Escalera al cielos

Portadilla

Epígrafe

Tierra

De cómo fue tu advenimiento a este extraño mundo que habitamos.

De cómo fuiste creciendo a pesar de los pesares.

De cómo fueron tus primeros días de escuela.

De cómo conocimos a un hombre honesto.

[Peldaño]

De cómo acabaste en la rama más alta de un fresno.

De cómo desapareciste sin dejar rastro alguno.

Cielo

De lo que sucedió durante tu ausencia.

De cómo llegó el gran Circo del Cielo a nuestras vidas.

De cómo descubrimos que la tristeza es un sentimiento relativo.

De cómo partiste, con la promesa de volvernos a ver.

Postgrafitis

Epílogo

Te cuento que Andrés Acosta...

Te cuento que Richard Zela...

Créditos

Escalera al cielo

Andrés Acosta

Ilustraciones de Richard Zela

 

Soñó con una escalera
que desde la tierra
subía hasta el cielo.

Génesis 28:12

TIERRA

DE CÓMO FUE TU ADVENIMIENTO A ESTE
EXTRAÑO MUNDO QUE HABITAMOS
.

1

Tú, desde antes estabas tú, no aquí, de este lado;
vivías dentro, muy dentro de mamá y desde entonces
yo soñaba contigo. A lo lejos te vi, caminabas distraída
junto a un río y caíste a las aguas de vertiginosos
remolinos que arrastraron tu pequeño cuerpo
cual muñeca de trapo. Veloz me adentré en el río,
aferré una raíz, las piernas temblando,
y cuando pasabas frente a mí te tomé de la mano.
Te arranqué de las aguas, de los helados brazos
de la muerte. Estabas desmayada.
Tus ojos cerrados para el mundo.
El mundo, cerrado para ti. Oprimí tu pecho
y brotó un chorro de agua
y también salieron burbujas y pequeñas piedras
y plantas y un pez que regresó contento al río,
y un pequeño paraguas. ¿Un paraguas? ¡Si no llovía!
Brotaron tantas cosas de tu boca que casi también
escapaba tu alma; pero la cerré a tiempo.
Abriste apenas los ojos, temblabas sin control.
Me miraste. Te miré. Bastó para saber que estarías bien.
Desperté a medianoche, el corazón retumbando
en mis oídos. Y mis manos, aún en la vigilia,
en plena oscuridad, no dejaban de abrazarte.

2

El médico dijo, es una niña. El médico dijo,
que ha roto antes de tiempo su cordón umbilical.
Habrá problemas, el médico dijo.
Nadabas sola, extraviada dentro del saco amniótico,
desconectada. Eras una niña astronauta,
perdida en el espacio interior de tu madre.
Y a pesar de tu desapego, ¡milagro!, seguías
con vida gracias a una noble placenta
que no te abandonó nunca. La magia moderna
del ultrasonido te mostraba en tu hábitat,
en tres dimensiones, en una extraña postura:
concentrada en ti misma, como un huevo.
Habrá problemas, dijo el médico.
Y nos miró interrogante, a la espera
de una palabra nuestra. Una sola palabra
de dos letras contundentes, cual lápida olvidada
en un panteón; dos tristes letras que definieran
tu destino, dos letras como sentencia de vida
o despedida. Y yo recordé aquel sueño...
Tu mamá y yo, juntos, pero sin ponernos de acuerdo,
dijimos: así, así la queremos. Desde entonces apareció,
de boca en boca, la palabra problema, como semilla
negra y dura, que fue creciendo:
ballena varada en la playa, montaña en el camino.

3