breeze): ¿Por qué me preguntas eso? Es agua pasada. ¿Quién se acuerda?

DAISY: Aquello se convirtió en una costumbre. Una vez estaba desayunando en el Barney’s Beanery con un tío que era escritor y director. En aquella época siempre pedía champán para desayunar. Pero como no dormía lo suficiente solía estar cansada, así que también necesitaba café. No podía pedir solo café porque me metía tantas pastillas que me habría puesto como una moto. Y no podía pedir solo champán porque me habría quedado sobada. ¿Solución? Pedía champán y café juntos. Y en los sitios donde los camareros me conocían lo llamaba un «arriba y abajo». Algo para mantenerme despierta y algo para mantenerme tranquila. Al tipo aquel le pareció tronchante. Dijo: «Algún día lo usaré en algo». Y lo apuntó en una servilleta que se guardó en el bolsillo trasero del pantalón. Pensé: «¿Qué demonios te hace pensar que algún día no vaya a usarlo yo en algo?». Pero, por supuesto, apareció en su siguiente película.

Así eran las cosas. Se suponía que yo no era más que la inspiración para la gran idea de algún hombre.

Pues a la mierda con eso.

Por eso empecé a escribir mis propias canciones.

SIMONE: Yo era la única que la animaba a hacer algo con su talento, los demás se limitaban a robárselo.

DAISY: No tenía el más mínimo interés en ser la musa de alguien.

No soy una musa.

Soy ese alguien.

Fin de la maldita historia.

El ascenso de The Six

1966-1972