La felicidad
 no es el objetivo

 

Pep Marí

 

Primera edición en esta colección: febrero de 2013

© Pep Marí, 2013

© de la presente edición: Plataforma Editorial, 2013

Plataforma Editorial

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Realización de cubierta:
 Agnès Capella Sala

Depósito Legal:  B. 7.104-2013

ISBN Digital:  978-84-15880-05-9

 

 

 

 

 

Dedico este libro a mis dos psicólogos favoritos: Abraham Harold Maslow y Viktor Emil Frankl. La lectura de sus obras me ha proporcionado la inspiración suficiente para atreverme a reflexionar sobre las necesidades de las personas.

 

Igualmente, quiero brindar esta reflexión a Albert Einstein por decir: «Sólo entiendes realmente una cosa cuando eres capaz de explicársela a tu abuela». A las abuelas también me dirijo.

Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Prólogo

1. Nada ocurre por casualidad

2. Los puntos de apoyo

3. Todos tenemos seis necesidades psicológicas

4. ¿Qué pasa cuando cubres una necesidad?

5. Dime qué necesidades tienes cubiertas y te diré cómo funcionas

6. Recursos psicológicos para satisfacer tus necesidades

7. Si das a la gente cuanto necesita, la gente te da cuanto necesitas

8. Las pruebas del algodón

9. Retrato psicológico del friqui

10. Una creencia puede arruinarte la vida... o salvártela

11. Piel de gallina

12. Ordenando conceptos

Agradecimientos

Bibliografía

Mas información

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La respuesta

Prólogo

 

Cuando empecé a leer el manuscrito de Pep, no me extrañó en absoluto su dedicatoria a Albert Einstein por su frase «no entiendes realmente una cosa hasta que no eres capaz de explicársela a tu abuela». Son unas palabras que encajan como anillo al dedo con la esencia del autor. A él lo podría definir con muchos adjetivos: entusiasta, motivador, práctico, estructurado, divertido, reflexivo…, pero hay uno que lo caracteriza con más intensidad y que logra abrillantar, más si cabe, todas estas cualidades: didáctico.

Así que el lector se encuentra con un libro en sus manos escrito por una persona que se esfuerza para que llegue el mensaje, ¡y lo consigue! Abundan las anécdotas, los ejemplos, los ejercicios… Las ideas van calando mientras uno se va divirtiendo. Nos habla de moscas, del sentido de pegar un polvo, de jugadores de fútbol, de Ferran Adrià, de Auschwitz… todo esto hilado de tal forma que nos va conduciendo por los escondidos recovecos de nuestra mente.

Se puede extraer mucho jugo de estas páginas. Son muchas las conclusiones extraíbles y todas orbitan alrededor de un eje fundamental, básico para nuestra salud mental y para nuestra felicidad: el sentido de la vida. A veces no lo encontraremos, a veces nos parecerá perderlo, otras ni siquiera lo buscamos.

Recuerdo a una paciente, una mujer de unos 35 años, que estaba sumida en una depresión. No le había pasado nada en concreto y llevaba una vida de lo más normal. Estaba casada, tenía un hijo y trabajaba. No tenía problemas graves, ni con su marido, ni con su hijo, ni en el trabajo. No paraba de repetirme que mucha gente es feliz con el tipo de vida que ella llevaba, pero ella no. Y es que, como podremos ir viendo a través de las palabras de Pep Marí, no es lo que hacemos aquello que nos llena, sino el sentido que le damos.

A Viktor E. Frankl, tal y como nos explica el autor en este libro, le tocó vivir, junto a millones de prisioneros, en un campo de concentración durante días, meses y años espeluznantes. Él, como muchos, perdió a su familia, padeció hambre, frío y todo tipo de brutalidades. Muchos de esos prisioneros acababan suicidándose, pero otros muchos luchaban por seguir viviendo. Frankl fue uno de esos luchadores. Él, como psiquiatra, analizó el porqué de esas diferentes reacciones; llegó a la conclusión de que aquello que más diferenciaba a las personas que se rendían de las que luchaban era el sentido que le daban a esas terribles vivencias. Para él, el sentido se encontraba en todo lo que estaba aprendiendo. Creyó que aquel dolor podría servir para entender más profundamente al ser humano y ayudar, así, a muchas personas. Y así fue, aquella experiencia le llevó al diseño de la logoterapia. Por eso se ha convertido en uno de los más famosos psicoterapeutas del siglo XX.

Una pregunta caracterizaba las psicoterapias de Frankl, una cuestión que formulaba a sus pacientes: «Y tú, ¿por qué no te suicidas?». Puede parecer una pregunta macabra, pero no lo es. La respuesta a esta pregunta nos da pistas sobre el sentido que otorgamos a nuestra vida.

Existe un bonito cuento al respecto:

 

Tres albañiles estaban desempeñando la misma tarea, cuando se les acercó un hombre que llevaba un rato observando. El hombre preguntó al primer albañil:

–¿Qué está usted haciendo?

A lo que el albañil respondió:

–¿Acaso no lo ve…? ¡Estoy amontonando ladrillos!

Y continuó con su trabajo, después de hacer un gesto molesto, pues consideraba que aquel hombre le había formulado una pregunta tonta y de respuesta obvia. El hombre repitió la misma pregunta al segundo albañil. La respuesta no se hizo esperar:

–¿No ve que estoy levantando una pared?

El hombre, perseverante, volvió a hacer la misma pregunta al tercer albañil, quien respondió al interrogatorio con una amplia sonrisa llena de orgullo, diciendo:

–¡Estoy construyendo el hospital infantil del pueblo!

 

¿Cuál de los tres albañiles es más feliz? Pep nos ayudará a reflexionar sobre este tema, nos empujará para que pensemos sobre nuestra propia vida, sobre nuestras creencias, que pueden estar boicoteándonos, y sobre cómo podemos cambiarlas. En especial nos ayudará a plantearnos si realmente estamos dando a nuestra existencia el sentido que se merece.

Jenny Moix

Doctora en Psicología

Profesora de Psicología de la
 Universidad Autónoma de Barcelona

Barcelona, mayo de 2012

1.

Nada ocurre por casualidad

 

Yo cursaba COU (2.º de Bachillerato en el sistema educativo actual). Mis padres habían estado haciendo números, querían saber si podían pagarme una carrera universitaria. El resultado había sido positivo, por lo que me encargaron la difícil tarea de, siendo aún un adolescente, decidir el resto de mi vida… ¿Qué quieres estudiar, hijo mío?

Por aquel entonces sacaba muy buenas notas en filosofía y en biología. Sacaba matrículas en esas materias porque me apasionaban. Un día consulté al profesor de filosofía si existía alguna disciplina a caballo entre la filosofía y la biología. De la filosofía me encantaban sus alas, las mismas que le permitían volar. De la biología adoraba sus pies, aquellos que le posibilitaban el contacto con la realidad. Pero a la filosofía le faltaban pies y a la biología, alas.

El profesor de filosofía me dio un consejo que marcó mi destino. Me informó de que existía una materia que se llamaba psicología. La psicología, según me comentó aquel profesor, combinaba rigor científico con especulación. Aquella receta resultó irresistible para mí. Me prestó un libro de psicología y me pidió que lo leyera. Si me gustaba, ya tenía carrera.

No leí, devoré. No me gustó, me deleitó. Se titulaba La estructura de la personalidad y su autor era el psicólogo alemán Philipp Lersch. En cuanto cerré el libro supe que mi pasión iba a ser la psicología. Treinta años más tarde me encuentro escribiendo un libro sobre el ADN psíquico. Y digo ADN por no decir estructura. No existen las casualidades para un científico. Lersch sembró en mí la semilla. Semilla que pronto germinó gracias a mis ganas de aprender. Mis psicólogos preferidos, aquellos a quienes dedico este ensayo, fueron regando aquel tierno brote. Mis 24 años de ejercicio profesional se han encargado de abonar el terreno y aquellas alas que tomé prestadas de la filosofía han puesto el resto.

Allá voy… Necesito sentirme parte de esta cadena, tratar de continuar aquello que Lersch empezó. Quiero escribir un capítulo más de su libro y tratar de concretar aquellas necesidades que distinguen a los humanos de los animales.

Este libro plantea un juego: tú me dices qué necesidades tienes cubiertas y yo te digo cómo funcionas. Además te propondré técnicas y recursos para cubrir tus necesidades psicológicas y algunos tests para detectar aquellas que aún te quedan por satisfacer.

En cuanto este libro se publique, ¿sabes qué es lo primero que voy a hacer? Devolveré su libro a mi profesor. Pero no le voy a retornar el mismo que me prestó, se lo voy a cambiar por otro que creo le gustará más.