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Akal / Hipecu / 48

Rom Harré y José Miguel Sagüillo

El movimiento anti-metafísico del siglo veinte

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Director de la colección

Félix Duque

Diseño de cubierta

Sergio Ramírez

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ISBN: 978-84-460-4048-4

Primera Parte

La guerra contra el idealismo

I. La metafísica del final del siglo diecinueve

Introducción

Al tratar de presentar los argumentos y las teorías de los filósofos existe un problema casi insoluble. Dentro de nuestro siglo se desarrolló un vocabulario especial y un método técnico para la construcción de los argumentos filosóficos, de lo cual resultó un tipo de discurso muy difícil de leer y entender. Hemos tratado de explicar los términos técnicos y las teorías lógicas de un modo sencillo, pero el lector de filosofía, como el lector de ciencias físicas, debe aceptar que seguir estos argumentos puede ser una tarea ardua.

Al principio del siglo veinte, dos importantes sistemas de pensamiento metafísico jugaron un papel importante a los ojos de los filósofos ingleses y austríacos. El más famoso es el idealismo neokantiano, pero no menos importante para la historia de la filosofía fue la teoría de la intencionalidad de Brentano y el desarrollo de dicha teoría por su discípulo Meinong, en la teoría de los objetos.

La historia del idealismo dentro de la época moderna empieza con la filosofía crítica de Kant y el desarrollo de dicha filosofía por Hegel en Alemania. En Inglaterra los filósofos mas importantes que enseñaron la doctrina del idealismo eran T. H. Green y F. H. Bradley.

La historia de la teoría de la intencionalidad es diferente ya que los filósofos contra quienes luchaban los filósofos ingleses y austríacos eran alemanes. En Inglaterra no había un exponente de dicho punto de vista. La preferencia inglesa se inclinaba por una filosofía psicologista, y esta preferencia tenía sus raíces en la filosofía de John Locke y su doctrina de las ideas simples como átomos mentales, originada en el siglo diecisiete y que sobrevive hasta ahora.

La paradoja del movimiento antimetafísico

Los filósofos que en los primeros años del siglo veinte luchaban contra la metafísica del idealismo y de la teoría de la intencionalidad eran también metafísicos. Para Russell y Wittgenstein hay un mundo de objetos simples que constituye la realidad, y para Moore hay cualidades simples, los datos de los sentidos, que son también propiedades de objetos materiales. Para los ingleses y para su compañero de batalla, Wittgenstein, existen categorías básicas, no dadas en la percepción, que intervienen en las operaciones de la mente. Los objetos simples de Russell eran los datos de los sentidos, por ejemplo, áreas coloreadas en el campo visual. Sin embargo, los objetos simples de Wittgentein tenían un rango muy misterioso, porque no tenemos acceso directo a ellos, sino sólo a través de las operaciones de la mente. Wittgenstein afirmó: «Porque una oración tiene un sentido determinado existen objetos simples». En lo que sigue explicaremos este misterio.

Algunas explicaciones filosóficas preliminares

En el centro de la controversia entre los idealistas frente a Moore y Russell se hallaba la naturaleza de las relaciones. Hay dos clases de relaciones: relaciones internas y relaciones externas.

Consideremos a José y a Pablo. Sus naturalezas no se alteran si José está más arriba que Pablo en una escalera o si Pablo está más arriba que José. La propiedad «... estar más arriba que...» es externa. Pero si José y Pablo son hermanos, entonces esta última relación es interna, porque la naturaleza de los chicos en cuanto hermanos depende de la existencia de dicha relación.

Sin embargo, esta distinción es un poco más complicada. Consideremos, por ejemplo, las verduras. Para reconocer una col como col o un tomate como tomate, no tenemos que examinar otras verduras. Si un ser material tiene una forma esférica de color verdoso y es una berza, entonces es una col. A primera vista parece obvio que, dentro de la clase de las verduras, una col constituye un átomo –si consideramos su forma física, su color, etcétera– si no hay ninguna verdura salvo las coles que tenga sus propiedades y su naturaleza como objeto material. Por esta razón, las relaciones entre los objetos que son verduras son externas. Pero la col también tiene la propiedad de ser comestible. Esta propiedad tiene sentido solamente si hay seres humanos y animales que quieran comer verduras. Decimos «La col es una verdura comestible» si la col es un átomo, pero para que la propiedad tenga sentido debe existir una relación entre las coles y los animales. Si no hubiera ninguna persona, ni animal que quisiera comer coles, éstas no tendrían ya su naturaleza como artículo de cocina. Para dar un sentido a la palabra «comestible» como expresión de una propiedad de las verduras se necesita una relación interna.

En general las relaciones internas les gustan a los idealistas más que las relaciones externas. El mundo es para ellos una unidad orgánica. Consideraban los objetos del cosmos como una tribu de familias. Sin embargo, para los anti-idealistas ingleses y austríacos, aunque existían relaciones internas, éstas no eran importantes. De acuerdo con éstos, las relaciones básicas en el mundo son externas. En otras palabras, existen objetos atómicos, o más exactamente, existe una clase de propiedades con respecto a los objetos atómicos que existen.

El idealismo y el materialismo

La experiencia de la vida cotidiana nos presenta dos categorías de seres: las cosas materiales (por ejemplo las coles y las ciruelas), y las cosas mentales (por ejemplo un deseo ardiente por un plato de mejillones). En correspondencia, hay dos grandes categorías dentro de nuestro sistema de conceptos: los conceptos materiales y los conceptos mentales. De acuerdo con el materialismo, todos los conceptos mentales pueden reducirse a conceptos materiales. Por ejemplo, el concepto de una emoción, digamos de la ira, es, después de una reducción apropiada, un tinglado de conceptos neurofisiológicos y etológicos (conceptos de comportamiento). Asimismo, las emociones consideradas como propiedades de los seres humanos, sufren una reducción similar. De acuerdo con el idealismo, todos los conceptos materiales pueden reducirse a conceptos mentales: pensamientos, sentimientos, sentidos, etcétera. La tarea de la filosofía es cumplir estas reducciones para llevar a cabo una unificación de todos los conceptos. Qué dirección adopte un filósofo que empieza esta tarea, ya sea de reducción de conceptos materiales a conceptos mentales o de reducción de conceptos mentales a conceptos materiales, depende de su compromiso anterior con una de estas grandes teorías filosóficas, el materialismo o el idealismo.

Todas las versiones del idealismo contra las que lucharon gran parte de los filósofos ingleses y austríacos en las primeras décadas del siglo veinte tienen sus raíces en la filosofía neo-kantiana de Alemania, pero no se desarollaron directamente desde el sistema de Hegel. Hallamos muestras del idealismo inglés en los escritos de T. H. Green y F. H. Bradley, ambos filósofos de Oxford. Se sigue de lo indicado anteriormente que, para la mayoría de los ingleses, el sistema hegeliano no era importante. La guerra anti-idealista tiene su origen en la actitud crítica de Moore y Russell (filósofos de Cambridge), de Carnap (filósofo de Viena y más tarde de Chicago) y de Wittgenstein (filósofo de Viena y posteriormente de Cambridge) que rechazaron el idealismo de su momento. Entre la época de Hegel y la época de estos filósofos, el idealismo había cambiado mucho en sus detalles y en la claridad de su exposición. Llamaremos a este idealismo de segundo cuño «idealismo inglés».

Las características del idealismo inglés

Hay tres características que queremos señalar en forma de problemas:

1. El problema de las relaciones y la defensa de la doctrina de las relaciones internas. La cuestión importante aquí es si los objetos del mundo son nudos dentro de una red de relaciones o más bien se trata de átomos materiales.

2. El problema del «error». Si la realidad posee la naturaleza del pensamiento, parece que no hay lugar dentro de dicha realidad para el error, porque el error es producto de un fallo en la correspondencia entre un pensamiento y un estado del mundo independente que aquél pretende representar.

3. El problema de la experiencia: ¿si el principio «Esse est percipi» [ser es percibir] es verdadero, por qué razón creemos en la realidad de las otras personas y del mundo que existe fuera del alcance de nuestra mirada?

Dos filósofos que siguen el camino del idealismo en Inglaterra

T. H. GREEN

Como la mayoría de los sistemas idealistas, la filosofía de Green es una defensa del punto de vista religioso del mundo. Green rechaza completamente como fuente del idealismo el principio de Berkeley de que conocemos solamente nuestras ideas. Debido a este rechazo Green repudia también la filosofía hegeliana. El fondo del idealismo de Green depende de una doctrina de las relaciones. Su argumento toma la forma de un dilema: ni la realidad es totalmente misteriosa e imposible de describir ni tiene la naturaleza de «lo relacionado».

De acuerdo con Green no hay átomos de la experiencia. Sin embargo, nos encontramos con que la doctrina de las ideas simples sustentaba al empirismo inglés desde Locke hasta Mill. ¿Por qué, a pesar de ello, Green mantenía que no había átomos de experiencia? Green creía que todos los objetos de la experiencia eran en el fondo relaciones. Su idea era más bien que aquello que parece un objeto atómico, era en realidad un «nexus» de relaciones. Por ejemplo: vemos una flor amarilla. Cuando acude a nuestra experiencia «una sensación de amarillo», ya hemos conformado relaciones. ¿Por qué? Porque el amarillo es una cualidad de un objeto, y más importante aún, el color amarillo tiene relaciones con todos los demás colores, el azul, el blanco, etcétera. Como sensación, «amarillo» es una propiedad de un ser humano, y por esta razón es en relación a dicho ser humano. Del mismo modo, como «una flor amarilla» distinguida como el objeto de percepción dentro de un entorno –por ejemplo, un jardín lleno de flores–, mantiene entonces diversas relaciones con las demás flores del jardín.

La pregunta en este punto es a través de qué sendero llegaremos hasta el idealismo a partir de la doctrina de las relaciones. De acuerdo con todos los filósofos de la época de Green, las relaciones son obra de la mente. Si la realidad es en su naturaleza íntima un sistema de relaciones, entonces la realidad tiene al mismo tiempo la naturaleza de la mente. Sin embargo, resta por resolver la cuestión importante de especificar la mente a que nos estamos refiriendo. De acuerdo con Green, era un error grave considerar dichas relaciones como producto de las mentes humanas, porque los objetos de la percepción están ahí fuera para ser vistos, escuchados, tocados, etcétera. Por otra parte, Green indicaba también correctamente que podemos distinguir las cosas imaginarias de las cosas reales. Green contestó a esta delicada cuestión diferenciando conocimientos que adquirimos poco a poco y de modo incompleto, y conocimientos tales que son propios de Dios y que sólo Dios conoce desde siempre y completamente.

F. H. BRADLEY

Dicho en pocas palabras, el proyecto de Bradley era construir un camino desde el mundo de las relaciones, el mundo de las apariencias, hasta el mundo absoluto, el mundo cuya naturaleza era totalmente real. En su libro principal (1893) desarrolló un argumento que se sustenta en algunas ideas que encontramos en sus Principios de lógica (1883) y en sus Ensayos de verdad y realidad (1914). Su posición era explícitamente anti-hegeliana. En 1883 Bradley escribió: «La idea de que la existencia puede ser igual que el entendimiento se me presenta tan fría y espectral ante la mente como el más aburrido materialismo».

Hubo cinco etapas a través de las cuales Bradley desarrolló su metafísica:

1. En un primer momento introdujo el concepto de «sensación inmediata», entendida como aquella a través de la cual comienza el conocimiento. Las sensaciones inmediatas son puras y simples, y sobre todo incluyen la diversidad dentro de la unidad. Dichas sensaciones son anteriores a las relaciones; por ejemplo, una experiencia de un área coloreada uniforme o un tono puro. Esta experiencia es una sensación inmediata si no está acompañada del pensamiento. De modo sucinto, estamos considerando aquí una impresión que podemos describir a modo de «hay un área de color».

2. En el acto del pensamiento abstraemos de la realidad concreta las sensaciones inmediatas, y de ello resulta, paradójicamente, que todos los actos mencionados son contradictorios. ¿Por qué es contradictorio todo lo que podemos decir o pensar de los hechos del mundo si estos enunciados se refieren solamente a las apariencias? Bradley responde que los enunciados y los pensamientos siempre y por necesidad incluyen las relaciones con otros hechos.

3. El mundo de la experiencia, el asunto de nuestras proposiciones, es contradictorio, porque todos los juicios que formulamos al expresar nuestros pensamientos acerca de este mundo tienen la forma sujeto/predicado. Esta forma se construye a partir de dos conceptos y una relación. La relación involucrada en sus ejemplos es el verbo copulativo, que parece haber sumido a Bradley en cierta perplejidad. Por ejemplo «La flor es amarilla» incluye, decía Bradley, «flor», «amarilla» y una relación entre los dos conceptos. La relación entre «flor» y «amarilla» no es una identidad, puesto que la flor tiene muchas mas propiedades que su color. Sin embargo, es verdad que la flor es amarilla y por supuesto también es verdad que la flor es la flor. De acuerdo con Bradley, todos los juicios de esta forma son contradictorios ya que incluyen implícitamente la verdad relacional «La flor es amarilla y no es amarilla». Bradley creía que sin una relación entre una flor y un color no existía el color y que sin las cualidades tampoco existiría ninguna relación.

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Entretejamos ahora dos temas en un tapiz un poco complicado: la necesidad de las relaciones y la necesidad de ir más allá y acceder al Absoluto. Ya hemos ubicado al idealismo en su lugar histórico, pero lo caracterizamos como un esquema que no era consistente. Además, para Russell, como para quienes se rebelaron contra el idealismo, la doctrina de las relaciones internas era el mejor blanco de su ataque. Esta doctrina suponía la cumbre de la filosofía de Green y el punto de arranque para Bradley. Para Moore, en cambio, el problema más profundo era la naturaleza del mundo. Green llegó al concepto de un mundo que se basa en la naturaleza mental de su teoría de las relaciones. Este punto de vista de la naturaleza del mundo, el lugar de llegada de Green, era para Bradley el punto de partida. El ataque de Moore, que será descrito en el próximo capítulo, se dirigió contra este aspecto del idealismo, a saber: que el mundo material no existe independientemente de la mente y tiene la misma naturaleza que la mente.