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EN LA CAMA TÚ MANDAS

© 2021, Alejandro Montoya Mejía

© 2021, Intermedio Editores S.A.S.

Primera edición, junio de 2021

Edición

María Alejandra Mouthon

Equipo editorial Intermedio Editores

Concepto gráfico y producción

David Reyes Navarro

Ilustraciones

iStock

Intermedio Editores S.A.S.

Avenida Calle 26 No. 68B - 70

www.eltiempo.com/intermedio

Bogotá, Colombia

ISBN

978-958-757-987-1

Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso del editor.

Diseño epub:
Hipertexto – Netizen Digital Solutions

CONTENIDO

Introducción

Capítulo I. Naciendo mujer

Capítulo II. Entrando al colegio

Capítulo III. Entrando a secundaria

Capítulo IV. Aprendiendo sobre mi cuerpo de mujer

Capítulo V. Enfrentando el pánico: mi primera penetración y mi primer parto

Capítulo VI. ¿La falta de lubricación es falta de amor por mi pareja?

Capítulo VII. Aprendiendo sobre la maternidad

Capítulo VIII. Una cosa es ser novia y otra es ser esposa

Capítulo IX. Después de los cuarenta

Capítulo X. Las mujeres no tienen fecha de vencimiento

Epílogo

Índice

¡Reconoce tus estaciones!

INTRODUCCIÓN

Desde que nací, el negocio de las mujeres era un negocio familiar; mi padre y mi hermano también son ginecólogos. Yo sé que ustedes estaban pensando en alguna cosa nefasta ¡pero no! Para mí, las mujeres han sido la razón de ser en mi familia. Los temas de conversación en mi casa a la hora de la comida siempre tenían que ver con la salud femenina. Es más, cuando yo decidí ser ginecólogo, no fue una sorpresa para nadie.

Cuando decidí convertirme en ginecólogo, mi interés no era curar mujeres, sino ayudarlas a que entiendan que su cuerpo es un parque de diversiones con muchísimas atracciones, en comparación a los hombres, que solo tenemos unos desabridos columpios, y por eso nos cuesta tanto ser más creativos que las mujeres.

Ustedes las mujeres siempre se preocupan porque el hombre o su pareja esté permanentemente satisfecho, pero no solamente en el sexo, sino en el trabajo, en el hogar, en el colegio y, finalmente, en la cama. Pero esta sensación de dar y no recibir les genera al final del día una sensación de culpa cuando no todo está perfecto.

Fíjense que cuando algo no está en orden en su vida diaria, para ustedes es el fin del mundo. Cuando los niños no van al colegio, cuando la casa tiene una pared pintada, cuando el almuerzo no está perfecto. Esa permanente sensación de que todo depende de ustedes también se acaba traduciendo en el día a día de las relaciones íntimas.

Desde que inicié mi vida profesional, siempre quise salirme un poco del estereotipo normal de médico. Eso me llevó a hacer una especialización en medicina reproductiva y endocrinología ginecológica en la Universidad de Nueva York. Cuando llegué a Colombia, en el 2003, después de terminar mi especialización, me di cuenta de que un nuevo mundo se abría en el campo de la medicina. Este mundo era el de la medicina regenerativa con células madre, motivo por el cual, con la ayuda de mis socios, fundamos el primer banco de células madre de cordón umbilical en Colombia. Este banco les ha dado a más de quince mil familias la posibilidad de guardar las células madre de cordón umbilical de sus hijos.

Después de tener esa meta cumplida, mi vida profesional tuvo un cambio drástico. Llevaba un largo tiempo siendo administrador de un negocio exitoso e innovador, pero este viaje, como todos los que suceden en la vida, me hizo encaminarme en mi verdadera vocación, hacer lo que realmente me apasiona y que hace que todos los días salga de la cama con ganas de aportarle un poquito de felicidad y esperanza a las mujeres que lo necesitan.

Una de las grandes falencias que tenemos nosotros los ginecólogos, probablemente por nuestra cultura patriarcal machista, es pensar que las pacientes (nuestras pacientes) no tienen vida sexual. Es muy extraño que un ginecólogo le pregunte a una paciente cómo está su vida sexual. No entendemos que esta dimensión es mucho más significativa para las mujeres que para los hombres.

Lo que sucede es que a las mujeres les enseñan desde que nacen a ser seres prácticamente asexuales, en donde todos los temas, curiosidades e incluso necesidades sobre la sexualidad, son tabú y no se tocan.

Tanto así, que cuando una mujer siendo niña explora sus genitales, sus padres entran en un estado de pánico tal, que lo único que se les ocurre decir es “esa cosa o cosita no se toca”. Pero fíjense en algo, cuando uno le dice “cosa” a algo en particular, le quita a la “cosa” la personalidad y la convierte en un objeto. Y ese objeto solo tiene una función: la reproducción, dejando de lado el placer, el gozo, la sexualidad pura. Eso hace que se anule el concepto del sexo por el sexo.

Es por esto que en este libro quiero enseñarte a utilizar ese parque de diversiones que hay en ti, que explores cada una de sus atracciones y sepas cómo funcionan. Todo esto, para que vivas tu vida al máximo, entendiendo tu cuerpo y sus estaciones.

CAPÍTULO I

NACIENDO MUJER

Mis primeros momentos

Si algo me hubiera gustado, es acordarme del día en que abrí por primera vez mis ojos y fui consciente de mi cuerpo. Y siempre imaginé que ese primer momento, probablemente, fue el más decisivo de mi vida. Ahora, ustedes se preguntarán por qué. Pero pensémoslo bien, ese día fue el día en que me sentí hombre o me sentí mujer. En mi caso, lo hice hombre, pero pudo haber sido lo contrario.

¿Por qué lo digo? Porque sucede que la sexualidad y la percepción de la misma es la sintonía perfecta entre el sexo genético, que nos define como machos o hembras; el sexo psicológico, que nos define si nos percibimos como hombres o mujeres, y la percepción de sexualidad y sensualidad, que define claramente cuáles son nuestras preferencias sexuales; mejor dicho, si nos gusta tener relaciones sexuales con personas de nuestro propio sexo o del sexo opuesto.

Cuando uno lo ve así, la sexualidad es más compleja de lo que uno piensa. La sexualidad es esa mezcla entre los genes que nos dan, si esos genes coinciden con lo que nosotros percibimos y si lo que percibimos nosotros coincide con nuestras preferencias sexuales. Cuando uno hace la matemática de esto, la posibilidad de ser “normales” no existe. Es más, es un juego de probabilidades en donde nacer hombre, sentirme hombre y tener preferencia por las mujeres no es tan frecuente. Es igual a que uno nazca hombre, se sienta mujer y le gusten los hombres.

El punto con todo esto es tener claro que este juego de probabilidades no nos pueden definir como personas, como seres sintientes, como seres querientes.

Cuando uno es ginecobstetra, siempre se encuentra con pacientes que le preguntan a uno si el bebé va a ser niño o niña. Y, definitivamente, cuando uno responde, la cara de los papás cambia si es una cosa u otra, ya se preguntarán por qué, y la respuesta es muy simple. Sucede que los niños y las niñas son seres que se comportan diferentes y tienen expectativas de vida diferente. Es un hecho conocido que los cerebros de los hombres y el de las mujeres no son idénticos. Los cerebros masculinos son más lateralizados. Como ya sabemos, el cerebro humano tiene dos hemisferios que deben trabajar en forma conjunta. En los hombres, estos hemisferios funcionan de una forma más independiente en tareas mentales específicas, como hablar o navegar en el ambiente.

De forma opuesta, para las mismas tareas, las mujeres tienden a usar los hemisferios más igualitariamente, eso hace que para cualquier acción hay mucho más análisis y menos respuesta inmediata. Por esta razón, los hombres, desde bebés, reaccionamos de forma inmediata a las situaciones ambientales.

Existe evidencia contundente de que los cerebros de las niñas y los niños comienzan a tener respuestas a los estímulos externos muy diferentes. Por ejemplo, las niñas tienen una respuesta diferente cerebral a los niños cuando se estimulan con el habla humana. Como estos cambios ocurren de una forma muy temprana, se supone que deben ser secundarios a diferencias genéticas u hormonales relacionadas con su género. Es de conocimiento general que la testosterona se incrementa en los fetos masculinos más o menos a la séptima semana del embarazo, y esta afecta el crecimiento y la supervivencia de las neuronas en muchas partes del cerebro.

En las diferencias de género, en el cerebro definitivamente se refleja una diferencia en la velocidad y momentos de desarrollo de las habilidades sociales, auditivas, visuales y cognitivas. Todos los padres hemos sido testigos de que las niñas están levemente adelantadas con respecto a los niños en su desarrollo y adaptación cognitiva. Esto no quiere decir que las niñas sean más inteligentes que los niños; simplemente son más precoces. Por eso, es muy importante como padres reconocer estas diferencias de velocidad de aprendizaje y de desempeño social y, por lo tanto, reconocer que nuestros hijos varones son menos hábiles socialmente con respecto a las niñas de la misma edad. Estas diferencias poco a poco se igualan al llegar a los tres años.

De la misma forma, los niños tienen un desarrollo más acelerado en sus habilidades motoras, percepción espacial, tridimensionalidad y algo en lo cual poco nos damos cuenta y no sabemos cómo explicarlo, que es la habilidad que tienen los niños en reconocer de forma ágil y rápida las expresiones de aprobación o rechazo por parte de sus padres. Esto se debe a que los niños tienen una mayor habilidad en leer los micromovimientos faciales que todos tenemos cuando creemos expresar alegría, tristeza, angustia o cualquier sentimiento que experimentemos; a esto se llama lectura de lenguaje preverbal.

Esta es la razón que explica el por qué las niñas aprenden más rápido, hacen más fluido su desempeño social, forman más fácilmente amigas y grupos de amigas, tienen habilidades lingüísticas mucho más desarrolladas que los niños, pero de igual manera, los niños tienen habilidades neuromusculares mucho más desarrolladas que las niñas, son más hábiles en los deportes ya que su percepción espacial de tridimensional es más desarrollada y son mucho más fáciles de entrenar porque reconocen fácilmente las órdenes con el lenguaje preverbal.

En general, las niñas en la primera infancia:

image Son más rápidas para aprender a hablar y entender palabras.

image Son más curiosas que los niños en cuanto a personas nuevas y, por ende, son mucho más sociales. Al fin al cabo, se interesan más por las personas que por los objetos, a diferencia los niños.

image Tienen un mejor sentido del equilibrio y, por lo tanto, comienzan a caminar más temprano.

image Manejan mejor el estrés y en consecuencia, son mucho más receptivas a nuevos ambientes y personas.

Estas sutiles pero fundamentales diferencias nos comienzan a definir desde que nacemos hasta que morimos. Por esta razón, es nuestra responsabilidad respetar esas preferencias que nos hacen únicos durante toda nuestra vida, y entender que no existen blancos ni negros en sexualidad, solo existen grises claros y obscuros; que los seres humanos solo podemos ser felices cuando logramos sintonizar nuestras características con nuestras preferencias y que estas no dependen de nada diferente a nosotros mismos.

Es deber de nosotros, como padres, reconocer y alentar a que nuestros hijos sean lo que deseen ser, ya que no es un capricho, es una realidad con la que no podemos luchar. Esa lucha es como un río caudaloso que solo se calma cuando llega al océano de tranquilidad y paz.

La masculinidad y la feminidad son mundos llenos de experiencias diferentes que debemos compaginar, y la intención de este libro es explicar de la mejor manera posible ese maravilloso mundo femenino, lleno colores y sentimientos.

Capítulo II

ENTRANDO AL COLEGIO

Desde que el mundo es mundo, las habilidades sociales de las niñas son reconocidas. Ellas llegan por primera vez a su colegio y son las más “inteligentes”. Siempre pasa, cuando uno está en una presentación del coro del kindergarten, que todas las niñas están alineadas cantando perfecto y, mientras tanto, los niños están atrás con la camisa del uniforme por fuera, jalándose el pelo unos con otros o hablando con los de al lado.