LOS DERECHOS HUMANOS

 

UNA MIRADA TRANSDISCIPLINAR

Julia Sandra Bernal Crespo
Carlos E. Guzmán Mendoza
(Editores)

Olimpia del Águila Cazorla
Sorily C. Figuera Vargas
Silvana Insignares Cera
Juan Pablo Isaza Gutiérrez
Viridiana Molinares Hassan
Carlos A. Orozco Arcieri
María L. Ramírez Torrado
Diana Rico Revelo
Juan Pablo Sarmiento Erazo
John A. Tito Añamuro
Luis F. Trejos Rosero
Marjorie Zuñiga Romero
Luz Elena Agudelo Sánchez
Paola Álvarez Medina
Judith Echeverría Molina
Shirley Llain Arenilla
Pedro Montero Linares
Javier Tous Chimá
Fabián David Buelvas González

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Contaportada

 

Los derechos humanos : una mirada transdisciplinar / Eds. Julia Sandra Bernal Crespo,

Carlos E. Guzmán Mendoza ; Luz Elena Agudelo Sánchez. … [et al.] . -- Barranquilla, Col. : Editorial Universidad del Norte, 2014.

xii, 560 p. ; il. ; 24 cm.

Incluye referencias bibliográficas en cada capítulo

ISBN 978-958-741-545-2 (impreso) - ISBN 978-958-741-546-9 (PDF) - ISBN 978-958-741-547-6 (ePub)

1. Derechos humanos--Colombia. 2. Conflicto armado--Colombia. 3. Delitos sexuales--Colombia. I. Bernal Crespo, Julia Sandra. II. Guzmán Mendoza, Carlos E. III. Agudelo S. Luz Elena. IV. Álvarez Medina, Paola. V. Buelvas, Fabián. VI. Águila Cazorla, Olimpia. VII. Echeverría Molina, Judith Sofía. VIII. Figuera Vargas, Sorily C. IX. Insignares Cera, Silvana. X. Isaza G., Juan Pablo. XI. Llain A., Shirley. XII. Molinares Hassan, Viridiana. XIII. Montero Linares, Pedro. XIV. Orozco Aracieri, Carlos A. XV. Ramírez Torrado, María L. XVI. Rico Revelo, Diana. XVII. Sarmiento E., Juan Pablo. XVIII. Tous Chimá, Javier. XIX. Tito Añamuro, John A. XX. Trejos Rosero, Luis F. XXI. Zúñiga Romero, Marjorie.

(323.4 D431) (CO-BrUNB)

 

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Carrera 69 Bis n.º 36-20 sur
Bogotá, D. C. (Colombia)

Coordinación editorial
Zoila Sotomayor O.

Diseño y diagramación
William Hernández

Diseño de portada
Munir Kharfan de los Reyes

Ilustración de portada
Fabio Mesa

“Humanos optimistas”
Acrílico sobre lienzo, 2010
(Cortesía de ARS Antiqua Galería)

Corrección de textos
Henry Stein

Versión ePub
Epígrafe Ltda.
http://www.epigrafe.com

Hecho en Colombia

Made in Colombia

© 2014, Universidad del Norte

Julia Sandra Bernal Crespo
Carlos E. Guzmán Mendoza
Olimpia del Águila Cazorla
Sorily C. Figuera Vargas
Silvana Insignares Cera
Juan Pablo Isaza Gutiérrez
Viridiana Molinares Hassan
Carlos A. Orozco Arcieri
María L. Ramírez Torrado
Diana Rico Revelo
Juan Pablo Sarmiento Erazo
John A. Tito Añamuro
Luis F. Trejos Rosero
Marjorie Zuñiga Romero
Luz Elena Agudelo Sánchez
Paola Álvarez Medina
Judith Echeverría Molina
Shirley Llain Arenilla
Pedro Montero Linares
Javier Tous Chimá
Fabián David Buelvas González

 

© Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio reprográfico, fónico o informático, así como su transmisión por cualquier medio mecánico o electrónico, fotocopias, microfilm, offset, mimeográfico u otros sin autorización previa y escrita de los titulares del copyright. La violación de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

 

Esta publicación fue posible gracias al apoyo del pueblo de los Estados Unidos a través de su Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID). Los contenidos de esta obra son responsabilidad de la Universidad del Norte y no reflejan necesariamente el punto de vista de USAID o del gobierno de los Estados Unidos.

1

LA REPARACIÓN DESDE LA PERSPECTIVA DE LÍDERES DE ORGANIZACIONES SOCIALES DE VÍCTIMAS DEL CONFLICTO ARMADO INTERNO COLOMBIANO[6]

DIANA RICO REVELO[7]
FABIÁN D. BUELVAS GONZÁLEZ[8]

No lo podría creer, que en unos pueblos tan sanos, donde todo lo que se siembra nace, que no había narcotráfico, simplemente llegaron estos grupos armados correteándose el uno al otro.

Relato de líder (Barranquilla, 2013).

INTRODUCCIÓN

Escenarios como estos han convertido a integrantes de la sociedad civil no combatiente en víctimas del conflicto en diversas regiones del país durante las últimas décadas. Ante la atrocidad experimentada, no se puede definir un único patrón de comportamiento de las víctimas; sin embargo, teniendo en cuenta la importancia de su participación en el proceso de justicia transicional que se está implementando en Colombia a partir de la vigencia de la Ley 1448 de 2011 resulta social y políticamente relevante visibilizar ideas y emociones que actualmente circulan en torno a luchas sociales por el cumplimiento y materialización del derecho a la reparación.

Cuando las personas padecen efectos directos de conflictos sociopolíticos se enfrentan a experiencias extraordinarias que afectan su integridad física y psicológica y quedan en un estado de vulnerabilidad que requiere el uso de recursos psicológicos diferentes a los habituales (Kilpatrick et al., 1989). En este orden de ideas, inicialmente se investigaron procesos emocionales y cognitivos experimentados durante el momento traumático vinculado a los hechos violentos; seguidamente se indagaron procesos emocionales y cognitivos experimentados alrededor de la participación en torno a la reparación de las víctimas.

El testimonio de personas en condición de víctimas y líderes empoderadas del cumplimiento del derecho a la reparación integral contemplado en la Ley 1448 permitió conocer, de una parte, aspectos que deben ser atendidos para una reparación efectiva por parte del Estado colombiano y, de otra, aspectos asociados a la participación en organizaciones que reflejan determinadas actitudes políticas y que están favoreciendo la interpretación de salidas constructivas del conflicto.

Los elementos anteriormente mencionados visibilizan la perspectiva de algunas víctimas representativas sobre aciertos, desaciertos y retos de programas vinculados a la implementación de la Ley 1448 de 2011, que es el marco jurídico para la reparación integral de víctimas del conflicto armado interno colombiano. Asimismo, ofrecen evidencia empírica para iniciar una reflexión desde la psicología social y política sobre el proceso de justicia transicional a partir del cual el Estado colombiano está promoviendo el derecho a la reparación de un conflicto que aún no ha cesado.

CONTEXTO DEL PROCESO DE REPARACIÓN

Después de un periodo de polarización política, de negación de un conflicto armado interno en el país por parte del Gobierno entre 2002 y 2010, del uso permanente de la fuerza para contener la violencia y de la ausencia de un lenguaje conciliador por parte de instancias oficiales, resulta de trascendencia histórica que con el cambio de Gobierno a partir de 2010, además de aceptar la existencia de un conflicto armado interno, se reconozca el pleno derecho de las víctimas a su reparación integral, independientemente de quién sea el victimario —guerrilla, paramilitares o agentes del Estado— y se cree una ley para tales efectos.

Dicha ley, o cualquiera de características similares que pretenda la transición de un contexto de conflicto a uno de paz y reconciliación, solo puede concebirse en un marco de justicia transicional, que es el que implementó el Estado colombiano al procurar la reconciliación nacional. En este orden de ideas, debe entenderse la Ley 1448 de 2011 como una de las herramientas que permite la utilización de procedimientos judiciales y administrativos combinados que den respuesta de manera excepcional a la reparación de los efectos de las violaciones masivas a los derechos humanos y al derecho internacional de las víctimas en Colombia.

Entre los diversos retos que conlleva la implementación de la Ley 1448 está el componente de participación de las organizaciones de víctimas, quienes fueron activas en la elaboración del proyecto de ley y lo están siendo en la implementación, el seguimiento y evaluación de la misma.

Respecto a la participación de las víctimas, es importante resaltar que la anterior institucionalidad venía reconociendo un espacio de participación compuesto principalmente por la población desplazada, la cual a partir de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras —Ley 1448 de 2011— empezó a ser una subespecie dentro de la categoría de víctimas; hecho que no fue pacífico en su composición y que dio como resultado el retraso de la activación y operativización de las mesas de participación de víctimas tanto a nivel regional como nacional. Solo hasta 2013 —a pesar de la vigencia de la Ley desde 2011— la Mesa Nacional de Participación de Víctimas empezó a operar en pleno.

La reparación integral recoge como componentes la restitución, indemnización, rehabilitación, medidas de satisfacción y garantías de no repetición; sin embargo, es oportuno precisar que el reconocimiento de la condición de víctimas y su reparación no abarca el universo de las víctimas del conflicto en Colombia —desde la perspectiva histórica de origen del conflicto, fecha de inicio sobre la cual existen diferentes posturas—. La Ley 1448 de 2011 señala que solo son reconocidas aquellas víctimas para efectos de algunos de los componentes de reparación integral que lo sean con ocasión de hechos ocurridos a partir del 1° de enero de 1985. Anterior a ello tienen derecho a que se les reconozca como tales aquellas personas que declaren su situación y así lo soliciten, pero con un alcance meramente simbólico, sin derecho a indemnización alguna; y para efectos de acceder a la restitución de tierras, aquellas que lo sean por hechos acaecidos a partir del 1° de enero de 1991.

Por los motivos citados y ante la diversidad de testimonios que reflejan implicaciones psicosociales, políticas, económicas y jurídicas, asociadas al impacto del conflicto en la población víctima e independientemente del tiempo transcurrido del hecho violento, este estudio indagó emociones e ideas presentes en líderes de organizaciones sociales del distrito de Barranquilla que están gestionando procesos de reparación.

I. EMOCIONES EN INDIVIDUOS Y GRUPOS: SU PRESENCIA EN LA VIDA COTIDIANA

El papel de las emociones y su influencia en los individuos y en los colectivos se ha evidenciado en diferentes épocas de la historia universal; en algunas sociedades primitivas se registra el uso del terror para lograr la obediencia de colectivos en regímenes tiránicos (Pokrovski, 1996) y desde la Antigüedad se registran planteamientos sobre la evitación del odio del pueblo para impedir las revoluciones (Aristóteles, 2004). Tanto Platón como Aristóteles hacen referencia a la importancia de las ideas y las emociones para forjar seres virtuosos a favor de un Estado acorde con el que se pretenda constituir (Sabine, 1968). Y así sucesivamente se sigue resaltando a lo largo de la historia el papel de las ideas y las emociones en el comportamiento político individual y colectivo.

La movilización social propiciada por organizaciones y movimientos sociales es un tipo de comportamiento político no convencional (Pasquino, 1998), puesto que ocurre al margen de los partidos políticos, actores formalmente reconocidos como interlocutores entre las instituciones políticas y la sociedad civil. En este sentido, la comprensión de la participación en organizaciones sociales implica desvelar las motivaciones que tienen las personas para movilizarse, es decir, procesos cognitivos que en gran medida se fundamentan en fenómenos de índole emocional (Massey, 2002).

El estudio de las emociones en torno a los movimientos sociales usualmente ha incorporado aquellas de carácter negativo, sosteniendo debates sobre la supuesta irracionalidad de las emociones, centrándose fundamentalmente en la hostilidad y la ira. No obstante, durante las últimas décadas se observan investigaciones que analizan la presencia de emociones positivas en diferentes etapas de la movilización social (Goodwin & Jasper, 2006; Goodwin, Jasper & Polletta, 2000; Jasper, 1988).

1. EMOCIONES

En el sentido amplio, las emociones son estados biológicos del organismo que repercuten en el cuerpo y en la mente para responder de forma rápida y flexible a los problemas del entorno (Hillman, 1960, citado en Smith & Lazarus, 1990). De acuerdo con Frijda y Mesquita (1998), las emociones son entendidas como: a) respuestas individuales ante eventos específicos, b) procesos funcionales que movilizan energía en acciones determinadas, c) procesos interactivos, en tanto su acción se dirige a atender un fenómeno de orden individual o social (Jasper, 1998), d) procesos que siempre están relacionados con comportamientos, y e) respuestas con múltiples componentes relacionados entre sí, que incluyen la experiencia, el significado, la necesidad de regular el organismo, los pensamientos y los comportamientos.

Si bien no hay un consenso respecto a la clasificación de las emociones, se considera que como mínimo son de dos tipos: primarias y secundarias (Damasio, 1994). Las primarias son universales, espontáneas, rápidas, no intencionadas y directamente asociadas a cambios fisiológicos como el miedo, la tristeza o el dolor; las secundarias son más complejas, variadas y más dependientes del contexto cultural para su interpretación, como la compasión, la vergüenza o la esperanza. Mientras que las emociones primarias tienen su origen en el sistema límbico (Massey, 2002), es decir, la parte más primitiva del cerebro, las secundarias se relacionan con el córtex cerebral, que implica un procesamiento cognitivo que las hace menos viscerales y más cercanas al procesamiento mental (Rohmann, Niedenthal, Brauer, Castano & Leyens, 2009).

De acuerdo con estas características, algunos científicos han propuesto la categorización de emociones primarias y secundarias (Rohmann, Niedenthal, Brauer, Castano & Leyens, 2009). Allende de la discusión que aún existe sobre la precisión conceptual de las emociones, sus alcances y características, es posible determinar las siguientes:

Tabla 1. Tipos de emociones

Emoción primaria Emoción secundaria
Positiva Negativa Positiva Negativa

Alegría
Placer
Sorpresa

Miedo
Dolor
Tristeza
Terror

Felicidad
Admiración

Esperanza

Indignación/Ira
Melancolía
Desprecio
Odio

Fuente: Rohman, Niedenthal, Brauer, Castano y Leyens (2009).

2. MIEDO: UNA PODEROSA EMOCIÓN PRIMARIA

El miedo es una de las respuestas emocionales más básicas. La reacción de miedo es una combinación de elementos fisiológicos y psicológicos que buscan responder de forma adaptativa a situaciones de peligro, en especial si hay riesgo para la vida (Jarymowicz & Bar-Tal, 2006). Su procesamiento es inconsciente, rápido, automático y anclado a un presente amenazante que suele estar asociado a experiencias desagradables similares ocurridas en el pasado. La consecuencia común al sentir miedo es agredir o protegerse de acuerdo a como se haya respondido en ocasiones anteriores (Foust, 2011).

En el plano social, el miedo es una de las emociones más influyentes en contextos conflictivos. Al ser una emoción altamente “contagiosa” e imitable, es fácil que una sociedad desarrolle creencias, estereotipos, mitos y actitudes sobre el objeto o la situación que la genera. Daniel Bat-Tal y sus colaboradores (2000; Jarymowicz & Bar-Tal, 2006) han documentado cómo el conflicto armado que desde 1948 padecen palestinos e israelíes ha generado en estos últimos un miedo individual y colectivo cuyos efectos se notan en la imagen, los valores y el modo de vida. La constante comprensión del mundo a partir de la violencia que viven ha generado y fortalecido en los israelíes unas actitudes de protección y seguridad que incluyen, de una parte, una autoimagen positiva en la que ellos son las víctimas y, de otra, excluyen todo lo que no esté de acuerdo con sus puntos de vista, deslegitimando a la contraparte, sosteniendo un patriotismo y unas ideas de afrontamiento militar que impiden cualquier asomo de paz.

No obstante, las respuestas de agresión o protección de individuos o grupos ante el miedo tienen matices. De acuerdo con Gross (2002), la regulación de esta emoción depende del suceso que la detone; es inevitable huir ante la aparición sorpresiva de una serpiente, pero ante aquellos eventos sociales cargados de significado puede suceder una regulación emocional mediante herramientas cognitivas para abordarla. De este modo, no se produce una respuesta automática, sino que el sujeto logra tener un grado de control que le llevará a afrontarla de forma más reflexiva y positiva. Al respecto, Foust (2011) plantea que la significación colectiva ante un evento perturbador —socialización del miedo— propicia comportamientos de cohesión social.

3. LA IRA: ENTRE EL PASADO Y EL FUTURO

La ira ha sido estudiada desde el siglo XIX; respecto a la cual sobresalen como primeras disertaciones la de Le Bon en su Psicología de las masas (1895) y posteriormente Sigmund Freud (1921), quienes parten de la idea de que los grupos y las masas son irracionales, influenciables y frecuentemente violentos (Blanco, 1995). Era vista como una emoción exclusivamente ligada al odio, que propiciaba comportamientos fuera de la ley o que reseñan con la noción de humanidad.

Después de la segunda mitad del siglo XX, la ira comienza a ser estudiada desde otras perspectivas que permiten su conceptualización como una emoción secundaria negativa, que aparece cuando el individuo percibe una situación como injusta. Percibir que algo es injusto implica pensar de acuerdo con un sentido de justicia, y en este sentido, la ira se manifiesta como una emoción estrechamente ligada a la dimensión cognitiva (Halperin, 2011). La forma en que los individuos y los grupos perciben la injusticia está asociada a la evaluación negativa de un determinado estado de cosas; siendo uno de los determinantes de la participación de los sujetos en actos de protesta política (Klandermans, De Weerd, Sabucedo & Costa, 1999; Van Zomeren, Spears, Fischer & Leach, 2004).

Adicionalmente, dicho vínculo entre emoción y cognición alude a aquello que Gamson (1982) denomina hot cognición para referirse a procesos cognitivos permeados por la ira producto de una percepción de injusticia. Componente que es planteado en la teoría de los marcos de acción colectiva como una suerte de indignación moral expresada en forma de conciencia política. La ira es la emoción negativa que usualmente suele estar vinculada a la participación y su efecto es más perdurable en el tiempo (Halperin, Russell, Dweck & Gross, 2011).

Investigaciones recientes sobre la dinámica de las emociones colectivas alrededor de la participación en organizaciones sociales sugieren que la ira actúa como una especie de puente a emociones, pensamientos y comportamientos de corte optimista, que permiten percibir el riesgo desde una perspectiva menos amenazante y tener una mayor apertura al diálogo (Lerner, González, Small & Fischhoff, 2003; Halperin, 2011), características necesarias para que las sociedades se movilicen a favor de un cambio.

4. LA ALEGRÍA COMO UN PLACER DE LA PROTESTA

La alegría es una de las emociones primarias positivas más relevantes. Entendida como una respuesta a situaciones de euforia, producida y reafirmada por comportamientos que impliquen autocontrol, autodeterminación y que sean eficaces para conseguir alguna meta individual o colectiva (Kemper, 1978, citado en Lawler, 1992). La alegría se asocia a otras emociones de segundo orden, como la felicidad, la admiración o la esperanza, y a comportamientos empáticos y solidarios.

Jasper (1998) describió el valor social de las emociones, en especial las positivas ligadas a la movilización y la protesta, puesto que favorecen un sentido de comunión, de pertenencia con el grupo y la necesidad de construir un mejor futuro. Concretamente, la alegría está presente en distintas etapas de la movilización, por ello está vinculada tanto a los llamados placeres de la protesta como a la satisfacción de avanzar en la consecución de metas.

II. MÉTODO

Teniendo en cuenta que el propósito de este estudio fue identificar y comprender procesos emocionales y cognitivos vinculados tanto a los hechos victimizantes como a la participación alrededor del derecho a la reparación, se retomó un enfoque cualitativo guiado por el diseño de la teoría fundada. Esta metodología propone la identificación de categorías de análisis emergentes dentro del contenido narrativo de las personas que hacen parte del objeto de estudio, priorizando el desvelamiento de sentidos colectivos que han sido elaborados en torno a una situación determinada (Alberti-Alhtaybat & Al-Htaybat, 2010; Engward, 2013; Hall, Griffiths & McKenna, 2013).

1. LA CONSTRUCCIÓN DEL DISCURSO: EL USO DE LA TEORÍA FUNDADA

La teoría fundada (grounded theory), también conocida como “teoría fundamentada” o “anclada”, soporta una metodología que inicia con el abordaje de un problema a través de una perspectiva sociológica, es decir, de forma colectiva (Alberti-Alhtaybat & Al-Htaybat, 2010; Engward, 2013; Hall, Griffiths & McKenna, 2013). Esto favorece la formulación de diseños cualitativos para el análisis y sistematización de datos a partir de una lógica inductiva que permite comprender un fenómeno social (Glaser, 1978, citado en Åge, 2011).

La teoría fundada es ideal cuando se desea explorar la percepción cognitiva y emocional de varios actores sociales acerca de un concepto, fenómeno o situación particular (Alberti - Alhtaybat & Al-Htaybat, 2010). El criterio del investigador parte de una actitud abierta que garantiza la aparición de categorías cualitativas emergentes del discurso social, es decir, se obtienen datos para crear e integrar hipótesis conceptuales que den forma a la teoría inductiva (Glaser, 2002).

2. PARTICIPANTES

En esta investigación participaron 14 personas (5 hombres y 9 mujeres) que ejercen liderazgo en colectivos que luchan por la reparación de víctimas del conflicto armado, con estudios de educación secundaria y nivel socioeconómico entre 1 y 2. Son víctimas del conflicto que actualmente viven con sus familias en barrios periféricos del distrito de Barranquilla, en situaciones similares a las de las víctimas que integran los colectivos.

3. PROCEDIMIENTO

Para la recolección de los datos se realizaron 14 entrevistas abiertas y posteriormente 3 entrevistas semiestructuradas. Las entrevistas abiertas fueron transcritas y analizadas a través del software Atlas .ti., en su versión 5.0., que facilitó el reconocimiento de categorías emergentes (Klein & Westcott, 1994) y las entrevistas semiestructuradas permitieron la delimitación y ampliación, en algunos casos, de las categorías emergentes en el análisis previo.

4. RECOLECCIÓN DE DATOS: ENTREVISTAS ABIERTAS Y SEMIESTRUCTURADAS

Entrevistas abiertas: los datos fueron recogidos mediante entrevistas abiertas. Esta técnica permite que los entrevistados emitan respuestas diversas y alternativas, en contraste con las entrevistas cerradas. Es una técnica que a través de una conversación profesional permite obtener datos mucho más naturales, espontáneos y profundos (Ruiz, 2012), así como un buen método para explorar, explicar y reconfirmar ideas acerca de un fenómeno (Jackson & Trochim, 2002; Kvale, 2011).

Fueron 6 las preguntas orientadoras, realizadas durante las entrevistas, las cuales se pensaron con el propósito de hacer más fluido el diálogo y acorde con los intereses de investigación. Los interrogantes fueron:

Entrevistas semiestructuradas: una vez analizadas las entrevistas se realizaron 3 entrevistas semiestructuradas para validar las categorías emergentes que resultaron de los análisis de las entrevistas abiertas. Una entrevista semiestructurada o mixta es aquella en la que se determina de antemano lo que se desea conseguir, aunque se da el espacio para que el entrevistado aporte en sus respuestas los matices que desee. En ese sentido, hay una combinación de formas: la directriz de la investigación y las formas del entrevistado para responder a tales directrices (Ozonas & Pérez, 2005).

Este tipo de entrevista es usado con frecuencia cuando hay un conocimiento previo, bien sea derivado de un interés práctico, como realizar una entrevista de trabajo, un marco de referencia deductivo, o cuando se tienen reflexiones iniciales producto de entrevistas previas, como puede darse momentos de la investigación cualitativa (Ozonas & Pérez, 2005). En este sentido, “(…) cuanto más estructurada sea la situación de entrevista, más fácil será la estructuración conceptual de la entrevista por un análisis posterior” (Kvale, 2011, p. 85).

III. ANÁLISIS DE DATOS

1. ANÁLISIS DE DISCURSO Y SISTEMATIZACIÓN DE LA EXPERIENCIA

Analizar un discurso es intentar comprender con una mayor profundidad, más allá de la palabra, lo que el entrevistado dijo y también lo que quiso decir. Para ello es necesario descubrir el significado de los aspectos sintácticos, semánticos, estilísticos y retóricos dentro de un contexto específico (Londoño, 2011).

Para esta investigación se siguieron tres pasos, de acuerdo con lo propuesto por Huberman y Miles (2000, citados en Salgado, 2007): reducción de datos, presentación de datos y elaboración y verificación de conclusiones.

Reducción de datos: los datos conversacionales fueron interpretados de acuerdo con contextos y situaciones específicas, para conocer qué quiso decir el participante en relación con el tema investigado (Abril, 1994; Alonso, 1994). A su vez, el análisis de discurso se realizó con base en las 14 entrevistas abiertas y las 3 semiestructuradas.

Presentación de datos: una vez transcritas las entrevistas se codificaron los datos, identificando y seleccionando ideas y conceptos representativos (Gibbs, 2012) mediante la elaboración de redes semánticas, abarcando los datos según su fuerza discursiva y la relación que tienen con categorías y subcategorías.

Elaboración y verificación de conclusiones: a partir de la categorización del discurso se llevó a cabo una reducción fenomenológica para extraer lo imprescindible del tema de investigación, estableciendo algunas conclusiones, que si bien contaron con un soporte teórico, se formularon como aspectos que se debían covalidar con los participantes para darles rigor y evitar formulaciones que tergiversaran la realidad (Pérez, 2010; Ruiz, 2012).

2. COVALIDACIÓN DEL DISCURSO CON LOS PARTICIPANTES

De acuerdo con Ruiz (2012), el modo de realizar este proceso (también llamado “triangulación”) consiste en (a) verificar las conclusiones que han resultado dudosas durante en análisis, (b) confirmar la veracidad o la falsedad de tales conclusiones y (c) enriquecer el contenido de las conclusiones según los comentarios que los participantes realizan durante el proceso de validación.

Para la covalidación se realización 3 entrevistas semiestructuradas con los siguientes interrogantes:

Interrogante 1: las personas que han sido víctimas de conflictos armados suelen experimentar emociones negativas como el miedo; en su caso concreto, ¿qué ha pasado con esa emoción?, ¿podría establecer una comparación, en relación con el miedo, entre el momento en que padeció el hecho violento y el momento actual?, ¿son diferentes sus ideas y comportamientos vinculados al miedo?, ¿podría darme algún ejemplo de ello?

Interrogante 2: otra de las consecuencias más comunes en personas que han sido víctimas de conflictos armados consiste en que experimenten ira; en su caso concreto, ¿qué ha pasado con esa emoción?, ¿podría establecer una comparación, en relación con la ira/rabia, entre el momento próximo al que padeció el hecho violento y el momento actual?, ¿son diferentes sus ideas y comportamientos vinculados la ira?, ¿podría dar algún ejemplo de ello?

Interrogante 3: ahora que han pasados varios años a partir del hecho violento padecido, aunque no ha terminado el conflicto, ¿usted experimenta emociones más positivas?; en caso afirmativo, ¿podría describir dichas emociones?, ¿cómo se han generado, con qué ideas, eventos o aspectos están relacionados?

Interrogante 4: en su interacción como integrante y como líder de organizaciones de víctimas, ¿ha evidenciado la elaboración colectiva de otras emociones?, ¿podría decir cuáles?, ¿podría dar un ejemplo de ello?, ¿qué emociones comparten las personas que participan en las organizaciones sociales de víctimas?

3. Reducción de datos: el relato de los líderes de víctimas

En la reducción de los datos se constató la mención de emociones como el miedo, la alegría y la felicidad, así como situaciones negativas asociadas al evento violento. Las cogniciones más abundantes se centran en la descripción de esas emociones y en las razones por las cuales realizan las labores propias de los líderes, como son marchas y protestas. En lo que respecta a lo comportamental, los entrevistados se centraron en la participación en marchas. Finalmente, hay actitudes relacionadas con dichos comportamientos, cogniciones y emociones, lo cual indica que hay una estructuración entre lo que sienten, piensan y hacen.

El contenido de las respuestas fue agrupado en cuatro temáticas: (a) la vida antes de la violencia, (b) el impacto emocional de la violencia en sus vidas, (c) el trabajo como líderes y (d) emociones positivas asociadas a la movilización.

LA VIDA ANTES DE LA VIOLENCIA

Los 14 participantes han sido víctimas directas de la violencia política que vive el país. Trece fueron desplazados por grupos armados, mientras que uno de ellos es una mujer cuyo hijo fue uno de los llamados “falsos positivos”: jóvenes que fueron asesinados en poblaciones o zona rural lejanas a su residencia y presentados posteriormente como guerrilleros ante los medios y los altos mandos militares a finales de 2008.

Las personas desplazadas por la violencia vivían en el Caribe, San Antonio de Palmito (Sucre), Pivijay (Magdalena) y en otros territorios de Bolívar y Córdoba. Uno de ellos provenía de Turbo, municipio de Antioquia ubicado a 373 kilómetros al noreste de Medellín, en la región de Urabá, la cual, aunque pertenece políticamente a la región Andina, geográficamente es parte del Caribe.

Trabajaban en oficios que les proporcionaban lo vital para subsistir como familia: cultivar la tierra, vender de forma ambulante, o simplemente se dedicaban a criar a sus hijos. Con el recrudecimiento del conflicto armado en el Caribe, los grupos ilegales se hicieron más numerosos. Tanto frentes de las FARC como bloques de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) comenzaron a llegar a las casas a amenazar a los habitantes por —según ellos— colaborar con el enemigo. Empezaron a ver con frustración cómo su vida era organizada y dirigida por actores armados irregulares, quienes les dictaban nuevas reglas y les impedían vivir con tranquilidad. Varios de ellos fueron amenazados directamente.

Según “Teresa”[9], la vida le cambió por completo en 2008 cuando supo que su hijo (un joven barranquillero de poco más de 20 años) había aparecido muerto en zona rural del Cesar y presentado como guerrillero por las Fuerzas Militares.

Mi hijo se había ido para Valledupar supuestamente a coger algodón. [Después] me dicen que mi hijo había sido asesinado; había caído en un combate porque era del Frente 59 de las FARC. Imagínate, a mí cuando me dicen eso; eso fue terrible; yo duré como un mes llorando, llore y llore, y decía: “¿Pero yo qué voy a hacer, Dios mío?”.

EL IMPACTO EMOCIONAL DE LA VIOLENCIA

Los participantes coincidieron en que haber abandonado sus tierras a la fuerza o perder familiares en la guerra fueron motivos para llenarse de miedo, tristeza, rabia y angustia hacia el mundo. El miedo, la emoción más frecuente e intensa, es difícil de describir porque cuesta encontrar las palabras adecuadas; aun así, lo señalan como algo que los paralizó.

[El miedo es] algo que uno ve que no puede defenderse, algo que viene a suceder, porque tú sabes que cuando uno habla de miedo, que hay grupos armados en el barrio… ¿cómo hacemos? No podemos hablar, porque si hablamos, sabes que enseguida están los problemas encima; entonces vienen muchas cosas que uno al final no puede definirlas… porque el miedo da de todo; bueno, también hay personas que no se dejan atemorizar.

Otras emociones presentes son la ira, el rencor y el terror, al punto en que les baja la autoestima: “Le baja a uno la autoestima, porque uno está acostumbrado a tener sus buenas cosas, para venir a quedar en la ruina prácticamente, y tener que pelear para poder sostener algo, así sea un pedazo de pan”.

La ira o la rabia (la denominan indistintamente) aparece en su discurso cuando rememoran la impotencia que sintieron, la negligencia del Estado para frenar esas situaciones de violencia o ayudarles a rehacer su vida posterior. “Nos tuvimos que volver hasta investigadoras [en la organización] para poder sacar toda esta rabia y toda esta mentira que montó el Estado [con los falsos positivos]”.

TRABAJO COMO LÍDERES

Una vez pasó el impacto inicial del hecho violento, los entrevistados comenzaron a comprenderse a sí mismos como víctimas e informarse sobre sus derechos; de este modo, poco a poco se fueron convirtiendo en líderes de sus comunidades, ubicados en sectores populares como el barrio Bendición de Dios o el municipio de Soledad.

Gracias a su trabajo como líderes han logrado que algunas víctimas accedan a lo que por ley les corresponde, en especial a subsidios económicos y ayudas escolares:

Esta semana me tocó llevar unas personas, víctimas también [a quienes] nos les habían llegado los pagos de Familias en Acción (…) la funcionara de turno me conoce y es amiga mía; me dijo: “Señor, véngase con todo lo que tenga, que yo le resuelvo los problemas”. Muchas de [esas personas] llegaron a cobrar Familias en Acción.

Ser líder de su comunidad es importante para todos los entrevistados. A su vez, entienden la importancia de su labor para la vida de otras víctimas. “Teresa”, por ejemplo, asegura que gastó los ahorros que tenía pasa pasar su vejez en la asociación que fundó con otras madres cuyos hijos fueron “falsos positivos”. Los líderes saben que muchas familias dependen de sus gestiones y gracias a ellos consiguen muchos de los recursos necesarios para sostenerse.

En contraste con la satisfacción por el deber cumplido está la percepción que tienen de las instituciones encargadas de velar por sus derechos. Las consideran lentas, negligentes y carentes de buen trato. “No se nos da [lo que merecemos] por la demora, por tanto papeleo”, afirmó uno de los participantes, mientras que otro mostró su descontento ante las promesas no cumplidas y lo que considera un engaño del Gobierno:

Dicen que nos van ayudar en empleo, para [que las] familias salgan de la extrema pobreza, cuando a la final es mentira, porque ¿qué hacen ellos? Con el poco de arandelas que se inventan… Hay personas que les han dado 100 mil pesos; hay otras que hacen los cursillos y no se les ha dado nada, entonces ahí vemos que nunca se va a acabar el problema de los más pobres, porque el mismo Gobierno nos hace más pobres, porque nos mete ideas raras en la cabeza, cuando no nos dejan crecer en verdad.

EMOCIONES POSITIVAS ASOCIADAS A LA MOVILIZACIÓN

Uno de los fines de las organizaciones es visibilizar los derechos y necesidades de las víctimas mediante marchas y protestas. Un entrevistado afirmó: “En ese momento uno se siente bien porque está buscando (…) esa es una emoción muy grande que uno siente cuando uno está en marchas, cuando está en protestas (…) Una alegría”.

Las satisfacciones que dejan las marchas les animan a seguir participando. Bien sean las marchas o las reuniones periódicas que realizan, los líderes se sienten felices por poder compartir estos espacios. Afirman que se alegran cuando consiguen alguna meta, tanto por ellos mismo como por los demás. Les complace cuando alguien logra que el Estado lo repare aunque sea parcialmente, pues consideran que eso es también fruto de su trabajo. Saben que lograrlo no es fácil, porque existen constantes dificultades para desempeñar sus labores. Aun así, ninguno de ellos ha pensado en claudicar; la alegría que les produce su gestión les anima a seguir adelante a pesar de las dificultades.

IV. INTERPRETACIÓN

1. LUCHA POR LA REPARACIÓN CON LA SOMBRA DEL MIEDO

El miedo fue la emoción más mencionada, aunque de forma distinta, dependiendo de si estaba asociada al hecho violento o a la movilización. En el primer momento cumplió su efecto paralizador y su función adaptativa (Lazarus, 1999; Jarymowicz & Bar-Tal, 2006); en el segundo, se evidenció efectos de una socialización del miedo, que coexiste con ideas y acciones propias de la lucha por la reparación.

Los líderes siguen experimentando el miedo intensamente, en especial los más comprometidos con la denuncia de hechos y/o con la restitución de tierras, pero lo afrontan mediante acciones de protección —tienen escolta suministrada por el Estado y evitan regresar a su lugar de origen por condiciones de riesgo aún presentes en la zona, aunque más veladas—.

Asimismo, identifican adversarios, sobre todo grupos armados irregulares, pero también algunos actores que representan instituciones políticas locales y departamentales. Respeto a los primeros, el riesgo está directamente relacionado con su integridad física y la de sus seres queridos; en cuanto a los segundos, hay desconfianza de que manejo de la información sea filtrado por actores violentos, como se percibe en esta afirmación de un líder: “Aquí están confabulados la delincuencia con funcionarios del distrito”.

Pese a las amenazas aún presentes, el miedo no es estrictamente paralizante, sino que los líderes lo sobrellevan protegiéndose (Bar-Tal, 2000; Jarymowicz & Bar-Tal, 2006), sin considerar renunciar a su trabajo, cuyo alcance es el principal motivo por el que son amenazados. Dinámica que refleja una revaluación cognitiva del miedo (Lerner, González, Small & Fischhoff, 2003; Halperin, 2011), en la que se convive con la amenaza, sin que ello obstaculice la elaboración de ideas y acciones propias de la lucha por la reparación, es decir, pensamientos proactivos (Gross, 2002; Foust, 2011).

2. UNA ORIENTACIÓN CONSTRUCTIVA DE LA IRA

La ira fue la segunda emoción más mencionada en relación con el hecho violento que les puso en condición de víctima y en torno a la participación en organizaciones sociales que luchan por la reparación de las víctimas.

Entre las reivindicaciones más frecuentes en su gestión como líderes prevalecen: (a) una revictimización institucional, ligada a procedimientos y complejos trámites para ejercer su derecho a la reparación. (b) La estigmatización de las víctimas por parte de las instituciones: “La Alcaldía nos trata como si fuéramos mendigos”, y respecto a la sociedad afirman que “es indiferente con la población víctima”. (c) Obstáculos experimentados en la cotidianidad para expresar la verdad desde la perspectiva de las víctimas, así como inconformidad sobre el manejo de este componente por parte de las instituciones; sobre el particular consideran que necesitan “(…) visibilizar lo que no se puede decir en este país”, mientras que una líder dijo que tenía “(…) pruebas contundentes que muestran que mi hijo fue víctima de un falso positivo, pero han pasado nueve años y el Estado sigue sin reconocerlo”. (d) El manejo viciado del componente de participación de las víctimas; de una parte, afirman que la mayoría no está familiarizada con los contenidos básicos de la misma ni con sus posibilidades reales de participar activamente; en sus términos: “Las víctimas tienen una venda en los ojos sobre su derecho a la reparación”; por otra parte, denuncian intromisión institucional en la selección de los representantes de las diferentes mesas de víctimas y poco compromiso institucional con la capacitación de los mismos para que ejerzan un rol desde el empoderamiento del proceso.

La interpretación colectiva de sentidos de injusticia que circulan alrededor de los colectivos aviva la ira, que es más intensa cuando la percepción de injusticia es mayor (Halperin, 2011); sin embargo, esta no presenta una orientación destructiva sino proactiva, es decir, encaminada a seguir luchando por la reparación mediante la movilización social. Con otras palabras, se observa una canalización positiva de la ira (Lerner, González, Small & Fischhoff, 2003; Halperin, 2011).

Cabe destacar que un aspecto percibido como favorable para las víctimas consiste en que sus reivindicaciones están respaldadas por la constitución en términos generales y, en particular, por la Ley de Víctimas. Este aspecto relacionado con la estructura de oportunidades políticas para la participación de las víctimas también favorece la revaluación cognitiva de la ira hacia una salida constructiva del conflicto apelando a mecanismos legales y políticos.

3. SATISFACCIÓN POR LUCHAR A FAVOR DE LA REPARACIÓN

Las emociones positivas que experimentan los participantes tienen dos vertientes: una más inmediata y espontánea, como es la alegría asociada a satisfacciones cotidianas experimentadas en la movilización (Lawler, 1992), y otra más elaborada, como es la felicidad vinculada a la incidencia política de la movilización.

La alegría es experimentada en sus conquistas diarias cuando logran que mediante su gestión se adquiriera un subsidio, se solucione un problema o capten la atención de los entes gubernamentales. Aunque los efectos de esta emoción son breves, les ayudan a sobrellevar las dificultades del día a día, en tanto que otorgan sentido a su lucha, tal como se observa en estas afirmaciones: “Siento alegría por pertenecer a una organización social que lucha por la reparación de las víctimas” y “Siento alegría por compartir con otros líderes de organizaciones de víctimas”.

La felicidad, por su parte, tiene que ver con elaboraciones cognitivas alrededor de la alegría y de sus labores como líderes. Se trata de una reflexión sobre el alcance de su trabajo y la importancia del mismo. Como se puede observar en las expresiones citadas anteriormente, los líderes reafirman su lucha a partir de los lazos y sentidos de identidad que construyen con otros líderes en torno a objetivos similares; igualmente, perciben que están contribuyendo a una visión proactiva: “Siento felicidad al lograr cambiar la estructura mental de una víctima, que en vez de ser parte del conflicto, sea parte de la solución”. Esta emoción de segundo orden es más sólida a nivel discursivo, pues suelen mencionarla como aquello “que hace que me levante todos los días”.

CONCLUSIONES

Los hallazgos de este estudio deben ser situados en el escenario de justicia transicional en el que se ha enmarcado el proceso de reparación sin haber culminado aún el conflicto armado interno. En este contexto, los líderes luchan por el cumplimiento del derecho a la reparación y poseen una noción de justicia con base en las necesidades de los colectivos que representan, que dista en algunos aspectos de la postura institucional y de ciertos procedimientos asociados a la implementación de la ley.

Otros elementos que en cierta medida están vinculados a la permanencia del conflicto son la ambigüedad sobre las garantías de no repetición, la percepción de revictimización institucional, la subsistencia de afectación psicosocial y los cuestionamientos sobre el manejo institucional del componente de verdad.

Reconocer y considerar la percepción de líderes de organizaciones de víctimas sobre el proceso de reparación actual adquiere relevancia política y social en tanto logre influenciar la forma como se están implementando programas en el marco de la Ley de Víctimas, teniendo en cuenta que este proceso continuará por los próximos siete años.

En este orden de ideas, se citan algunas consideraciones para construir una confianza hacia actores e instituciones y fomentar la legitimidad del proceso de reparación: (a) la identificación de aciertos, obstáculos y retos institucionales frente a los programas de reparación integral y al componente de participación de las víctimas mediante grupos focales que recojan la visión de actores políticos y sociales involucrados en el proceso; (b) la implementación de medidas de rehabilitación psicosocial para atender las heridas psicológicas aún abiertas; y (c) la revisión de aspectos procedimentales vinculados al componente de verdad desde la visión de las víctimas, para atender a “una memoria dolida que reclama la necesidad que socialmente sea reconocido el daño causado”.

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