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Sicalípticos y
reencauchados

Ernesto Carlín

Sicalípticos y
reencauchados

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Sicalípticos y reencauchados

Primera edición, Lima, 2013

© 2013, Ernesto Carlín

© 2013, Grupo Editorial Caja Negra S. A. C.

Jr. Chongoyape 264, Urb. Maranga - San Miguel, Lima 32, Perú

Telf. (511) 309 5916

editorialcajanegra@gmail.com

editorialcajanegra.blogspot.com

www.editorialcajanegra.com.pe

Dirección editorial: Juan Carlos Gambirazio Vásquez

Producción general: Claudia Ramírez Rojas

Imagen de portada: Luciana Merino Coca

Diseño de portada: Departamento de diseño de Caja Negra

ISBN: 978 - 612 - 46559 - 0 - 6

Prohibida su total o parcial reproducción por cualquier medio de impresión o digital en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma, sin autorización expresa de la casa editorial.

Índice

Falso amanecer

Preludio

Siempre nos quedará Cajamarca

La Catedral

La edad de la inocencia

De Rock y otras hierbas

Anexo Impertinente

Entre otras hierbas y Rock

Orígenes del Rock peruano o Los intelectuales también lloran

Fábula Urbana

La edad de la inocencia. En la repetición está el gusto

Rodmuvi Epigonal o Final Abrupto de Connotaciones Míticas

Bonus Track. La Historia de Mimi (añadido apócrifo)

Un valcesito subterráneo

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Falso amanecer

A la mujer de mi vida, mi madre.

Al amor de siempre, el Sport Boys.

No te asustes del futuro

ese monstruo no volverá.

Nacha pop

Preludio

Un día de esos que son para olvidar. Calor, apatía y Frente! en los parlantes. Tirado en la cama sudando a mares. Short de jean y rosario en el pecho. Suena el teléfono.

Ya muere la tarde y un baño se impone. Duda un momento frente a la casetera. No sabe si cambiar Frente! por Midnight Oil (para seguir la onda australiana) o por Cranberries (para seguir con la onda de... no sé, las hembras que cantan suave, supongo). Finalmente se decide por Los Titanes. Sube el volumen con la esperanza de escucharlos desde la ducha. Posando frente al espejo a ritmo de qué locura fue enamorarme yo de ti... reflexiona: putamadre, la cinta era de Eddy Santiago. Media hora más tarde el peine se rendía ante la rebelde cabellera. Jeans limpios, camisa limpia, zapatos limpios, ropa interior limpia, dientes limpios, billetera limpia... Putamadre, ¿dónde consigo plata?. La tarjeta de crédito de papá se reunió con el solitario condón de la limpia billeta. El Volvo 850 de la familia ilumina la noche. Las pistas de la ciudad jardín se rinden ante cuatro llantas radiales. Mocosa, allá voy. Radio Miraflores pasaba lo nuevo de las Go—Go’s. Se estaciona frente a su casa y la llama por celular.

(A los diez minutos)

El contacto del motor. El Maestro sonríe al camino. Su acompañante, de nombre Alessandra y apellido italiano terminado en ini, llena el carro con un aroma que se podría catalogar como «tierna carne rubia de ojos azules pidiendo ser comida». Se sabe que está en el Santa Ursula. Se supone ha hecho la confirmación (o al menos la primera comunión).

Un sixpack hace señas del asiento de atrás. Confiada y sedienta abrió una lata de Pilsen con inyección de Gamaladol. Un short Guess color melón dejaba ver sus bronceadas piernas. Un top de olvidado color mostraba inexplicables medidas para la edad de su dueña (debe ser la alimentación a base de ravioles o algo así). El modelo de zapatos se han esfumado en la nebulosa de los recuerdos, pero la perfección de los dedos de sus pies sin callo estará siempre presente en la lívido pedicuromano.

Ya caíste, desgraciada. Conque alternativa eres, cojudita. Yo te voy a dar algo que es cien por ciento adrenalina. Esa naricita respingada esta noche va a gotear sangre, igual que tu...

(Voz en off). Cuando llegamos a Mendiburú había tranqueras y tombos por doquier. Serenazgo desviaba el tráfico. Vi dos o tres helicópteros apoyando la operación. Algo me hacía suponer que las fiestas en la jato del Marqués habían llegado a su fin...

Una sonrisa del que sabe qué hacer como única respuesta. Un quiebre de timón y la aguja del velocímetro que se dispara. La Costanera, La Paz, José Gálvez, La Argentina, Gambetta, todo en cinco minutos.

Se calmó.

Un silbido. Una ventana. Una morena. Repito: la morena.

(La pantalla se oscurece)

(La pantalla se aclara)

Hermosas pituquitas con cara de angustia. La gente de la mancha más el Beato (Putamadre, quién le pasó la voz) en perdida brava. Iron Butterfly en la parte sonora completa el decorado. El Gordo J.P. ve al Hombre Araña pegado a la pared. Una risa estúpida es su acertada reacción.

Una morena se acercó, tambaleante, con una copa de vino en la mano. A la morocha no le faltaba nada, le sobraba más bien, pero había solución para eso.

(La pantalla se oscurece)

(La pantalla se aclara)

(Otra voz en off) Mi problema comenzó en la infancia. Debió ser la influencia nociva que produjo en mí Popeye. Sí, me refiero al dibujo animado. En mi subconsciente asocié el verde de la espinaca con la fuerza, la felicidad, el amor y todo eso. En mi niñez me dediqué a comer espinaca como loco, por eso engordé (quién dijo que las verduras no engordan). Cuando crecí deduje que el verde que daba fuerza y felicidad era la marihuana. Después de la yerba siguieron otras drogas y terminé en el pay. Con la pasta me adelgacé. El flaco J.P. me decían. Gracias al señor, que iluminó mi corazón y me hizo abrirlo al amor (así era, ¿no, doctor?), vine a dar al programa Piedritas en el Zapato. Aquí, con la ayuda de todos mis hermanos, el doctor me hizo entender que las drogas no son la frambuesa de la que se alimentan los pitufos, sino la kriptonita que debilita a Superman. Uno debe saber escoger a sus amigos. Por eso, cuando uno de mis viejos compinches de juerga, todos poseídos por el demonio, me ofrece droga, yo le recuerdo ese capítulo de Don Gato y su Pandilla en que...

(La pantalla se ilumina a más no poder)

Un foco. Paredes de ladrillo. Las sábanas por el suelo. El colchón a rayas muestra su desnudez. Caset mal grabado de Wham! en un Punto Azul. Olor a mar se cuela por la ventana.

La mocosa se levanta de una silla y, sin mirar atrás, abre la puerta y se va. El Maestro, perplejo, mira a Alitú. Alitú, perpleja, mira al Maestro. El Maestro y Alitú se miran perplejos.

Una blonda cabellera aparece en el umbral de la puerta.

Una rubia más en la larga lista del Maestro.